Al llegar a Lima, hace unos meses, para llevar a cabo una investigación sobre los imaginarios urbanos y la construcción de sentidos de pertenencia a la urbe, no tenía un interés específico en analizar el comercio popular de la ciudad, aunque ese interés no sería para nada injustificado, dado que mi tesis de maestría trata de esta temática.  1 Tal vez precisamente por eso mis ojos estuviesen siempre atentos y abiertos, impresionados con la pujanza de esa modalidad de comercio en la capital peruana.

En estas breves notas, no trataremos de considerar el comercio popular en Lima desde una perspectiva económica ni normativa. No deambularemos por los debates acerca de la marginalidad, ilegalidad o informalidad del comercio popular; no lo consideraremos el reflejo de una modernización truncada, ni como la causa y/o expresión de los males  urbanos –“la imagen de una ciudad en pleno deterioro” 2 –, ni tampoco como un emprendedorismo revolucionario hacia una economía de mercado democrática.  3 Trataremos más bien de desarrollar una mirada que parte de la consideración (histórica, sociológica y antropológica) de las relaciones intrínsecas entre el comercio y el fenómeno urbano, y de las modalidades de comercio popular en las cuales la negociación –en oposición al puro negocio– aún puede tener “lugar” (Filgueiras 2006). Negociación que, entendida en su sentido amplio, no se restringe al simple acto de comerciar, incluyendo, en su tesitura, la negociación entre modos de vida y usos del espacio urbano (y sus distintas temporalidades), muchas veces negociándose el propio derecho de existir en la ciudad.

Presentaremos aquí tres expresiones del vasto y diverso universo del comercio popular en Lima: los mercados, las ferias de artesanía –con énfasis particular en la “Feria de los Deseos”–, y los vendedores ambulantes en el transporte público. Desde una perspectiva que valoriza los hilos históricos entre el comercio y la ciudad, las consideraremos como expresiones –comerciales, culturales y sociales– de trayectorias que reflejan tanto las continuidades como los cambios que marcan la Lima contemporánea.

Los mercados populares

Los mercados populares son una de las más antiguas instituciones urbanas, surgidos de la necesidad de abastecimiento regular, sobre todo de alimentos, para la creciente población de las ciudades. Sin embargo, siempre tuvieron una amplia gama de mercancías y actividades y, en general, se mezclaban la compra y la venta de alimentos, así como de una variedad de otros artículos, con actividades culturales, políticas, religiosas o deportivas. 4 Vale recordar que estos mercados están, en la historia y en la filosofía, en el origen de la idea de espacio público –actualmente tan en boga en los esfuerzos de democratización del espacio urbano–, asociado al ágora griega que, en su esencia, era un lugar de mercado. Desde las últimas décadas del siglo XIX, con la “invasión” de la ideología higienista en el tratamiento de la ciudad, los mercados fueron el blanco de una intervención sistemática, tanto en su espacio como en su funcionamiento y, a partir de mediados del siglo XX, aparece la competencia de los recién surgidos establecimientos modernos de venta minorista de alimentos: los supermercados (Vargas 2001).

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Imagen 1: Entrada del Mercado Modelo de San Miguel

Esos procesos hicieron que en algunas partes los mercados paulatinamente desaparecieran por completo, como por ejemplo, en las principales ciudades brasileñas. En las grandes ciudades de Brasil donde todavía existen, son mantenidos como vestigios de otros tiempos (y de otra ciudad), sufren intensos procesos de transformación y son disputados por y/o integrados a proyectos de conservación del patrimonio histórico-cultural y de incentivo al turismo (Filgueiras 2006). Son reliquias. 5

En Lima, […] los mercados populares están por todas partes. En la gran mayoría de los distritos que conforman Lima Metropolitana, es posible encontrar por lo menos uno de esos mercados cumpliendo una importante función en el abastecimiento de su distrito.

