En un artículo publicado en Correo el 5 de febrero (“Humala: lo que no fue, no será”), Carlos Meléndez se preguntaba por qué “Ollanta Humala no despega”, por qué “sigue anclado en un 12% desde hace buen rato”. La respuesta de Meléndez era que “Humala no se puede quitar de encima la imagen de antisistema, de ruptura, de cambio radical […] mientras que los peruanos hemos logrado cierta estabilidad […] no estamos ante el escenario de desgobierno de finales de Toledo como para jugársela por un outsider”. La semana siguiente, el 11 de ese mes, desde La República, Sinesio López (“El modelo neoliberal en el candelero”), por el contrario, criticaba a Alan García por declarar que “ya no hay un riesgo antisistema como hace apenas cinco años se presentaba en el horizonte”, y señalaba que la mayoría del país reclamaba “un cambio del modelo neoliberal y de sus políticas económicas”. Ese reclamo “puede ser moderado o radical, pero es [por] un cambio [del modelo]”. En ese momento, los encuestados que decían que votarían por Humala no pasaban de un 12%; como señalaba Meléndez: ¿cómo se explicaba entonces la diferencia entre la demanda de cambio y el que “la mayoría apuesta por los candidatos que quieren la continuidad del modelo desaprobado”? Según López, se trataba de una “temporal disonancia cognitiva y política que la campaña electoral puede corregir”.

Unas semanas después, el 6 de marzo, Eduardo Dargent, desde Diario 16 (“Ese debate se decide en la cancha”), proponía dirimir quién tenía la razón en esta controversia a la luz de los resultados electorales, según los siguientes criterios: “Si Humala no llega a, digamos, 20%, creo que Carlos gana. El ánimo no era de cambios económicos radicales […] si Humala crece a 30% o más, pues Sinesio acertó: la campaña demostró que representaba el cambio que demandan los descontentos […] hay también sitio para el empate. De pronto un apoyo masivo al cambio radical es exagerado, pero sí mayor al 14% actual de Humala. Si su voto es de 20-30% creo que habría que declarar tablas entre mis amigos”.
Como sabemos, Humala obtuvo en primera vuelta el 27.8% de los votos emitidos, el 31.7% de los votos válidos, en el límite entre el empate y el triunfo de López, según el criterio de Dargent. Pero al resultar ganador en la primera vuelta, escenario difícilmente previsible a mediados de febrero, parecía claro que López había sido capaz de ver tempranamente lo que no era evidente, superando las previsiones de Meléndez (y de muchos otros, incluyéndome). El descontento habría demostrado ser mucho más importante de lo que muchos suponían a inicios de febrero; Ollanta Humala finalmente habría sabido sintonizar con ese sentimiento, por lo que terminó ganando las elecciones, tanto en primera como en segunda vuelta, gracias a una campaña que superó la “disonancia cognitiva” de los electores. Así, el 19 de abril, en una conferencia en la Universidad Católica, Meléndez reconoció el triunfo de López en esta controversia. En el mismo sentido, Alberto Vergara, desde la revista Poder (“El sopapo electoral”, abril de 2011), interpretó los resultados del 10 de abril como
[…] la radiografía de un régimen político y económico cuya legitimidad ha sido carcomida por todos lados. Este régimen político y económico que combina democracia y economía de mercado lo apoyamos solo una minoría y ha sido puesto de rodillas […] lo sucedido no es un detalle de coyuntura, es el rechazo por parte de la mayoría a esto que apoyamos una minoría; es el rechazo masivo, reeditado y radicalizado, de la elección del 2006 a la “democracia de mercado” […] dos gobiernos democráticos [García, 2006-2011 y Toledo, 2001-2006] han fracasado rotundamente en la vital tarea de legitimar a la democracia y a la economía abierta.
Uno podría seguir con esta línea de interpretación de los resultados de la segunda vuelta. Así como en la primera vuelta del 10 de abril se registró una alta correlación entre los porcentajes de votación por Humala con los de su votación de 2006 en las provincias del país, la votación del 5 de junio registra una correlación de 0.806 con la segunda vuelta de 2006.

En otras palabras, los problemas de “disonancia cognitiva” no se resolvieron con una campaña que apostara a sintonizar con un supuesto ánimo radical, sino más bien con un ánimo moderado en el electorado.

