Ante la pregunta por posibles escenarios que le permitan a Humala salir de las arenas movedizas del desgobierno, Martín Tanaka ha escrito que este podría acercarse — más por necesidad de la coyuntura que por convicción— al fujimorismo. Tanaka está en lo correcto; el fujimorismo puede ofrecerle a Humala una bancada sólida que ya le facilitó notablemente la vida a García en el gobierno anterior. Pero, en realidad, mucho más que la coyuntura acerca a Humala a los brazos del fujimorismo. El riesgo es un verdadero “entronque histórico” entre humalismo y fujimorismo a través del puente de las FF. AA. y a la sombra de un reclamo general por orden. Porque es equivocado sugerir, como se oye a menudo, que Ollanta Humala está perdiendo “su base social”. Humala lo único que tuvo es electores, y, si hace falta explicarlo, ellos solo sirven el día que hay elecciones. El fujimorismo y las Fuerzas Armadas entienden de cooperación en casos de ausencia de base social.
Si dejamos de lado cierta retórica antiinversión privada de un tiempo electoral que ahora parece prehistórico, Ollanta Humala siempre fue un candidato proveniente de la misma matriz de populismo autocrático que el fujimorismo. Es la razón por la cual para socialdemócratas y liberales Keiko Fujimori y Ollanta Humala fueron el cáncer y el sida. Porque son dos candidatos que pertenecen a la tradición política del mandón y recogen votos que no brillan por sus consideraciones hacia las instituciones democráticas. La gran tragedia de la primera vuelta de la elección de 2011 fue mostrarnos que ese electorado iliberal es largamente mayoritario en el Perú. Dejemos que marxistas y neoliberales sigan analizando los resultados electorales como un puro asunto de política económica; más importante es, en realidad, el ansia por un Estado fuerte (democrático o autoritario da un poco igual) que solucione problemas, que esté presente y que ponga orden. Humala y el fujimorismo siempre pertenecieron a ese mismo tronco.
En realidad, si lo pensamos sin pasiones, lo que falta para el acercamiento con el fujimorismo es solamente la costra fotográfica: debajo ya es un gobierno de bordados y encajes fujimoristas. Óscar Valdés es la esencia misma del fujimorismo: empresario y militar. ¿Alguien tiene una mejor definición del fujimorismo? Ollanta Humala despacha cada día a puerta cerrada con el exabogado de los Sánchez Paredes y con Adrián Villafuerte, su asesor principal, quien firmó el acta de sujeción a Vladimiro Montesinos en 1999 y fue mano derecha del general Saucedo en cada uno de los puestos que Fujimori le encargó: ministro del Interior, de Defensa y presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas hasta el año 2000. Un aliado de primer orden del régimen fujimorista. O sea, el círculo íntimo de Humala ya es fujimorista, no partidariamente, pero en todas las dimensiones que importan ya lo es. Incluso el presidente del Congreso, Daniel Abugattás, ante la inminente censura de dos ministros y frente a una portátil esmirriada, afirmó que “Vamos a tener claro que lo que tenemos que enfrentar no es solamente el narcotráfico, no es solamente el terror, sino también a los partidos políticos trasnochados, tradicionales, que viven de la politiquería y no hacen sino servirse de la política día a día”. ¿Qué parte de esta frase no podría pronunciarla con igual convicción Kenyi Fujimori? En fin, del entrevero del polo blanco y el polo rojo, emerge, a través de una alquimia más profunda que la de la coyuntura, el polo naranja. Si la foto entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori no llega a concretarse se deberá más a que Keiko y Nadine son futuras rivales que a una falta de convergencia entre el rojo y el naranja.