En Lima, por lo contrario, los mercados populares están por todas partes. En la gran mayoría de los distritos que conforman Lima Metropolitana, es posible encontrar por lo menos uno de esos mercados cumpliendo una importante función en el abastecimiento de su distrito. Por sus angostos pasillos, uno encuentra de todo: frutas y verduras frescas, carnes de toda especie, granos, enlatados, productos de limpieza, artículos para la casa, artículos religiosos (y rituales), discos compactos y los DVD piratas, costureras, zapateros, peluquerías, ropas y accesorios, tiendas de regalos, golosinas, almuerzos por un buen precio. No solo se mantuvieron a lo largo de los años, sino que también exhiben una increíble vitalidad y conservan características bastante tradicionales de este tipo de comercio, aunque las señales de los tiempos presentes estén visibles en muchas de las mercancías ahora ofertadas, vitalidad que, creemos, está posiblemente asociada no solo a la aún débil presencia (y alcance) de los supermercados en la mayoría de los distritos de Lima, sino también a la larga tradición comercial de las culturas andinas y su fuerte presencia en la ciudad.

Sin embargo, no faltan aquellos proclives a denunciar la caducidad y suciedad de los mercados, lanzándose en la campaña modernizadora en favor de su sustitución por establecimientos más modernos. 6 Los consumidores limeños anhelan “modernidad” –demanda soluble, inversión rentable– y desconfían de la calidad y del frescor de los productos del mercado, cuya única ventaja comparativa sería la de su ubicación (Arellano y  Burgos 2004). Los marcados no serían, por tanto, más que la evidencia cabal de que el comercio minorista en la ciudad necesita (de la inversión privada para) modernizarse.

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Imagen 2: Por los pasillos del mercado de Magdalena

A pesar de la fuerte tendencia (y demanda) modernizadora, todo indica que, en un futuro predecible, los mercados populares seguirán siendo una fuerte marca del comercio en la ciudad. Pese a la innegable precariedad de muchos de ellos, deberían ser incentivadas mejorías técnicas y sanitarias a fin de brindar un servicio de calidad, pero conservando sus características fundamentales, y no adoptar acríticamente el pensamiento que asocia el comercio “moderno” a un único tipo de arquitectura y práctica comercial. En Lima, los mercados no son reliquias, son parte del paisaje y del cotidiano, pieza fundamental en el abastecimiento de gran parte de su población, retrato de la ciudad misma, vista desde sus prácticas comerciales.

La Feria de los Deseos: “compren sus deseos hechos en miniatura”

Las ferias son probablemente la expresión comercial más remota asociada a la formación y crecimiento de los centros urbanos. Nacidas de la necesidad de intercambio, eran el punto de encuentro entre flujos de personas y sus excedentes de producción y, por lo tanto, lugares de encuentro y de intercambio entre saberes y prácticas de distintas tradiciones culturales; puntos de articulación territorial entre regiones y centros poblacionales (Filgueiras 2006). Con el pasar de los siglos y el crecimiento de las ciudades, las ferias van dando espacio a los mercados en la función primordial de abastecimiento, dada la creciente necesidad de regularidad. Sin embargo, esta milenaria tradición comercial nunca desapareció; por el contrario, sigue siendo una marcada expresión cultural y comercial en las más distintas sociedades, incluida la peruana, adquiriendo nuevas funciones y características. 7

Una de sus expresiones modernas, bastante común en Lima, es la realización –algunas veces en carácter permanente– de ferias de artesanía que ocurren por toda la ciudad.

Una de sus expresiones modernas, bastante común en Lima, es la realización –algunas veces en carácter permanente– de ferias de artesanía que ocurren por toda la ciudad.

En el Campo de Marte, ubicado en el distrito de Jesús María, se encuentra una de esas ferias que, en general, funciona bajo el nombre de “Feria Nacional de Artesanías”. A lo largo de su extensión, se encuentran tiendas de chompas, tejidos y artículos típicos ( los más diversos), panes de la sierra, ollas de barro, hierbas y chicha de jora, quesos y miel, y todo un sector de comidas típicas; así como tiendas menos “artesanales” que ofrecen discos compactos y los DVD piratas, ropas y carteras de moda, masajes relajantes, entre otros productos y servicios. Contrario a lo que puede suponerse, la mayoría de la gente que pasa por ahí no son turistas extranjeros. Más bien, quienes frecuentan la feria son aquellos que pasean por el parque o por las inmediaciones del centro, por lo general, habitantes de la ciudad.