Sin embargo, en el número anterior de Argumentosplanteaba, junto con Rodrigo Barrenechea y Sofía Vera,  1 que me parecía equivocada la explicación que veía los resultados electorales como consecuencia de un gran nivel de descontento que se habría mantenido o habría crecido desde 2006, y llamábamos la atención sobre la importancia del desarrollo de la campaña y de elementos contingentes, que hacían que los desenlaces fueran abiertos e imprevisibles. Además, decíamos que la clave del triunfo del Humala en primera vuelta estuvo en la moderación, no en el radicalismo de su discurso político. Recordemos las controversias y críticas que se dieron a su plan de gobierno, y la presentación de un “Compromiso de Ollanta Humala con el pueblo peruano” el 28 de marzo, en el que dice que el crecimiento logrado por nuestra economía “a ritmos pocas veces alcanzados en nuestra historia reciente […] es positivo, genera riqueza y establece una base nueva para comenzar a resolver de una vez los graves problemas y los grandes desafíos que tenemos los peruanos”. Se plantea también que la demanda de inclusión social hace que “nuestro gran desafío es realizar esta gran transformación de manera gradual y persistente para que no se acompañe de presiones desestabilizadoras de nuestros equilibrios presupuestarios y macroeconómicos”. En otras palabras, los problemas de “disonancia cognitiva” no se resolvieron con una campaña que apostara a sintonizar con un supuesto ánimo radical, sino más bien con un ánimo moderado en el electorado.
De hecho, una encuesta nacional de la Pontificia Universidad Católica de mayo de 2011 registraba que un 26% prefería “cambiar de manera radical la política económica”, mientras que un 43% optaba por “realizar reformas parciales”, con un 22% que se inclinaba por “mantener la orientación del actual gobierno”. De otro lado, si uno compara la correlación entre los porcentajes de votación por Humala en la segunda vuelta de 2006 y 2011 con diversos indicadores socioeconómicos, encuentra que la fortaleza de la asociación de la votación de Humala con los niveles de pobreza y ruralidad descienden claramente, lo que sugiere que su perfil es más “nacional” y menos “clasista” por así decirlo.
Cuadro 1. Correlación entre variables socioeconómicas y
votación por Ollanta Humala en segunda vuelta, 2006 y 2011
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La dinámica de la segunda vuelta acentuó aún más la apuesta por el centro político, como se evidenció en la Hoja de Ruta (“Lineamientos centrales de política económica y social para un gobierno de concertación nacional”), del 13 de mayo, en la que se señala que “se busca mantener el crecimiento económico, con estabilidad macroeconómica, incorporándole la inclusión social y efectuando una mejor distribución de la riqueza”. Para esto, se propone el
[…] mantenimiento del régimen actual de política monetaria basada en metas de inflación y respeto a la independencia y autonomía del BCRP [y la] implementación de una política fiscal responsable y efectivamente contracíclica, que asegure el financiamiento de las políticas sociales con la respectiva recaudación tributaria.
Y esta tributación, por ejemplo en la minería,
[…] será competitiva sin desalentar la inversión, haciendo que la carga fiscal total aumente cuando la rentabilidad se incrementa y disminuya cuando la rentabilidad decrece, asegurando gravar a la sobreganancia minera teniendo en cuenta la competencia internacional.
Está también el “Compromiso de Ollanta Humala en defensa de la democracia y contra la dictadura” del 19 de mayo, en donde el candidato estableció, “bajo la solemne gravedad del juramento, teniendo al pueblo entero del Perú como testigo”, lo siguiente:
1. Proclamo que no me quedaré ni un minuto más de los 5 años, que dura el período presidencial. Asumo el compromiso de no hacer ni intentar ningún cambio constitucional que permita la reelección.
2. Manifiesto que respetaré la independencia y los fueros de los otros poderes del Estado.
3. Me comprometo a que la libertad de expresión será respetada, protegida y estimulada. Que la libertad de prensa no solo será respetada y valorada sino será decididamente defendida.
De hecho, en una entrevista dada en su condición de presidente electo, Humala señaló que “su batalla más difícil” en la campaña fue
[…] generar confianza en mi partido, en la militancia. A pesar de que las encuestas nos ponían en 8% y de que un sector dentro del partido señalaba que nos estábamos saliendo del mensaje del 2006, que nos estábamos pegando al centro, yo seguí. Teníamos un sector que planteaba radicalizar el discurso, pero nosotros mantuvimos el timón firme en la tormenta. El resultado de la primera vuelta fue un voto de confianza del pueblo. (El Comercio, 12 de junio, entrevista de Milagros Leiva)

Humala intentará […]ajustarse a las preferencias de un electorado que en un 32% votó por él para que gane en primera vuelta, en un 19% que votó por que no gane Keiko Fujimori y del 49% que no quiso que él ganara.

Con todo, la segunda vuelta fue muy disputada, y al final Humala obtuvo el 51.4% de los votos válidos, frente al 48.6% de Keiko Fujimori. A la postre, el triunfo de Humala en segunda vuelta puede atribuirse a que en esta la confrontación estuvo centrada en un rechazo al autoritarismo fujimorista, lo que permitió sumar adhesiones como las de Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo, decisivas para el triunfo. Nuevamente, el apelar al descontento con el modelo económico no parece ser la mejor clave de interpretación de lo ocurrido.
Si las cosas fueron así, entonces no deberíamos sorprendernos por el rumbo que parece perfilarse en cuanto a la orientación política del próximo gobierno, una vez conocidas las propuestas de mantener al ortodoxo Julio Velarde como director del Banco Central de Reserva o de designar a Luis Miguel Castilla como ministro de Economía y Finanzas, ex viceministro de Hacienda del ministro Benavides, del gobierno de Alan García. Humala intentará, por lo menos en la primera etapa de su gobierno, combinar la continuidad macroeconómica con el mayor gasto social y expresar la importancia de la bancada de Perú Posible para lograr construir mayoría en el Congreso, 2, así como ajustarse a las preferencias de un electorado que en un 32% votó por él para que gane en primera vuelta, en un 19% que votó por que no gane Keiko Fujimori y del 49% que no quiso que él ganara. Esta será en realidad “su batalla más difícil”.

* Politólogo, investigador del IEP.

Referencias bibliográficas
PNUD (2007) Informe de Desarrollo Humano: hacia una descentralización con ciudadanía. Lima, PNUD.

  1. Tanaka, Martín, Rodrigo Barrenechea y Sofía Vera. “Cambios y continuidades en las elecciones presidenciales de 2011”. En Argumentos, año 5, n.° 2, mayo 2011.
  2. Recordemos que la bancada de Gana Perú eligió a 47 congresistas y Perú Posible a 21, con lo que juntos podrían armar mayoría. Fuerza 2011 eligió a 37, Alianza para el Gran Cambio a 12, Solidaridad Nacional a 9 y el APRA a 4 congresistas.