Los textos escolares son los materiales educativos con mayor presencia en las aulas peruanas. Estos acompañan a los docentes en sus labores de enseñanza, y, en la última década, la dotación de textos escolares por parte del Ministerio de Educación (MED) ha sido la política educativa que ha tenido más sostenibilidad y que ha extendido su cobertura en el país. Actualmente, junto con los textos que distribuye el MED contamos con una amplia oferta de libros de empresas editoriales para todas las áreas del currículo nacional y los diferentes niveles de educación.
Los textos escolares han ido cambiando a la par de las trasformaciones ocurridas en los enfoques de enseñanza y las nuevas propuestas pedagógicas. Los nuevos libros que hoy se usan en las escuelas tienen formatos muy distintos a los de las viejas enciclopedias, y plantean diversas actividades que incitan a la reflexión, a la crítica y a la investigación en los alumnos. Hoy en día, los alumnos no solo memorizan contenidos sino que, con el acompañamiento de sus profesores, buscan construir aprendizajes vinculados con sus propias realidades.
Lo anterior ha sucedido en casi todas las áreas del conocimiento; sin embargo, en lo concerniente a la enseñanza de la historia, estos cambios en los contenidos de los textos vienen siendo más débiles. En este artículo trataremos de examinar, de cara a la celebración del próximo bicentenario, las razones por la que este proceso, fundamental para entender el país de nuestros días, es tratado en los textos escolares de manera poco crítica y reflexiva.
¿Qué historia se presenta en los textos escolares?
Los textos escolares reflejan la historia del Estado y de los grupos de poder. Son el registro de una historia oficial que encuentra en el sistema educativo una eficiente correa de transmisión. La memoria histórica que ahí se construye y se difunde no representa necesariamente a los diversos grupos que forman parte del país. Por el contrario, es una memoria en donde solo encontramos vencedores y vencidos, protagonistas de una verdad absoluta, exenta de contradicciones y matices, y que pone el énfasis en los acontecimientos y no en los procesos. En el espacio escolar, donde lo letrado tiene gran valor simbólico, esta memoria se consagra por estar escrita en los libros, objetos de culto de poco uso cotidiano.
Si bien lo anterior podría generalizarse para casi todos los periodos de la historia, es particularmente evidente para el caso de la independencia. Hasta hace pocos años, la independencia era representada a través de un relato de campañas militares y resumida como un asunto de proclamación oficial y firma de un acta por parte de héroes y ejércitos venidos de países vecinos. Si bien esta presentación de los hechos viene siendo modificada en los últimos tiempos, aún es insuficiente la inclusión de procesos en tiempos históricos medianamente largos en los libros escolares. Así, por ejemplo, los textos presentes en las aulas no muestran las relaciones entre los procesos independentistas y aquellos derivados de las acciones de Tupac Amaru y de las rebeliones indígenas antifiscales, a pesar de que estos temas son fundamentales para comprender, entre otros factores, por qué los peruanos formaron parte de un bando u otro, cuáles fueron las circunstancias históricas de los diversos grupos involucrados y cuáles sus particulares razonamientos culturales, sociales y económicos.
Es en este sentido que todavía queda pendiente incluir en el relato histórico que se transmite en la escuela que la independencia no es el único ni el primordial acontecimiento fundante de la nacionalidad peruana actual. La independencia no es el momento donde nacemos al mundo, mestizos e iguales, dueños de nuestro porvenir. Esta historia oficial de la independencia no se conecta con el Perú real, en tanto es un relato abstracto en el cual ni estamos “todos presentes” ni se tienden puentes entre unos y otros. La independencia de los textos escolares constituye así una suerte de corta aguas que rompe con el pasado más lejano y lo cancela. Si bien esta visión es la que el Estado ha buscado difundir, es cierto también que, desde la investigación histórica y la historiografía crítica, ha habido cierta incapacidad para incorporar los avances que se han dado sobre el tema.
La distancia entre la academia y la escuela
En el Perú siempre han existido dificultades para acercar el conocimiento académico a la escuela. Las ciencias sociales han sido casi siempre portadoras de un pensamiento crítico, que cuestiona lo establecido, interpela al poder e incluye la visión de los “otros”. Esta perspectiva está a contracorriente de aquello que el Estado quiere trasmitir a través de la escuela, en donde la enseñanza de la historia se constituye como instrumento para la construcción de la nacionalidad única.
En el Perú siempre han existido dificultades para acercar el conocimiento académico a la escuela. Las ciencias sociales han sido casi siempre portadoras de un pensamiento crítico, que cuestiona lo establecido, interpela al poder e incluye, en la medida de lo posible, la visión de los “otros”. Esta perspectiva está a contracorriente de aquello que el Estado quiere trasmitir a través de la escuela, en donde la enseñanza de la historia se constituye como instrumento para la construcción de la nacionalidad única, en la cual los sentimientos de adhesión a la patria, la exaltación de los símbolos patrios y el enaltecimiento de los héroes resultan fundamentales. ¿Cómo incluir entonces en la enseñanza de la independencia la revuelta de los indios iquichanos a favor del rey español en Huanta? En ese marco, son pocas las oportunidades para introducir los nuevos hallazgos y las interpretaciones innovadoras que cuestionan la verdad histórica absoluta y letrada presente en los textos escolares.
