Las recientes elecciones en la región han tenido como resultado los triunfos del Movimiento al Socialismo y de Evo Morales en Bolivia, el de José Mujica y el Frente Amplio en Uruguay y de Sebastián Piñera y Renovación Nacional en Chile. Las de Colombia presentan un nuevo escenario que deja fuera de lugar las previsiones que se expresaban consensualmente meses atrás.

Buena parte de los llamados a interpretar estos acontecimientos en un ambiente de polarización no han logrado distanciarse de los hechos y han tomado partido de forma explícita o implícita.

Podemos discutir sobre si se puede ser objetivo —lo que en el fondo es un tema filosófico—. Cabe, sin embargo, recurrir a una imagen más pedestre de esa misma noción; conviene expresar opiniones con algún nivel de consistencia liberados de nuestras pulsiones inmediatas, lo que no quiere decir que quien asuma esa tesitura opte por opiniones irrelevantes y asépticas.

I. CHILE

Piñera entre sus aciertos y un contendor cansado y sin reflejos

El triunfo de Piñera marca el fin de veinte años de gobiernos de la Concertación. Quizás estas dos décadas fueron un resultado que estuvo entre la virtud y la fortuna o, en palabras de Borges, entre “el claro azar y las secretas leyes”. El triunfo de Aylwin (1990) tuvo un cierto margen apreciable de distancia respecto a la oposición; los márgenes por los que triunfaron Frei (1995), Lagos (2000) y Bachelet (2005) no sobrepasaron el 51 o el 52% de los votos. En todos los casos podemos decir que se ganó desde la duda y el asedio.

Una interpretación vigente en algunas corrientes de ciencia política en la época decía que Bachelet cometía el error de invocar un gobierno de ciudadanos en el que se apelaba a la sociedad civil en lugar de fortalecer a la coalición política de la que formaba parte. Lo expuesto sonaba razonable si se atendía a algunas fisuras en el pacto establecido.

Preconizando un liberalismo con algunos acentos sociales, Piñera se situaba, aun siendo un político de prolongada trayectoria, en la idea de la renovación política.

Puede, sin embargo, sostenerse que Bachelet partía de una intuición certera que progresivamente se le fue escapando de las manos, en parte por las rutinas a las que se someten las coaliciones políticas demasiado rígidas para mantenerse como tales sin advertir que pierden en este proceso, después de veinte años de vigencia, algunos reflejos para comunicarse con la población. Lo cierto es que la situación había dado un vuelco notorio, si bien no radical. Al problema que se arrastraba por más de una década de jóvenes que no se inscribían en el registro electoral se agregaban protestas estudiantiles, fundamentadas o no, pero de amplia repercusión y nuevas demandas de un movimiento sindical más beligerante. Bachelet parece haber advertido tempranamente estas dificultades. Muy pronto también esta preocupación fue desestimada por su frente político.

Y al margen de que la candidatura de Enríquez-Ominami fuera endeble en sus propuestas o planteara una alternativa renovadora, su inesperada vigencia ponía en el centro del debate la situación de una desgastada élite política en la Concertación. Como señala el político y analista político uruguayo Rodolfo Pereira, en el empeño de no arriesgar la quiebra de la Concertación no afianzaron la unidad política ni se arriesgaron a ampliar sus bases políticas, y dejaron de lado la renovación generacional.  1 En suma, en determinadas situaciones, jugar al statu quo es jugar a la nada. En cierta medida, preconizando un liberalismo con algunos acentos sociales, Piñera se situaba, aun siendo un político de prolongada trayectoria, en la idea de la renovación política. La Concertación ubicaba a Frei como un candidato que era un representante visible de un grupo de dirección que iba perdiendo créditos ante posibles electores y hasta de la coalición que formaba parte. No parecía que la alternativa fuera poner un moderado frente a otro moderado, uno con un discurso relativamente novedoso —Piñera— y otro —Frei— que aparecía demasiado desgastado en su trayectoria política. Piñera además tenía como antecedentes a su favor frente a otros candidatos de derecha haber votado por el “No” en el plebiscito de 1988 que planteaba la posibilidad de la postulación de Pinochet y un pasado demócrata cristiano que favorecía llegar a un electorado más amplio.

¿Qué es lo que quiere el nuevo presidente chileno?

