Cussen

La publicación de un libro sobre la vida de un santo colonial podría pasar inadvertida para las ciencias sociales en una coyuntura como la actual. Gran parte de las últimas investigaciones sobre la Iglesia Católica se han dedicado a indagar acerca del poder político de sus autoridades, o sobre  los delitos cometidos por varios de sus miembros. Además, el riesgo de pasar por alto este libro aumenta, si notamos que ­─por el título y diseño de la portada─ podría confundirse con algunos textos religiosos que se suelen vender afuera de las iglesias.

La autora nos devela cómo se construye el significado de un personaje histórico. Con ello da forma a su riguroso estudio crítico sobre las implicancias sociales del culto a tan vigente figura religiosa.

Pero, si nos reponemos a esas primeras impresiones y analizamos su contenido, comprobaremos que Martín de Porres. Santo de América  (Lima: Instituto de Estudios Peruanos. 2016) tiene una serie de virtudes que lo convierten en una lectura enriquecedora. El libro es, en principio, una exhaustiva investigación sobre un santo popular que, al mismo tiempo, ha sido relegado por nuestras ciencias sociales. Su autora ─la historiadora chileno-estadounidense Celia Cussen─ nos devela cómo, de acuerdo a las necesidades del contexto, se construye el significado de un personaje histórico. Con ello da forma a su riguroso estudio crítico sobre las implicancias sociales del culto a tan vigente figura religiosa.

El libro se divide en dos secciones: la primera parte empieza con los orígenes familiares de Martín y acaba con su funeral; en la segunda, se analizan las características que lo hicieron virtuoso, pasando por sus milagros y las representaciones iconográficas inspiradas en su vida, para culminar con el significado que se le ha dado, en tiempos más recientes, en diversas partes del mundo. Se trata de un libro con múltiples aristas que pueden abordarse de acuerdo a la perspectiva o intereses del lector. En esta reseña desarrollaré brevemente tres aspectos.

En primer lugar, es un texto que integra, como un rompecabezas, diversos datos e investigaciones sobre el santo, aportando de esa manera a los estudios históricos sobre personajes religiosos del Perú.

La creación de santos tuvo un marcado interés político para las autoridades en la América colonial (…) el culto religioso se vuelve un medio para implantar la moral católica desde Lima

La investigación  resalta que la creación de santos tuvo un marcado interés político para las autoridades en la América colonial. Estos cultos ayudaban a construir la idea de que también en estas tierras, al igual que en la metrópoli, se daban las condiciones propicias para que aparezcan mártires locales, como Santa Rosa o Francisco Solano. De esa manera, el culto religioso se vuelve un medio importante para implantar la moral católica desde Lima, ciudad que debía ser percibida como piadosa. Lo que consolida la devoción por estos santos a lo largo de los siglos –y, en especial, por Martín– son las cualidades que se les atribuyen, las cuales se reinterpretan de acuerdo a las demandas de los tiempos y contextos.

En el caso específico de Martín de Porres, el culto nace y crece, en gran medida, por tratarse de un “mulato”, nacido de madre ex esclava y padre español, orígenes que se vinculaban directamente con las poblaciones que  la Corona esperaba “fidelizar”. Así, en la colonia, virtudes y dones del santo como la humildad, obediencia, bilocación o poder sobre la naturaleza resultaron propicios para asegurar la sumisión de indígenas, afrodescendientes y miembros de castas y favorecer así la “paz social” (p. 158).

En cambio, en tiempos de la segregación racial en los Estados Unidos, esas mismas cualidades ayudaban a transmitir el mensaje de que la Iglesia católica era universal. Una institución compuesta por múltiples razas que podía beatificar a un mulato sin mayores dilemas. De hecho, en los siglos XIX-XX, con el movimiento abolicionista y, en mayor medida, a partir de la lucha en diversas partes del mundo contra regímenes que legitimaban la discriminación racial, se le asigna al beato (convertido en santo en 1962) la personificación de la justicia social. Incluso llega a ser proclamado por el Papa Juan XXIII como “la vindicación de todos los oprimidos del mundo” (p. 256)