Otro tema importante a tener en cuenta son las pocas posibilidades materiales con las que cuentan los docentes para tener acceso al debate académico y, a su vez, las limitaciones de los académicos para difundir el resultado de sus investigaciones entre los maestros. Ante esta consideración, resulta imperativo crear puentes entre la escuela y la academia. La celebración del próximo bicentenario de la independencia abre la posibilidad de acercar a la escuela el conocimiento académico, pero además es una oportunidad para abrir la discusión sobre la importancia de incluir las historias regionales y la participación de nuevos actores sociales. Ello podría contribuir a que la enseñanza de la independencia en las escuelas peruanas complejizara su perspectiva y no se limitara a una mirada unidimensional que la considera como una sucesión de campañas militares y que se regodea con las fechas de batalla. Tal vez así sería posible empezar a abandonar la visión de que el acta de la independencia es la partida de nacimiento de una república de iguales.
La cuestión indígena
Con la república se cancela la cuestión indígena en la reflexión escolar sobre nuestra historia. Los textos escolares retratan el periodo colonial como una época dual que significó una ruda explotación de los indígenas, pero compensada por la civilización occidental y la religión verdadera. Por ello, la época de la independencia es presentada como el periodo de integración nacional en el cual los indígenas son casi marginales a la emancipación. El proceso de la independencia aparece como fruto de esfuerzos urbanos, criollos y provenientes de las elites blancas del Perú. De este modo, el indio está “ausente” de la historia. La república no lo ha necesitado, y el relato escolar acaba sacándolo del cuadro de fuerzas que contribuyeron a definir la nacionalidad independiente.
Si consideramos que se enseña historia para formar identidades y construir una memoria colectiva nacional que incorpora a todos los individuos para enfrentar el futuro, ¿cómo es posible que aquellos que son la gran mayoría no estén presentes con su accionar y sus vicisitudes?, ¿por qué acaban diluyéndose en una república que pretende ser mestiza?
Los indios existen para la escuela cuando se trata del remoto pasado prehispánico. […] Lo indígena es un hecho del pasado y la visión actual que se tiene hoy de la independencia en las aulas y en los textos escolares termina presentando lo indígena como algo que fue conquistado, vencido y prescindible.
Los indios existen para la escuela cuando se trata del remoto pasado prehispánico. Los textos contienen al respecto un relato grandioso de logros que acaba abruptamente con la llegada de los españoles. Hasta hoy todavía no hay claridad para explicar la conquista y sus múltiples causas políticas, étnicas, etcétera. Paradójicamente, este relato contiene también la idea de que ese rico pasado precolombino está definitivamente cancelado. Lo indígena es un hecho del pasado y la visión actual que se tiene hoy de la independencia en las aulas y en los textos escolares termina presentando lo indígena como algo que fue conquistado, vencido y prescindible.
En los últimos años, ha habido desde el Estado un esfuerzo por presentar la diversidad del Perú como una característica positiva que abre nuevas posibilidades de desarrollo. La diversidad ecológica, cultural y étnica son exaltadas. No obstante, en esta visión lo indígena está fuertemente signado, en el mejor de los casos, como un asunto exótico con alto valor comercial.
Del pensamiento crítico de los docentes a lo que sucede en el aula
Con los cambios curriculares ocurridos en los últimos años en el Perú y con la necesidad de trabajar con más énfasis las áreas de matemáticas y comprensión lectora (que permitan mejorar los resultados de aprendizaje de los alumnos), la enseñanza de las ciencias sociales y en particular de la historia se ha visto postergada. Los docentes concentran sus esfuerzos pedagógicos en lo que el Ministerio de Educación ha priorizado, e incluso la capacitación docente se concentra en estos temas. A esta situación debemos sumar que el único referente para la enseñanza escolar de historia es el texto escolar, con las limitaciones que hemos señalado. Poca horas de clase, textos que no incorporan los hallazgos académicos y una visión centralista que deja de lado al grupo mayoritario de nuestra población configuran en el aula una situación bastante sombría cuando observamos lo que en ella discurre.
Poca horas de clase, textos que no incorporan los hallazgos académicos y una visión centralista que deja de lado al grupo mayoritario de nuestra población configuran en el aula una situación bastante sombría cuando observamos lo que en ella discurre.
A contracorriente de este panorama, en su discurso, los docentes demuestran gran sensibilidad a los temas históricos y culturales en general. En sus reflexiones incorporan, muchas veces, un pensamiento crítico sobre el pasado y tienen ideas propias, distintas al contenido de los libros. Sin embargo, difícilmente pueden incorporar en su trabajo de enseñanza estos contenidos y trasmitirlos didácticamente a sus alumnos, pues no cuentan necesariamente con los materiales y la capacitación que les permita elaborarlos.
Los contenidos que se trabajan en la escuela sobre nuestra historia, su territorio, sus habitantes y su cultura son elementos que pretenden dar una visión global del país que debería ser compartida por todos. Esto representa un problema en un país tan diverso y heterogéneo como el nuestro, principalmente porque no todos nos sentimos representados en esa “memoria nacional” que se expresa desde Lima, y cuyas características más saltantes se originan con el advenimiento de la república. Para superar este problema se requiere trabajar una memoria más articulada, que reconstruya los vínculos sociales y que fundamente la solidaridad entre los integrantes de la nación.
Los textos tienen un peso fundamental en el sistema educativo; la coyuntura de celebración del bicentenario resulta una oportunidad para buscar una ola renovadora de los contenidos, que incorpore la historia local y la ponga en relación con los sucesos nacionales, que integre las nuevas interpretaciones que ha formulado la investigación contemporánea, que adopte una nueva memoria que surgirá de las nuevas generaciones que puedan construir, no solo desde la escuela pero necesariamente con ella, una narrativa histórica más consistente.
* Historiadora. Investigadora del IEP.
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