Quedan no obstante preguntas pendientes. Se suele indicar que Renovación Nacional de Piñera se asocia al liberalismo económico y político y la Unión Democrática Independiente, cuyo líder más conocido es Joaquín Lavín, a un conservadorismo pinochetista. En política, las afirmaciones demasiado tajantes en algunos temas eluden con frecuencia enfrentar un análisis de fondo para caer en el facilismo. Me parece que esta distinción en algunos niveles resulta válida —por ejemplo la defensa de la unión gay por RN— y en otros liberalismo y conservadurismo se traslapan en los grupos dominantes de la sociedad chilena —y aun antes del gobierno de Allende—, como también ocurre en el Perú. Chile, que proclama su modernidad como signo distintivo, ha sido el país de lejos más atrasado en considerar en América Latina, por ejemplo, la legislación sobre el divorcio. Y la política de alianzas va a determinar hasta qué punto liberales y conservadores encuentra afinidades más allá de lo que establece la teoría. Cabe presumir que habrá más consensos que límites.

Amigos, política, negocios

Existe otro tema pendiente y decisivo. Como señala el politólogo chileno Patricio Navia —que observaba con beneplácito la opción por Piñera—, el primer gabinete que el presidente ha formado puede plantear algunos problemas. Todos sus integrantes tienen elevadas credenciales académicas, y uno de ellos, el ministro de Defensa Ravinet, proviene de la Concertación Democrática. Permítame el lector ahorrarle mencionar a todos los ministros nombre por nombre dada la brevedad de este artículo. La mayoría de ellos son asesores de corporaciones, tienen participación en influyentes firmas inmobiliarias y el ministro de Educación Lavín, por su parte, si quiere obtener legitimidad en su cargo tendrá que vender su participación como dueño de una universidad privada; y entre otros casos, que se repiten cartera por cartera, el ministro de Transporte y Telecomunicaciones, Felipe Morandé, ha sido destacado asesor de empresas telefónicas privadas.  2

En política, las afirmaciones demasiado tajantes en algunos temas eluden con frecuencia enfrentar un análisis de fondo para caer en el facilismo. […] la política de alianzas va a determinar hasta qué punto liberales y conservadores encuentra afinidades más allá de lo que establece la teoría. Cabe presumir que habrá más consensos que límites.

Puede sostenerse que se trata de reivindicar la idea de un tipo de gestión empresarial que se anteponga a los intereses políticos circunstanciales, que Chile da un paso más hacia la modernidad con horizontes de largo plazo y sin lastres del pasado. Quizás sea una legítima convicción de quienes sostienen esa idea. En todo caso, debiera suponerse que el ingreso a una economía de libre mercado supone el pleno despliegue de la competencia. Desde esa misma lógica, cabe la duda acerca de si ministros con vínculos tan específicamente definidos pueden despegarse de sus intereses inmediatos, y aún más si pueden estar sinceramente convencidos de que esos intereses son los más convenientes para el país.

 Piñera debe demostrar que puede evitar colisiones entre lo público y lo privado y que entiende mejor este problema que sus seguidores intelectuales, Vargas Llosa y Jorge Edwards, pero no va resultarle sencillo, si es que le interesa dar una imagen de imparcialidad. Ente tantos pequeños juegos de poder que cabe suponer se desplegarán a su alrededor, a Piñera le convendría asumirse como una personalidad con independencia y disposición abierta en la danza de negociaciones que se van a establecer. De no hacerlo enfrentará severos problemas.

Estas elecciones sirvieron también como una especie de plebiscito sobre las reformas legislativas implementadas por el gobierno de Chávez durante los últimos diez años, y representaron una primera mirada a la división espacial de los votos a favor y en contra del gobierno actual.

Estamos ante un político de indudable capacidad, pero de lo que caben justificadas dudas es de si puede y acaso le interesa ir más allá de las alianzas establecidas. Es razonable presumir que se mantendrá el sistema binominal por circunscripción electoral que anula a fuerzas políticas que no sean las de derecha y las de la Concertación. Y el acceso del capital privado a la Corporación Nacional del Cobre (Codelco), probable medida a tomar, acaso provoque resistencias mayores a las que puede suponerse en primera instancia.

