¿Qué sucedió el 10 de abril?
Muchas interpretaciones de los resultados electorales han circulado en los días posteriores al domingo 10 de abril, en los que Ollanta Humala y Keiko Fujimori ganaron el pase a la segunda vuelta con el 31% y 23% de los votos válidos, respectivamente. ¿Cómo interpretar estos resultados? Las controversias han girado en torno a cuánto énfasis se pone al peso de factores estructurales y cuánto al peso de factores contingentes como las características de la campaña electoral. Quienes ponen el acento en los primeros ven la elección de 2011 como una suerte de repetición de la de 2006, y constatan cuán poco habría cambiado el país en los últimos años pese al crecimiento económico; mientras que quienes ponen el acento en los segundos ven una elección diferente, como consecuencia de que tanto el país como los actores de 2011 no serían los mismos que los de 2006. Una salida elegante a esta controversia consiste en decir que “ambos tipos de factores son importantes”, pero esta solución encubre la falta de respuestas a las preguntas relevantes que se desprenden de ella: si las dos cosas importan, ¿en qué proporción?, ¿con qué secuencia?, ¿cómo se relacionan? Este texto pretende acercarse a estas respuestas.
La hipótesis de la continuidad estructural básicamente sostendría que el Perú sigue siendo en esencia el país excluyente y desigual que era en 2006, año en que Ollanta Humala arremetió con un discurso radical en contra del modelo neoliberal y del funcionamiento de las instituciones democráticas. Así, pese a que los indicadores macroeconómicos de los últimos cinco años esbozan un escenario de prosperidad, el nivel de frustración y la demanda de cambio en la sociedad serían iguales o mayores que los registrados hace cinco años. Desde este ángulo, tampoco sería sorpresivo que quien haya pasado a la segunda vuelta sea Keiko Fujimori, en tanto ambos expresan, de maneras diferentes, la falta de confianza en las instituciones, la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia y la demanda por más Estado, que cubra las necesidades y demandas que la economía de mercado por sí sola no logra atender.
La clave, a nuestro juicio, consiste en considerar lo estructural como punto de partida de la elección: delinea ciertos perfiles y posibilidades en los candidatos; así, el punto de llegada será consecuencia de la campaña.
La hipótesis del peso de factores contingentes propios de decisiones de campaña, en donde lo decisivo serían los actores y sus decisiones, sus estrategias y tácticas, señalaría que la elección de abril fue muy disputada entre cinco candidatos con opciones relativamente parejas, donde salvo el fujimorismo ninguno contaba con lealtades o identificaciones estables, como consecuencia de la debilidad de nuestros partidos. De allí que la campaña haya sido extremadamente cambiante. Al inicio, Castañeda encabezó las preferencias, luego Alejandro Toledo y al final Ollanta Humala, pero hasta el final tanto Humala como Fujimori, Kuczynski y Toledo tenían opción de pasar a la segunda vuelta. Quienes lo hicieron fueron quienes tomaron mejores decisiones políticas, hicieron mejores campañas y cometieron menos errores: Humala no hizo la misma campaña de 2006, sino que se orientó más al centro, mientras que Fujimori se dirigió a su electorado más “leal”.
La segunda hipótesis debe reconocer, para ser razonable, que las campañas no se dan en un campo vacío, que no se dirigen ante ciudadanos sin historia y sin contexto social, por así decirlo. Algunos candidatos, por mejor campaña que hagan, jamás podrán ganar en algunos lugares, porque representan y evocan cuestiones que generan profundos rechazos, y ellos se explican por razones estructurales. Los resultados, de hecho, muestran perfiles en la votación que definen claramente el peso de las estructuras. Nuevamente, los dos tipos de factores deben ser tomados en cuenta, pero ¿cómo? La clave, a nuestro juicio, consiste en considerar lo estructural como punto de partida de la elección: delinea ciertos perfiles y posibilidades en los candidatos; así, el punto de llegada será consecuencia de la campaña, de cómo en ella se activan o no elementos estructurales que pueden aparecer o no. El asunto está en que, una vez dado un resultado, tendemos a racionalizarlo y verlo como una correspondencia lógica de lo estructural, perdiendo de vista lo que ocurrió en la campaña, que aquel fue uno dentro de muchos otros posibles. De allí que sea cierto que la votación sea consecuencia de las estructuras y al mismo tiempo que sea altamente volátil y contingente. Desarrollemos estas nociones al analizar los resultados.
¿La misma película con diferentes actores?
