Cuando el río suena es porque piedras trae. El que más suena por estos días es el río electoral, pero hay otros de aguas más profundas —afluentes algunos del primero, otros no— cuyas turbulencias pueden tener mayores repercusiones para el devenir del país en los próximos años.
Brotes verdes en tierra baldía
Que ningún partido de los que van punteros en la intención de voto para las presidenciales de 2011 se haya atrevido a presentar candidatos a la alcaldía de Lima ya ha sido señalado y ha producido asombro. No se trata solo de cálculos costo-beneficio sino constatación del estado ruinoso en que se encuentran. Solidaridad Nacional no existe, y es un baldón para su candidato natural haber tenido que configurar una bancada de tránsfugas en los meses previos. Perú Posible tiene un conjunto de “notables” en diferentes partes del territorio nacional y en distintos niveles de influencia, algo así como ángeles, arcángeles, querubines y serafines o más precisamente condes, duques, marqueses y príncipes, todos validos cortesanos girando alrededor de la figura bicéfala de Alejandro Toledo y su esposa. Fuerza 2011 es un ente político todavía inclasificable —ni partido, ni frente, ni movimiento— pero existente y con casi tantas simpatías y reconocimiento como la estrella aprista. Todo un tema de estudio: su surgimiento y consolidación como núcleo político agresivo y eficaz alrededor de Alberto Fujimori y su heredera, tal vez como consecuencia de un liberalismo urbano, especialmente para los sectores altos y un clientelismo rural/popular.
Es interesante constatar cómo la periferia fujimorista, aquellos que no están directamente en Fuerza 2011, no aprenden por lo menos a fingir que respetan las reglas democráticas. La torpe actuación de Alex Kouri, que lo lleva a la tacha; al igual que las de Cáceres Velásquez o Absalón Vásquez, fujimoristas por vocación o por perfil moral, lo constatan.
Lo más desalentador para quienes añoramos los partidos ha sido ver cómo el propio liderazgo destruyó lo poco que quedaba de institucionalidad aprista, para culminar la conversión de ese partido de militantes en partido de súbditos de un segundo mesías.
Lo más desalentador para quienes añoramos los partidos ha sido ver cómo el propio liderazgo destruyó lo poco que quedaba de institucionalidad aprista, para culminar la conversión de ese partido de militantes en partido de súbditos de un segundo mesías, este con un perfil muy siglo XXI en comparación con el Haya del siglo XX. El apoyo solapado a Kouri y la demolición de la candidatura aprista de Carlos Roca a la alcaldía de Lima es hasta el momento la prueba más documentada y la “confesión de boca” más completa de lo que viene pasando en dicho partido ya desde los años ochenta, pero especialmente a partir de 2006. Y el grito “Alan sí puede” que se oyó en el Congreso el 28 de julio era la declaración de “eunucos por su propia voluntad” —para usar una frase evangélica— de la dirigencia aprista, extirpándose voluntariamente cualquier asomo de agencia propia para poner su futuro de cortesanos, y quién sabe sus negocios, en manos del único capaz de asegurarles una vida intermitente cuyo próximo espasmo tendría lugar en el quinquenio 2016-2021.
Y sin embargo, la miseria de los partidos contrasta con la actuación de las autoridades electorales. Es bueno recordar que luego de la caída de Fujimori y Montesinos, las nuevas autoridades electorales desarrollaron elecciones impecables en el año 2001, y desde entonces no han recibido críticas de fondo. Más bien, han superado insuficiencias o tal vez solo se han adecuado para cumplir las nuevas disposiciones legales promulgadas esta década para controlar mejor el desarrollo de las elecciones y mejorar la calidad de la democracia. Lo cual prueba de paso la importancia que tiene la presencia de congresistas honestos en el poder más desprestigiado del Estado, la presión de la opinión pública, el “avergonzamiento” público a los representantes y la acción de ONG como Transparencia o Proética, que, curiosamente, no son descalificadas con tanta intensidad como “caviares”, como lo son sus pares defensoras de DD. HH., por ejemplo.
El término “bolsones de excelencia” se acuñó en los noventa. La Sunat fue el primero, y su sentido estaba limitado al ámbito económico, pero a veces surgieron en otros campos, como la Defensoría del Pueblo desde los propios años noventa. Algunos fueron destruidos, como la procuradoría anticorrupción, pero otros subsisten y parecen gozar de buena salud. “Brotes verdes” en medio de lo que aparece todavía como una tierra baldía. Aunque hay otros.