Contra lo que podía esperarse, en los tres meses de su gestión y para afrontar los gastos de reconstrucción después del terremoto que sacudió al país, Piñera decretó, si bien como medida provisional, el aumento en este año fiscal del 17% al 20% del impuesto a las ganancias de las empresas, lo que motivo la crítica del algunos voceros neoliberales como Hernan Büchi, último ministro de economía del gobierno de Pinochet y el primero de los candidatos de derecha que postula cuando retorna la democracia en 1990. 3 Grupos opositores de izquierda argumentan por su lado que al final de este periodo tributario el descuento en el impuesto tributario global hace que esta medida sea provisional y a la larga inocua. Nuestros muy limitados conocimientos sobre el tema nos impiden opinar con la necesaria competencia sobre esta cuestión planteada. Lo que importa destacar en cambio en términos políticos es que la primera discusión trascendente que se plantea en Chile es sobre la aplicación de impuestos directos, tema en general propio de la izquierda política, que en principio quiebra algunas ideas convencionales sobre el tema vinculado a la orientación de los gobiernos y las decisiones que son su consecuencia. 4

Dilemas de quienes se estrenan como oposición en democracia

En el relativo cambio de opciones que se ha impuesto en Chile, la Concertación Democrática, si no va por el cambio se evapora, ya que Piñera, si de neoliberalismo se trata, ganó la batalla de las ideas.

La Concertación Democrática ya no va a ser la misma. O se renueva generacionalmente y refresca sus envaradas ideas o corre el riesgo de perder convocatoria. Y ya no puede hacerlo solamente sosteniendo y matizando a la vez una opción razonable de una política de libre mercado. No se trata en el nuevo escenario de una atildada discusión teórica sobre cómo aplicar mejor un determinado modelo. Piñera, si de esos temas se trata, lo puede hacer de modo más convincente. La Concertación, antes gobierno y ahora oposición, o bien opta por tomar una opción más definidamente social demócrata o lleva todas las de perder. Y se le presenta un dilema difícil de resolver. Probablemente el nuevo presidente consiga adhesiones de los grupos más conservadores de los demócratas cristianos. Todo aconseja entonces que a la Concertación le conviene atreverse a arriesgar. Acaso el que escribe estas líneas se encuentre profundamente equivocado. Pero no se puede aspirar a un nivel de desarrollo aceptable con elevados niveles de desigualdad que no condicen con este crecimiento si este quiere sostenerse en el tiempo. Plantear este tema debiera ser tarea de la oposición. Y esta opción se juega hasta ahora entre la oportunidad y el realismo.

En el relativo cambio de opciones que se ha impuesto en Chile, la Concertación Democrática, si no va por el cambio se evapora, ya que Piñera, si de neoliberalismo se trata, ganó la batalla de las ideas. Por tanto, la Concertación debe cambiar. Puede aspirar a que sea por convicciones reflexionando sobre aciertos y errores de su gestión. Y aun cuando no sea por estas razones, deberá emprender este viraje por puro cálculo.

II. BOLIVIA

La dura batalla por el poder y la situación actual

Bolivia, donde los acontecimientos fueron más dramáticos —lo que por cierto no es una novedad en su convulsionada historia—, definió buena parte del juego de fuerzas establecido que precipita la situación presente en 2008. Tiempo de discursos que exacerban la división territorial, de enfrentamientos entre campesinos y autoridades locales con asesinatos de los primeros, de la propuesta de Evo Morales de un referéndum revocatorio en la que sale ganador con el 67% de los votos pero es derrotado en las provincias de la llamada “media luna”, Pando, Beni, Tarija y especialmente Santa Cruz, y finalmente de la aprobación de una nueva constitución por el gobierno en condiciones irregulares. Se acostumbra a caracterizar ese tiempo tomando una reflexión prestada de Gramsci de un “empate catastrófico” que un lúcido politólogo boliviano, Jorge Lazarte, opositor al MAS, tomaba como un equilibrio de fuerzas, un juego de controles y balances que a mi parecer no daba cuenta del dramatismo de lo que está ocurriendo, ganado este intelectual por un discurso normalizador cuando la tendencia de irse a los extremos orientaba el comportamiento de los distintos actores. 5

