“All our people are businessmen. Their loyalty is based on that”.
La fotografía política de agosto de 2006, días después de la toma de mando de Alan García, resulta ahora inverosímil: el APRA había ganado la presidencia de la república, controlaba la mitad de los gobiernos regionales, la cuarta parte del parlamento y un quinto de las provincias del país. Visto durante este periodo, el partido más antiguo del Perú parecía consolidar su presencia nacional luego de una década de letargo. Sin embargo, la foto cambió drásticamente cuando poco después los movimientos regionales arrebataron a los partidos la mayor parte de los gobiernos regionales y una buena porción de los gobiernos locales. Este nuevo escenario afectó al APRA de manera notoria: perdió el gobierno en 10 departamentos y 17 provincias. En menos de tres meses se desvaneció el espejismo de partido nacional.
Las elecciones regionales y local del año 2006 dieron inicio a la profunda disociación entre la política nacional y subnacional, tendencia que ha sido confirmada (y acentuada) en los años siguientes. Si solo analizamos los resultados a escala provincial, es resaltante el espacio ganado elección tras elección por los movimientos regionales en detrimento de los partidos: en 2002 obtuvieron el 15% de los municipios provinciales, 35% en 2006, 60% en 2010 y 73% en los comicios de 2014. Es decir, la expansión de los movimientos como la opción más exitosa para hacer política subnacional no parece mostrar ningún indicio de desaceleración.Este fenómeno es aún más resaltante al constatar que —como coinciden la mayoría de observadores de la política regional— son organizaciones débiles, de corta vida y pobre institucionalización.
De esta observación se desprende una pregunta central: ¿por qué, a pesar de su precariedad, los movimientos regiones han sido más exitosos que los partidos en atraer políticos con reales oportunidades de éxito electoral desde 2006? De manera inversa, vale preguntarse cuáles son los motivos que impiden la construcción de estructuras nacionales que articulen los diferentes niveles de gobierno. Para responder estas interrogantes es necesario entender los incentivos que han moldeado el comportamiento de los políticos en los últimos años y las reglas informales de asociación que priman desde la debacle del sistema de partidos a inicio de los años noventa. Es resaltante que si bien la mayoría de análisis concuerdan en que el Perú constituye uno de los casos más severos de descomposición partidaria en América Latina, son pocos los trabajos centrados en estudiar el comportamiento que han asumido los políticos en este contexto.
En mi reciente libro Coaliciones de independientes, las reglas no escritas de la política electoral, busco contribuir a llenar este vacío. Argumento que desde fines de los años noventa los políticos se asocian de manera coyuntural para maximizar sus oportunidades electorales y —sin la existencia de incentivos para continuar coaligados— se disgregan para conformar nuevas alianzas. En consecuencia, el continuo cambio partidario o transfuguismo se ha convertido en una institución informal que determina la oferta política. No obstante, los patrones de asociación están guiados por incentivos de la propia estructura electoral. En el caso de las elecciones subnacionales, la concurrencia de los comicios regionales y locales hace más atractivo la formación de coaliciones regionales antes que nacionales, lo cual vuelve mucho más útil el membrete “movimiento regional” para transmitir un mensaje a los electores. Es decir, constituye un atajo comunicativo más efectivo.
Este artículo se divide en dos partes. La primera se centra en el modelo de articulación política preponderante desde los años noventa y su relevancia para entender la división entre la política nacional y regional; mientras la segunda parte estudia las organizaciones ganadoras de las elecciones regionales de 2014 desde su composición interna. Este análisis muestra que más allá de la categoría de su inscripción legal, la mayoría consiste en asociaciones de políticos independientes que fueron candidatos de otras agrupaciones en elecciones pasadas.