La Feria de los Deseos se realizó en el local del Campo de Marte entre los días 20 de diciembre de 2008 y el 11 de enero de 2009. En la entrada, un enorme sapo de la fortuna, una estatua de Ekekos y una pileta de los deseos (en la cual se veía una pequeña imagen de Ekekos al lado del Niño Jesús) recibían a los visitantes –cada cual con las debidas explicaciones acerca de su origen y función a un lado– y la gente depositaba sus pedidos en aquel de su preferencia. En la primera parte de la feria se encontraban tiendas que  vendían, en abundancia, todos los deseos hechos en miniatura: montones de billetes (a gusto del cliente, en soles, dólares o euros), casas, carros, buses, pasaportes y maletas de viaje, títulos profesionales, sacos y ollas llenas de granos, alimentos y oro, amuletos de toda suerte, todas las entidades mágico-religiosas posibles en infinidad de  colores y tamaños, como budas, Ekekos, Vírgenes de Copacabana, bueyes (2009 es el año del buey según la tradición china), crucifijos, sapos, santos al gusto y devoción del comprador. Parte del proceso de compra es bendecir todos esos objetos, lo que es hecho por el vendedor mismo con oraciones e incienso. Pasando esta primera parte de la feria, se extendían las tiendas de curanderos que ofertaban las más diversas modalidades de intervención: leer la suerte en hojas de coca, en cartas o en plomo, hacer pagos a la pachamama, diagnosticar o curar enfermedades del cuerpo y del alma, atraer fortuna, garantizar el negocio, encontrar (y retener) un amor. Todos los días que pasé por la feria, antes y después del año nuevo, en todas las tiendas había largas colas para las consultas, tardando a veces más de una hora la espera. La feria siempre estaba llena de gente, de todas las edades, tamaños y procedencias, todos ávidos por garantizarse un año de prosperidad, salud, amor, alegría…

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Imagen 3: Bendiciones en la Feria de los Deseos

Muchos de los comerciantes y de los curanderos de la Feria de los Deseos, así como gran parte de la iconografía en venta, revelaban su origen boliviano o, más genéricamente, altiplánico. Esto denota, por un lado, el continuo intercambio cultural y, por otro, la manifestación de raíces histórico-culturales comunes, previas a la demarcación de las fronteras nacionales y quizás aún indiferente a ellas. La manufactura artesanal de miniaturas con fines rituales relacionados a abundancia y prosperidad, así como la realización de la Feria de Alasitas, tendría orígenes precolombinos y habría encontrado sus primeras expresiones urbanas con la fundación de La Paz. 8 Actualmente, es realizada (con variaciones locales) por toda Bolivia e incluso en otros países –de lo cual la Feria de los Deseos es clara evidencia–, aunque sigue en La Paz su expresión de mayor importancia y magnitud (Cáceres 2002). Es la tradición religiosa, cultural y comercial andina que ha sufrido inmensas transformaciones a través de los tiempos pero que, con renovada fuerza, encuentra lugar en uno de los distritos más tradicionales de la metrópoli limeña.

Ofertas en tránsito

El  universo  de  lo que  es por conveniencia  llamado “comercio ambulante” abarca un sinnúmero de expresiones, desde los vendedores callejeros que dejan su marca en el cotidiano de la urbe desde los tiempos de la Colonia, hasta los comerciantes que ya no deambulan más y se encuentran ubicados en puntos fijos de la ciudad (De Soto 2005). Pero quizás, en nuestros días, la idea misma de un comercio ambulante llegue a su punto máximo con los “vendedores” que circulan por los vehículos de transporte público que recorren toda la ciudad de Lima. Quizás también, sea la expresión más frágil –económica y socialmente– de este universo que aquí tratamos como comercio popular. Las comillas en la palabra vendedores se justifican y el sentido de comercio se expande mucho más allá de su acepción común: en los buses encontraremos no solo ofertas de los productos más variados, sino también gente que sube ofertando música o pura y simplemente, sus historias de azar. A diferencia de las otras expresiones de comercio que vimos aquí, esta es quizás la que más depende de la capacidad de comunicación del vendedor. De la habilidad en presentar su historia, de ofrecer su producto o apenas su infortunio, dependerá lograr o no que la gente, absorta en su propio camino, se solidarice o se interese por lo que el vendedor tiene que ofertar.Estrategias discursivas que, muchas veces, pueden tener un carácter más duro y contener elementos de coacción, del tipo “mejor estar aquí vendiéndote, que estar en la calle robándote a ti”. 9