Las cosas no son como antes

Visto en perspectiva tomando los resultados de las elecciones de diciembre de 2009, Evo Morales consiguió a partir de esta decisiva evaluación de las fuerzas en conflicto quebrantar las alianzas establecidas en las provincias del Oriente, afirmarse en cada una de estas regiones sin necesariamente constituirse en mayoría y ampliar su política de alianzas ante antiguos opositores o en otro plano de mantenimiento del statu quo con fuerzas que antes le fueron enconadamente enemigas. Lo dicho no es un juicio de valor sobre las calidades del gobierno de Evo Morales, apenas registra hechos. Lo cierto es que cada uno de los grupos midió potencialidades, existieron proyectos de política y sociedad en pugna y puede hablarse de una sociedad que dos o tres años atrás vivía una polarización que alcanzaba tales extremos que amenazaba su viabilidad como país o como nación, si se quiere decirlo en términos de la propuesta de gobierno de Bolivia como Estado plurinacional. La incapacidad de la oposición para construir una alianza opositora marcó un límite al enfrentamiento desatado. Hasta en la misma Santa Cruz, Morales avanza estableciendo alianzas en parte con aquellos que fueron sus más enconados opositores. En Bolivia se ha profundizado un cambio en la composición de las élites políticas que desde el apoyo o la increpación no puede sino ser aceptado. En buena parte pusieron en otro sitio las discusiones politológicas convencionales sobre lo que ocurre en este país andino, en las que siento que muchos de mis colegas quedaron fuera de foco en enfoques, recomendaciones y advocaciones.

La incapacidad de la oposición para construir una alianza opositora marcó un límite al enfrentamiento desatado. Hasta en la misma Santa Cruz, Morales avanza stableciendo alianzas en parte con aquellos que fueron sus más enconados opositores.

Probablemente influye en esta situación y en su escala un crecimiento económico comparable al de otros países andinos y un énfasis redistributivo que no me atrevo a juzgar si ha sido exitoso o no, pero ha tenido repercusión en el electorado. Los cambios culturales sí importan en este caso, ya sea que se interpretan radicalmente como descolonización del poder, ya como el agotamiento de un grupo dominante, lo que también significa una modificación en el estado de cosas existentes por décadas y que recrea con modificaciones sustantivas el escenario de la revolución boliviana de 1952.

Se puede creer o no al vicepresidente de Bolivia, García Linera, cuando enfatiza la importancia del papel del Estado, pero cuesta más poner en entredicho la recuperación económica del país. Cabe desconfiar respecto a la diversificación productiva de su economía, pero no hasta el punto de poner en cuestión esfuerzos que se intenta hacer con el litio y el hierro para insertarlos en el mercado internacional. Puede también hacerse todas las objeciones que se quieran formular, pero este gobierno sigue negociando con el capital extranjero en términos realistas.

Puede también hacerse todas las objeciones que se quieran formular, pero este gobierno sigue negociando con el capital extranjero en términos realistas.

Pasada la etapa del ya mencionado álgido conflicto social de 2008, la propuesta del MAS retoma sus líneas principales de un gobierno que propone una reforma radical pero también con componentes de gradualismo. El vicepresidente García Linera no ha dejado de insistir desde el inicio de la gestión de Morales en un desarrollo por un largo periodo de un capitalismo de Estado con espacio para la inversión privada nacional y extranjera, la microempresa y la economía comunera. 6 Lo que ha ocurrido es un cambio en la composición de las élites políticas, la incapacidad de la oposición para plantear una alternativa y un discurso indigenista a veces desarrollado en profundidad, en otras ocasiones impreciso y retórico.

Existen amenazas a la democracia, por cierto, como la ejercida por el Poder Ejecutivo para remover magistrados, dieciocho en total, si bien esos cargos están pendientes de elecciones populares que se van a celebrar el 5 de diciembre de este año. En todo caso, da la impresión de que en las condiciones actuales la oposición, si queremos hablar en términos claros a los politólogos, se encuentra en la posición de wait and see, o para decirlo de otra manera, desensillar hasta que aclare.

Las elecciones municipales del 4 de abril de 2010

El triunfo contundente en las elecciones nacionales no se repite en las municipales. Debe tenerse en cuenta que no solo en América Latina no es infrecuente que los ciudadanos tomen distintas opciones cuando se trata de elegir gobierno o instancias subnacionales. En la más importante de estas últimas, las gobernaciones, Morales triunfa en La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba, Pando y Chuquisaca, donde se ubica Sucre, y es derrotado en los departamentos de Santa Cruz, Tarija y Beni, pero mostrando una capacidad de convocatoria electoral que margina la idea, tan al uso en años recientes, de una probable escisión de Bolivia.

El triunfo contundente en las elecciones nacionales no se repite en las municipales. Debe tenerse en cuenta que no solo en América Latina no es infrecuente que los ciudadanos tomen distintas opciones cuando se trata de elegir gobierno o instancias subnacionales.

