El 27 de diciembre de 2008 las Fuerzas Armadas de Israel iniciaron un ataque aéreo contra la franja de Gaza, considerado el más destructivo en los últimos 20 años y que causó, solo en las primeras horas, 230 muertos. Las ofensivas continuaron los días siguientes, aumentando el número de muertos, movilizándose tropas israelíes a la frontera con Gaza que fue declarada zona militar cerrada, asesinando a líderes de Hamás junto con sus familias, hasta que el 2 de enero de 2009 el Programa Mundial de Alimentos denunció que la situación en la franja de Gaza era “espantosa”. Al día siguiente, 3 de enero, las Fuerzas Armadas de Israel atacaron Gaza por tierra, mar y aire; la cifra de muertos se elevó a 500 y la de heridos, a 2300.

Este conflicto, que enfrenta a la tecnología armamentista más sofisticada contra la mera determinación de las milicias islamistas, se pensó terminaría el 17 de enero pasado, cuando el Gabinete de Seguridad de Israel decidió declarar una tregua unilateral. Sin embargo, desde ese momento solo se puede hablar de una “tensa calma”, interrumpida de tanto en tanto por ataques de ambas partes.

Ese 3 de enero, los blindados israelís entraron en Gaza y la primera víctima de la ofensiva terrestre fue un niño palestino que murió a causa de un disparo del ejército israelí.   1 Un portavoz de dicho ejército aseguró que las operaciones sobre Gaza se prolongarían varios días.

Este conflicto, que enfrenta a la tecnología armamentista más sofisticada contra la mera determinación de las milicias islamistas, se pensó terminaría el 17 de enero pasado, cuando el Gabinete de Seguridad de Israel decidió declarar una tregua unilateral. Sin embargo, desde ese momento solo se puede hablar de una “tensa calma”, interrumpida de tanto en tanto por ataques de ambas partes.

A estas alturas, ya no tiene mucho sentido tratar de calcular el número real de muertos y heridos. Más aun si tomamos en cuenta el desprecio constante de Israel hacia las normas del Derecho Internacional general y las del Derecho Internacional Humanitario, desprecio que ha llevado al gobierno israelí a rechazar constantes peticiones de paz de diversos países del mundo y, en especial, de los miembros de la Unión Europea, lo que hace cada vez más evidente que solo Estados Unidos de América tiene la capacidad de detener a su aliado.

Sin embargo, la capacidad de  Estados Unidos de frenar los ataques de Israel no se condice, al parecer, con los deseos de sus líderes, si tomamos en cuenta que Bush, aún en la Casa Blanca, describió los ataques de Israel como “una respuesta justa al lanzamiento de cohetes por parte de Hamás”. Esta declaración no tomó en cuenta que fue precisamente Israel, con un ataque armando el 4 de noviembre de 2008, quien rompió el acuerdo de cese al fuego, negociado entre Israel y Hamás 2 , con mediación de Egipto;  ni tampoco, que “en más de seis meses (incluyendo la semana que medió entre la finalización del acuerdo y el inicio de los bombardeos israelís), esos cohetes no causaron ninguna muerte en Israel”  3,sino que solo las acciones israelíes antes del 27 de diciembre provocaron muertes.

Por su parte, Obama fue más cauto al señalar su “profunda preocupación por la muerte de civiles durante la ofensiva”   4, aunque no dijo más. Y es que la situación en Gaza era insostenible, ya que el mismo día en que hizo esas declaraciones, el ejército israelí había disparado contra una escuela manejada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en la que estaban refugiados cientos de civiles palestinos, causando la muerte de alrededor de 40 personas.

A toda esta situación podemos sumar la censura a la prensa por parte del gobierno israelí; el hecho de que Israel haya destruido la única estación de generación de energía eléctrica en Gaza (objetivo civil y no militar), generándose un corte de electricidad en la zona que depende, ahora, del suministro israelí, quien también es el proveedor de combustible; las trabas a la ayuda humanitaria; la crisis alimentaria; entre otros. Sin embargo, eso implicaría decir más de lo mismo. El hecho es que hay una gran cantidad de muertos, muchos de ellos civiles inocentes: madres, padres, hermanos, hermanas y niños; y el conflicto, al parecer, no tiene cuándo acabar.