Cepillos para los dientes, acompañados de demostraciones prácticas y una lección de higiene bucal. Producto de calidad, uno por cinco, tres por diez. Por cada uno, un lindo lapicero y protectores para que los cepillos no se llenen del polvo que inunda la ciudad. Esos regalos se los lleva enteramente gratis, no encontrará en ningún lugar oferta mejor que esta. Oportunidad única. Los más diversos productos para estimular la vida escolar de sus hijos o sobrinos: reglas-compás que diseñan círculos perfectos de todos los tamaños y sin los peligros del compás tradicional, libros-CD interactivos sobre historia universal y sobre el cuerpo humano, tablas de aritmética, libros de cultura general. Pequeños libros de cuentos para el desarrollo personal, cuentos que nos enseñan a vivir mejor, siempre con una lección al final. Cada uno por apenas un sol, ¿cuánto cuesta un libro en una tienda especializada? Aquí, por apenas una monedita, ayudará al vendedor y llevará a su casa no solo el estímulo a la lectura, sino también lecciones de vida. Estarán comprando valores, señores, valores que tanto le faltan a nuestra sociedad.

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Los más desafortunados no tienen nada que ofrecer que no sea su propia historia de pobreza y piden una contribución, cualquier monedita que sea, para darle de comer a su familia […]  En los buses se negocian no sólo mercancías de todos los tipos imaginables pero, al fin y al cabo, se negocian la propia supervivencia y el derecho de existir en la ciudad.

Llaveros, lapiceros, golosinas de toda clase. Mercancías siempre acompañadas de historias de lucha, desempleo, enfermedades, falta de oportunidades, dificultades. Cajones, guitarras, flautas, instrumentos improvisados llenan el carro de música por algunas cuadras; el chofer, algunas veces solidario, baja el volumen de su propia radio para que se pueda escuchar mejor. Los más desafortunados no tienen nada que ofrecer que no sea su propia historia de pobreza y piden una contribución, cualquier monedita que sea, para darle de comer a su familia y a sí mismos, para regresar a su terruño después de tantas desilusiones en la capital. Para sobrevivir. En los buses se negocian no sólo mercancías de todos los tipos imaginables pero, al fin y al cabo, se negocian la propia supervivencia y el derecho de existir en la ciudad.

Desempleados, enfermos, jubilados, exreclusos, niños, discapacitados, adictos en recuperación, ex combatientes, estudiantes, hombres en su gran mayoría, cruzan la ciudad incesantemente. Después de presentar algunas canciones de un rock amargado sobre libertad y angustia, el joven –con guitarra en mano, en una de las cuales luce tatuado “LIMA”, una letra en cada dedo– colecta las monedas que el público le regala y se prepara para bajar del carro y seguir su rumbo, ¿sin rumbo?, por los buses de la ciudad. “Gracias a todos por su colaboración. Seguimos, con fuerza y amor”.