Muy diferente es el caso de las alcaldías. El MAS es derrotado en ciudades como La Paz y Potosí y en otras indígenas, en su mayoría aymaras como Osmasuyos, Achacachi, Coripata y Pucarani, entre otras. En La Paz es vencido por el Movimiento Sin Miedo, que asume una posición de centro izquierda, en el plano por lo menos del discurso, más moderado que el de Morales. En otras ciudades vencen liderazgos independientes, la mayoría de los cuales increpan al MAS por no profundizar su proyecto de reformas.

 Puede interpretarse la situación señalando que en términos de elecciones nacionales Morales se convierte en una valla de contención frente a los grupos de derecha, y se le presta apoyo al mismo tiempo que puede ser cuestionado en el plano local, donde tomar esa decisión tiene menores costos. Los posiciones opuestas surgidas fuera de los grupos tradicionales de poder abren un espacio crítico pero no cuestionan en última instancia la hegemonía del MAS.

III. URUGUAY

La continuidad del Frente Amplio

En las elecciones en Uruguay compitieron tres partidos tradicionales: el Nacional o Blanco y el Colorado, que surgieron en 1836, y el Frente Amplio, fundando en 1971. Acaso hay un salto en el tiempo, pero son casi los mismos años que tiene el Partido Popular Cristiano en Perú, y por tanto es considerado también tradicional. Aparentemente las opciones de los candidatos de los tres partidos no fueron muy racionales para obtener una rápida adhesión electoral. Los uruguayos parecieron estar un poco desorientados en las elecciones primarias de junio de 2009, en las que cada ciudadano puede elegir por voto no obligatorio el candidato de su grupo político. Los del Frente Amplio optaron por José Mujica, asociado a la lucha guerrillera tupamara, cuando su contendor Danilo Astori en ese entonces hubiera sido sin problemas fácil ganador; era una suerte de ministro de Economía aceptado por todos, y hubiera obtenido el triunfo sin problemas. El Partido Nacional o Blanco seleccionó un candidato neoliberal, Luis Alberto Lacalle, en lugar de un candidato de centro izquierda, Jorge Larrañaga, que podía dar batalla ante un gobierno del Frente Amplio al que las que las encuestas daban como exitoso. Y en el Partido Colorado triunfó como candidato el hijo de Juan María Bordaberry, quien fuera condenado por la justicia uruguaya a 25 años de prisión por violaciones a los derechos humanos.

Mujica es visto, más que como un insurgente con casi 15 años de prisión, siete de ellos en condiciones más que terribles, como una personalidad que empata con su discurso a favor de las mayorías del país en clave distinta pero también eficaz como la del anterior presidente Tabaré Vásquez. Es una persona a quien hasta sus adversarios le reconocen la capacidad de articular propuestas en términos sencillos, informados y convincentes.

Las ventajas de un gobierno que remonta una crisis

El Frente Amplio tuvo la oblicua ventaja de que ganó en 2005, cuando, como secuela de la crisis argentina, se salía de la situación extrema de 2004. Lo que ocurriera después iban a ser consideradas ventajas de su gestión, merecidas o no. Al fin de cuentas de eso no se trata el arte de la política. No corresponde abusar del lector con estadísticas detalladas. Lo cierto es que Uruguay volvió a ser el país más igualitario de América; fue uno de los que crecía más en coeficiente de inversión en el sector público y privado, que llegó al 42% de aumento entre 2004 y 2008, tiene condiciones de negociación reconocidas por los organismos internacionales y afronta una condición de pobreza que pone en cuestión a sus gobernantes: 55,3% en 2004 y 29,3% en 2008. 7  Pero ha mostrado signos de procurar disminuirla utilizando como uno de sus instrumentos fundamentales la política tributaria.

Mujica inicia su gobierno entonces con amplios márgenes para superar lo que fuera una delicada coyuntura y con un 61% de apoyo en las encuestas, cifra difícil de obtener por un gobernante en ese país, ya que los partidos Colorado y Blanco tienen adhesiones más estables que otras organizaciones políticas de la región.

El Frente Amplio se mueve entre dos aguas. Por un lado, expresa antiguos ideales de integración relativos al Estado de Bienestar —que en Uruguay surge en los albores del siglo XX y se concreta en Batlle y Ordóñez, quien dirigía entonces el Partido Colorado— ; y por otro, el partido busca que, recuperado esos niveles de igualitarismo social, surjan otra vez diferencias y cohesión, esta vez asociadas a la innovación y el desarrollo.

