En las últimas elecciones, el Partido Popular Cristiano (PPC) obtuvo el peor resultado electoral de su historia. Dadas las diversas pugnas que se han venido desarrollando en su interior en los últimos años, se ha señalado implícitamente a su democracia interna como un factor problemático que habría contribuido a este desenlace. En un contexto en el cual se viene debatiendo la necesidad de institucionalizar las diferentes esferas de la vida política en el Perú, se hace necesario analizar qué tanto este factor conspira contra la competitividad de las organizaciones políticas.
La poca competitividad electoral del PPC

Considerando que la competitividad electoral de un partido político es su capacidad para mantenerse entre los primeros lugares en todas las elecciones a lo largo del tiempo, el PPC siempre ha sido un partido poco competitivo.

Considerando que la competitividad electoral de un partido político es su capacidad para mantenerse entre los primeros lugares en todas las elecciones a lo largo del tiempo, el PPC siempre ha sido un partido poco competitivo. Pese a ello, en la ciudad de Lima, la de mayor densidad poblacional, logró obtener mejores resultados. Ello se reflejó particularmente a lo largo de las diferentes elecciones municipales llevadas a cabo desde 1980.
Hasta octubre de este año, el peor desempeño electoral del PPC en Lima había sucedido en 1993, cuando, con el empresario Carlos Neuhaus como candidato a la alcaldía provincial, obtuvo el 2,0% de votos válidos.  1 Sin embargo, en las últimas elecciones, su candidato Jaime Zea apenas consiguió el 2,46%. Lo curioso es que en 1993, pese a todo, logró ganar siete alcaldías provinciales y 78 distritales, la gran mayoría fuera de Lima- En cambio, el 5 de octubre pasado no obtuvo ninguna alcaldía provincial y solamente ganó en siete distritos de Lima Metropolitana. Así, las últimas elecciones pueden ser consideradas con seguridad las peores de su historia. ¿Qué factores pudieron haber ocasionado este resultado, especialmente en su principal bastión electoral?
Aproximaciones para entender la última derrota pepecista 
Todo resultado electoral puede ser entendido observando factores de corto y de largo plazo. Si se tomara el primer camino sería posible atribuir las causas de la última derrota pepecista en Lima a factores coyunturales propios de toda campaña electoral, como las decisiones de los estrategas políticos. El problema de este tipo de explicaciones es que pueden resultar insuficientes, por lo que se hace necesario extender la mirada más allá de la campaña electoral.
Durante la última década, en algunos textos sobre partidos políticos peruanos se ha tendido a explicar la poca suerte del PPC en la arena electoral por la conformación de su base social. Por ejemplo, Conaghan (2000: 261) mencionó que este partido tuvo dificultades para apelar a la gran mayoría de votantes —informales y habitantes de pueblos jóvenes— porque su base de apoyo estaba confinada a las clases media y alta de Lima. En esa misma línea, Kenney (2003: 1232) dedujo que la recurrente debilidad electoral del PPC se debió a que era percibido por la mayoría del electorado como un grupo extremadamente conservador y socialmente excluyente. De ahí que la última derrota electoral de este partido pudo haberse debido a una falta de sintonía con el electorado mayoritario de Lima.
Más recientemente, se ha tendido a señalar con recurrencia las consecuencias negativas que acarrea la práctica de democracia interna en el interior del PPC. 2 Este tipo de argumentación guardaría relación con lo expuesto por algunos autores. Por ejemplo, Colomer (2002) señaló que los candidatos elegidos a través de elecciones internas tienden a ser poco populares o perdedores, dado que en estos procesos participan en mayor medida los activistas más ideologizados o los que apoyaban las candidaturas de dirigentes nacionales, quienes no tenían la preferencia del electorado mayoritario. En esa línea, recogiendo las experiencias de varios países latinoamericanos a lo largo de los años noventa, Freidenberg (2005: 125) mencionó que algunos efectos colaterales de las experiencias de democracia interna han sido la agudización de enfrentamientos previos entre facciones, la entronización de algunas élites en el poder y la desconfianza de los ciudadanos ante denuncias de fraude, entre otros. Así, la última derrota electoral del PPC también podría haberse debido a la democracia interna que ha venido desarrollando.
