Autoridades con mayor respaldo popular, con mayor trayectoria y experiencia política y un reducido número de improvisados. Ese es el saldo principal de las últimas elecciones regionales. A varias semanas de terminado el proceso y con los resultados casi al 100% en todas las regiones, algunos sentidos comunes se confirman y algunas sorpresas emergen de las cifras. Como ya se ha repetido hasta el cansancio, los partidos políticos fueron barridos de las regiones. La mayoría de ellos no presentó candidatos, y los que lo hicieron, como el APRA, sufrieron estrepitosas derrotas. Sin embargo, de ello no se deriva que exista mayor dispersión electoral o que, como han sugerido algunos periodistas tras los primeros resultados, las presidencias regionales sean hoy ocupadas por improvisados. Por el contrario, lo cierto parece ser que, después de dos periodos electorales y luego de ocho años del inicio de la regionalización, los liderazgos políticos que aparecen hoy en las regiones tienen mayores niveles de respaldo popular, mayor trayectoria política y en algunos casos mayor experiencia en gestión pública. A continuación, algunos datos y evidencias que ayudan a desterrar un cierto sentido común capitalino, según el cual más allá de la civilizada Lima se extiende la barbarie.
Las primeras fotografías de los resultados electorales arrojaron una imagen que resultaba previsible desde hace algunos meses atrás, cuando la inscripción de candidaturas cerró con un saldo nada favorable para los partidos políticos que se encuentran en posición expectante para las elecciones generales de abril de 2011. Por el contrario, el escenario se mostraba más auspicioso para los movimientos regionales, muchos de los cuales incluso presentaban a sus líderes para una eventual reelección. Efectivamente, una lectura inicial da cuenta del retroceso de los partidos políticos de la arena regional, que por lo demás venía dándose ya desde 2006. En este sentido, algunos señalaron que las últimas elecciones serían un ejemplo más del proceso de fragmentación que atraviesa el país desde hace ya una década, pues la ausencia de partidos políticos traería consigo la desarticulación entre niveles de gobierno y la pulverización del poder en opciones políticas de cada vez más reducido alcance.
Algunos elementos resultan innegablemente ciertos en esta lectura. Los partidos políticos se encuentran probablemente en su punto de mayor debilidad en lo que respecta a su llegada y penetración territorial. Es más, los partidos fueron tan conscientes de esta debilidad que prefirieron no quemar embarcaciones antes de la batalla principal a disputarse en abril del año que viene. Sin embargo, se trató de un retiro voluntario, que buscó eludir el destierro que le tenían preparados los electores a los partidos. Para muestra queda el caso del APRA, que a duras logró conservar la presidencia regional de La Libertad frente al candidato de Alianza para el Progreso, que se ha convertido en su némesis en el norte. En todo caso, en lugar de convertirse en una ocasión para acumular fuerza, estas elecciones se convirtieron en un escenario incómodo para los partidos, en el que participar más activamente hubiera significado desnudar su carácter casi exclusivamente limeño y parlamentario.
Sin embargo, visto en relación con las elecciones de años anteriores, el retroceso de los partidos probablemente resulta lo menos resaltante del último proceso o en todo caso lo más previsible. Lo era menos el proceso de acumulación de fuerza que en muchos departamentos del país han experimentado muchos liderazgos políticos regionales e incluso el relativo ordenamiento de la competencia política que se da en algunas regiones luego de ocho años de iniciado el improvisado proceso de regionalización toledista. Si bien sucede por fuera de los partidos políticos, esta formación de “protoclases políticas” regionales política tiene lugar hoy en muchas regiones del país, en las que el poder político se disputa entre las mismas opciones políticas de elección en elección. El atractivo que tenía la figura del candidato nuevo y sin antecedentes en política no parece haber jugado un papel central en estas elecciones.
Para ver algunos ejemplos de esta tendencia puede observarse el Cuadro 1, en el que se señala el porcentaje de votos válidos obtenidos por los primeros y segundos puestos en las elecciones presidenciales regionales de cada departamento, así como sus antecedentes en las elecciones de 2006 y 2002. Para hacerlo, hemos considerado tanto la continuidad del movimiento regional como la del candidato a la presidencia regional, al margen de eventuales cambios en el movimiento por el cual postuló. Los resultados son bastante interesantes. En general, existe cierta recurrencia en las candidaturas a las regiones. De un total de 50 candidatos entre primeros y segundos lugares de las 25 regiones, 31 ya habían tentado el cargo en 2006 y 13 lo habían hecho también en 2002.