Coaliciones de independientes
Desde hace más de dos décadas el cambio partidario es la norma implícita para hacer una carrera política en el Perú. Son muy pocos los políticos que han desarrollado una trayectoria exitosa desde un solo partido, sobre todo si iniciaron su carrera luego de 1992. Esto responde a que desde finales de los años ochenta los partidos que articularon la política nacional perdieron la capacidad de brindar capital político a sus cuadros. Las políticas de ajuste limitaron el acceso a los recursos del Estado a la vez que debilitaron las bases organizativas sindicales. El pragmatismo fujimorista —alimentado por el fracaso de los partidos programáticos en el gobierno— erradicó las ideas e identidades políticas, dando paso a lo que Alberto Vergara (2012) ha llamado una “cultura política antideliberativa” que perdura hasta la actualidad.
Sin la capacidad de proveer a sus candidatos de los capitales necesarios para hacer política, ya sean en la forma de recursos materiales (acceso a bienes o servicios públicos y base social) como ideacionales (ideología o un programa claramente definido), los partidos dejaron de ser atractivos para los políticos, quienes han optado por estrategias independientes y la rotación constante. Congresistas, alcaldes, consejeros regionales y regidores municipales cambian continuamente de partido, mientras que candidatos “cabeza de lista” (a la presidencia y presidente regionales) prefieren formar agrupaciones propias que los diferencien claramente de otros liderazgos. En el actual parlamento, la mayoría de congresistas con experiencia política previa ha pertenecido a más de un partido político, y entre los alcaldes provinciales electos en 2014 cerca de 80% ha sido parte de entre dos a cuatro partidos o movimientos distintos durante su trayectoria electoral.
En este contexto, tanto los partidos nacionales como los movimientos regionales se encuentran inmersos en un mercado electoral donde políticos independientes buscan, de una elección a otra, postular por las etiquetas electorales disponibles. Tanto en la arena nacional (elecciones congresales) como la subnacional (elecciones regionales y municipales) prima el uso de reglas informales de asociación entre políticos independientes con la finalidad de maximizar los alcances de sus campañas individuales y beneficiarse mutuamente del efecto de arrastre producido al cubrir la mayoría de cargos en disputa, ya sean escaños o municipios. Concluido el periodo electoral, las alianzas suelen quebrarse. Lejos de ser partidos funcionales, esta forma de articulación de la oferta política constituye lo que llamo coaliciones de independientes.
Dos parámetros básicos determinar la conformación de estas alianzas: el marco de referencia fijado por la estructura del sistema electoral, el cual difiere entre las elecciones nacionales y subnacionales, y el valor de competencia de los políticos; es decir, su valor estimado en el mercado electoral. Candidatos con una imagen pública claramente distinguible y/o acceso a recursos como fondos propios, medios de comunicación o la posibilidad de repartir becas de estudios tendrán un valor de competencia más alto que otros políticos menos conocidos o sin mayores activos.
En el ámbito nacional (elecciones generales), la formación de coaliciones de independientes está determinada, en primer lugar, por el monopolio de los membretes nacionales. La ley exige que los políticos formen parte de partidos nacionales para tentar un escaño, y prohíbe opciones independientes o puramente regionales. De esta forma, las agrupaciones que han conseguido el estatus de “nacional” ejercen un monopolio sobre las candidaturas al parlamento, originando un mercado en el cual los partidos negocian las candidaturas de las cuales disponen.En segundo lugar, la concurrencia de las elecciones presidenciales y congresales incentiva a los candidatos al parlamento a asociarse con un liderazgo nacional con cierto valor de competencia, lo cual es particularmente provechoso, ya que la distribución de los escaños es realizada con la fórmula D’Hondt, la cual favorece a la mayoría.
En la arena subnacional las coaliciones de independientes se articulan de manera similar. La introducción de un nivel medio de gobierno como producto del proceso de descentralización —Gobierno Regional— ha generado fuertes incentivos para la conformación de coaliciones de alcance regional antes que nacional. Los políticos percibieron que una alianza entre candidatos locales (alcaldes) y regionales (presidente regional) genera mayores beneficios que obtener una plaza en un membrete nacional. Los candidatos municipales coaligados con un liderazgo regional que cuente con oportunidades de triunfo son considerados por los votantes como opciones factibles para ganar las elecciones locales, mientras que buenos candidatos municipales cumplen el efecto similar para el postulante regional.
