En estos días mucho se comenta en el Perú acerca del denominado Movadef (Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales) y de sus conexiones con un amplio grupo de organizaciones y movimientos sociales. Prácticamente cualquier evento con cierta dosis de violencia o estridencia es asociado con dicha agrupación política. A fuerza de enunciar la necesidad de poner fin al conflicto armado de los años ochenta en el Perú, denunciar la “injusta” prisión de su líder máximo, Abimael Guzmán, y sostener que la violencia desatada en el Perú de fines del siglo pasado era no solo necesaria sino justa, sus miembros se han ganado fama de radicales y violentistas.

En la opinión pública peruana existe desde luego preocupación en torno a su crecimiento como movimiento capaz de volver a desarrollar acciones violentistas y usar la democracia para “volver al pasado”. Dada la experiencia vivida respecto de un Sendero Luminoso que logró, durante los años ochenta, constituir una base social compuesta principalmente por jóvenes, diferentes sectores, desde la derecha tradicional hasta la izquierda más comprometida con el cambio, expresan su temor a que nuevamente los jóvenes sean captados por el Movadef o, lo que sería peor, se acerquen, identifiquen y terminen apoyando su radicalismo político.
Paralelamente a las advertencias que hacen los actores políticos, algunos especialistas en el tema se refieren al efecto catastrófico que tendría para la democracia peruana, todavía débil y poco institucionalizada, un Movadef infiltrado en diferentes espacios como los educativos. La línea de continuidad que estos establecen entre lo desencadenado por el senderismo y lo que eventualmente puede hacer el Movadef a partir de ganar “la batalla de los corazones y las mentes” es un asunto no solamente delicado, sino complejo si se toma en cuenta en los estudios sobre el Movadef las características, aspiraciones y demandas de una juventud potencialmente participante en el proyecto político de esta agrupación.
¿Cómo entender la participación o el desinterés de los jóvenes respecto al Movadef? ¿Cuán proclive a la violencia política es hoy la juventud peruana? Intentar una respuesta nos lleva necesariamente a rescatar el concepto de “generación” para analizar a este movimiento. Brevemente podemos referirnos a la generación como un grupo social con una mentalidad particular de duración temporal, y cuyos miembros viven en un mismo periodo de tiempo. Esta definición nos ayuda a establecer, por tanto, si entre quienes vivieron como jóvenes las décadas de los setenta y ochenta y los de hoy existe una relación de continuidad como generación. ¿Qué hay de común entre los jóvenes universitarios radicales de esos años y quienes apoyan hoy a los radicales seguidores del Movadef?
El modo de generación
Referirnos al modo 1  de generación implica tomar en cuenta la manera como se socializaron, escolarizaron y profesionalizaron los jóvenes durante los años setenta y ochenta en nuestro país y que se han producido cambios hoy en día.
En los años setenta y ochenta, la socialización era mucho más familiar y al mismo tiempo más comunitaria. Lo grupal era el modo común de aprendizaje de prácticas sociales y representaciones de la realidad circundante. Podemos decir que la socialización era directa y “presencial”. Las distintas manifestaciones de la actividad política, como huelgas, marchas, mítines o movilizaciones, eran parte de la vida cotidiana para muchos sectores urbanos y rurales del país. Los jóvenes de hoy acceden en su mayor parte a información indirecta vía la televisión y las redes sociales. Además, estas manifestaciones han ido disminuyendo cuando no transformando su contenido: nos basta comparar los movimientos contra la contaminación ambiental o aquella asonada delincuencial como la de La Parada en Lima. En ciudades como Ayacucho, estas manifestaciones son menos frecuentes de lo que parece, y casi siempre la población limita su participación por el temor a revivir los viejos tiempos de los paros armados y la represión.
Unido a esto observamos un creciente individualismo inclusive entre los sectores que, se supone, todavía idílicamente, son depositarios de la tradición colectivista: las comunidades campesinas. Los jóvenes de estas comunidades se alejan cada día más no solo físicamente de ellas, sino que abandonan rápidamente las prácticas colectivas en búsqueda de actividades concebidas como individuales en esencia. Una prédica colectivista difícilmente puede convencerlos actualmente o terminar siendo de acatamiento masivo como lo fue aquella empleada por Sendero Luminoso y, no lo olvidemos, por otros grupos políticos afines. La pregunta es obvia: ¿qué espacios de socialización colectiva permanecen y pueden ser utilizados por quienes no han abandonado la idea de la colectivización forzada o voluntaria?
Esto nos conduce a señalar un segundo aspecto del modo de generación: la escolarización de quienes se educaron en los sesenta y setenta y la actual. Aquí cabe hacer una precisión. La escolarización o el modo de educarse en el Perú está en relación directa con el espacio social: los jóvenes de los sectores más pudientes se forman en centros educativos particulares en condiciones distintas a aquellos que estudian en instituciones educativas públicas. En muchas de estas últimas, sobre todo aquellas espacialmente distantes de una presencia más intensa y sectorialmente más amplia del Estado central, el tipo de escolarización no ha cambiado mucho. Conocida es la posición de rechazo de los maestros al método constructivista porque rompe con el esquema memorístico, autoritario y dependiente que tantos éxitos dio en el pasado para difundir la prédica radical en la educación peruana. Podríamos afirmar que allí donde la educación mantiene estilos y métodos anteriores, el proceso de continuidad generacional puede mantenerse temporalmente. El profesor de aula “pensamiento guía y depositario de conocimiento” tiene que competir cada vez más con fuentes alternativas e inclusive interactivas de información, y son pocos son los lugares del interior del país que todavía no acceden a estas nuevas tecnologías.