 En meses recientes, se produjo la más difícil situación internacional uruguaya de los últimos años a causa de la instalación de la fábrica de celulosa Botnia, cerca de la frontera argentina, lo que ocasionó duras críticas. La Corte Internacional de La Haya criticó a Uruguay por no haber establecido mecanismos de consulta pero señaló, lo que resultó fundamental, que esta industria no tenía efectos contaminantes. Mujica inicia su gobierno entonces con amplios márgenes para superar lo que fuera una delicada coyuntura y con un 61% de apoyo en las encuestas, cifra difícil de obtener por un gobernante en ese país, ya que los partidos Colorado y Blanco tienen adhesiones más estables que otras organizaciones políticas de la región.

Los comicios municipales, cambios o más de lo mismo

El domingo 9 de mayo se realizaron elecciones a nivel local en Uruguay. El Frente Amplio obtuvo el 47,5% de los votos y ganó en los tres departamentos de mayor población: Montevideo, Canelones y Maldonado. Los partidos Blanco y Colorado sumados lo superan en un 3,51 % de los votos. No es inusual que dirigentes o caudillos obtengan peso político en su zona de influencia y no adquieran proyección nacional. 8

El riesgo para el Frente Amplio es pensar en mayorías absolutas como garantía de gobernabilidad, lo que difícilmente puede mantenerse en el tiempo pese a que ahora dispone de ella en la cámara de senadores y en la de diputados.

En todo caso, y como lo pensara años atrás el politólogo y experto en encuestas Oscar Bottinelli, daría la impresión de que hay una progresiva evolución del tripartidismo a una división en dos campos políticos, el de la izquierda y el de los llamados partidos tradicionales. 9

El riesgo para el Frente Amplio es pensar en mayorías absolutas como garantía de gobernabilidad, lo que difícilmente puede mantenerse en el tiempo pese a que ahora dispone de ella en la cámara de senadores y en la de diputados. De no repetirse ese escenario, los cuestionamientos dentro de este grupo, que tiene algo de movimiento y algo de coalición, pueden provocar, si no divisiones, por lo menos la agudización de conflictos internos que podrían afectar el consenso y la coherencia en sus decisiones políticas.

El peligro para los partidos Blanco y Colorado es pensar que lo que importa es consolidar el acuerdo entre cúpulas. Ello desdibujaría a cada una de estas organizaciones sin tener seguridades, además de que los acuerdos eventualmente alcanzados serían apoyados por buena parte de su electorado, propenso, por su tradición política, a marcar diferencia entre las opciones más que a seguir pactos de largo plazo.

 IV. COLOMBIA

El nuevo e inesperado escenario electoral colombiano

Hasta febrero de este año, tan solo tres meses atrás, pocos se atrevían a discutir la continuidad del uribismo. Pero, como veremos, el uribismo no existió como tal: se trataba solamente de Uribe. La decisión de la Corte Constitucional que declara que no era precedente el referendo para una segunda reelección del actual presidente suponía para la mayoría de politólogos una sucesión ordenada. Continuaría la misma línea política y el círculo de sus seguidores en cargos de poder con la postulación Juan Manuel Santos, quien fuera ministro de Defensa durante la mayor parte de su gestión e integrante de la familia propietaria del tradicional e influyente periódico El Tiempo.

Mujica inicia su gobierno entonces con amplios márgenes para superar lo que fuera una delicada coyuntura y con un 61% de apoyo en las encuestas, cifra difícil de obtener por un gobernante en ese país, ya que los partidos Colorado y Blanco tienen adhesiones más estables que otras organizaciones políticas de la región.

En la sociedad colombiana se incorporaban otros temas en la agenda. Probablemente se debiera a que, como señala Dargent, los propios triunfos del gobierno en su enfrentamiento con las FARC le quitaban parte de la importancia a los temas de seguridad, y desde esta consideración, el propio éxito de Uribe descolocaba a las que habían sido hasta entonces sus principales preocupaciones y propuestas. 10 Quizás pueda argumentarse también que se ingresa en otra etapa en la oscilante y a veces pendular historia política de ese país respecto a la estrategia a seguir con este grupo armado. En lo que sí se observa un cambio decisivo parece ser en la convicción generalizada de la inutilidad de la negociación para llegar a soluciones de largo plazo. Solo puede haber acuerdos limitados y sobre temas de corto alcance.

Otros temas se agregan a los de seguridad, entre ellos exigencias de cambio en las políticas sociales: la pobreza llega a niveles de 46% y 17, 8% de pobreza extrema, en medio de una creciente desigualdad social. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el índice de Gini es de 59,2%, mientras que en Guatemala, por ejemplo, los valores se encuentran en el 55,1% y en México en el 46,1%. Además, la tasa de desempleo es  alta (12%) si se tiene en cuenta los niveles históricos en Colombia.