Ahora bien, que sea de cúpula y valores fujimoristas, hay que decirlo pronto, no hace al gobierno de Ollanta Humala uno autoritario ni corrupto. Tal vez Ollanta Humala, inesperadamente, le esté usurpando a Keiko Fujimori la labor de demostrarnos que era posible un fujimorismo sin Alberto, sin corrupción y sin dictadura. La izquierda se equivoca al embestir histérica contra el gobierno al grito de “dictadura”. Es un gobierno intransigente pero no autoritario. Ni siquiera es justo el adjetivo de traidor, pues ha cumplido muchas de sus promesas electorales. Así que es mejor que nos calmemos. Porque solo en algún tipo de ensueño se puede considerar que la “polarización” podría dar lugar a una izquierda potente. Mejor es no arrinconar a Humala porque lo potente, en realidad, va a ser cuando él y el fujimorismo (partidario o como forma de gobierno) nos arrollen con el favor de las FF. AA., los hurras de una clase alta obsesionada con seguir haciendo billete y una sociedad delegativa y hastiada de desorden. La izquierda humalista ya se lució trayendo el Gremlin a casa, solo faltaba que ahora, además, lo alimente después de la medianoche.
Fuga: ¿hacia la alianza improbable?
“Bad ages to live through are good ages to learn from”.
Eugen Weber
Este sistema que se reproduce al margen de los actores ha sido exitoso en el Perú. Pero cumplió su ciclo. A estas alturas el país está atrapado en la quietud. Los políticos indigentes, los tecnócratas de la inercia y los veto players nos han metido en esta refrigeradora que ya ni siquiera congela como antes. En el Perú, los liberales del mercado han mandado sin contrapesos, y hace un buen tiempo que hace falta un liberalismo del Estado. Al solitario Adam Smith debe acompañarlo Max Weber. Pero la derecha lleva veinte años rechazando cualquier discurso sobre el Estado, sobre las instituciones políticas, sobre derechos. Hoy que la reproducción del modelo por mano de la divina providencia pierde fuelle, culpan al Estado del empantanamiento, a las instituciones que no median, a la ausencia de partidos, etc… ¡Pero si hace diez años que cada vez que alguien quiere hablar de instituciones lo callan al grito de caviar! Y, no dejemos de mencionarlo, la izquierda no se ha quedado atrás, y en su caso descalificaba estas mismas preocupaciones con otros términos: “continuista”, “pusilánime frente al modelo”, “institucionalista”.
El gobierno de Ollanta Humala es uno mediocre, pero en este momento, paradójicamente, su supervivencia es el requisito tanto de la supervivencia de la democracia como de la generación de riqueza.
La victoria de la esquina continuista en este primer año de gobierno de Ollanta Humala nos mete en dos problemas serios. De un lado, esquiva la posibilidad de hacer las reformas serias y democráticas que el país necesita; sin embargo, en última instancia, ya sabíamos que esto no sucedería ni con un gobierno de Humala ni con uno de Keiko Fujimori. Más grave, en cambio, es que el continuismo bajo Humala quiebra el mito democrático, destruye esa confianza íntima y última que sostiene a la democracia: que marcar una papeleta a solas en la cámara secreta y depositarla en el ánfora sirve de algo. Porque la democracia no es el régimen político del mercado, del Estado o de la nación. La democracia es del ciudadano, su fundamentación está en el individuo. Yo puedo estar a favor de que Miguel Castilla sea ministro de economía, pero no por eso puedo obviar que su presencia es una decepción democrática. ¿Qué diría la derecha si tras ganar Keiko Fujimori el ministro de economía fuese Félix Jiménez? Así, tan grave como un golpe de Estado es vaciar de contenido el mito de que acudir a votar sirve para algo. Nuestra democracia, que ya salía herida de la elección de 2011, un año después solo ha seguido desangrándose. Como si estuviéramos para no detener la sangría (literalmente).