En ese contexto, la suma de las campañas personales permite formar una campaña amplia, distribuida por toda la región y de mucho mayor alcance que una campaña independiente, la cual es traducida por una etiqueta pública: un nombre y un logo, el cual es comunicado a los electores y diferencia a un conjunto de políticos de otros. Ello es importante para desarrollar una campaña exitosa al servir como un atajo comunicativo para los electores. De esta manera, los votantes pueden asociar con mayor facilidad un logo determinado con el candidato regional, el candidato de su provincia y el candidato de su distrito. Estas características han generado que el rubro “movimiento regional” sea la categoría legal más utilizada por los impulsores de coaliciones de independientes desde 2006, al permitir formar una “etiqueta pública regional”.
Elecciones 2014
El análisis de las 25 agrupaciones políticas ganadores de las elecciones regionales de 2014 confirma la continuidad de este modelo de asociación. Para aproximarnos al nivel de organización de los movimientos y partidos utilizo dos indicadores: a) el nivel de regionalización partidaria, el cual mide el nivel de agregación sobre la base del porcentaje de provincias donde la agrupación presenta candidatos municipales, y b) el nivel de cohesión partidaria, medido a través del porcentaje de políticos que postularon en la elección precedente con la misma etiqueta electoral.
Esta aproximación asume que organizaciones funcionales son capaces de agregar territorialmente las circunscripciones donde compiten y mantener el mismo conjunto de políticos en sus filas. Más allá del membrete legal que utilicen (movimiento regional o partido nacional), clasifico como partidos regionales a aquellas organizaciones que presentan candidatos en la mayoría de provincias del departamento y más de la mitad de sus postulantes muestran una trayectoria previa en la agrupación.
Si tomamos como muestra las agrupaciones ganadoras de las elecciones regionales de los años 2006, 2010 y 2014, encontramos que aquellas que cumplen con estos criterios son la excepción a la norma. En 2006, solo el APRA en La Libertad, Piura y San Martín podía ser categorizado con un partido en ambas regiones. En 2010, Chim Pum Callao, Fuerza Loretana, Nueva Amazonía en San Martín, Fuerza Social en Cajamarca, Trabajando por Todos en Huancavelica y Alianza para el Progreso en La Libertad se agregaron a la lista. Para 2014, solo Chim Pum Callao, APP en La Libertad y Concertación para el Desarrollo en Lima Provincias cumplen los criterios.
En contraste, la mayoría de partidos o movimientos se articula como coaliciones de independientes: postulan candidatos en la mayor parte de las provincias, pero estos no muestran una trayectoria previa en la misma agrupación. De aquellas ganadoras en 2014, 17 encajan en esta categoría. Si analizamos la trayectoria de los candidatos provinciales que las componen, es resaltante que todos aquellos con trayectoria electoral han sido parte, en promedio, de más de dos organizaciones políticas distintas. En los casos de Sentimiento Amazonense, Fuerza Campesina en Apurímac, Arequipa Tradición y Futuro, Ayllu en Huancavelica, Junín Sostenible, APP en Lambayeque, Unión Democrática del Norte en Piura y PICO en Puno, sus candidatos superan el promedio de tres partidos.
Departamentos mayoritariamente costeros, con un territorio reducido y baja fragmentación territorial como Moquegua, Tacna y Tumbes —o que concentran cerca del 90% del padrón electoral en una sola provincia, como Madre de Dios—, hacen posible prescindir de una coalición y optar por una estrategia meramente independiente.
Por último, existe un grupo minoritario de agrupaciones que no califican en las categorías propuestas: ni agregan las provincias del departamento ni conservan cuadros políticos. Puro Ancash, Democracia Directa en Madre de Dios, Kausachun en Moquegua, Movimiento Cívico Peruano en Tacna y Reconstrucción con Obras en Tumbes son opciones independientes sin articulación alguna. Con excepción de Ancash, el resto de estos movimientos compiten en regiones con cuatro o menos provincias. En ellas, los incentivos para establecer alianzas que cubran el territorio son menores en relación con el resto del país. Departamentos mayoritariamente costeros, con un territorio reducido y baja fragmentación territorial como Moquegua, Tacna y Tumbes —o que concentran cerca del 90% del padrón electoral en una sola provincia, como Madre de Dios—, hacen posible prescindir de una coalición y optar por una estrategia meramente independiente.
