En 1988, el techo del Conservatorio Nacional se vino abajo y por falta de recursos tuvieron que cerrarlo por un par de años. En ese entonces, Juan Diego Flórez era alumno del mismo y literalmente comenzó a patear latas. Yo lo conocí en esos días porque un íntimo amigo mío, Nicolás Mindreau, también estudiaba ahí y ambos habían comenzado a andar juntos por las calles de Lima. Recuerdo entonces el desconcierto, la indignación de todos ante un aparato estatal que no ofrecía soluciones ni asumía responsabilidades mínimas en el sistema educativo.

Fueron los peores años del gobierno aprista. Al conflicto armado no solo se sumaba el caos económico sino también las acusaciones de corrupción en la mayoría de los casos bien sustentadas sobre el comportamiento los dirigentes apristas. Y por lo menos si de políticas culturales y sociales se trata, la sonrisa triunfalista de Alan García, que tanto evoca la que en su tiempo tuviera Alberto Fujimori, se presta a aprensiones y sospechas.

Juan Diego estuvo a punto de haber tenido que dedicarse a otra cosa. Si alguien le hubiera ofrecido un buen trabajo, quizá hubiera aceptado y su futuro en la ópera hubiera terminado como el techo de Conservatorio Nacional.

Resulta entonces irónico o sorprendente que Juan Diego Flórez haya estado tan cerca de Alan García en los días previos a su matrimonio y que el presidente haya sido uno de los principales invitados en la Catedral de Lima. En los ochentas, por el desinterés o la irresponsabilidad de su gobierno y del que siguiera después, Juan Diego estuvo a punto de haber tenido que dedicarse a otra cosa. Si alguien le hubiera ofrecido un buen trabajo, quizá hubiera aceptado y su futuro en la ópera hubiera terminado como el techo de Conservatorio Nacional. Me consta que en esos días él intentaba maniobrar con la vida dura.

Entonces, la pregunta sigue siendo absolutamente trillada: ¿cuántos jóvenes de hoy se ven obligados a renunciar a su potencial artístico porque el país no les ofrece ningún apoyo? ¿Cuáles son las políticas de fomento que el actual gobierno tiene ante el tema de la cultura? No voy a subrayar lo que todos sabemos pero creo que debemos ser claros en dos puntos. Este gobierno, con un Ministro jalado -antes y ahora-, solo parece dedicarse a echarle la culpa al SUTEP de todo el desastre de la educación nacional e, igual de peor, cree que una desarticulada ley de patrimonio es la encargada de resolver la ausencia de una verdadera política cultural del país. Ni lo uno ni lo otro: ni el SUTEP es el principal causante de la situación en la que nos encontramos, ni en este país todos somos la Huaca Pucllana.

[…] es realmente una vergüenza cómo los gobernantes y los Ministros que no apoyan ni el arte ni el deporte reciban luego, en el Palacio de Gobierno, a quienes consiguen destacar a pesar del desinterés que siempre han mostrado en sus prioridades políticas.

Sin duda, los peruanos nos alegramos del éxito internacional alcanzado por Juan Diego Flórez. Pero ello lo coloca en una “posición de autoridad” que él podría haber aprovechado de una manera más contundente. Me explico mejor: Juan Diego podría haber regresado al Perú para hacer política en el sentido más simple y auténtico del término. No me refiero, por supuesto, ni a una militancia partidaria ni a entablar debates ideológicos. En mi opinión, de lo único que se trataba era de contar con mucha mayor fuerza e insistencia su propia historia profesional. Al narrar cómo lo trató en el Perú, digo, al contar cómo cuando alguien tocaba muy fuerte el piano del Conservatorio Nacional el techo se iba desmembrando hasta que efectivamente se desmembró, su función de intelectual hubiera contribuido a defender a un sector que sigue sin recursos a pesar de que por todos lados nos dicen que el Perú Avanza. Es cierto que Juan Diego sí contó algo de todo aquello pero lo hizo sin mucha fuerza política. Puedo decirlo de otra manera: es realmente una vergüenza cómo los gobernantes y los Ministros que no apoyan ni el arte ni el deporte reciban luego, en el Palacio de Gobierno, a quienes consiguen destacar a pesar del desinterés que siempre han mostrado en sus prioridades políticas. Pero, sin duda, es mucho más desconcertante -o increíble aún- que sean justamente los artistas y deportistas (que han sufrido esa falta de apoyo) los que sigan accediendo a “posar” con ellos y a entrar en ese juego de farándula y fotografías.

Alan García, convertido a la versión más elemental y de corto plazo del neoliberalismo no entiende que sin una política cultural ambiciosa y una mejora sustantiva de la educación, lo que debiera expresarse entre otros hechos en superar en estos tiempos de proclama bonanza la magra asignación presupuestal que se les asigna, no puede pensarse en un verdadero desarrollo. Y que hasta puede defender con la intransigencia que lo hace los principios de una economía de mercado y al mismo tiempo crear condiciones para que haya una relativa igualdad de oportunidades para todos. Ahora triunfan los que consiguen escapar de la trampa, el gobierno parece que quisiera celebrar su propia abdicación de responsabilidades.

Juan Diego podrá decir, en efecto, que al él no le interesa la política, pero lo cierto es que si aquella fuera su frase, un acto de consecuencia personal hubiera sido no acceder a juntarse con la clase política con quien lamentablemente se le vio en esos días festivos: García como timonel, Kouri (y su hermano) ambos pertinaces transgresores de la ley, el alcalde Castañeda (que insiste en no explicar sus erráticas decisiones de sobre licitaciones mal planteadas en la que se dilapidan fondos que nos pertenecen a todos) y la triste oficialidad de un sector de la iglesia Católica que hace tiempo abandonó el ideal de servicio y que se ha venido transformando en otra cosa. ¿No es hacer política que el canal 7 transmita el matrimonio en lugar del juicio a Fujimori?

Debemos recodarlo siempre: a inicios de los noventas el techo del Conservatorio se cayó y dejó a todos los estudiantes en la calle. ¿Qué hacían, en ese entonces, aquellos políticos que asistieron al espectacular matrimonio? El Conservatorio sigue sin tener hasta hoy un lugar propio y quizá debe ser un caso único en el continente. Si hoy en día Juan Diego Flórez es uno de los tenores más importantes del mundo, lo es, sin duda, por su excepcional talento, pero también por un pequeño golpe de suerte. El Estado peruano –en ese entonces representado por Alan García- hicieron lo posible para que Juan Diego no destacara y estuvieron a punto de destruir su brillante carrera. Juan Diego, sin embargo, no solo es un gran Tenor; es, además, un muy buen tipo. Yo lo recuerdo así, una tarde, almorzando en la casa de mi amigo con todos nosotros. El tiene, para con el Perú, una seria responsabilidad hacia adelante.