Es probable, por otro lado, que no sean pocos aquellos que buscan ligarse a este movimiento como parte del aprendizaje para desempeñarse más adelante como operadores políticos antes que por convicciones ideológicas.

Pero la escolarización por si sola no determina elmodo de generación. Existe asimismo un tercer elemento que debe ser tomado en cuenta: la profesionalización y el acceso a un mercado laboral. Mencionemos en primer lugar la manera en que los jóvenes de hoy en día desarrollan sus preferencias por determinadas carreras profesionales, y que no corresponden a aquellas tan en boga hace más de cuarenta años. Tampoco la orientación de las universidades parece ser la misma de esos años. La formación universitaria basada en la transformación y compromiso social de otrora ha cedido el paso a la universidad como la institución que ayuda al acceso exitoso de sus estudiantes a un exigente mercado laboral. En una universidad como la San Cristóbal de Huamanga, la Escuela Profesional de Educación ha perdido tres cuartas partes del número de postulantes con respecto al año 1986, mientras que la Escuela de Administración de Empresas (con fuerte énfasis en postulados “neoliberales”) ha visto quintuplicada su demanda por acceder a una vacante en el mismo periodo de tiempo. Difícilmente una agrupación política como el Movadef, que mantiene en su ideario y práctica cotidiana la renuncia a cualquier interés personal en aras de la defensa del partido y su jefatura histórica, puede concitar el interés masivo de los jóvenes universitarios. Es probable, por otro lado, que no sean pocos aquellos que buscan ligarse a este movimiento como parte del aprendizaje para desempeñarse más adelante como operadores políticos antes que por convicciones ideológicas. Esto se observa en no pocos dirigentes estudiantiles que devienen en promotores o intermediarios en movimientos o agrupaciones políticas locales y regionales que muchas veces nada tienen que ver con posiciones radicales.
Igualmente, el acceso al mercado laboral se ha transformado aceleradamente en los últimos años, y las ocupaciones más demandadas y aquellas de las que se reclutan los funcionarios públicos tienen que ver más con profesiones liberales y técnicas. La proletarización ha disminuido, más bien han crecido los sectores de servicios y es evidente el desarrollo de los sectores medios o, para decirlo en términos de otra época, la pequeña burguesía. A esta tendencia se añade otra relacionada al estatus profesional. Este último hacía que alcanzarlo implicara adquirir derechos laborales permanentes. Frente a esto, la meritocracia, a través de la permanente capacitación para alcanzar nuevos grados académicos, se expande cada vez más entre la actividad privada y pública. Esto nos permite entender por qué el Movadef tiene presencia en gremios docentes como el Conare, donde la meritocracia es resistida con más fuerza. Resulta además comprensible la participación de los maestros en este gremio no necesariamente por identificación con los postulados del Movadef, sino por razones más prácticas: la dificultad de acceder, en lugares alejados como Ayacucho o Huancavelica, a estudios de posgrado, que demandan además gastos que no pueden ser cubiertos con sus magros ingresos.
A nivel de universidades, sobre todo públicas, el estatus de catedrático aún permanece y genera cada vez más tensiones con docentes jóvenes formados en posgrados. Podríamos decir que los profesores más proclives al radicalismo son quienes más se resisten a realizar estudios de posgrado en centros académicos de prestigio, lugares donde sus ideas difícilmente pueden concitar la atención que podían conseguir frente a sus alumnos en otros tiempos.
Hemos mostrado hasta aquí, aunque muy resumidamente, la manera como una generación social es sucedida por otra a partir de los cambios o transformaciones en el modo de generación. También existe otro factor a tomarse en cuenta para entender la génesis de las generaciones.
El efecto de generación
Si el proceso histórico se halla en la base del modo de generación, determinados eventos históricos afectan la génesis de una nueva generación. En el Perú, en los últimos treinta años, no hemos tenido un evento similar al del conflicto armado interno que haya impactado tanto en el imaginario y la memoria de los peruanos. En torno este acontecimiento se discute si es conocido o ignorado por los jóvenes que no vivieron la violencia de esos años. Para muchos de los que abordan el tema de la violencia, memoria y olvido constituirían los dos campos de una línea demarcatoria para distinguir a los jóvenes de los años ochenta de aquellos de estos primeros años del siglo XXI.
Sin embargo, planteamientos de este tipo no hacen sino simplificar un proceso más complejo de relaciones entre grupos distintos: los jóvenes de ayer y los de ahora. Para empezar, no es que quienes no tuvieron la experiencia de la violencia de manera directa ignoren lo que sucedió. Los mecanismos de transmisión de memoria e información sobre el evento han sido varios. Más que los lugares de memoria, ha sido y es importante tomar en cuenta los espacios de transmisión de memoria y aprendizaje del evento. Así, un lugar importante constituye el propio espacio doméstico de socialización de las experiencias en torno a la violencia. Aquí es preciso mencionar el concepto de “generación familiar” 2 como la sucesión filial, pero que al mismo tiempo tiene, a nuestro modo de ver, importancia en la transmisión de la memoria intergeneracional. Así como familias de senderistas pueden transmitir una determinada memoria a su sucesión, también lo hacen las familias de quienes fueron sus víctimas o adversarios. 3
Los espacios de transmisión de memoria también son importantes para las relaciones entre generaciones sociales. Escuelas y universidades constituyen buena parte de estos espacios, pero la transmisión no es mecánica. El modo y el efecto de generación, además del propio espacio social, se constituyen en mediadores de este proceso. Aquí cabe preguntarse sobre las diferencias entre escuelas y universidades públicas respecto de aquellas instituciones privadas. ¿De qué modo el espacio social influye en la transmisión de memoria entre generaciones?