Cuadro 1.Votos válidos obtenidos por el primer y segundo lugar en elecciones regionales 2010 y antecedentes electorales en 2006 y 2002
Fuente: ONPE. Elaboración: IEP
Pero la recurrencia no es el único indicador que apunta a un ordenamiento de la competencia y a la consolidación de algunos liderazgos. De ser así, podría tratarse de actores que se disputan de forma continua porcentajes muy reducidos de votación, ahondando la fragmentación política en el país. Si se observan las votaciones obtenidas por quienes hoy lograron ocupar los primeros lugares en la elección, queda claro que han ido de menos a más, concentrando cada vez porcentajes más importantes de votación en sus regiones y acumulando fuerza en cada proceso electoral. No se trata, en su mayoría, de candidatos con éxito inesperado y mucho menos de outsiders. Las candidaturas que han cosechado éxitos en las últimas elecciones son aquellas que se vienen gestando con uno o dos procesos electorales de anticipación, entre las que figuran aquellos presidentes regionales que tentaron con éxito la reelección.
Algunos ejemplos de “postulantes persistentes” se encuentran en Cajamarca con Gregorio Santos, que logró la presidencia luego de una derrota en 2006 postulando por el Movimiento Nueva Izquierda; en Huancavelica, Maciste Díaz postuló en 2006 con el mismo movimiento regional; en Huánuco, Luis Picón se ubica en el primer lugar luego de ser vicepresidente regional y Violeta Garay se ubica en el segundo por segunda vez consecutiva; y en Piura, Atkins logra la presidencia regional luego de un expectante segundo lugar en las elecciones de 2006, tras aliarse con su antiguo rival, el izquierdista Maximiliano Ruiz, quien hoy es el electo vicepresidente regional. Entre aquellos presidentes regionales que tentaron con éxito la reelección se encuentra César Álvarez en Ancash, César Villanueva en San Martín, Iván Vásquez en Loreto, Murgia en La Libertad, Guillén en Arequipa y Velásquez en Ucayali. Entre aquellos presidentes que deberán enfrentar la segunda vuelta para definir su reelección se encuentran Nelson Chui en Lima-Provincias y Wilmer Dios en Tumbes. Merece una mención especial el caso del Movimiento Chim Pum Callao, que logró con éxito ganar la presidencia regional del Callao por segunda vez pese a la ausencia de Alex Kouri como candidato.
Superando la valla de la segunda vuelta
Esta acumulación de fortaleza electoral es visible no solo en algunos liderazgos específicos, sino también en la tendencia general. Los nuevos presidentes regionales han superado una valla de respaldo bastante más alta que la que superaron sus antecesores para resultar elegidos. Si se observa el Cuadro 2, en el que se señala el rango de votación en el que se encuentras los candidatos que ocuparon el primer lugar en cada región, se ve que la situación ha mejorado significativamente en relación con años anteriores. Si en 2002 apenas 9 presidentes regionales fueron elegidos con más del 30% de los votos válidos y 12 lo fueron en 2006, hoy 15 han superado esta barrera. Algunos de ellos, como Atkins en Piura, Villanueva en San Martín y Moreno en el Callao, rebasan el 40% largamente. En una sola oración: los presidentes regionales de hoy parten con mayor fortaleza política que sus predecesores. Por supuesto, esto no garantiza estabilidad absoluta ni gobernabilidad garantizada para estas regiones. Después de todo, la política peruana se encuentra todavía signada por alianzas políticas precarias, y los que hoy aparecen como miembros de un solo movimiento regional pueden dividirse e incluso enfrentarse abiertamente una vez iniciado el gobierno. Sin embargo, una mayor legitimidad en las urnas aumenta los incentivos para que los miembros de la lista ganadora permanezcan al lado del presidente por más tiempo y les otorga a estas autoridades un capital político de partida importante, que deberán usar sabiamente en los años venideros.Esto no es todo. Si observamos con más detalle aquellas candidaturas que superaron el 30% de votos válidos, caeremos en la cuenta de que casi en todos los casos se trata de personajes que, o bien han gobernado ya y han incrementado o mantenido un importante porcentaje de respaldo, o se trata de viejos candidatos, que han acumulado votación y fortaleza entre una elección y otra. No existen improvisados que apareciendo de la nada superen abruptamente la barrera del 30% de votos válidos. Con la excepción del caso de Tacna, en donde sin embargo gana un político con historia parlamentaria en el departamento, esta posición parece estar reservada para quienes persistieron en la postulación al cargo y se mostraron más consistentes en el tiempo en sus intenciones. Por el contrario, en lugares como Puno, Madre de Dios o Amazonas, donde los candidatos no tienen antecedentes como postulantes a las elecciones regionales, el porcentaje alcanzado por los primeros y segundos se encuentra por debajo del 30%, y deberán disputar una segunda vuelta.