No estamos en condiciones de estimar el impacto en la opinión de los colombianos acerca de las denuncias de corrupción de congresistas y autoridades cercanas a Uribe. Entretanto, los grupos paramilitares, además de ejercer presión sobre el sistema político y alterar la calidad de su democracia, controlan amplios espacios del territorio colombiano ejerciendo su poder al margen de la legalidad. En otro plano, llaman la atención los llamados “falsos positivos”: campesinos y jóvenes asesinados por el Ejército a quienes se señala sin fundamento como guerrilleros muertos, y que según Philip Aston, relator de las Naciones Unidas, ya llegan a los 18.000.

El surgimiento de una alternativa política

En la volátil y a veces turbulenta historia política de la región no conviene formular vaticinios con un grado apreciable de seguridad.  […] con un triunfo de Mockus se proseguiría con la misma política económica, se daría mayor importancia a las políticas sociales, se buscaría atenuar las tensiones con Ecuador y Venezuela y […] se trataría de fortalecer una desgastada legalidad democrática en el país.

Lo cierto es que los ciudadanos colombianos parecen estar tomando una opción de centro y, por lo que ya hemos indicado, el gobierno iba dejando demasiados flancos sin cubrir. Antanas Mockus fue quien sacó partido de este nuevo escenario. Probablemente era el único que podía hacerlo, ya que el antiguo rector de la Universidad Nacional partía de dos gestiones exitosas en la alcaldía de Bogotá, de 1995 a 1997 y entre 2001 y 2003, utilizando con frecuencia para conseguir sus objetivos procedimientos poco ortodoxos, que por ser conocidos y por razones de espacio no podemos detallar. Estos antecedentes en la gestión y su imagen poco convencional, pero paradójicamente dotada de realismo político, le permiten captar votos que antes se volcaban a Uribe, así como de antiguos seguidores adherentes al Partido Liberal y en menor medida al Conservador, y de parte de los que en anteriores comicios votaron al izquierdista Polo Democrático Alternativo, que se había constituido en las anteriores elecciones en la segunda fuerza política del país. Por lo demás, la totalidad de este grupo político votaría por Mockus en la eventualidad de un balotaje.

Las encuestas daban al momento de escribir este artículo porcentajes similares a Santos y Mockus y el triunfo de Mockus en segunda vuelta. En la volátil y a veces turbulenta historia política de la región no conviene formular vaticinios con un grado apreciable de seguridad. 11 Lo que apenas puede entreverse es que con un triunfo de Mockus se proseguiría con la misma política económica, se daría mayor importancia a las políticas sociales, se buscaría atenuar las tensiones con Ecuador y Venezuela y en lo fundamental se trataría de fortalecer una desgastada legalidad democrática en el país. Y si Santos logra vencer en las elecciones, ya no podría optar por el simple continuismo respecto a la gestión de Uribe.

V. CONCLUSIONES

Uniformidades y matices en la región

Tratamos de describir tres procesos electorales recientes (Chile, Bolivia y Uruguay) y otro que se avecina (Colombia). Llama la atención lo diferente que son los unos de los otros, al punto que por más que la buena doctrina lo sugiere cuesta hacer un análisis comparado. Esta vez convenía marcar algunas distancias entre una y otra de las experiencias mencionadas.

En todo caso, parecen estar sobrando las interpretaciones que hablan con insistencia de giros a la izquierda o retornos de la derecha. La situación de América Latina no se presta a generalizaciones apresuradas.

En todo caso, parecen estar sobrando las interpretaciones que hablan con insistencia de giros a la izquierda o retornos de la derecha. La situación de América Latina no se presta a generalizaciones apresuradas.

Cambian los estilos de representación política en la mayor parte de la región, donde se diluyen las distancias entre partidos y movimientos, con la excepción en América el Sur de Chile y Uruguay y en menor medida Brasil, que también este año elige nuevo presidente, en este último caso con contienda estructurada entre el PT (Partido de los Trabajadores) y el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), este último que se expresa como una organización vigente solo en tiempo de elecciones.