El problema radica en las generalizaciones simplistas basadas en consideraciones tales como que las universidades y colegios nacionales son espacios de transmisión de memoria senderista.

Obviamente, no se trata de una transmisión automática de la memoria de una generación presencial a una sucedánea. El problema radica en las generalizaciones simplistas basadas en consideraciones tales como que las universidades y colegios nacionales son espacios de transmisión de memoria senderista. La situación es mucho más compleja y tiene que ver al mismo tiempo con el modode generación. La precariedad de la educación, la incapacidad de quienes gestionan estos espacios educativos para satisfacer demandas de profesionalización que permitan el acceso a un mercado laboral cada vez más exigente intervienen, y mucho, en la transmisión de la memoria. No es persiguiendo a los supuestos agentes pertenecientes a la generación presencial como se resolverá el problema. Tampoco apelar al combate ideológico (como si se tratara de enfrentar el problema de la memoria con la violencia ideológica) ayuda a superarlo. Además, la precariedad no conduce directamente a los jóvenes a participar en el Movadef. Si el efecto de generación puede marcar las trayectorias individuales, es probable que algunos jóvenes, independientemente de su posición en el espacio social, terminen seducidos por la prédica de quienes han elaborado un discurso antisistema. Asimilar una memoria violentista puede ser atractivo para quienes quieren reafirmar su condición de diferentes en el espacio social. En todo caso, no se trata de actitudes que alcanzan a todos los jóvenes de hoy o que, como se busca mostrar, tengan un carácter masivo. Podemos acotar asimismo que los jóvenes se radicalizan a partir de la transmisión individual y no colectiva de la memoria mediante las redes sociales. Aunque este proceso no está suficientemente estudiado en el caso del Movadef.
Pensar que los jóvenes de hoy pueden representarse el mundo y actuar en consecuencia como los de hace cuarenta años es difícil de sostener respecto a los apoyos o rechazos a grupos como el Movadef. Como hemos mostrado anteriormente, si tomamos en cuenta aspecto tales como el modo y efecto de generación, así como otros referidos a los cambios en la manera de pensar y actuar, y a los paradigmas políticos y tecnológicos, en suma, un mundo cambiado respecto a los años de la violencia, es posible sostener que nos hallamos frente a una nueva generación, que posee un modo distinto de pensar a Sendero Luminoso y de acercarse o rechazar a sus seguidores del Movadef. Esta generación puede ser denominada con el prefijo común de post y completada con los calificativos de clasista, política o violentista. Lo que sostenemos es que difícilmente será como la precedente, a pesar de que las memorias transmitidas desde estos últimos puedan guardar los mismos contenidos. Por tanto, si bien la reproducción del conjunto social se hace a través de la sucesión de generaciones, los proyectos políticos o las propuestas de transformación social no poseen el mismo carácter sucesorio. Son finalmente enunciados sociales que no necesariamente serán tomados en cuenta por una nueva generación.