El doctor David Pollock, del Washington Institute for Near East Policy, en una conferencia titulada “The New U.S. Mideast Map: Israeli Election and the Arab Split”, llevada a cabo el pasado 11 de febrero en el Centro de Prensa Extranjera de Washington, señaló que los ataques a Gaza no habían traído como resultado beneficios para Israel o para la situación personal de los israelíes sino más bien nuevos peligros y decepciones; y mostró el efecto de esto en la marcada división de opiniones mostrada en las últimas elecciones de ese país. Sin embargo, precisó que el mayor problema para el proceso de paz y para la actual política estadounidense a ese respecto, no es la segmentación política en Israel ni el resultado de su proceso electoral (factor, desde luego, importante) sino la división en el lado palestino del conflicto, refiriéndose a la separación entre Al Fatah en Cisjordania y Hamás en Gaza.

La división es aun mayor. Por un lado, tenemos a países árabes adscritos a occidente (Egipto, Jordania y Arabia Saudí) y, por el otro, a Estados u organizaciones que cuentan con agenda propia (Irán, Hezbolá, Hamás y Siria). Esta separación genera una serie de intromisiones en el conflicto, que responden a intereses propios que no necesariamente coinciden con los de aquellos palestinos que buscan paz, pero que necesitan de la ayuda económica y humanitaria que estos países y grupos les puedan asegurar.

Se confirma la hipótesis de que la política de Estados Unidos debe estar orientada, a mediano plazo, a brindar el apoyo necesario para la cimentación en Palestina de un conjunto de instituciones que cuenten con esa legitimidad, antes que tratar de solucionar el conflicto inmediatamente, apoyando a quienes sólo quieren lograrlo violando los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario para imponer “su” solución.

Es necesario recordar, en este punto, que la franja de Gaza depende de la ayuda internacional debido al embargo económico impuesto por Israel, que podría calificarse como un crimen de lesa humanidad que, según el Banco Mundial, generó una crisis humanitaria de proporciones. Así, alrededor de dos tercios de la población de Gaza vive por debajo del nivel de pobreza. Por otro lado, los 30,000 palestinos que trabajaban en las industrias israelíes en el año 2000 se redujeron a 4,000 en el año 2003, según cifras del Banco Mundial, a lo que se suma que cada empleado palestino mantiene, en promedio, a 7 personas. Consecuencia de esto es que en el 2007 eran 600,000 las personas que recibían ayuda alimentaria de la ONU; son, además, 24,000 los palestinos que entre 2001 y 2005 perdieron sus hogares producto de demoliciones ilegales de viviendas y bombardeos llevados a cabo por el ejército israelí   5.

En este contexto, las relaciones entre el presidente de Egipto y Hamás se vienen deteriorando cada vez más desde que en enero de 2007 el movimiento islamista atravesara la frontera de ese país para tratar de sobrevivir ante el bloqueo económico que Israel tiene impuesto contra Gaza. Por su parte, las poblaciones de los países árabes adscritos a occidente consideran a sus líderes cómplices de los ataques producidos. A la ecuación se suman las constantes críticas de Irán a la  Liga Árabe por su “pasividad” y las no menos fuertes respuestas de sus adversarios que consideran que “Irán intenta controlar intereses vitales árabes para hacer uso de ellos en las negociaciones con la nueva administración estadounidense”   6.

Así las cosas, el resultado es que nadie puede hablar por Palestina como un todo, con la legitimidad necesaria que asegure arribar a soluciones viables y satisfactorias. Por ello, se confirma la hipótesis de que la política de Estados Unidos debe estar orientada, a mediano plazo, a brindar el apoyo necesario para la cimentación en Palestina de un conjunto de instituciones que cuenten con esa legitimidad, antes que tratar de solucionar el conflicto inmediatamente, apoyando a quienes sólo quieren lograrlo violando los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario para imponer “su” solución. En otras palabras, hay que apoyar la construcción de un gobierno, antes que tratar de generar un desgobierno.


* Abogado internacionalista. Magíster en Diplomacia y Relaciones Internacionales. Profesor de pregrado y posgrado de la Pontificia Universidad Católica del Perú.


  1.  Fuente: El País (www.elpais.com), 04 de enero de 2009.
  2. Ibíd.
  3. KAHHAT, Farid. El daño colateral. Tomado de: El Comercio (www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2009-01-04/eldano-colateral.html), 04 de enero de 2009.  
  4.  Fuente: El País (www.elpais.com), 06 de enero de 2009.
  5.  Fuente: BBC Mundo (news.bbc.co.uk/hi/spanish/International/newsid_46645000/46 45294.stm), 14 de junio de 2007.
  6. Fuente: El País (www.elpais.com), 04 de enero de 2009.