Juguemos en el bosque electoral
Ya mucho se ha dicho sobre las elecciones en Lima metropolitana. Solo quisiera reiterar que ante la ausencia de partidos, los medios han vuelto a revelarse como los grandes electores, y esta vez su papel ha sido más matizado que en otras ocasiones. Por un lado, no toda la prensa se ha dejado arrastrar hasta el nivel de histeria que afloró en Correo contra Susana Villarán, su alianza con el MNI y su nivel de apoyo en los sectores A/B, que provocó en su director un lamento más desgarrador que el de Ricolás cuando abalean a Peter en Al fondo hay sitio. Curiosamente, quien ha recogido la posta de los ataques a Villarán de manera más clara ha sido la propia Lourdes Flores. ¿Nervios? En todo caso, cuidado que esas campañas pueden ser contraproducentes y acabar haciendo más conocida y no más odiada a Villarán en los sectores D y E.
Ante la ausencia de partidos, los medios han vuelto a revelarse como los grandes electores, y esta vez su papel ha sido más matizado que en otras ocasiones.
La prensa, por su parte, no solo se ha enfrascado en campañas de demolición sino que ha propiciado debates varios. Claro, podríamos decir que al privilegiar al mismo tiempo los pleitos entre Blanca Nieves y Caperucita borraban con una mano lo que hacían con la otra, pero hasta el momento se ha podido cuando menos atisbar que las principales candidatas tienen equipos y propuestas. Ojalá eso sea lo que predomine en estas próximas semanas. Lo que parece innegable es que tendremos alcaldesa, y eso puede ser saludable.
No estoy en condiciones de opinar sobre las elecciones fuera de Lima, pero el proceso no parece ir peor que el anterior. El JNE ha sacado de la competencia a connotados corruptos o juzgados por delitos graves como Cáceres Velásquez en Arequipa o Valdez en Pucallpa, incluso Absalón Vásquez en Cajamarca. A pesar de todos los peros, considero que es positiva una segunda vuelta si nadie alcanza el 30% de la votación, sobre todo si las agrupaciones que participan se van fortaleciendo, y ese parece ser el caso en algunos lugares. El lado oscuro es que lejos de las cámaras, los controles y el alcance de las autoridades electorales, muchos alcaldes reeleccionistas siguen creyendo que pueden hacer lo que les da la gana en sus jurisdicciones. El propio Burgos en San Juan de Lurigancho fue un ejemplo de ello hasta que al parecer le han hecho tascar el freno en el PPC. La otra sombra, todavía mayor, es el crimen, peor aún, el sicariato, que comienza a hacerse sentir en el proceso electoral en distintas jurisdicciones.
Pie de página
Sin dejar de criticar sus posiciones ni transar con maniobras, incluirlos reconociendo su papel en la supervivencia del país y de la democracia, puede ayudar a que encuentren otra forma de ser radicales.
Tengo un par de ideas sobre el Sutep, y de paso Patria Roja. Fácilmente olvidamos, o no sabemos, que si bien un sector del magisterio apoyó a Sendero Luminoso, el grupo terrorista nunca pudo conquistar mayoría en la organización gremial de los docentes. Y así, tal vez a su pesar, durante los años de violencia fueron, parafraseando a Coetzze, uno de los principales guardianes de nuestras fronteras contra los bárbaros. Porque aparte de los ronderos, en esas fronteras solo patrullaban, y morían, algunas autoridades de izquierda, algunos evangélicos, algunos curas y monjas, algunos “caviares oenegientos”. Habría que refrasear los ataques de los negacionistas y preguntar: en esos sitios donde se cebó el horror, ¿dónde estaban entonces los que hoy atacan al Sutep? ¿Qué decían? ¿Qué hacían? Es cierto que ellos mismos no han sabido reivindicar a sus mártires (no son los únicos), y es cierto también que se han quedado congelados ideológicamente en esos años, sin poder elaborar otro discurso. En parte por las prácticas tortuosas heredadas de la izquierda marxista-leninista algunos por seguir gozando de los microprivilegios que les puede otorgar la conducción de un sindicato o de la Derrama Magisterial, pero muchos, especialmente los más jóvenes, tal vez porque no saben dónde poner su rabia, su dolor, su radicalismo, parafraseando esta vez a Rosaldo. La marginación y el desprecio del resto, tanto de la derecha como del centro y de la izquierda más moderna, contribuyen a que se pasmen en un pasado traumático. Sin dejar de criticar sus posiciones ni transar con maniobras, incluirlos reconociendo su papel en la supervivencia del país y de la democracia puede ayudar a que encuentren otra forma de ser radicales. Por mi parte, no les pido que dejen de serlo, con el tamaño de la crisis que vive el planeta y —aunque no se advierta tan dramáticamente— el país, sino que encuentren nuevas formas de serlo, democráticas y sin tener que saludar como quien se persigna a Fidel y otros líderes seniles, o mediocres como Chávez. Tarde o temprano lo harán, especialmente los jóvenes, aunque puedo equivocarme.