Radicalismo y generación
Difícilmente el radicalismo político de una generación presencial puede subsistir a través de la siguiente sin ser replanteado y adaptado a las nuevas demandas generacionales. Frente a este problema, el radicalismo puede recurrir a la alternativa del aggiornamiento (real o figurado) o a incorporar determinadas demandas de la nueva generación.
En el caso del Movadef, la lealtad al pensamiento de su líder, Abimael Guzmán, le crea muchas dificultades para intentar un aggiornamiento incluso ficticio. Mantener, por ejemplo, ideas radicales con respecto a la colectivización de la economía o proclamar postulados autárquicos en un Perú que se globaliza rápidamente no genera muchas simpatías en una juventud ávida por incorporarse al mercado no solo laboral, sino de consumo. Si comparamos este radicalismo con el de algunos movimientos religiosos, encontramos que estos últimos no tienen que hacer frente a esta dificultad, pues no luchan contra el mercado, sino contra sus imperfecciones morales.
Frente a esto, radicalismos como el del Movadef apuestan a la personalización de ideas y postulados. La presencia física y en libertad de su pensamiento guía puede ayudar a mantenerlos o justificar su sustitución por otros. De allí la necesidad de lograr la libertad de Abimael Guzmán o, en todo caso, establecer una sucesión reconocida y legitimada de otro líder carismático. Osmán Morote es una posibilidad, pero ¿cuán atractiva puede ser su imagen para los jóvenes de hoy como lo es para sus viejos conocidos ayacuchanos?
Una reflexión final
Ante la paranoia social desatada en el Perú respecto al peligro que representa el Movadef y su capacidad para convencer a los jóvenes sobre la violencia y el proyecto político que pretende imponer, es necesario considerar que ha surgido una nueva generación como producto de los cambios tanto en el modo así como en el efecto de generación. Los jóvenes de hoy no son los de ayer, tampoco reaccionan del mismo modo, y menos aún están dispuestos a actuar homogéneamente. El espacio social de hoy ha cambiado, los intereses son mucho más diversos y, por tanto, difícilmente están dispuestos a aceptar proyectos políticos homogeneizantes o masificadores. En un contexto de este tipo, podemos decir, parafraseando el título de uno de los libros de Carlos Iván Degregori, “¡qué difícil es ser radical!” respecto de esta nueva generación.

* Profesor de la Universidad Nacional de Huamanga
Referencias bibliográficas
Mauger, Gérard (2009). “Génération et rapport des générations”. En Anne Queniart y Roch Hurtubise (eds.), L’intergénérationel, regards pluridisciplinaires. París: Presses de l’Ecole des Hautes Études en Santé Publique, pp. 17-36.
Gamarra Carrillo, Jefrey (2010). Generación, memoria y exclusión: la construcción de representaciones sobre los estudiantes de la Universidad de Huamanga (Ayacucho): 1959-2006.Ayacucho: Proyecto Hatun Ñan Unsch/Vicerrectorado Académico.

  1. Utilizo este concepto a partir del trabajo de Gérard Mauger sobre lo intergeneracional. Ver al respecto Mauger 2009: 17-36.
  2.  Ver Mauger 2009: 19.
  3.  Para el tema de generación y memoria, ver Gamarra Carrillo: 2010.