En suma, nos encontramos frente a un escenario similar al de las elecciones anteriores, donde priman los incentivos que enfrentan los candidatos en el área electoral para determinar sus estrategias de asociación y, finalmente, sus formas de hacer política. Como argumentan Levitsky y Cameron (2003), los políticos son criaturas cortoplacistas que en ausencia de partidos que reconfiguren sus incentivos son propensas a pensar en un solo objetivo: ganar la elección inmediata. El cambio partidario constante se encuentra impulsado por este objetivo concreto. Si bien el transfuguismo significa altos costos para la calidad de la representación, ha permitido el funcionamiento de la democracia en su componente más básico: la competencia electoral.
A continuación, me detendré brevemente en dos agrupaciones con la finalidad de ilustrar las categorías expuestas y los motivos de su divergencia organizativa: Proyecto de la Integración para la Cooperación (PICO) en Puno y Alianza para el Progreso (APP) en La Libertad. La primera es una coalición de independientes de reciente formación, mientras la segunda es un partido regional con amplio acceso a recursos que ha consolidado su presencia regional en las elecciones de 2014.
Proyecto de la Integración para la Cooperación-Puno
La sede principal de la Universidad Andina Néstor Cáceres Velásquez (UANCV) se encuentra a las afueras de Juliaca, al inicio de la carretera que conecta la ciudad con la capital del departamento. Durante su periodo como rector (2003-2013), Juan Luque priorizó la inversión en infraestructura en la ciudad universitaria, cuyo nuevos edificios eran claramente visibles desde la vía más transitada de la región. Este rápido crecimiento de las instalaciones de la universidad —y una amplia publicidad en medios— hizo de Luque una figura popular, sobre todo si se tiene en cuenta que durante más de 15 años la UANCV funcionó en el Centro Comercial n.° 2 de Juliaca.
Cuando el exalcalde de Puno Mariano Portugal articulaba una nueva organización para competir en las elecciones de 2010, ofreció a Luque la candidatura a la presidencia regional. El resultado fue el movimiento regional Reforma Andina Integración, Participación Económica y Social (Raíces), una coalición de independientes cuidadosamente armada por Portugal, quien seleccionó candidatos locales con reales oportunidades de éxito. El movimiento no otorgó recursos a sus candidatos, menos aún ideas, pero el valor de competencia de Luque garantizó arrastre de votos: Raíces ganó la primera vuelta electoral y 5 de las 13 provincias que componen la región. Sin embargo, los socios locales se negaron a apoyar al candidato presidencial de manera activa en la segunda ronda (elección donde no tenían nada que ganar o perder), por lo que sin aliados locales y en medio de una disputa pública con Portugal por el liderazgo del movimiento, Luque perdió la presidencia frente al locutor radial Mauricio Rodríguez, quien ingresó a la segunda ronda con solo 15% de los votos.
De cara a las elecciones de 2014, Juan Luque formó un movimiento propio a través del cual captó a nuevos independientes atraídos por su viabilidad electoral. No echó mano de los antiguos candidatos de Raíces, disuelta luego de la elección de Portugal como congresista por Perú Posible en 2011, sino que articuló una nueva coalición. Incluyó al locutor radial Oswaldo Marin como candidato a la provincia de San Román y al empresario minero y dueño de equipo de futbol Unión Fuerza Minera (Copa Perú) Serapio Sucasaire como candidato a la provincias de San Antonio de Putina; mientras el resto de candidatos reclutados tenía experiencia en cargos electos (Quispe, Salamanca, Ticona, Vilca, Mamani y Chávez) o con postulaciones previas al cargo (Concori, Cóndor, Rodrigo, Rodríguez y Solórzano).