Buscando entender la poca competitividad del PPC, otras explicaciones han privilegiado ver las decisiones adoptadas por las dirigencias del partido. Así, en Puémape (2014) argumentamos que este partido ha perdido competitividad electoral porque sus líderes adoptaron desde los años noventa una estrategia atrapatodo, la cual condujo a que perdiera identidad política y, con ello, ventajas competitivas en toda elección en el Perú como son un electorado leal —también llamado núcleo o voto duro— y capacidad organizativa. A la luz de esta explicación, la última derrota electoral del PPC podría obedecer, paradójicamente, a la estrategia que sus líderes partidarios han venido desarrollando para ganar un mayor electorado.
¿Cuánto ayudan estas explicaciones a entender la derrota pepecista en Lima en las últimas elecciones municipales? ¿Los mecanismos de democracia interna podrían haber afectado de forma significativa al PPC?
El PPC y las últimas elecciones en Lima
Para las últimas elecciones municipales, el PPC eligió como candidato a la alcaldía de Lima al exalcalde de Villa el Salvador Jaime Zea. Más que su gestión o su trayectoria en el interior del partido, el factor que pesó para su elección como representante de la facción cercana al presidente pepecista Raúl Castro fue su procedencia. Este hecho no fue aislado, sino que se inscribió en una política partidaria que viene desde la gestión de Lourdes Flores (2003-2011), centrada en abrir el partido a sectores que vayan más allá de las clases medias y altas de Lima.
Pese a que Zea no logró captar el voto de los distritos donde predomina la población de bajos recursos —en Villa El Salvador sacó 1,26%, cifra por debajo de su promedio provincial, mientras que en San Isidro obtuvo 3,27%, porcentaje ligeramente por encima de este—, no debería inferirse que el esfuerzo de apertura del PPC haya fracasado. Desde 2001 las candidaturas pepecistas han obtenido un creciente apoyo en distritos que no pertenecen a la Lima tradicional, sea con Lourdes Flores o con dirigentes de estas zonas captados por el partido a la cabeza. El 5 de octubre pasado, pese a las derrotas en Lima y en distritos emblemáticos para el partido como Pueblo Libre y Jesús María, en Carabayllo, San Juan de Miraflores, Santa Anita y Ate obtuvo muy buenos resultados, lo cual era impensable veinte años atrás. Así, el problema del PPC no residiría tanto en su incapacidad para llegar a zonas urbano-marginales, sino en que muchos de los políticos de estas zonas que intermedian entre el partido y los ciudadanos no permanecen en él.
Con la intención de mejorar su vínculo con los ciudadanos, en la década de 1990 muchos partidos latinoamericanos aumentaron el nivel de inclusión y la transparencia de sus procesos intrapartidarios (Freidenberg 2005: 96). El PPC fue uno de ellos. Así, para elegir al candidato a la alcaldía de Lima, este partido realizó elecciones internas. Este proceso volvió a reavivar la disputa entre el autodenominado Frente Reformista y el grupo cercano al actual presidente del partido, Raúl Castro —al cual cierto sector de la prensa ha etiquetado como “institucionalista”—, facciones que desde 2006 vienen pugnando por tener el control del partido. Desde su nacimiento, el Frente Reformista ha buscado revelarse contra las estructuras burocráticas del PPC en la línea de la política de apertura a la cual se ha hecho referencia líneas arriba. De ahí que Castro, la mayor personificación de la burocracia pepecista, decidiera enfrentarlo sin cuartel. 3
El primer grupo, cercano a Lourdes Flores y a algunos congresistas, postuló tempranamente al regidor metropolitano Pablo Secada, mientras que el segundo apostó en un inicio por varios candidatos, de dentro del PPC —como el también regidor metropolitano Edgardo de Pomar y el alcalde de Pueblo Libre Rafael Santos— y de fuera —Castro, dudando de la capacidad del partido para ganar por sí solo, buscó ir en alianza con Salvador Heresi para ubicar a gente cercana a él en el concejo de Lima y, en último término, conseguir que el partido no pierda todo lo que había ganado en 2010—. Secada era, a los ojos de Castro, un recién llegado. Además, ya había causado fastidio por su afán de protagonismo y por varias de sus declaraciones en torno a temas ideológicos y en contra de algunos de sus propios colegas de partido. Sin embargo, para los reformistas y sus cercanos era una apuesta perfecta por su imagen de tecnócrata exitoso, joven, progresista y con presencia recurrente en varios medios de comunicación.