Según un informe de 2010 del Latinobarómetro, el Perú, Paraguay y Guatemala son los tres países de América Latina donde más gente apoyaría un golpe de Estado y donde menos gente defendería a la democracia. De ese magma autoritario surge el voto hegemonizado por Ollanta Humala y Keiko Fujimori en 2011. Entonces, cabe preguntarse, ¿a quién le importan las instituciones democráticas en el Perú? Mi sospecha es que a no más de un cuarto de la población. Seguramente al 20% que se plegó a Humala en la segunda vuelta y a 5% o 10% del voto de Keiko Fujimori en esa misma instancia. Vale decir, nuestros demócratas son precarios, como nos enseñó Eduardo Dargent, pero además, y sobre todo, son pocos; es un electorado aritméticamente minoritario frente al que prefiere la famosa mano dura. Pero el problema es que políticamente ese electorado democrático no es minoritario, ¡es inexistente! Todo lo que posee son ciertas voces en algunos medios limeños. El país requiere que una fuerza política brinde coherencia a este electorado del cual depende que nuestra democracia prospere. Necesitamos algo que coagule a los pocos liberales y socialdemócratas. En este momento, las diferencias que los separan son menores que los riesgos que corren. La derecha (al menos la razonable) debe comprender que a mediano plazo no es posible pedalear el modelo económico con las botas militares, que a diferencia de los noventa la economía no se va a sostener en la mera represión. Tiene que entender que, a la larga, todos estamos perdiendo. Y la izquierda (al menos la razonable) debería dejar de atizar la violencia; ni Humala va a caer, ni Marco Arana va a elevarse al altar del poder por la vía de la movilización. El gobierno de Ollanta Humala es uno mediocre, pero en este momento, paradójicamente, su supervivencia es el requisito tanto de la supervivencia de la democracia como de la generación de riqueza. Lo peor que podría suceder es que los pocos ministros que todavía representan una opción no fujimorista (y que, además, hacen su trabajo de manera impecable) abandonen el gabinete o que Mario Vargas Llosa o Alejandro Toledo le retirasen la confianza. Y hasta Nicolás Lynch, para citar un nombre sugerido por Mirko Lauer, que por convicciones socialistas ya se debería haber ido del Gobierno, por convicciones democráticas debería quedarse y cooperar a que el Gobierno no se deschave. Lo importante es que de aquí a 2016 los actores no jueguen sus fichas de tal manera que nos deslicemos hacia un caudillismo plebiscitario y poder así tener unas elecciones limpias. Pero ¡faltan cuatro años! ¿De dónde sacará oxígeno Ollanta Humala? ¿De las FF. AA. y el fujimorismo o de los sectores moderados que, aunque sea con desagrado, lo sostengan en el poder? Una vez más, la moneda en el aire.
* Politólogo. Gracias a Eduardo Ballón, Eduardo Dargent y Daniel Encinas, quienes hicieron comentarios a una versión previa del texto. Los errores y omisiones son, desde luego, responsabilidad mía.
Referencias bibliográficas
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Tanaka, Martín (2012). “Romper la dinámica de la intransigencia”. En La República, 10 de junio.
Valladares, Jorge (2010). “Representación, competencia y unidad en el Congreso peruano”, en C. Meléndez y A. Vergara (eds.), La iniciación de la política. El Perú político en perspectiva comparada. Lima: PUCP, 2010.
Entonces, Caballero de la PCM sería un veto player?
Brillante y descarnado análisis de como opera el sistema político peruano.
Gratamente impresionado con la claridad del autor en este artículo, ¡LO FELICITO VERGARA!rnUna sola sugerencia, si quiere pasar del diagnóstico a la propuesta le sugiero investigar que efectos traería para el Perú el hecho de poder eliminar el voto preferencial para el congreso, creo que ese solo hecho por tan simple que parezca nos permitiria ver como en un laboratorio, la formación de un nuevo pais que si tenga un futuro prometedor por delante.
Excelente análisis.El sistema seguirá funcionando así mientras los partidos políticos sigan dando la espalda a la promoción democrática, generación de cuadros, educación política, impulso a la participación ciudadana.Empeorará si la crisis económica nos alcanza.