Como ya mencionamos, la hipótesis de la continuidad estructural plantearía cierta similitud en los patrones de votación de 2006 y 2011; los votantes habrían expresado preferencias constantes, aunque encarnadas en diferentes actores, siguiendo un patrón relativamente distinguible. Desde este punto de vista, los electores de Humala habrían votado en ambas elecciones por este mismo candidato, los votantes de Alan García en 2006 habrían optado por Keiko Fujimori en las últimas elecciones, mientras que los votantes de Lourdes Flores en 2006 serían los mismos que se encuentran cinco años después detrás de la candidatura de Pedro Pablo Kuczynski (PPK).
Pongamos a prueba esta hipótesis buscando la correlación entre la votación de los candidatos presidenciales de 2006 y de 2011; para ello tomamos como base los resultados presidenciales de ambas elecciones, analizados a escala provincial.
Cuadro 1. Valores de la correlación de Pearson, candidatos 2006-2011
Como se observa en el cuadro 1, la relación entre el voto de los candidatos de ambas elecciones varía según el caso. Para medir la intensidad y sentido de esta relación se usa el coeficiente de correlación de Pearson; los valores de este coeficiente van entre 1 y -1, en donde la primera cifra indica una relación muy alta y directa entre dos variables (a mayor valor en la variable A, mayor valor en la B), mientras que la segunda señala una fuerte relación inversa (a mayor valor en la variable A, menor valor en la B). En nuestro caso, una alta correlación mostraría que los candidatos tuvieron sus votaciones más altas y más bajas en las mismas provincias en ambos años.
Los resultados muestran que Ollanta Humala tiene un valor muy alto en el indicador de correlación (0.801) que compara su votación en 2006 con la de 2011. ¿Significa esto que se confirma la hipótesis de la continuidad? No necesariamente, porque no debemos olvidar que la campaña de 2011 fue muy diferente a la de 2006: en las últimas elecciones Humala manejó un discurso mucho más moderado y orientado al centro político. Su perfil de votación es el mismo, pero llegó a él por un camino diferente.
En el caso de Keiko Fujimori y PPK, se había señalado que la primera habría tenido un patrón de votación similar al de Alan García en 2006, con una mayor concentración en el norte del país, mientras que la votación del segundo correspondía a la de Lourdes Flores de 2006, fuertemente asentada en Lima. Sin embargo, según indica el valor de la correlación entre estos candidatos, ello no parece del todo claro. Los primeros análisis que señalaban una fuerte correlación entre las candidaturas de Fujimori 2011 y García 2006 se basaron en el hecho de que los departamentos y provincias donde K. Fujimori ganó en primera vuelta se ubican en el norte del país, tradicionalmente asociados al aprismo. Sin embargo, la distribución de votos por provincia de García en 2006 muestra una correlación baja con la de K. Fujimori en 2006. Un poco distinto es el caso del perfil de votación de Kuczynski en 2011 y Flores en 2006, que muestra un índice de correlación de 0.488, de intensidad moderada. Si bien Kuczynski no logró alcanzar el porcentaje de votación de Lourdes Flores, la distribución de la votación de ambos a escala provincial resulta relativamente similar, con un apoyo principalmente limeño y urbano, centrado en sectores medios y altos, con una limitada capacidad para irradiar su influencia fuera de esos ámbitos.
1 Pero más allá de ello, ¿qué elementos estructurales se encuentran relacionados con una mayor o menor votación por uno u otro candidato? Partiendo de la base de diversos datos censales en el ámbito provincial, se correlacionó la votación de todos los candidatos con una serie de variables que reflejan condiciones estructurales de los votantes: presencia de población con lengua materna indígena (indicador de etnicidad), incidencia de pobreza, Índice de Desarrollo Humano, ingresos familiares y ruralidad.
Al igual que en 2006, la candidatura de Ollanta Humala en 2011 presenta una fuerte correlación con todas las variables seleccionadas. En provincias con mayor población indígena, mayor pobreza y mayor porcentaje de población rural, la candidatura de Ollanta Humala alcanza un porcentaje de votos superior a su promedio, mientras que lo contrario sucede con las provincias con desarrollo humano e ingresos familiares más altos. La candidatura de Humala, entonces, sigue siendo la que recoge con más efectividad el voto de los sectores menos favorecidos desde el punto de vista socioeconómico. Sin embargo, no todo es continuidad. Resulta importante tomar en cuenta que si bien las correlaciones mantienen la tendencia de 2006, en todos los indicadores sin excepción la intensidad de la relación entre estas variables y el voto por Humala ha disminuido, indicando que estos mismos sectores han disminuido parcialmente su nivel de apoyo al candidato. Esto ha sucedido pese a que Humala ha logrado alcanzar el mismo porcentaje de votos válidos que el año 2006 a escala nacional, de lo que se desprende que el porcentaje de votos perdido por Humala en estas zonas habría sido compensado con votantes en sectores medios, menos excluidos y en menor desventaja estructural. La moderación del discurso de Humala durante la primera vuelta le habría permitido modificar parcialmente su base de apoyo para alcanzar el mismo nivel de respaldo que cinco años atrás.