Palabras finales

Intentamos en estas pocas páginas dar una mirada al inmenso y diverso campo del comercio popular en la ciudad de Lima. Puede ser que a los que leyeron estas líneas les parezca que les falta objetividad, que se desconoce el proceso de trabajo involucrado en estas expresiones, que se ignora la condición de precariedad en que laboran y (sobre) viven la mayoría de estos comerciantes, incluso que se mezcla bajo el mismo rótulo de “comercio popular” expresiones tan disímiles como los tradicionales vendedores de alimentos y los marginados que venden su miseria por los buses de la ciudad, y que frente a todas estas críticas posibles se transparentaría su excesiva ingenuidad. Por un lado, la no exposición de temáticas asociadas, como la marginalidad, ilegalidad e/o informalidad de estas expresiones y la precariedad de condiciones de vida y trabajo asociada a ellas, sus causas y consecuencias tanto socio-económicas como político-legales, se debe al hecho de que ya existen bastantes análisis dedicadas a esos aspectos y, luego, se encuentra abundante información sobre esos temas en otras fuentes. Por otro lado, no tratamos de discutirlos aquí como expresiones y/o efectos de una modernización truncada o de un déficit de modernidad, no solo por la abundancia de referencias ya existentes que parten de esa premisa, sino principalmente porque no la compartimos.

Buscando escapar de los sentidos y preocupaciones comunes que rondan al universo del comercio popular, la intención aquí es más bien considerarlos como parte inherente de la experiencia urbana en toda su vitalidad, explorando como trasfondo las relaciones vibrantes entre el comercio popular y el fenómeno urbano que se actualizan, sea en la perpetuación de tradiciones comerciales milenarias, sea en la re-creación de otras, sea en la invención de oportunidades “comerciales” en las brechas económicas, socioculturales y espaciales que dan a la ciudad toda su porosidad. Expresiones y prácticas comerciales que son testimonio de permanencias, de cambios y desafíos; espejos de su historia, de su sociedad y su cultura popular.


* Socióloga, Candidata a PhD en Sociología por el Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro – IUPERJ/UCAM.


  1.  Filgueiras, Beatriz Silveira Castro. Do mercado popular ao espaço de vitalidade: o Mercado Central de Belo Horizonte. Tesis de Maestría en Planificación Urbana y Regional. Instituto de Pesquisa e Planejamento Urbano e Regional, Universidade Federal do Rio de Janeiro – IPPUR/UFRJ, 2006.
  2. Chávez O’brien, Eliana; Flor, Ricardo de la. “Nuevo rostro de la vieja urbe: comercio ambulatorio y recuperación del Centro Histórico de Lima”. En: Chávez O’brien, Eliana; Yáñez, Ana María; Luna Victoria, César. Perú: el sector informal frente al reto de la modernización. Lima: OIT, 1998, pp. 121-170.
  3. De Soto, Hernando. El otro Sendero. Lima: El Comercio, 2005.
  4.  Vargas, Heliana Comin. Espaço Terciário: o lugar, a arquitetura e a imagem do comércio. São Paulo: SENAC, 2001.
  5. Hablar de la “desaparición” de los mercados en Brasil hace referencia apenas a las principales metrópolis del país y/o a procesos que ocurrieron con más intensidad en ellas, como la asociación entre el sanitarismo y el urbanismo moderno y la intensa intervención estatal en la remodelación del espacio urbano (especialmente de las zonas centrales), el surgimiento y la competencia de nuevas modalidades de comercio, la privatización del abastecimiento urbano, la acelerada urbanización, entre otros, procesos que no fueron exclusivos de las metrópolis brasileñas y que en gran medida también marcaron la trayectoria de Lima pero que, por razones que merecerían una investigación más detenida, no tuvieron el mismo impacto en la presencia e importancia de los mercados populares en la metrópoli limeña.
  6. Arellano Cueva, Rolando y David Burgos Abugattas,. Ciudad de los Reyes, de los Chávez, de los Quispe… Lima: EPENSA, 2004.
  7. Alimentos, artesanías, comidas y artículos tradicionales, libros, entre tantas otras ofertas, asociadas o no con fiestas y/o otras expresiones culturales, incluso religiosas. Las ferias también están presentes de norte a sur en Brasil, en las más distintas modalidades y asumiendo diversas características regionales.
  8. Cáceres Terceros, Fernando. “Adaptación y cambio cultural en la Feria de Alasitas”. Ponencia presentada en el III Congreso Virtual de Antropología y Arqueología, 2002. Disponible en la página web http://www.naya.org.ar/congreso2002/ponencias/fernando_caceres.htm (acceso el 09 de marzo de 2009). 
  9. Vendedores en el transporte público son también bastante comunes, por ejemplo, en Río de Janeiro.