Rojas

Moisés Rojas ha compuesto un libro importante. En “Este es el APRA, ¿qué les parece?” Crisis y poder desde la micro política aprista (Lima: Consensos y Estudios Sociales; Universidad Nacional Mayor de San Marcos), el autor nos adentra en la dinámica cotidiana del partido más longevo del Perú. El trabajo es extenso y tiene múltiples aristas, por lo cual en esta reseña discutiré tres aspectos que considero centrales: la propuesta teórica, la descripción etnográfica situada en la Casa del Pueblo y las lecciones que deja el documento sobre la institucionalidad partidaria.

Un acercamiento teórico a la cotidianidad

Es difícil encontrar un antecedente al libro de Rojas en las ciencias sociales peruanas. El autor nos presenta un análisis etnográfico de la militancia aprista realizado durante casi tres años en la Casa del Pueblo y otros espacios de reunión partidaria, como mítines, canchas de fútbol o casas de “compañeros ilustres” donde se realizan tertulias. De manera reciente, diferentes investigaciones se han aproximado a las dinámicas internas de los partidos peruanos como los notables trabajos de Rodrigo Barrenechea sobre Alianza para el Progreso, Félix Puémape sobre el PPC y Adriana Urrutia sobre el fujimorismo.  Sin embargo, la propuesta de Rojas se distingue de esta literatura en dos aspectos estrechamente vinculados entre sí.

Los lentes escogidos por el autor para estructurar sus observaciones derivan de la propuesta de Bruno Latour, quien propone que para estudiar “lo social” es necesario tomar en consideración lo no-humano (los objetos) en tanto sus cualidades físicas y simbólicas contribuyen a generar vínculos con lo humano (los sujetos)

En primer lugar, difieren en su carácter epistemológico. La literatura reciente sobre partidos políticos ha buscado, por lo general, establecer relaciones causales entre las dinámicas internas, la disponibilidad de recursos y la identidad política, entre otras variables; y sus patrones de formación, adhesión de sus miembros y desempeño electoral. Por el contrario, Rojas propone que la acción política es resultado de diversos elementos, en su mayoría circunstanciales, donde no existe un solo locus de agencialidad. De esto se desprende que el estudio de “lo político” debiera componerse del análisis de multiplicidad de asociaciones entre elementos de diferente naturaleza y jerarquía que influyen en la acción de los agentes.

Este acercamiento al estudio de la política lo lleva al uso de la etnografía como técnica de investigación. Si en los trabajos antes mencionados el “trabajo de campo” permite la construcción de variables útiles para explicar un fenómeno en particular o formular un modelo teórico, Rojas realiza la operación inversa: recurre a la interpretación de la teoría para analizar “la conexiones abiertas y heterogéneas que incidente en el comportamiento de los militantes apristas”. Los lentes escogidos por el autor para estructurar sus observaciones derivan de la propuesta sociológica de Bruno Latour, quien propone que para estudiar “lo social” es necesario tomar en consideración lo no-humano (los objetos) en tanto sus cualidades físicas y simbólicas contribuyen a generar vínculos con lo humano (los sujetos).

Así, Rojas nos invita a estudiar el APRA desde lo que llama “la política de la conexiones” entre las cosas (pañuelos, estrados, megáfonos, etc.) y los militantes que se ven influenciados por la regularidades generadas por estos. En el desarrollo del trabajo, Rojas muestra la importancia de estos elementos en la vida partidaria aprista, ya sea para reforzar la adhesión al partido o para ejercer control sobre la militancia. En concreto, si existe una tesis central en el libro es la siguiente: el APRA ha creado un exitoso sistema regularidades basado en el uso de lo objetos, los cuales influyen de manera cotidiana en las prácticas partidarias.

Este es el APRA: performance y jerarquía

¿Es relevante el estudio de la cosas para aproximarnos a la política o, más precisamente, las conexiones entre los actores políticos y los objetos con los cuales interactúan? Es necesario tener en consideración que el conocimiento extraído desde esta aproximación metodológica genera poco espacio para la generalización. Las relaciones humanas con los objetos – independientemente de sus cualidades físicas – varían de acuerdo al contexto cultural, social o partidario, por lo tanto un análisis que se aproxime a la política con estás gafas teóricas brindará un conocimiento específico y situado, limitado al caso y al periodo en el cual se realiza la investigación.

En ese sentido, algunos partidos, gremios o municipios, solo para poner algunos ejemplos, serán más atractivos de analizar bajo esta perspectiva que otros. Y creo que Rojas acierta en identificar al APRA como uno de ellos.

Rojas nos recuerda la impresión que tuvo Haya sobre la simbología de los totalitarismos europeos, la cual buscó reproducir en el APRA. El autor nos muestra que esta teatralidad y parafernalia permanecen, y son una constante en la cotidianeidad del partido

Alberto Vergara dice que el APRA introdujo en el Perú al siglo XX: “Toda la racionalidad e irracionalidad del siglo XX cabía en el nuevo partido”, ha escrito. Aunque es difícil argumentar que Víctor Raúl Haya de la Torre copiase la rigidez ideológica de los movimientos que le inspiraron, sí fue fiel a sus formas. En uno de los pasajes del libro, Rojas nos recuerda la impresión que tuvo Haya sobre la simbología de los totalitarismos europeos, la cual buscó reproducir en el APRA. El autor nos muestra que esta teatralidad y parafernalia permanecen, y son una constante en la cotidianeidad del partido.

