A principio de los 90, la economía peruana sufrió cambios estructurales que alteraron el modo de asignación de recursos vigente hasta antes de las reformas. En un régimen de precios libres, se ejecutaron reformas comerciales, financieras, laborales y de la actividad económica del Estado. Asimismo, se reformó la ley que gobierna la actuación del Banco Central. Las leyes de responsabilidad fiscal demoraron hasta fines de esa década.
En la presente década, se consolidó el manejo monetario y fiscal, pero el resto de reformas entraron en un estancamiento no solo por las dificultades propias de su mayor complejidad sino también por la falta de respaldo político al más alto nivel. Nos referimos al resto de políticas públicas como las concesiones público-privadas, la reforma laboral, las exoneraciones y la evasión tributaria, el acceso a financiamiento para las PYMES, los cambios en los sistemas públicos de educación y salud y la definición de otras políticas de alivio a la pobreza, entre otras. El diseño y la puesta en marcha de estas políticas son más difíciles que estabilizar la economía o bajar aranceles. En efecto, se requiere de una mayor burocracia profesional y de continuidad de políticas y, además, los frutos son más lentos.
La ejecución de estas políticas públicas no ha estado a la altura del manejo puramente macroeconómico, que ha destacado en lo que va de la década. A la luz de los resultados y en relación con sus pares regionales, el manejo macroeconómico ha sido el mejor dentro del conjunto de políticas económicas seguidas en el país. Pero, no veamos ahora las notables cifras macroeconómicas que nos hacen destacar en la región. Veamos las otras.
Pobreza
Con un crecimiento cercano al 5%, la pobreza ha venido disminuyendo lentamente durante el periodo 2002-2005. Luego del alto crecimiento de 2006, disminuyó con mayor rapidez. En episodios de acelerada expansión económica, dicha tasa cede más rápidamente. Ello se observó en 2007: crecimiento alto de 9%, inflación promedio de 1.8%. Ello hizo posible una reducción del porcentaje de pobres de casi 5%.
Por otro lado, la pobreza ha caído más en las ciudades que en las áreas rurales. Asimismo, la pobreza en el campo es más del doble que la existente en las zonas urbanas. Se observan grandes desigualdades entre Lima y el resto del país. En suma, la pobreza afecta especialmente a gran parte de la sierra rural.
Desigualdad
La pobreza es menor en Lima que en el resto de ciudades del país, pero mucho mayor en las áreas rurales. Al observar los diferentes quintiles de la población, se constatan las grandes diferencias que existen en los ingresos familiares. Las 25 regiones del Perú muestran patrones de pobreza e ingresos muy diversos. Las más ricas y que, en general, se han beneficiado más de las reformas y del crecimiento económico, son las de la costa. Por el contrario, las regiones más pobres y que se han beneficiado menos son las de la sierra y la selva.
Infraestructura
Las viviendas en el Perú presentan un elevado déficit de infraestructura de servicios públicos. El acceso a la electricidad y a los servicios de agua es también muy desigual a lo largo y ancho del país. El siguiente gráfico muestra los datos regionales donde, en general, la costa se encuentra en mejores condiciones. De su observación puede concluirse que los recursos públicos deberían orientarse a reducir estas brechas en infraestructura.
Nutrición
Los datos de desnutrición infantil son lamentablemente muy altos: 24.1% en 2004 (en niños entre 0 y 5 años). Niños con estas condiciones nos hablan de hombres y mujeres que tendrán que lidiar con desventajas de diversa índole durante su vida adulta. La meta del gobierno es reducir esta cifra a 19% en 2011.
Educación
Las pruebas internacionales de medición de la educación en el Perú muestran resultados desalentadores. Ello es resultado de varios factores, entre los que destacan la baja calidad del servicio educativo y el efecto de la pobreza misma.
Las pruebas tomadas a los maestros peruanos también muestran resultados deplorables (ver Cuadro 1).
Empleo
Finalmente, cerca de dos tercios de peruanos es autoempleado o trabaja en empresas de menos de cinco trabajadores (ver Cuadro 2).
Esta realidad laboral viene acompañada de baja productividad, bajos sueldos y falta de acceso a derechos laborales, como vacaciones, jubilación y seguros médicos. Ante este panorama, cualquier estrategia de desarrollo debería plantearse seriamente el problema laboral, tomando en cuenta simultáneamente los derechos de los trabajadores y los bajos niveles de productividad de las MYPES, lo cual dará lugar a un esquema de derechos progresivos.
Igualdad de oportunidades
Resulta claro que el Estado peruano no ha tenido capacidad de respuesta ante las enormes carencias de la población. Por ello, no podemos hablar de desarrollo mientras estas cifras desoladoras se mantengan en el país. Es evidente que la estabilidad macroeconómica no basta y que el proceso de desarrollo será lento, pero podría haber comenzado.
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