La corrupción política y la privada van de la mano en circunstancias históricas en que se reducen las protecciones legales que limitan el poder y la ambición desenfrenados. En periodos de dictadura o democracia tutelada líderes del Ejecutivo y ejecutivos privados urden tramas de abuso apuntaladas por los subalternos poderes Legislativo y Judicial. La corrupción llega entonces a niveles desbocados que carcomen instituciones ya debilitadas y penetran ampliamente en cúpulas militares y policiales. Se fraguan así fraudes electorales repetidamente hasta que el vapuleado ciudadano hace sentir su indignación. Ante el develamiento público de escandalosos casos de corrupción, las campañas de la sociedad civil y la oposición política terminan por defenestrar a los que gobernaron y se enriquecieron por medios ilícitos.

En periodos de dictadura o democracia tutelada líderes del Ejecutivo y ejecutivos privados urden tramas de abuso apuntaladas por los subalternos poderes Legislativo y Judicial.

Estas son algunas lecciones del ciclo de corrupción que afectó al Perú y varios otros países latinoamericanos en la década de los noventa. La reacción anticorrupción de principios del nuevo siglo logró implantar importantes mecanismos legales y jurídicos que prometían castigar y frenar la corrupción, pero en un contexto de exagerada desregulación económica, crisis política y desigualdad social. Recientes acontecimientos nacionales e internacionales indican, sin embargo, que podemos estar viviendo los comienzos de un nuevo ciclo de corrupción que, como parte de una larga historia, tiene sus propias características.
El marco de la corrupción internacional
En Estados Unidos la crisis financiera y económica actual va exhibiendo las debilidades asombrosas de un sistema económico y político que se preciaba por su solidez e inmunidad contra la corrupción sistémica. Los escándalos de corrupción y fraude político y privado se exponen diariamente en los medios de comunicación. Las administraciones anteriores a la toma de poder del presidente Barack Obama habían contribuido, ante la influencia de intereses de “lobbies” o grupos de presión política, a disminuir exageradamente la regulación de los sistemas financieros y corporativos. Esto lleva a amplias oportunidades para el florecimiento incontrolado de ambiciones políticas y financieras que han hecho posible los escandalosos excesos y fraudes de la guerra en Iraq y los “billonarios” casos de las tramas de Madoff y Stanford. Inclusive inversionistas peruanos, españoles y venezolanos, muchos de ellos acostumbrados a la mal habida ganancia, han perdido sus fondos en este tipo de estafas bien conocido en el medio peruano. Desde hace ya décadas la corrupción es un fenómeno global que interconecta los ciclos económicos con los de la corrupción en múltiples países.

Desde hace ya décadas la corrupción es un fenómeno global que interconecta los ciclos económicos con los de la corrupción en múltiples países.

Parecía hasta hace poco, que el reforzamiento de la democracia electoral en América Latina había sido acompañada por enérgicas campañas contra la corrupción, avance de la transparencia en materias administrativas y fortalecimiento institucional. Se firmaron convenciones interamericanas e internacionales contra la corrupción. Varios países iban dando seña de importantes avances en este rubro tan necesario para aprovechar las oportunidades del desarrollo. En México, Colombia, Costa Rica, El Salvador y Perú se apreciaban –en los últimos tres años– mejoras notables en las medidas dirigidas a exigir responsabilidad y transparencia en los organismos públicos. Estos avances se monitorean detallada y persistentemente por organizaciones no gubernamentales con amplio alcance internacional y local. Sin embargo, los índices de percepción pública de la corrupción no descienden como se esperaba debido, según algunos, a engorrosos trámites burocráticos que persisten, o a los pocos beneficios directos e inmediatos que el público en general recibe del proceso de limpieza institucional. Este proceso es todavía parcial y parece no haber alcanzado el nivel necesario para contener radicalmente la corrupción y sus daños al desarrollo económico y social.
Por otro lado, en países como Venezuela continuaba imparable el deterioro de las bases políticas e institucionales para contener la corrupción. Un índice internacional que mide la percepción de la corrupción coloca a la administración de ese país entre los más corruptos de América Latina y el mundo (puesto 158 de 180 países). Un Ejecutivo todopoderoso, la ingerencia estatal injustificada en los medios de comunicación y el manejo económico, intolerancia política recubierta por un populismo nacionalista, y abierto nepotismo en las altas cúpulas del poder anuncian elevados niveles de corrupción que en otros países parecen ir descendiendo. Estas fórmulas autoritarias que se aprovechan del retorno de la democracia para tutelarla y definirla en términos constitucionales ad hoc, indican claramente un nuevo ciclo de corrupción en aquellos países donde se van aplicando o mimetizando, como en Ecuador (puesto 151), Nicaragua (134) y Bolivia (102). Se aúnan a esta tendencia, aunque sin el apoyo popular que se verifica en los cuatro casos anteriores, los deslices y nepotismos en la administración política y económica de la Argentina (109).
Reciclajes en la gestión nacional