Las alianzas articuladas por Luque, quien era el candidato regional con mayor viabilidad electoral, le permitieron ganar la elección regional con más de 29% (la cifra más alta alcanzada en las cuatro elecciones regionales en Puno) y más de la mitad de las 13 provincias. Frente a un candidato con limitaciones para conseguir votos en el norte de la región —el líder aimara Walter Aduviri—, Luque pudo ganar la segunda vuelta con una amplia ventaja. A un año de su fundación, PICO tuvo la capacidad de establecer su presencia a escala regional y articular los niveles de gobierno en una proporción superior a la media nacional. No obstante, la consolidación del movimiento dependerá de la gestión de Luque y su capacidad para otorgar beneficios a sus aliados durante la etapa de gobierno, pero no parecen existir incentivos muy claros para ello.
Alianza para el Progreso-La Libertad.
En 1991 César Acuña fundó la Universidad César Vallejo (UCV) y una década más tarde la Fundación Clementina Peralta, la cual administra escuelas de educación inicial para niños de familias en situación de pobreza. Desde mediados de los años noventa, Acuña se hizo conocido en Trujillo no solo como un empresario exitoso, sino como un filántropo que auspiciaba actividades de asistencia social. El año 2000 fue electo congresista por Solidaridad Nacional para un año después formar su propio partido: Alianza para el Progreso, el cual integró la alianza Unidad Nacional, con la que Acuña fue reelecto congresista en 2001.
Un periodo más tarde, César Acuña fue el candidato más votado en las elecciones congresales, pero no pudo acceder al Congreso debido a que APP no superó el umbral de representación a escala nacional. El partido había intentado ganar posiciones en el escenario nacional con un candidato invitado, Natale Amprimo, pero la estrategia resultó ser un fracaso. Como resultado, Acuña inscribió nuevamente a la agrupación en tiempo récord con una nueva estrategia: la vía subnacional.
Sin poder postular a la presidencia regional de La Libertad por una tacha, Acuña decide ser candidato a la Municipalidad Provincial de Trujillo, elección que gana, convirtiéndose en el primer alcalde electo no aprista de la ciudad. Desde aquella elección, APP ha provisto de recursos a sus postulantes en todos los niveles de gobierno gracias a los beneficios económicos derivados de la UCV. Como afirma Rodrigo Barrenechea (2014), aquello que tradicionalmente los partidos ofrecen a través de patronazgo y prebendas con bienes públicos, APP puede hacerlo desde lo privado. La universidad es una fuente que nutre a un conjunto de políticos por medio de empleos o recursos para sus campañas. Asimismo, el partido cuenta con programas de asistencia social como el Programa Urbano Marginal de Atención en Salud (Pumas), base de las Campañas Médicas de APP, que se encuentra a disposición de sus candidatos.
Esto ha generado incentivos para que los políticos se mantengan en la organización. Visto desde el ámbito provincial, mientras en 2010 la mitad de los candidatos a alcaldes habían sido previamente postulantes de APP, para 2014 esto caracteriza a dos tercios de los postulantes, muchos de los cuales ocupan el más alto cargo partidario en sus respectivas provincias (responsables políticos). Debido a sus recursos, APP ha mostrado una fuerza inédita en la arena subnacional, no solo fortaleciendo su organización, sino también manteniéndose electoralmente competitiva elección tras elección. En 2014 Acuña ganó la presidencia regional con amplia mayoría y 5 de 12 de las provincias de La Libertad, ocupando el espacio que hasta hace poco aún era aprista.
La capacidad de APP para brindar ventajas materiales a sus cuadros marca la diferencia con las coaliciones de independientes. Si pensamos a los políticos como una suerte de empresarios cuya ganancia ideal es política en lugar de económica, sus lealtades siempre estarán basadas en sus ganancias potenciales. Las coaliciones solo otorgan ventajas vinculadas al periodo electoral, por lo cual no hay mayores incentivos para establecer lazos duraderos.
