Los resultados de la primera vuelta en la región presentan la contundente victoria del candidato de Gana Perú con un 58,1%, seguido de lejos por la candidata de la alianza electoral Fuerza 2011 con 24,2%. Entre ambos suman 82,4% del total de la votación válidamente emitida. El 17,7% restante se lo reparten entre las otras nueve agrupaciones políticas, siendo casi insignificante su importancia en términos electorales (ver cuadro 1).
Cuadro 1: Porcentaje de votación obtenida entre las dos agrupaciones que pasaron a segunda vuelta-Ayacucho 2011
A nivel congresal resalta el dato de que el segundo candidato a congresista más votado fue el general Edwin Donayre, ex presidente del Comando Conjunto, y cuya candidatura se realizó dentro de la lista congresal del partido Cambio Radical. Esto significa que la votación que obtuvo no expresa ningún efecto de arrastre de la lista presidencial, es decir, resulta ser completamente autónoma, a diferencia de lo que podría decirse de los tres candidatos electos por Gana Perú y Fuerza 2011, en donde la votación lograda se complementa definitivamente con dicho efecto.
Otro aspecto relevante por mencionar es el fracaso del Partido Aprista, pues su máximo candidato, el señor Omar Quesada, dirigente nacional del partido y ex autoridad regional y funcionario nacional, no obtuvo el apoyo de la población ayacuchana. Otro dato importante es que de la totalidad de votación congresal, al margen del voto preferencial de cada candidato, el 56,81% votó por los representantes de Gana Perú, Fuerza 2011 y Cambio Radical.
¿Qué podrían estar expresando estos resultados?, similares además a los de otras regiones del sur, como Huancavelica y Apurímac, En promedio, más de los dos tercios de la votación válidamente emitida en estas tres regiones se encuentra repartida entre Gana Perú (70%) y Fuerza 2011 (30%) que sufrieron junto con Ayacucho el flagelo del conflicto armado interno más brutal que haya padecido nuestro país en su historia, y que comparten los mayores índices de pobreza a nivel nacional.
¿Opciones por cambio del modelo?
Ya varios analistas han opinado sobre este punto, en el sentido de que lo que esta situación expresa no es precisamente una opción por otro modelo, sino la persistencia de una demanda por inclusión, no solo en los beneficios del crecimiento económico, sino también en lo social y cultural. Los indicadores de reducción de la pobreza son percibidos únicamente como datos; los pobres no sienten aún las mejoras en su calidad de vida, especialmente aquellos que viven en las regiones históricamente relegadas como las mencionadas.
De hecho, ninguno de los candidatos, tanto los que pasaron a segunda vuelta como los que se quedaron en el intento, enarbolan propuestas de cambio de modelo, aunque en el caso de Gana Perú es evidente que se asocia su propuesta con una posición crítica a los efectos del actual y con la necesidad de ajustes o modificaciones más sustantivas, que permitan una mayor inclusión y equidad, siendo bastante ilustrativos los resultados a favor de Humala justamente en las regiones con mayores indicadores de pobreza.
¿Identificación con la institucionalidad democrática?
Esta variable es probable y lamentablemente la que menor peso puede tener en la región. Los ganadores, tanto en la votación presidencial como congresal, estarían expresando una aceptación o probablemente una resignación de la población, especialmente rural, en relación con determinadas formas de gobernar, esto es, un Estado duro, no necesariamente un Estado fuerte, sino un Estado que se haga sentir en la población, sin importar mucho cuán democrático sea; lo importante es que llegue y que sirva para afrontar los principales problemas de la gente. Las opciones que se quedaron en el camino no lograron transmitir, aunque tampoco se lo propusieron, una apuesta por fortalecer la institucionalidad democrática del Estado, sino que ofrecieron la continuidad de un modelo, en el que el Estado, además de centralista, lejano y débil, hace poco por identificarse con la población, especialmente con los pobres.
Lo que esta situación expresa no es precisamente una opción por otro modelo, sino la persistencia de una demanda por inclusión, no solo en los beneficios del crecimiento económico, sino también en lo social y cultural.
Si bien puede sostenerse que existen grandes diferencias que separan las opciones de Gana Perú y Fuerza 2011, la impresión que se tiene de similitud entre ambas respecto a la imagen del Estado —un Estado que llegará a todos—, si lo hace respetando principios democráticos, descentralistas, con participación y concertación, no importa mucho, pues estos temas no representan lo más relevante en la agenda de gruesos sectores de la población, especialmente en el sur, donde se concentran los mayores indicadores de pobreza.
Al respecto, cabe mencionar que, a escala nacional, la satisfacción respecto del funcionamiento de la democracia es bastante baja, tal como lo sostiene el informe Cultura democrática en el Perú, 2010, en el que el grado de insatisfacción llega al 61%, mientras que la actitud de apoyo hacia golpes de Estado en el Perú es de las más altas en la región, oscilando entre el 29,9% y el 55%. 1
Más allá de la percepción de la población sobre la institucionalidad democrática, ¿es importante el cómo se gobierne? Desde luego que sí, especialmente en una región como Ayacucho, donde la violencia de Sendero Luminoso y la respuesta similar del Estado, además de dejar como saldo muertes, desapariciones forzadas, lesiones graves, violaciones sexuales, torturas y desplazamiento, afectó también de manera dramática la débil institucionalidad democrática existente, tanto la regional, disuelta con el autogolpe fujimorista en 1992, como la municipal, cuyas competencias fueron recortadas sistemáticamente y avasalladas por el Ministerio de la Presidencia, y localmente por los comandos político-militares, lo que generó un determinado tipo de presencia del Estado, asociado en lo fundamental a la violencia, por un lado, y a la implementación de políticas centralistas y clientelistas entre la población sin ningún tipo de intermediación, por el otro, y cuyos efectos, luego de la derrota de Sendero Luminoso, aún se encuentran presentes en la percepción de este tipo de funcionamiento del Estado.
¿Es importante la agenda posconflicto en la región?
Los efectos del conflicto armado interno están presentes, y lo estarán aún por mucho tiempo en la sociedad ayacuchana: familias diezmadas y desarticuladas, violencia juvenil, miles de casos urgentes de atención en salud mental, poblaciones desplazadas, etc. Por su parte, las organizaciones de afectados tienen como demanda principal las reparaciones individuales, aunque su debilidad organizativa y conflictos entre ellas no les permiten realizar acciones de incidencia suficientes para lograr avances significativos.
¿Han estado presentes en la región los temas posconflicto armado interno en la campaña, pese a que es innegable su existencia? Lamentablemente no, no lo estuvieron durante la campaña electoral regional y municipal, ni ahora en la campaña nacional.
¿Por qué tendría entonces que generalizarse tal sentido común entre la población si la mayoría nacional votó por dos opciones que, pese a ser tan distintas, expresan el rechazo nacional a los efectos del modelo y al mismo tiempo la expectativa en el cambio?
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