La ventaja inicial de José Serra, del PSDB, en relación con Dilma Rousseff, del PT, ha disminuido significativamente, y la intención de voto para cada uno de los candidatos está en el orden del 30% al 36%. Algunas empresas encuestadoras dan ganador al primero y otras a la segunda con diferencias que no son estadísticamente significativas. En teoría, los seguidores de Ciro Gomes, del Partido Socialista de Brasil, y de Marina Silva, del Partido Verde, ambos vinculados en algunas etapas al gobierno de Lula y que alcanzan alrededor del 15% de las adhesiones, apoyarían a Rousseff en segunda vuelta, pero las organizaciones políticas brasileñas no han tenido a lo largo de su historia capacidad de endose. No conviene entonces formular pronósticos.

Quizás por lo diferente que son los candidatos, las propuestas y hasta los estilos de gobernar y lo decisivo que parece ser asumir una o otra opción, haya pasado el tiempo de la extrema desafección política.

En todo caso, la intención que se le atribuye a Serra de distanciarse del bloque regional del Mercosur en aras de relaciones más amplias de libre comercio con otros países no parece tener mayor vigencia si se tiene en cuenta que es una política de estado en Brasil su acercamiento a Rusia, China e India y su protagonismo como potencia emergente, para lo cual necesita relaciones estables con los gobiernos de América del Sur. Y no puede presumirse tampoco, en caso de que el PSDB sea triunfador, que haya alteraciones radicales ni en la intervención del Estado en la economía —coexistiendo con el sector privado— ni en las políticas sociales, considerando el alto índice de aprobación con el que va a terminar el gobierno de Lula. Se produciría entonces un desplazamiento moderado del centro izquierda al centro.

Quizás por lo diferente que son los candidatos, las propuestas y hasta los estilos de gobernar y lo decisivo que parece ser asumir una o otra opción, haya pasado el tiempo de la extrema desafección política. Lo que no quiere decir que haya vuelto el tiempo de los compromisos activos que a base de posiciones a veces radicalmente opuestas caracterizaron a la región en la década de 1960 y en los años setenta del siglo pasado.


* Sociólogo, investigador del IEP. Este artículo se terminó de escribir el 15 de mayo de 2010.

Botinelli, Oscar. “El ciclo electoral y el sistema de partidos en las lecciones 1999-2000”. Montevideo: Colección Política Viva, Ediciones Banda Oriental e Instituto de Ciencia Política, 2000.

Couriel, Alberto. “Los logros sociales del gobierno del Frente Amplio”. En diario La República, 19 de agosto de 2009. Montevideo.

Dargent, Eduardo. “Mockus de vuelta y media”. En diario El Comercio, suplemento Somos n° 1223, 15 de mayo de 2010. Lima.

Invertia. “Hernán Büchi: Es como si hubiéramos elegido a Ominami y no a Piñera”. Fecha de consulta: 21/04/2010. <http://economia.terra.cl/noticias/noticia.aspx?idNoticia=201004211715_INV_78910729>

Lazarte, Jorge. “Lo catastrófico del empate catastrófico”. En Peripecias nº 114, septiembre 2008. La Paz.

Navia, Patricio. “Cortafuego entre negocios y política”. En La Tercera, 11/02/2010. Santiago.

Pereira, Rodolfo. “39 años del Frente Amplio. La larga marcha hacia el gobierno ¿Qué aprendimos?”. EnVadenuevo, año 2, nº 17, febrero 2010. Montevideo. Disponible en: www.vadenuevo.com.uy

Stefanoni, Pablo.“Bolivia después de las elecciones. ¿A dónde va el evismo?”. En Nueva Sociedad, nº 225, enero-febrero 2010. Buenos Aires.

Walder, Paul. “Alza de impuestos. Gran-circo-gran”. En Punto Final, nº 708, 30 de abril 2010. Santiago.


  1. Pereira 2010.
  2. Navia 2010.
  3. Invertia 2010.  
  4. Walder 2010. 
  5. Lazarte 2008.
  6. Stefanoni 2010.
  7.  Ese porcentaje de pobreza está asociado a los efectos de la crisis económica y bancaria argentina y sus efectos en Uruguay. Se trató entonces de un empobrecimiento coyuntural. Couriel 2009.  
  8. Datos tomados del diario uruguayo La República, edición del 11 de mayo de 2010.  
  9.  Oscar Botinelli sostuvo por primera vez esta opinión en su artículo “El ciclo electoral y el sistema de partidos en las elecciones 1999-2000”. Ver Botinelli 2000.
  10.  Dargent 2010.
  11.  El seguimiento de este proceso puede hacerse leyendo la revista colombiana La Semana