En sintesis, estos resultados muestran que a nivel distrital, haciendo la diferenciación entre distritos urbanos y rurales, la fragmentación disminuyó a nivel distrital y en mayor medida en distritos rurales; la volatilidad se incremento entre la elección de 2006 y 2010 para ambos tipos de distritos, pero en mayor medida en los rurales; la concentración de preferencias electorales se ha incrementado en las últimas tres elecciones y con mayor medida a nivel de distritos rurales, y, finalmente, la competitividad es baja a nivel de distritos y ha sido más baja aún en distritos rurales en la elección de 2006.
Frente a los resultados mostrados, podríamos intuir que la posibilidad de conflictividad local alrededor de las gestiones municipales rurales es amplia. Tal como señala el informe defensorial Violencia y conflictos sociales, los conflictos por asuntos de gobierno local son los segundos en cantidad, llegando a sumar 17% del total, debajo de los conflictos socioambientales, que suman 41,7% (Defensoría del Pueblo 2012).
Así, casos como el del conflicto municipal en Pucará (Puno) muestran que, a partir del impulso de la descentralización, “minorías activas” pueden generar altos niveles de conflictividad por el acceso a cargos públicos y el consiguiente uso de recursos económicos y políticos (Dammert 2010). De igual forma, el caso de Ilave (Puno) muestra cómo la débil institucionalidad estatal se ve reflejada en los límites de los mecanismos participativos implementados desde los municipios (Pajuelo Teves 2009).
Los elementos de la conflictividad local en las zonas rurales no solo tendrían una raíz estructural de pobreza y exclusión, sino que confluyen con diseños institucionales ineficientes, competencia política de las élites locales por acceso a recursos, expectativas elevadas y demandas insatisfechas (Meléndez 2012). En ese sentido, los márgenes de acción de las autoridades locales son muy estrechos, y, ante el cuestionamiento o protesta, la posibilidad de violencia se incrementa.
Existe una relación cercana entre conflictos electorales y locales. Mientras que en los primeros se cuestiona el acceso al cargo público (elecciones), en los segundos se pone entredicho la gestión de sus funciones. La anulación de una elección por impugnación y el ingreso de nuevas autoridades no necesariamente calmarían la protesta, sino que, por el contrario, el conflicto se puede mantener latente y la legitimidad de estas autoridades afectar su gestión (ONPE 2010b).
En ese sentido, al analizar los datos sobre revocatorias convocadas, revocatorias efectivas y vacancias en distritos urbanos y rurales, podemos comprender cómo esta dinámica se hace más frecuente en estos últimos distritos. Encontramos que las revocatorias convocadas a nivel distrital aumentan de una gestión a otra; sin embargo, es interesante que la proporción de distritos rurales con revocatorias convocadas es mayor que la de los distritos urbanos, llegando a tener una diferencia de entre 6% y 13% en cada periodo de gestión (2003-2006, 2007-2010).
Por otro lado, las revocatorias efectivas aumentan de una gestión a otra; sin embargo, nuevamente, la proporción de revocatorias efectivas es mayor en los distritos rurales que en los urbanos, llegando a mostrar un diferencia de casi el triple de casos.
Finalmente, este patrón se repite en el caso de las vacancias a autoridades municipales a nivel distrital, pues aquellas aumentan de un periodo a otro; sin embargo, estas son mayores, aunque con menor diferencia, en los distritos rurales que en los urbanos.
En resumen, lo que estos datos van evidenciando es que existen diversos problemas de legitimidad y ejercicio de poder sobre las autoridades municipales en espacios rurales. Fácilmente se puede pasar del cuestionamiento a la confrontación violenta. Las autoridades municipales pueden ser revocadas o vacadas formal o informalmente, y así pueden desarrollarse diversos modos de manifestación o protesta social, desde los reclamos en cabildos abiertos hasta la organización de un comité prorrevocatoria o el asalto de un palacio municipal.
Muchos de los distritos rurales tienen problemas de asignación presupuestal, delimitación territorial, reparto de competencias, concertación interinstitucional (con otros niveles de gobiernos) y participación ciudadana. Y es que las presunciones del proceso de descentralización y los enfoques participativos mostraron rápidamente sus límites, los que se vieron reflejados en las gestiones regionales y locales, que evidenciaron distintos niveles de pobreza, institucionalidad política, recursos económicos y humanos (Barrantes, Cuenca, y Morel 2012).
Reflexiones finales
Mientras algunos autores defienden a priori los mecanismos participativos y la descentralización como impulsores de una cultura democrática, otros cuestionan su desarrollo bajo contextos políticos que pueden debilitar la institucionalidad democrática, sin necesariamente fortalecer la representación política.
Lo que viene sucediendo en los distritos rurales parece evidenciar problemas de representación política (débil intermediación de los operadores locales, baja legitimidad política y social, proyectos políticos sin enraizamiento territorial), factores institucionales macro (normativa sobre descentralización, presupuesto, Ley Orgánica de Municipalidades, participación ciudadana), factores económicos (nuevas dinámicas de comercio, inversión de capitales) y factores estructurales (altos índices de pobreza, escasa presencia del Estado). La combinación de estos factores no solo viene traduciéndose en diferentes procesos de demandas mediante mecanismos formales (como las consultas de revocatoria o las vacancias autoridades), sino que puede generar altos niveles de conflictividad y violencia, como lo ocurrido en Ilave.
La reglamentación y promoción de espacios participativos, así como la descentralización de competencias y funciones a nivel regional y local, no necesariamente aseguran que la conflictividad termine, pero tampoco que aumente la legitimidad sobre la gestión y disminuya la protesta social. Los problemas de representación no se resolverían con más mecanismos participativos o procesos de descentralización meramente técnicos, sino con el fortalecimiento de instituciones representativas.
Las reformas participativas y descentralistas no permitieron seguir una lógica de complementación, sino que ahondaron en la dimensión participativa sin solucionar las grandes tareas de la representación política a nivel nacional. Como lo mencionamos anteriormente, al insertarse una institución, es el mismo contexto y dinámicas políticas lo que le termina dando contenido y, por consecuencia, presentando efectos esperados o no, negativos o positivos.
Los distritos rurales debe ser comprendidos en su complejidad y dinámicas políticas particulares. Los problemas de conflictividad social y el uso mayoritario de mecanismos de cuestionamiento a sus autoridades solo serían un indicio de problemas de fondo sobre la representación política y gobernabilidad local que se viene construyendo en las zonas rurales de nuestro país. La descentralización tiene como reto político el evitar ser presentada por los representantes o intermediarios políticos como un proceso de entrega (de obras, bienes o dinero) por parte del Estado a las diferentes regiones del país. Si bien esta idea puede ser valorada en un inicio, probablemente incentivará de modo perverso la desconfianza y decepción sobre las mismas gestiones locales.
* Politólogo, Pontificia Universidad Católica del Perú. El autor agradece de manera especial los comentarios de Luis Mas, Patricia Quiñones, Rodrigo Barrenechea y los miembros de la Comisión de Investigaciones de Politai a versiones preliminares de este artículo.
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