Cuadro 2
Regiones según rango de votación alcanzado por la agrupación en primer lugar
Como vemos, existe una mayor concentración de la votación en algunas opciones políticas y por lo tanto un fortalecimiento de estas. ¿Cómo explicar esto? Una de las reformas políticas que causó mayor expectativa este año fue la introducción de la doble vuelta en las elecciones regionales. Para quienes estaban a su favor, la doble vuelta permitiría elevar el nivel de respaldo electoral con el que contaban autoridades, haciéndolas más legítimas y menos sujetas a cuestionamiento por parte de sus opositores. La doble vuelta obligaría a los electores a decantarse por una de las dos opciones principales, favoreciendo así la gobernabilidad. Para quienes estaban en contra, esta reforma no solo creaba una mayoría electoral artificial, sino que además promovía aún más la fragmentación. Al existir la posibilidad de pasar a segunda vuelta, los candidatos apostarían por presentarse solos y alcanzar uno de los primeros lugares, en una especie de lotería electoral (Remy 2010), para solo en una segunda etapa abocarse a hacer alianzas.
Sin embargo, siguiendo esta lógica, la dispersión durante la primera vuelta debió ser mayor a la que finalmente tuvo lugar. ¿Quiere decir entonces que quienes se mostraban en contra de la segunda vuelta no tenían razón? No necesariamente. En efecto, como previeron los opositores a la reforma, el número de candidaturas promedio por región ha aumentado considerablemente en este último proceso. Mientras que en 2002 se presentaron un total de 233 listas a nivel nacional para gobiernos regionales, 2006 tuvo un ligero descenso hasta 223, pero solo para tomar impulso antes del salto hasta las 295 candidaturas del año 2010. Aunque es cierto que en algunos casos, como en Piura, las candidaturas ganadoras resultan de alianzas importantes entre personajes regionales que competían separadamente por el poder, la tendencia a la proliferación de candidaturas ha primado. Pese a ello, este aumento en las candidaturas no tuvo un efecto directo sobre la concentración del voto, que en lugar de reducirse se incrementó considerablemente.
Más vale político conocido…
Si el ordenamiento de la competencia política no vino del lado de las ofertas políticas, en la forma de alianzas más amplias y de una reducción de las candidaturas existentes, este llegó por el lado de los electores. Estos optaron por otorgarle su voto a opciones conocidas, introduciendo un principio de orden en medio de la creciente marea de candidatos.
