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El presente texto coloca sus reflectores en una de las agencias estatales menos privilegiadas del diseño institucional peruano: el municipio de centro poblado. A partir de un caso de estudio en el norte del país, se sostiene que en situaciones de extrema debilidad institucional, limitados márgenes de decisión política y escasez de recursos, los agentes estatales recurren al apoyo y recursos de poderes fácticos de su entorno social —que a veces lindan con lo informal y delictivo— para asegurar el mantenimiento mínimo de su institucionalidad en términos funcionales y territoriales. El Estado pasa de ser una organización capturada a una organización que «captura» y se apodera de recursos ajenos a su estructura, estableciéndose una «zona gris» en donde la línea entre lo estatal y lo social, lo formal e informal, termina por evaporarse. La hipótesis que se sostiene es que esta «zona gris» es un importante mecanismo de subsistencia estatal en los márgenes del Estado peruano; más aún, que lo estatal persiste y se reproduce gracias a lo informal.

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