Cuadro 2. Variables relacionadas al voto por Ollanta Humala a escala provincial
En cuanto al voto por Keiko Fujimori, resulta muy interesante revisar algunos de los sentidos comunes que se tenía sobre su candidatura antes de las elecciones. El primero es que su votación correspondería principalmente a población en situación de pobreza, lo que no parece acertado si se observan las cifras de correlación con el índice de pobreza del INEI. En principio, la relación del voto por Keiko Fujimori con la variable pobreza es de baja intensidad, pero además es inversa, lo que quiere decir que a mayor pobreza, se encuentra una menor votación por la candidata. En esta misma dirección puede entenderse la correlación directa y débil con la variable ingresos e IDH. Por otro lado, la idea fuertemente instalada de que el voto fujimorista era fundamentalmente rural ha quedado también descartada. La correlación entre el voto por la candidata y la ruralidad de una determinada provincia arroja resultados no significativos a nivel estadístico; lo mismo sucede con la lengua materna de los electores. El voto por Keiko Fujimori fue más urbano de lo esperado en los análisis iniciales.
La debilidad en estas asociaciones sugiere que la votación de K. Fujimori está menos determinada estructuralmente, y que responde más a la naturaleza “policlasista” del respaldo que suscita el fujimorismo.
Cuadro 3. Variables relacionadas a la votación por Keiko Fujimori a escala provincial
En el caso de la candidatura de Kuczynski, esta presenta correlaciones estadísticamente significativas con tres variables: pobreza, ingresos familiares e Índice de Desarrollo Humano. En todas ellas la tendencia es contraria a la del candidato Ollanta Humala, aunque, con la excepción de la variable pobreza, con una intensidad bastante menor. La candidatura de Kuczynski muestra una correlación muy alta y negativa con el índice de pobreza provincial. Este resultado va en la línea de las interpretaciones que se hicieron sobre esta candidatura en la primera vuelta: la postulación de PPK habría sido un fenómeno limitado a los estratos medios y altos del país.
Quienes consideraban que Kuczynski tenía mayor potencial señalaban que no se trataba solamente de una candidatura de estratos socioeconómicos altos, sino de una más urbana, de ciudadanos, más expuesta a medios de comunicación nacionales y al uso de Internet. De ser así, la correlación entre su votación y la variable ruralidad debía ser fuerte e inversa, situación que no se desprende de los datos estadísticos. La relación con ruralidad y con la lengua materna de los votantes no es significativa. No es entonces el carácter urbano, sino el perfil socioeconómico medio-alto el que define al votante por esta candidatura.
Cuadro 4. Variables relacionadas a la votación por Pedro Pablo Kuczynski a escala provincial
La cambiante dinámica de la campaña
Hasta aquí las similitudes con el pasado y el peso de lo estructural para dar cuenta de los resultados. En este punto los resultados finales parecen más o menos previsibles: Humala es el candidato de los excluidos y Kuczynski de los integrados, mientras que Keiko Fujimori ocuparía algún punto en medio de ambos extremos. En tanto los excluidos son un porcentaje importante de la población y los completamente integrados uno minoritario, sería natural que Humala haya pasado a segunda vuelta con Fujimori. Cada sector del electorado habría elegido al candidato que mejor representaba sus propias expectativas y necesidades, ligadas a su posición estructural, por lo que los resultados serían un espejo previsible de nuestras contradicciones sociales. Sin embargo, las tendencias no indicaron este resultado desde un inicio, y aunque es posible prever que el avance de una campaña modifica los porcentajes de votación con que cuentan los candidatos, los cambios durante el último proceso fueron dramáticos y en muy cortos espacios de tiempo.
Aquello que representaban los candidatos en determinado momento de la campaña, y que los hacía convocar determinados tipos de apoyo, fue cambiando a medida que el juego iba avanzando, pese a que la cancha permanecía intacta. Es el caso de Alejandro Toledo, quien inició su campaña claramente orientado hacia la centro-izquierda, posición que terminó abandonando y dejando vacía a favor de Humala, a medida que este avanzaba por la izquierda y Kuczynski lo hacía por la derecha. La debacle de la candidatura de Toledo, y su posterior transferencia de votos a los candidatos que lo flanqueaban, se debió ante todo a errores en la propia estrategia de campaña de Toledo, que lo terminaron alejando de aquella posición que tan beneficiosa le había resultado en un inicio. De igual forma, el giro drástico en la campaña de Kuczynski, que pasó de presentarlo como el candidato de una coalición de partidos a definirlo como un profesional exitoso con una propuesta atractiva para las clases medias, sumada a una notable estrategia comunicacional, hicieron que un candidato que hasta pocas semanas antes de la primera vuelta parecía condenado a obtener cifras de votación de un dígito, capitalizara rápidamente el voto de los sectores medios y altos en algunas importantes ciudades del país, como Lima y Arequipa.