Si el ordenamiento de la competencia política no vino del lado de las ofertas políticas, en la forma de alianzas más amplias y de una reducción de las candidaturas existentes, este llegó por el lado de los electores. Estos optaron por otorgarle su voto a opciones conocidas, introduciendo un principio de orden en medio de la creciente marea de candidatos. El Cuadro 3 muestra el valor del índice de volatilidad para las 25 regiones del país. El índice va de 0 a 100, que representa el porcentaje de votantes que mudan sus preferencias entre una elección y otra, de modo que valores cercanos al 100 indican una alta volatilidad y valores cercanos al cero, lo contrario. Pese a que el índice de volatilidad es usado para conocer qué porcentaje de electores cambia su voto por un partido u otro en un sistema político consolidado, en el Perú el índice de volatilidad se ve fuertemente afectado por la aparición de candidaturas nuevas antes que por la migración de votos de un partido a otro previamente existentes. El valor del índice de volatilidad suele ser mayor en aquellos lugares en los que gran número de votantes eligieron a un candidato nuevo o que pasó abruptamente de las filas de los “enanos” a la de los primeros lugares. Como se observa en el cuadro, la volatilidad electoral de muchas regiones se ha reducido drásticamente. Aun cuando en la mitad de los departamentos la volatilidad se ha incrementado, observando cuidadosamente se cae en la cuenta de dos asuntos. En primer lugar, las cifras de incremento de volatilidad son significativamente menores a las de reducción, lo que quiere decir que la tendencia general se mantiene a la baja. En segundo lugar, y esto es todavía más importante, el aumento en la volatilidad se da en regiones en las que el índice arrojaba ya valores bastante bajos para el periodo 2002-2006, mientras que la mayoría de las que reducen su nivel de volatilidad lo hacen desde valores superiores al 40 o 50 por ciento.
Cuadro 3. Índice de volatilidad en las regiones 2002-2006 y 2006-2010
Si la volatilidad se reduce pese al aumento significativo en el número de candidaturas a nivel regional, es porque el electorado en estas circunscripciones comienza a discernir entre lo que inicialmente fue un conjunto indistinguible de candidatos. Los bandazos electorales se han reducido en tamaño. Con los años, algunos liderazgos van resaltando, malos gestores se van desinflando y los electores les renuevan su confianza a exitosos presidentes regionales. Si bien la evidencia no alcanza para hablar de la composición de sistemas políticos regionales, sí parece ser cierto que las elecciones son cada vez menos una lotería abierta a todo participante. Con dos periodos de gobierno desde el inicio de la apresurada descentralización toledista, los electores parecen saber hoy mejor que antes quién es quién en las regiones.
Cada vez más fuertes, ¿cada vez más desarticulados?
Tenemos entonces que nuestras nuevas autoridades regionales son figuras políticas conocidas en sus regiones, con más de un proceso electoral en su haber, con mayor experiencia de gestión y con mayores niveles de respaldo electoral que sus antecesores. Las consecuencias positivas de un cambio como este son claras: autoridades más legítimas, mayor aprendizaje político y de gestión y mayores posibilidades para establecer una política de acuerdos en el interior de las regiones. Después de todo, nadie está dispuesto a negociar con presidentes elegidos por porcentajes pírricos ni que podrían desaparecer del escenario en la siguiente elección. Sin garantizar nada, el escenario de hoy es, en todo caso, más prometedor que el de ayer.
Sin embargo, existe un lado negativo en todo esto. El afianzamiento de liderazgos de base departamental, si bien puede ser bueno para sus circunscripciones, no lo es tanto para la política que aspira a ser nacional o siquiera para aquella que apunta a ser verdaderamente regional y no departamental, como sucede en la actualidad. Sobre la política nacional, las últimas elecciones profundizan el carácter bicéfalo de nuestro sistema político, en el que partidos políticos gobiernan en el ámbito nacional y movimientos regionales e independientes hacen lo propio en los niveles subnacionales, enfrentándolos por la aplicación de políticas públicas (para muestra, las recientes declaraciones de presidentes regionales que pretenden vedar sus territorios para la exploración minera). En cuando a la política regional, cada elección que se celebra a base de los actuales departamentos aleja la posibilidad de construir verdaderas regiones, integradas por más de un departamento. Después de todo, más vale ser rey en un departamento que cortesano en una región. Pero ese ya es otro tema.
* Sociólogo, investigador del IEP.
La elaboración e interpretación de los datos fue discutida con Romeo Grompone.
Referencias bibliográficas
Pedersen, Mogens N. “The Dynamics of European Party Systems: Changing Patterns of Electoral Volatility”. En European Journal of Political Research, vol. 7, n° 1, 1979.
Remy, Marisa. “Elecciones regionales 2010 o el sueño de la candidatura propia”. En Revista Argumentosaño 4, n° 3. Julio 2010. Disponible en http://www.revistaargumentos.iep.org.pe/index.php?fp_verpub=true&idpub=368
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