Silva Santisteban, Rocío. El factor asco. Basurización simbólica y discursos autoritarios en el Perú contemporáneo. Lima: Red para el desarrollo de as ciencias sociales en el Perú, 2008.
La investigación de Rocío Silva Santisteban contextualiza los procesos de construcción del asco y la otredad en el período 1980-2000, los años de la violencia política en el Perú. La autora se centra en un análisis de los procesos de basurización simbólica en cuatro discursos autoritarios: el discurso de la guerra sucia y la justificación de los excesos, el discurso de la moral criolla y la ambigüedad ética en la red de corrupción de Vladimiro Montesinos, el discurso misógino que justificó los crímenes contra las mujeres en el contexto de la guerra interna, y el discurso del “feminismo sucio” de Laura Bozzo y la invención del “tele pobre”. Todos estos discursos crean otros asquerosos funcionales y legitiman relaciones de opresión.
El primer capítulo, “El asco y algunos de sus estudios”, hace un recorrido por algunas de las reflexiones teóricas más importantes sobre el asco. Se presentan los principales postulados de Kolnai, Millar, Laporte y Menninghaus, así como los desarrollos teóricos de Julia Kristeva y Giorgio Agamben. Kristeva propone la categoría de abyecto como aquello profundamente despreciable, pero a la vez deseable y constitutivo. Por tanto, lo abyecto es ese afuera que siempre amenaza con su retorno. De Giorgio Agamben se resaltan sus reflexiones sobre la nuda vida, sobre la conceptualización del ser humano como exceso y mierda.
El segundo capítulo, “Del asco a la basurización simbólica”, se inicia ubicando el desarrollo de la palabra “asco” en el castellano. La lengua castellana separará el asco (derivado de la raíz osgo/odio) de lo asqueroso. El asco estará más asociado a una matriz cultural, mientras que lo asqueroso a la náusea universal frente a la costra. Asimismo, mientras que el odio es un intenso sentimiento entre pares, el asco marca distancias entre personas en relaciones de jerarquía. El asco crea basura, y la basura sirve para crear dos sectores diferenciados: los limpios que la desechan y los sucios que viven en ella. En ese sentido, Silva Santisteban recoge los aportes de Daniel Castillo, uno de los pocos teóricos que propone entender el tema desde las relaciones entre los países centrales y periféricos.
El tercer capítulo, “Maternidad y basurización simbólica: El testimonio de Giorgina Gamboa”, es una reflexión sobre los procesos de basurización en torno de un cuerpo en específico, el de Giorgina, una mujer violada múltiples veces por miembros de las fuerzas militares y que fue obligada a dar a luz a una vida producto de esas violaciones. Las mujeres fueron convertidas durante la guerra interna en vertederos de abyección que tenían que limpiar sus culpas mediante embarazos que fueran “castigos para toda su vida”. Giorgina vive esta experiencia dolorosa como una de muerte y sobrevive apelando a un discurso sobre la maternidad que le permite agencia. Silva Santisteban, sin embargo, advierte la manera en que las palabras de Giorgina Gamboa son entendidas. Mientras que para Giorgina su dolor y el de su hija se han convertido en un espacio político desde el cual se demanda reconocimiento para ellas y para las otras víctimas del conflicto, su testimonio muchas veces es reducido a una alegoría a la feminidad heterosexual asociada unívocamente a la maternidad como derrotero final. Y de este discurso paternalista-sexista no estuvo exenta la propia comisionada de la CVR al recoger el testimonio. Giorgina no quiere lástima, ella exige indignación y no solo para ella sino para un colectivo mucho más amplio.
La pregunta de Spivak (1998) ¿puede hablar el subalterno? es dolorosamente pertinente para entender la experiencia del testimonio de Giorgina Gamboa. Giorgina carece de un espacio de enunciación desde donde producir un discurso contrahegemónico al masculino (misógino), blanco (racista), heterosexual (heteronormativo). Es más, solo así puede intentar esbozarse una respuesta a por qué todas las palabras de Giorgina son reducidas a una alegoría de una feminidad heterosexual conforme con su subalternidad. Esto evidencia cómo el mismo testimonio se convierte en un medio de violencia que suprime o performa una supresión de posibilidades reivindicativas que excedan o desplacen las normas. Aun más grave, la alegoría a la maternidad la termina (re)posicionando como una vida prescindible o como una vida meramente biológica, y la retorna a la categoría en que la situaron sus agresores. Probablemente, aun el testimonio que intenta recuperar la voz de Giorgina de lo que mejor da cuenta es de una nueva expresión de los mecanismos de supresión de esta voz.
El cuarto capítulo, “El discurso de la guerra sucia y la justificación de los excesos”, centra su atención en los testimonios de los militares que violaron sistemáticamente los derechos de las poblaciones andinas y quechua-hablantes, así como en la justificación racista de la violencia que se cimentó en el sentido común limeño burgués. En esta cadena de degradación y basurización, eran los suboficiales de menor rango los que tenían que cumplir las órdenes de sus superiores y torturar y asesinar cuales bestias y de maneras nauseabundas e inhumanamente crueles a muchas personas. La crudeza de los testimonios de estos militares no deja duda sobre la construcción de un otro radical andino como deshecho y mierda.