Según Ipsos Perú, en enero de este año alcanzó su pico de popularidad con 6% de intención de voto, aunque, en general, su aceptación osciló entre el 3% y el 2%. 4 Pese a que en otros contextos estas cifras podrían considerarse como desastrosas, para los reformistas eran un síntoma de que su candidato tenía potencial para seguir atrayendo más adherentes, considerando que los candidatos castristas ni siquiera aparecían en las encuestas. Sin embargo, desde finales de febrero Secada fue denunciado por agresiones verbales a su esposa y a una mujer policía, por lo que tuvo que renunciar a su precandidatura. Según él mismo, así como otras fuentes periodísticas, la denuncia habría sido filtrada desde dentro del PPC por el sector vinculado al presidente del partido. Aunque estos hechos podrían confirmar la hipótesis de que en elecciones internas tienden a prevalecer los intereses de las dirigencias partidarias, es menester tener en cuenta algunos detalles.
Más allá de la figura de Secada, no era inevitable para el Frente Reformista o para cualquier otro grupo en el interior del PPC ganarle las elecciones internas al grupo de Raúl Castro. Aunque Castro, por sus años de militancia, tiene un mayor manejo de la maquinaria pepecista, los reformistas también han sabido imponérsele. Por ejemplo, ellos ganaron las elecciones a la Secretaría Departamental de Lima y, en marzo pasado, impusieron su posición de “un militante, un voto” en el XVI Congreso Nacional Extraordinario Estatutario del PPC. Por lo demás, el cuadro más competitivo del partido hasta el momento, Lourdes Flores, fue elegida como presidenta del partido y candidata por medio de elecciones internas. En 2003, pese al interés en reelegirse que mostró el presidente del partido de esos años, la militancia comprometió su apoyo mayoritario a Flores, quien hasta ese momento se había centrado en la consolidación de Unidad Nacional antes que en la del PPC, por lo cual el primero tuvo que retirar su candidatura. Esto nos permite entender que hay casos en los que los activistas del partido también privilegian la opción más viable para ganar las elecciones.
Un argumento que también se suele esgrimir contra la democracia interna de los partidos es que estos procesos ahuyentan a políticos competitivos. Más aún, en el caso pepecista se suele decir que muchos de los políticos que renunciaron lo hicieron porque las pugnas internas los desincentivaron a seguir militando. Sin embargo, si se revisan las razones de las renuncias de políticos como Salvador Heresi, Alex Kouri, Alberto Andrade y Francis Allison, se puede notar que estas se dieron porque muchos de ellos consideraron en un momento determinado que el PPC era un partido impopular y no les agregaba nada más a sus carreras políticas. Por lo demás, es necesario decir que en el partido se hizo de todo para retenerlos. Por ejemplo, a Andrade se le ofreció la candidatura a la alcaldía de Lima en 1995 sin tener a ningún contendor al frente, Kouri fue nombrado vicepresidente por Bedoya Reyes en 1999 y la propia Lourdes Flores promovió persistentemente la candidatura de Heresi en 2010 sin grandes resistencias internas. Cuando las facciones reconocen a un líder competitivo que puede llevarlos a obtener parcelas de poder, buscan atraerlo a su seno o, de lo contrario, negociar con él para reconocer su legitimidad. De esta manera, este argumento debe ser relativizado.
Finalmente, contra la democracia interna también se ha dicho que, dado que inevitablemente acarrea pugnas, termina desprestigiando a los partidos que la adoptan. Aunque no hay evidencia directa para aceptar o rechazar de plano esta afirmación respecto a la derrota de la candidatura pepecista en Lima, sí hay razones para dudar de su pertinencia. Como ya se ha mencionado, el PPC viene aplicando mecanismos de democracia interna desde los años noventa, los cuales han desatado una serie de pugnas, principalmente en los últimos años. Pese a ello, en las elecciones municipales complementarias de noviembre del año pasado el partido obtuvo el 30% de votos válidos. ¿Cómo el mismo partido pudo pasar de 30% a 2% en solo un año?
Conclusiones
Tal como lo ha mostrado la literatura que ha trabajado el tema, el hecho de que los procesos de democracia interna acarrean una serie de costos para los partidos que los aplican está fuera de discusión. 5 Sin embargo, no hay que perder de vista que los partidos que están orientados a ganar votos tienden a adaptarse para lograr sus objetivos. Más aún en el caso peruano, donde la ley de partidos permite que los partidos decidan la forma en que implementan sus procesos decisorios. De ahí que la democracia interna no sea el factor determinante para entender la última derrota del PPC en Lima.

