Margarita Saona. Comehoras. Lima: Mesa Redonda, 2008.   1

Comehoras es un libro de cuentos, todos ellos pequeñas postales: imágenes que revelan síntomas y, por lo mismo, fallas de muy hondo calibre. La estructura es siempre parecida:  un elemento menor, y que parece inofensivo, poco a poco va relevando su real importancia hasta convertirse en algo verdaderamente desarticulador de todo lo existente: porque a veces un viaje en el ascensor puede llevarte tan y tan lejos que no hay manera de volver. 

Por lo mismo, los relatos muestran la presencia de algo que retorna, algo que viene del pasado (o de algún otro lugar) y que acosa a la subjetividad atrapándola en un sinfin de laberintos. El viento ahora vive en mi casa, afirma un personaje y así la identidad se define intentando lidiar elegantemente con aquello que no es precisamente elegante: un lapsus, un cabo suelto, una chispa triste que resurge de vez en cuando.

Las heridas no se curan –dice otra voz- y el proyecto radica solo en aprender a convivir con ellas. No se borran, no pueden eliminarse y siempre están ahí, acompañándonos a todos lados, dispuestas a activarse en cualquier momento, precisas para señalarnos que ni el tiempo ni la distancia son capaces de curarlas.

Conforme los cuentos avanzan, el sujeto se pierde en el acoso y se va disolviendo en sus preguntas. Ocurre, por tanto, la sensación de haberse acostumbrado a sentir los restos de las palomas crujiendo bajos nuestros pies. ¿Quién es el que está contando esta historia? se pregunta un nuevo personaje y aquello no sucede como un mero recurso retórico sino como un acto donde se reconoce la presencia de una voz –desconocida- que ha terminado por confundirse con la voz propia.

Comehoras. La boca es el primer lugar desde donde nos relacionamos con el mundo y la primera instancia desde donde queremos integrarlo. El niño lacta, se come todo. Esta imagen es también la que da título al más bello relato del libro. Se trata de una historia sobre la experiencia de tener un hijo, vale decir, sobre la tensión entre lo que uno puede dar y lo que el otro realmente desea. Y ya sabemos que aquello es siempre un absoluto, una total necesidad de apropiarse del tiempo y del mundo.

El libro está escrito con una prosa elegante, parca, que no busca la pirotecnia ni el lirismo fácil. Un lenguaje preciso y austero, que sabe que no debe explayarse porque es conciente de que tampoco puede hacerlo.

Margarita Saona ha escrito un libro que no por su desgarro nos deja indefensos ante los demás. En estas páginas el lenguaje se ha vuelto una compañía que perturba pero que también acompaña: la transparencia tiene sus costos, pero hay algo que finalmente es posible. Solo queda decir que el libro termina siendo fiel -absolutamente fiel- a su más axiomático principio: aquello que es realmente visible nunca puede ocultarse. El cuento siempre está ahí, agazapado. El cuento insiste.


* Crítico cultural, investigador IEP.

  1.  Margarita Saona estudió en la Pontificia Universidad Católica del Perú y obtuvo luego un doctorado en literatura en Nueva York. Actualmente, vive en Chicago y es profesora de la Universidad de Illinois. Su primer libro fue publicado en Argentina. Novelas familiares: figuraciones de la nación en la novela latinoamericana comtemporánea. Beatriz Virebo, ediciones, 2004.