En los siglos XIX-XX, con el movimiento abolicionista y a partir de la lucha en diversas partes del mundo contra regímenes que legitimaban la discriminación racial, se le asigna al beato la personificación de la justicia social

Un segundo punto a resaltar, son las referencias al contexto donde se desarrolla el culto a Martín, lo que revela evidencia valiosa para reflexionar sobre el rol de los afrodescendientes en la construcción de la identidad peruana y rescatar sus aportes. Es así que la divulgación de esta información sirve para cambiar percepciones negativas y generar reconocimiento hacia un grupo en condiciones de desigualdad. En ese sentido, el análisis que se hace sobre el don de sanación del santo nos brinda insumos para ello.

A pesar de que la estratificación social por castas no permitió a Martín de Porres dejar de ser un “donado” para insertarse en la carrera religiosa, en su época hubo cierto margen para la movilidad social. Esto permitió a los afrodescendientes ganar experiencia y buena reputación en espacios importantes como la medicina.

Al respecto, la autora revela que durante el siglo XVII y principios del XVIII hubo mulatos inscritos en las cátedras de medicina en la Universidad de San Marcos. Además, un observador de la época remarcó que “cirujanos, sangradores y barberos de Lima eran virtualmente todos mulatos oscuros”. Este dato se refuerza con el testimonio de un cirujano de fines del siglo XVIII, quien dijo que “40 de los casi 60 cirujanos de Lima eran afroperuanos como él”. Se explica que esta importante presencia en una disciplina como la medicina se debe a las supersticiones acerca de las habilidades de sanación de los afrodescendientes y sobre la concepción de que era un trabajo sucio manipular el cuerpo después del diagnóstico. (pp. 107-108)

Un tercer aspecto más general sobre el cual nos permite reflexionar el libro es acerca del valor y validez de la construcción de símbolos políticos y sociales. A partir de lo expuesto sobre la figura de Martín, surge la pregunta de qué tan necesario es que una sociedad cuente con referentes para promover ciertos valores en los ciudadanos

El devenir histórico de San Martín de Porres nos permite reconocer la importancia que tuvo para suscitar cierto tipo de armonía y justicia social. A partir de esa idea me pregunto ¿qué tan importante es para un movimiento o sistema político generar una figura, no necesariamente religiosa, que encierre ciertas cualidades y que funcione como un elemento cohesionador y pedagógico? Tomemos en cuenta las particularidades de nuestra sociedad secularizada, con un Estado débil cuya autoridad es cada vez más difusa por la influencia de distintos poderes. ¿Es posible la creación de dichos símbolos? ¿Qué tan relevantes son en un contexto como el actual? Estos cuestionamientos quedan para la reflexión y debate posteriores.

En varias partes del mundo se valora la figura de San Martín por ser patrono de la justicia social. En el Perú su imagen se ha quedado detenida en referencias coloniales al ser considerado principalmente como “un sanador generoso y efectivo”

Un detalle del texto que puede pasar inadvertido son las pocas referencias bibliográficas a autores peruanos contemporáneos que hayan estudiado al personaje o algún aspecto relacionado. Alguien que no tiene necesariamente una formación en Historia podría preguntarse si es que en tiempos recientes no se ha trabajado algo digno de rescate sobre San Martín de Porres desde la academia peruana. Tal vez una pista para deducir esta aparente ausencia o desinterés académico por el santo es lo que la autora señala. En varias partes del mundo, sobre todo en EE.UU, se valora la figura de San Martín por ser patrono de la justicia social. Sin embargo, en el Perú su imagen pareciera que se ha quedado detenida en referencias coloniales al ser considerado como principalmente “un sanador generoso y efectivo” (p. 259).

Es evidente que el libro ha sido producto de un arduo trabajo. El resultado es un texto de utilidad no solo para personas interesadas en San Martín de Porres por motivos religiosos o históricos, sino también para todos aquellos que quisieran leer una buena investigación hecha por motivaciones académicas y personales. La autora reconoce implícitamente la riqueza de información y experiencias con las que cuenta nuestro país. Ventajas que al parecer no son aprovechadas con frecuencia, lo que da paso al desorden y al olvido.