En su narrativa, Rojas muestra como los liderazgos son construidos a través de una serie de materialidades: uso de traje, una postura específica; siempre erguida, el manejo altisonante del lenguaje; construido con palabra poco comunes e incluso en desuso. Como sentencia Rojas, “[en el APRA] es más importante el “con qué se dice” (asociaciones empíricas en la comunicación, el medio) que el “qué se dice (el sentido en sí de un discurso, el mensaje profundo)” (p. 305).

Esta performance – necesaria para ser tomado en serio dentro del partido – es exacerbada en los mítines, donde es acompañada por tecnologías de poder (no-humanos) que hacen de un mitin aprista algo más cercano a un concierto de Roger Waters que a cualquier expresión de la política peruana contemporánea: una maquinaria que se despliega en el momento preciso y busca sorprender, emocionar. Los apristas son los grandes administradores de la emoción en la política local.

Rojas compara los mítines y ciertos espacios dentro de la Casa del Pueblo (el Aula Magna, la Sala de las Banderas e incluso las aulas) con el teatro pro escénico, donde el espacio está organizado para el desarrollo de las performance de los líderes. Esta no es una observación menor. El autor afirma que cuando se llega a la Casa del Pueblo se tiene la impresión de que se está en un colegio: se asiste a dicho espacios con el fin de oír la lección. Las bancas están dispuestas para que la comunicación sea difícil entre militantes y la atención se concentre en el escenario. El siguiente párrafo es de particular elocuencia:

“La palabra esta territorializada. Quienes asisten ven solo lo que pasa en la mesa, el gran epicentro de todo. Desde aquí la dirigencia convoca a la militancia, pero solo para que ocupen el lugar de espectadores, como oyentes. La mesa aprista no es una mesa de conversación, sino una mesa que simboliza y materializa la jerarquía y el lugar desde donde emana la palabra, la agenda y las directivas (p. 190).”

Si bien la Casa del Pueblo es el único local partidario de actividad permanente durante todo el año, el trabajo muestra que dista de ser un espacio de debate y encuentro entre la militancia. La distribución del espacio muestra un orden extremo, difícil o casi imposible de alterar, lleno de rejas y espacios restringidos meticulosamente controlados por la burocracia partidaria. Los espacios comunes, donde la militancia podría sentarse y conversar, están permanente empolvados y sin mantenimiento.

Debido a estas condiciones ecológicas, los militantes de base, particularmente los jóvenes, utilizan casas de compañeros reconocidos como espacio de encuentro, por ejemplo la de Rodrigo Mendoza, un discípulo hayista de la generación de Alan García; o de manera más reciente, las redes sociales. 1

La institucionalidad aprista (and beyond)

¿Nos dice algo la “política de las conexiones” sobre la institucionalidad del partido más antiguo del Perú? O, en todo caso ¿se pueden extraer lecciones del libro que trasciendan la propuesta teórica? Creo que sí. La etnografía de Rojas nos acerca a las regularidades del partido, que desde otra clave analítica puede ser leída como las reglas y procedimientos informales que permiten el funcionamiento del APRA como organización.

La etnografía de Rojas nos acerca a las regularidades del partido, que desde otra clave analítica puede ser leída como las reglas y procedimientos informales que permiten el funcionamiento del APRA como organización

En ese sentido, nos muestra el conjunto de reglas socialmente aceptadas – no escritas en el Estatuto partidario – que hacen del aprismo el movimiento político más organizado del país, incluso a pesar de que su estructura orgánica se encuentre claramente disminuida. Sobre la base de esta observación, Rojas nos advierte lo siguiente: “una cosa es hablar de crisis de legitimidad de la institucionalidad y otra es hablar de crisis de la institucionalidad” (p. 308). Para el autor, el APRA no sufre necesariamente de una crisis institucional, sino que por el contrario, es una institucionalidad relativamente sólida pero de baja legitimidad entre la bases.

El trabajo es claro en mostrar que la disputa entre distintas tendencias o grupos en el partido carecen de sentido programático, lo cual impacta en una militancia desorienta, sin claridad sobre la posición del partido en los temas relevancia pública. Aunque el APRA siempre ha sido un partido controlado por un conjunto de élites de limitada apertura, la ausencia de cambio ha impedido al partido adaptarse a los nuevos contextos. Dentro del partido “[Alan] García sigue administrando de manera eficiente el sistema de construcción de regularidades que lo mantiene – a él y a su élite – en la jerarquía más alta de la estructura vertical aprista” (p. 308) pero más pronto que tarde este status quo, traducido en la ausencia espacios de libre competencia (y debate programático) pueden empequeñecer aún más la organización; sobre todo ahora que el combustible de la locomotora García parece agotado.

Para finalizar, solo quiero reiterar que nos encontramos ante un libro que merece ser leído y comentado, el cual abre nuevos canales de diálogo entre diferentes disciplinas sociales. También recomiendo su lectura a los apristas, especialmente los jóvenes que buscan renovar el partido. Como una vez me dijo don Juvenal Ñique, uno de los militantes alzados durante la Revolución de 1932: “sin una juventud aprista hoy no habrá APRA mañana.”


  1. Al respecto ver Puémape (2016). «La fe de los sobrevivientes. Una mirada a la ¿última? campaña electoral de Alan García (y Lourdes Flores)». En: C. Meléndez (ed.) Anticandidatos 2016. Lima: Planeta. 2016.

Este artículo debe citarse de la siguiente manera:

Mauricio Zavaleta. “El APRA invisible. Reseña del libro “Este es el APRA, ¿qué les parece?”, de Moisés Rojas”. En Revista Argumentos, Edición N° 4, Año 10, Diciembre 2016. Disponible en http://argumentos-historico.iep.org.pe/articulos/apra-invisible/ ISSN 2076-7722