Tanto Toledo, mismo García, ahora Ollanta navegan en un pasado vivo la hiperinflación, ese temor y el no tener mayoría electoral para las grandes reformas los desubican y el facilismo seguir con el modelo pero dándole o buscándole un lado más social (INCLUSIÓN), para que el crecimiento llegue a todos(casos Toledo, que no cumplió y Ollanta que está por verse).rnrn
Exelente ,podemos concordar y tambien no estar de acuerdo en algunos aspectos pero tiene un merito importante , estaremos dispuestos a esperar cuatro años, las viceras de los hombres del pueblo no esperan, sus hijos se nueren por contaminación o hambre ellos quieren cambios (las comunidades nativas y campesinas – en la ciudad tambbien hay peruanos que queremos cambios)
Mucho texto para decir poco. Se sigue hablando de «cambios que el Perú necesita» como un cliché de todos los textos de izquierda, pero nadie, absolutamente nadie, se digna en decir uno solo de esos benditos «cambios que el Perú necesita». En buena hora que Ollanta Humala no haya resultado uno de esos iluminados y delirantes de la izquierda retrógrada que quieren refundar la patria desde sus orígenes.
Muy interesante. Retirar la obligatoriedad del voto ayudaría a sincerar la frivolidad de la actual cultura electoral. Cosas menores: ademas de Secretario General esta el Secretario de Planificación Estratégica (ahí se maneja el presupuesto es el enclave del MEF en cada ministerio). Cosas mayores: hacerle zoom a la labor del sector educación en este año, ahí se esta gestando un cambio de estructura y puede brindar una verdadera base social a este gobierno.
Cuando Hegel decía que Europa sería igual aún sin Napoleón, aludía al hecho de distinguir entre procesos y voluntades. Economía de mercado y democracia liberal no solo son ideas sino procesos muy fuertes en el Perú de hoy. El problema es que nuestra clase política no solo marcha distante del electorado sino de los propios procesos. Allí están Abimael Guzmán, Alan García del 85 y Fujimori (en lo político). ¿Cuál sería la alternativa?
Para muchos politicologos, los verdaderos agentes del modelo economico neoliberal en las ultimas decadas fueron (paradojicamente): Blair (UK) y Clinton (USA). En el Peru, como en el resto del mundo, no importa quien asuma el poder, la hoja de ruta ya esta pre-programada por intereses economicos que nadie debe refutar. Hoy vemos la pesadilla economica en donde el capitalismo neoliberal ha puesto a los paises ‘desarrollados’. Los peruanos no saben lo que se les viene…
Hay 2 opciones para crear una sociedad justa e igualitaria: revolución o reforma. La revolución de las masas es violenta y sangrienta, y me imagino que la derecha peruana no desearía ver sus propiedades confiscadas. La reforma gradual del sistema requiere gente con capacidad intelectual (usualmente con formación universitaria) y una posición política de izquierda (o centro-izquierda). Si la derecha se burla de los ‘caviares’ traigamos a las masas entonces y que empiecen a rodar las cabezas!
ALTERNANCIA SIN ALTERNATIVA: ¿UN AÑO DE HUMALA O VEINTE AÑOS DE UN SISTEMA? Resulta un trabajo pertinente en la búsqueda y reflexión sobre el mantenimiento de un régimen que aún persiste en el Perú: un tipo de macro-arreglo institucional surgido con la Constitución de 1993, es decir el neo-liberalismo como bien lo señala Alberto Vergara. Considero que la propuesta sobre una alternativa a la alternancia está ausente en el texto. por lo demás, es un buen trabajo.
La fragmentación y pulveriación de los intereses antecede a la precariedad de «la clase» política. Cómo construir una visión, no digo ya un proyecto de largo plazo que tenga un contenido de ciudadanización… Quizas un cambio como la eliminación del voto preferencial sea el aleteo de la mariposa que el país necesita? Algo es seguro: la democracia existe mientras existen ciudadanos, no simples votantes! Gracias Alberto, excelente texto!