Conclusiones
Los partidos existirán en la medida que sean útiles para los políticos. Desde hace décadas, los políticos peruanos aprendieron a sobrevivir a través del personalismo y el cambio constante en sus asociaciones. Sin el capital político necesario para absorber cuadros locales y desplazar maquinarias regionales, el sistema de competencia continuará fragmentado y determinado por los patrones heredados del fujimorato.
Es resaltante que los partidos tampoco parecen tener mayores incentivos para invertir en expandir su presencia territorial. Las muestras más resaltantes son las agrupaciones que han ocupado el gobierno en los últimos dos periodos. El nacionalismo decidió no postular candidatos en las elecciones subnacionales de 2014 por miedo a reflejar mayor debilidad política, mientras que el APRA ha perdido su presencia nacional debido a la personalización del partido alrededor de la figura de Alan García.La desidia del Comité Ejecutivo Nacional del partido por su desempeño a escala subnacional se traduce en la ausencia de candidatos apristas en una región emblemática como Piura y la pérdida de relevancia en La Libertad, donde solo ganaron una provincia.
A pesar de la descentralización política, es posible gobernar el país sin contar con una organización nacional. El Partido Nacionalista es el mejor ejemplo. El centralismo, más la debilidad y fragmentación de las unidades regionales, permiten a los presidentes ejercer el poder sin contrapesos subnacionales.
La ausencia de incentivos para formar organizaciones nacionales se encuentra en el cambio de la estructura económica y la expansión de las tecnologías de la información, como argumentaron Levitsky y Cameron hace una década. Sin embargo, también son relevantes dos factores adicionales. En primer lugar, a pesar de la descentralización política, es posible gobernar el país sin contar con una organización nacional. El Partido Nacionalista es el mejor ejemplo. El centralismo, más la debilidad y fragmentación de las unidades regionales, permiten a los presidentes ejercer el poder sin contrapesos subnacionales. En segundo lugar, el monopolio del que gozan los partidos nacionales no genera mayor incentivo para mantener la militancia local activa, ya que durante el periodo electoral los políticos están obligados a comprar un ticket en algún membrete nacional. Es decir, la demanda está garantizada.
Los únicos dos partidos que han invertido tiempo y recursos en las elecciones regionales han estado influenciados por ganar posiciones frente a las elecciones nacionales de 2016: Fuerza Popular y Alianza para el Progreso. Los candidatos reclutados por Keiko Fujimori y César Acuña se han visto incentivados por alguna forma de capital político; en el caso del fujimorismo, la asociación a un liderazgo nacional y una valoración positiva del fujimorato en la circunscripción donde se compite. Si bien el vestir de naranja sería un suicidio en las regiones del sur, en la selva central y parte del norte del país puede generar réditos electorales. Por su parte, APP tiene la capacidad de distribuir beneficios materiales, aunque como ha demostrado Barrenechea (2014), el flujo de los recursos (y el éxito electoral de la organización) depende de la presencia territorial de la UCV.
La estrategia desplegada por ambas organizaciones les ha permitido cosechar ganancias relativas frente al resto de partidos nacionales, pero que son modestas en términos generales. Asimismo, como se muestra en el desarrollo del artículo, en términos organizativos no escapan de estructurarse como coaliciones de independientes (salvo APP en La Libertad). Para hacer una real evaluación de la organización territorial del fujimorismo será necesario esperar la siguiente elección. En el caso de APP, la tendencia muestra su fortaleza como partido regional en su departamento de origen, pero guiado por una lógica similar al de la media nacional en el resto del país.
En suma, las elecciones subnacionales de 2014 muestran la continuidad de la disociación territorial y la resiliencia de un modelo de articulación de la oferta política vigente desde los años noventa. En el mediano plazo, no parece haber cambios a la vista.
* Politólogo de la PUCP-Grupo de Investigación de Política Subnacional. Agradezco los comentarios de Martín Cavero a una versión anterior del texto.
Referencias bibliográficas
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Anexo
Tabla 1: Ganadores Gobiernos Regionales 2014
Fuente: INFOgob – JNE. Elaboración propia.
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