El quinto capítulo, “Un brillo de putrefacción: corrupción y vladivideos”, explora la corrupción y a su materialización: Vladimiro Montesinos. En el Perú, se ha ido perdiendo el asco moral, lo que explica la generalización de la corrupción. Conductas como el “achoramiento” condensan y ejemplifican bien esta idea. Esta blandura moral permite la consolidación de una ética individualista de la supervivencia. Esta nueva ética, además, está plagada de racismo y de un desconocimiento total del otro. Para Gonzalo Portocarrero (2004), el mal criollo tiene tres caras interdependientes: ser víctimas, ser testigos, ser cómplices. Asimismo, divide a los sujetos en “pendejos” y “lornas”. La pendejada, a su vez, implica un goce sádico en el daño al otro. La autora problematiza el debate entre Gonzalo Portocarrero y Juan Carlos Ubilluz (2006) en torno de la figura de Vladimiro Montesinos. Para el primero, es el representante del mal radical, mientras que, para el segundo, es una víctima de su propio goce voyeurista narciso, una versión radicalizada del goce del capitalismo tardío. La corrupción es uno de los vehículos mediante los que se puede convertir en otros asquerosos a las mayorías del país, y que permitió y legitimó estructuras políticas antidemocráticas y excluyentes.
El sexto capítulo, “El ‘feminismo sucio’ del talk show y el pobre como abyecto”, reconstruye los procesos por los que Laura Bozzo abyectiza a las mujeres de sectores populares, y les ofrece a cambio su tutela y “protección”. El “feminismo sucio” sería una resignificación y apropiación perversa de los ideales del feminismo para construir la imagen de una mujer que, solo por serlo en esencia, es elevada moralmente, y a esto a la vez se conjuga con un espiral de autoritarismo racista. Su reapropiación feminista (perversa) radica entonces en la mayor cantidad de poder que pueda concentrar ella. Además, Laura Bozzo se postula a sí misma como la representación de los sectores subalternos que no pueden acceder a la enunciación. En este programa, se configura al pobre como sujeto sin ética que necesita de asistencia. El “tele-pobre” es, entonces, la miseria encarnada que despierta rechazo y nunca identificación.
Cuando Judith Butler (2001, 2002) postuló su revisión de la teoría lingüística del habla mediante la categoría de “perfomance”, probablemente nunca se le hubiese ocurrido que las resiginificaciones a que hacía referencia pudiesen ser usadas para fines tan bajos y viles como los de Laura Bozzo. Resignificar el feminismo significó para Laura Bozzo apropiarse de un lenguaje de emancipación y volverlo funcional a discursos autoritarios y al gobierno de Alberto Fujimori. Lo que no explora el libro es que Laura Bozzo, en su intento cínico de hablar por los desprovistos de tal capacidad, no salió airosa. Finalmente, el campo de abyección que expandió y por el que se hizo rica la terminó atrapando y se vio implicada en sus propias redes excrementicias.
El asco y la abyección fijan a ciertos cuerpos en posiciones sociales límite que justifican la violencia simbólica que se comete contra ellos. Abrir la categoría “humano”, mantenerla inestable, como señala Butler (2006), parece ser una alternativa política necesaria para generar una ética que no necesite de mecanismos que fijen a ciertos cuerpos como mierda social. En ese sentido, un diálogo con los postulados de Judith Butler podría ser bastante fructífero, especialmente con sus parodias subversivas. Si el factor asco necesita de la disposición de cuerpos para ser fijados en categorías estables sobre las que se puede proyectar todo el desprecio y violencia social, se puede desestabilizar esa dinámica haciendo más borrosos los límites entre lo abyecto y lo “normal”.
Silva Santisteban identifica con mucha habilidad estos cuatro discursos basurizadores, aunque tal vez sería también muy importante desarrollar de manera más explícita los vínculos de codependencia de estos discursos. ¿Cómo la construcción de tele pobres permite la basurización simbólica de los peruanos como (no) ciudadanos? ¿Cómo puede entenderse la basurización de los cuerpos de las mujeres quechuas a la luz de un feminismo sucio y perverso que se legitima en la blancura y el poder de una mujer? Esta publicación abre una puerta para profundizar en preguntas como estas y, además, es un gran esfuerzo sistemático por explorar una de las sensaciones más difíciles de verbalizar.
Finalmente, la apuesta de la autora para evitar la basurización simbólica es la de una ética abierta al otro. Este libro es un esfuerzo consecuente en ese sentido, porque esos cuerpos basurizados son reivindicados y su opresión es denunciada. Aun más que ello, la autora intenta que estos cuerpos que no importan, sí importen: nos importen.
* Sociólogo de la PUCP.
Bibliografía
Butler, Judith. El Género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. México DF: Paidós, 2001.
Butler, Judith. Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del sexo. Buenos Aires: Paidós, 2002.
Butler, Judith. Deshacer el género. Barcelona: Paidós, 2006.
Portocarrero, Gonzalo. Rostros criollos del mal. Lima: Red para el desarrollo de as ciencias sociales en el Perú, 2004.
Spivak, Gayatri. “¿Puede hablar el sujeto subalterno?”. En: Orbis Tertius Vol. 3, N. 6, 1998.
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