Vergüenza nacional
Lo más grave de esta coyuntura, sin embargo, se ubica más allá de los ajetreos electorales y tiene que ver con la promulgación de los DL nº 1094, 1095, 1096 y 1097, especialmente este último, que solo reconoce como crímenes de lesa humanidad aquellos cometidos a partir de 2003 (¡!), abriendo así las puertas de la impunidad a asesinos como los del grupo Colina y varias decenas más, justamente cuando las sucesivas exhumaciones que se llevan a cabo en diferentes partes del país hacen imposible cualquier negación de los crímenes atroces cometidos en las décadas previas por miembros de las FF. AA. y por Sendero Luminoso.
Al momento de escribir estas líneas, el ex director de la Dinte, general (r) Juan Rivero Lazo, miembro del grupo Colina, ha pedido se declare sobreseído el proceso que se le sigue por la matanza de Barrios Altos, en aplicación del Decreto Legislativo n° 1097. Su suerte depende de las tres juezas que deben pronunciarse sobre la inconstitucionalidad de dicho DL.
Mucho se ha escrito ya estos días sobre el repulsivo retroceso que en materia de derechos humanos y modernidad política y cultural representan estos decretos legislativos. Recomiendo especialmente el artículo de Fernando Rospigliosi,
“Regreso a la oscuridad” (
La República, 5.9.10). Solo queda añadir que la línea más gruesa y definitiva entre modernidad e ideas obsoletas, retrógradas y antidemocráticas no la traza la alianza con el MNI sino el estar de acuerdo o no con estos decretos, pues, como dice Rospigliosi citando a Ronald Gamarra: “Insertarse en un mundo globalizado no solo es firmar tratados de libre comercio y abrir las puertas para el intercambio de bienes y servicios. También es ponerse a tono con el sistema internacional de vigencia de libertades democráticas y respeto a los derechos humanos”.
Si bien esta discusión aparece hasta el momento en sordina por aquella otra en torno a la cédula viva y los aumentos salariales a los miembros de las FF. AA., el punto más grave es que la vigencia de estos DL, especialmente el 1097, entreabre además las puertas para una próxima libertad del propio Alberto Fujimori.
Coda: el movimiento se demuestra andando
Ha llegado la hora para el gobierno de sintonizar otra vez con los aspectos más autoritarios e inhumanos del fujimorismo. Si no se logra revertir esos decretos, especialmente el DL 1097, habremos regresado a un período periodo de vergüenza nacional.
No hubo un pacto de gobierno. No hay ningún documento como el firmado en Wansee por los nazis ni el que sancionaba el Plan Cóndor, ni siquiera la foto de algún almuerzo como la de Haya, Odría y Beltrán hace ya medio siglo, pero las coincidencias estratégicas entre aprismo y fujimorismo son innegables y amenazan el futuro de la democracia en el país. Venían de antes, y parecen haber sido muy bien pensadas por Alan García ya desde que elaboró su plancha presidencial. El viaje de Fujimori a Chile, su captura y posterior extradición al Perú fue un tropezón inesperado, de esos que cualquiera da en la vida, aunque no sea un caído del palto. Ante ello, lo mejor era mirar hacia otro lado y dejar que la justicia actúe. Lo extraordinario es que actuó y terminó condenando a Fujimori a 25 años de prisión. Pero ahora, aprovechando el temor surgido alrededor de la seguridad ciudadana, la obsecuencia de una clase política totalmente cómoda en su papel de tutelada por las FF. AA.; ahora, después de que el propio presidente declarara que mataría a cincuenta malhechores con sus propias manos o que no le parecería mal echar agua hirviendo en la cara de algún agresor dada la morosidad del Poder Judicial, ha llegado la hora para el gobierno de sintonizar otra vez con los aspectos más autoritarios e inhumanos del fujimorismo. Si no se logra revertir esos decretos, especialmente el DL 1097, habremos regresado a un periodo de vergüenza nacional.
* Antropólogo. Investigador del IEP.
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