En los siguientes gráficos se representan las tendencias en la intención de voto y el resultado final en Lima y en el norte, centro, sur y oriente del país. Las subidas y bajadas en la intención de voto en las regiones son un ejemplo de lo imprevisible que fue el resultado electoral en las distintas zonas del país.
Gráficos 1-5. Tendencias regionales en las preferencias electorales
Ver la campaña como un proceso dinámico y sujeto a la contingencia, que partió de potencialidades y límites establecidos por las estructuras, permite entender el peso de las estructuras y al mismo tiempo la imprevisibilidad de la política peruana.
Como se observa en las secuencias, en donde las tendencias se definen en tan solo semanas, el repunte de Humala en las semanas finales y la resistencia de Keiko en el segundo lugar son una constante en todas las zonas del país, con la excepción de Lima, donde además de Humala es PPK quien asciende rápidamente. Las diferentes “historias” regionales ponen de manifiesto dos asuntos. Por un lado, que no todas las zonas del país experimentaron el escenario de “final de fotografía” que se vivió desde Lima, pues en algunas como el sur o el centro las principales opciones políticas se decantaron con mayor nitidez. Por otro, los cambios en las tendencias del electorado fueron muy drásticos, y algunos lugares comunes, como que el sur del país es un reducto indudablemente humalista, no encuentran sustento sino en las últimas semanas antes de la primera vuelta.
En este escenario cambiante, no deja de llamar la atención el voto constante y sostenido por el fujimorismo. 2 Es decir, la razón de que exista un voto constante y consistente por Keiko Fujimori es la misma que explica la alta volatilidad en el voto por los otros candidatos: la presencia o ausencia de una organización política dispuesta a enraizar una relación sólida con un sector del electorado.
Un análisis abierto al cambio… como la política
Como hemos visto, pese a que parece un camino de razonamiento tentador, las semejanzas en los últimos resultados electorales en relación con los del año 2006 son menores a las que se señalaron en los días posteriores al anuncio de los resultados oficiales. Si bien en 2011 Humala logró alcanzar el mismo porcentaje de votos a escala nacional que cinco años atrás, lo logró modificando parcialmente su base electoral, gracias a una moderación de su discurso en lo económico y político. Fue en virtud de ello, para ponerse en sintonía con los cambios en el electorado, que logró recuperar los mismos niveles de apoyo de los que alguna vez gozó. Esto, sumado a los errores de los otros candidatos, terminó dando forma a una segunda vuelta que resultaba muy improbable a tan solo unas semanas antes de celebrarse la primera vuelta. Frente a organizaciones sin militancia ni electores fieles, el apoyo de los electores fluctúa drásticamente, a medida que los candidatos se posicionan con mayor o menor éxito en relación con aquellos temas que preocupan más al electorado en un determinado momento del tiempo. Justamente por ello, la candidata que registra el porcentaje de votación más constante es aquella que posee la organización más desarrollada de todas las que entraron en competencia, y que apostó por fidelizar a su electorado antes y durante la campaña electoral. La única constante clara y sólida durante las elecciones se debió no a continuidades estructurales, sino a un decidido trabajo político.
Según un “determinismo retrospectivo” (analizar la elección partiendo de sus resultados), las piezas del rompecabezas electoral parecen encajar fácilmente, y aquellas que no lo hacen son consideradas simplemente accesorias. Sin embargo, ver la campaña como un proceso dinámico y sujeto a la contingencia, que partió de potencialidades y límites establecidos por las estructuras, permite entender el peso de las estructuras y al mismo tiempo la imprevisibilidad de la política peruana, abierta a desenlaces distintos. El análisis político debe entonces ponerse a tono.
* Martín Tanaka es politólogo, investigador del IEP.
Rodrigo Barrenechea es Sociólogo, investigador del IEP. Sofía Vera es Socióloga, investigadora del IEP. Este artículo contó con la colaboración de Juan Carlos González Ciudad.
Rodrigo Barrenechea es Sociólogo, investigador del IEP. Sofía Vera es Socióloga, investigadora del IEP. Este artículo contó con la colaboración de Juan Carlos González Ciudad.
- Hasta aquí las similitudes entre las candidaturas de 2011 y 2006, que señalan algunas continuidades y cambios. ↩
- Ello, sin embargo, no se debe a condiciones estructurales que permanecen constantes entre el electorado de esta agrupación, sino fundamentalmente a un trabajo político sostenido en los últimos años por consolidar una identidad colectiva y un aparato fujimorista a lo largo del país. ↩
¡Excelente artículo!