Más bien, la derrota del PPC podría explicarse por su incapacidad para retener políticos competitivos y adherentes de forma permanente.

Más bien, la derrota del PPC podría explicarse por su incapacidad para retener políticos competitivos y adherentes de forma permanente. En Puémape (2014) buscamos preguntarnos por la razón de este hecho considerando que otros partidos como el APRA y el movimiento fujimorista, pese a los problemas que comparten con el PPC y los demás partidos peruanos, han logrado enraizarse en sectores específicos de nuestra sociedad. 6 Así, hallamos que la dirigencia de este partido adoptó una estrategia atrapatodo, basada en la desideologización y la ausencia de representación de intereses específicos frente a las estrategias adoptadas por el aprismo y el fujimorismo, quienes se posicionaron clara y permanentemente en los debates políticos programáticos existentes en nuestra sociedad —en torno al modelo económico y a la forma de hacer política— durante la última década y representaron la agenda pragmática de buena parte de la ciudadanía.
Pese a que seguramente habrá mucho más que decir sobre el PPC, creemos que esta explicación de largo plazo permite entender mejor las variaciones radicales en sus resultados electorales y su carencia de políticos de alto perfil electoral. Políticos y electores que se vinculan programáticamente con un partido siempre le brindan una base que le permite, con un candidato competitivo, hacer un triunfo más probable, y sin uno, por lo menos no perder de una forma tan traumática. En cambio, partidos desideologizados y sin enraizamiento social tienden solamente a conseguir apoyos momentáneos que se esfuman cuando el líder carismático no participa o cuando ya no se pueden atender requerimientos específicos.
Dado que la poca competitividad electoral no parece estar relacionada con los mecanismos de democracia interna, es importante manifestar que estos deberían de ser adoptados y profundizados por todos los partidos. Aunque queda claro que no representan una solución mágica a sus problemas, son un avance en materia democrática y en el largo camino de construcción institucional, senda en la que no se debería retroceder.

* Politólogo de la PUCP y asistente de investigación del IEP.
Referencias bibliográficas
Colomer, Joseph (2002). “Las elecciones primarias presidenciales en América Latina y sus consecuencias políticas”. En Marcelo Cavarozzi y Juan Abal Medina (comps.), El asedio a la política. Los partidos latinoamericanos en la era neoliberal. Rosario: Homo Sapiens Ediciones.
Conaghan, Catherine (2000). “The Irrelevant Right: Alberto Fujimori and the New Politics of Pragmatic Peru”. En Kevin Middlebrook (ed.), Conservative Parties, the Right and Democracy in Latin America.Baltimore: John Hopkins University Press, pp. 255-284.
Freidenberg, Flavia (2005). “Mucho ruido y pocas nueces: organizaciones partidistas y democracia interna en América Latina”. Polis, vol. 1, n.º 1: 91-134.
Kenney, Charles (2003). “The Death and Re-birth of a Party System, Peru 1978-2001”. Comparative Political Studies, vol. 36, n.º 10: 1210-1239.
Meléndez, Carlos (2012). Partidos inesperados: la institucionalización del sistema de partidos en un escenario postcolapso partidario. Perú 2001-2011. Paper no publicado.
Puémape, Félix (2014). ¿Imposibilidad o error estratégico? La poca competitividad electoral de los partidos políticos peruanos. El caso del Partido Popular Cristiano (PPC). Tesis de licenciatura.
Vergara, Alberto (2009). El choque de los ideales. Lima: IDEA Internacional.

  1. Fuente: Blog Polítika: http://blog.pucp.edu.pe/fernandotuesta/fies/1993%20Elecciones%20Municipales%20LIMA.pdf 
  2. En esa línea van, por ejemplo, los comentarios de la periodista Milagros Leiva: http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/ppc-milagros-leiva-noticia-1732158 
  3. Antes de ser presidente del PPC, Castro fue secretario generaldurante la última década y vicepresidente de este partido enlos años noventa. 
  4.   Estos datos se obtienen revisando las encuestas mensuales de Ipsos Perú y Datum durante los meses de enero, febrero y marzo
  5. En ese sentido, para el caso peruano, Vergara (2009: 26) muestra cómo las exigencias de democracia interna han incentivado a que buena parte de políticos subnacionales no opten por afiiase en partidos nacionales 
  6. La evidencia respecto al enraizamiento social del APRA y el fujimorismo frente a la falta de esta característica en el PPC se puede encontrar en Meléndez 2012.