Estas fórmulas autoritarias que se aprovechan del retorno de la democracia para tutelarla y definirla en términos constitucionales ad hoc, indican claramente un nuevo ciclo de corrupción.

Ante el escenario internacional, ¿en qué estado se encuentra el Perú actualmente en lo que se refiere a niveles internos de corrupción y eficacia de los mecanismos anticorrupción? A primera vista parece que continúa operante el sistema jurídico estructurado a partir del año 2000 y que ha permitido detectar, perseguir y condenar a los culpables de la corrupción de la década pasada. El ex presidente Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos están en la cárcel y sus largos juicios en sus fases finales, en salas penales y anticorrupción especiales. Poco a poco, sin embargo, otros peces gordos culpables van cumpliendo sus condenas o son absueltos. Los índices de percepción de la corrupción continúan altos y en ascenso, con un puesto internacional de 72, cercano a la mitad, junto con México, entre los 180 países evaluados por Transparencia Internacional. Se estima que este puesto en el ranking internacional podría bajar notablemente en el presente año.Una errada política de austeridad iniciada en el 2006, encaminada a reducir el pago de funcionarios públicos claves, incrementa incentivos a la corrupción en el Perú. Así, el último gran escándalo de reveladoras grabaciones (“petroaudios”) de las negociaciones ilícitas realizadas por altos funcionarios en materia de contratación petrolera –típico ejemplo de las históricas “tajadas” en licitaciones públicas– han contribuido a la mayor crisis de la administración política actual. Los impactos políticos inmediatos, cambios de gabinete y medidas forjadas por alianzas parlamentarias interesadas en neutralizar el escándalo, no parecen detener la suspicacia pública que fija su mirada en los niveles más altos de la administración para explicar tamañas transgresiones de la confianza pública.

Algunos periódicos y medios de comunicación, tan exagerados en destapar el más mínimo atisbo de mal comportamiento público o privado durante el gobierno de Alejandro Toledo, hoy en día nos alarman con su sutil o egregia autocensura.

El pasado, en esta particular instancia la década de los ochenta, condena. Es la oposición humalista, admiradora paradójicamente del modelo chavista, la que saca mejor partido de los contubernios oficialistas que intentan frenar acusaciones y castigos de mayor alcance frente a los destapes de casos de corrupción. Algunos periódicos y medios de comunicación, tan exagerados en destapar el más mínimo atisbo de mal comportamiento público o privado durante el gobierno de Alejandro Toledo, hoy en día nos alarman con su sutil o egregia autocensura. Es más, el notorio mal funcionamiento del poder judicial es demostrado a diario en decisiones claramente parcializadas en múltiples casos de jurisdicción penal común y criminal. La disminución de la remuneración legal de funcionarios aumenta las expectativas de ilícitas recompensas. La falta exagerada de control y regulación en tantas esferas públicas va cobrando sus víctimas, no sólo entre el pueblo incapaz de acceder al goteo tan esperado, sino también en los niveles de probidad necesarios para tener una administración limpia y eficaz.
Conclusión preventiva
Por ello, tanto en la esfera internacional como en la nacional, los peligros de un nuevo y destructivo ciclo de corrupción van acechando. En Estados Unidos se espera que el estímulo económico y la reforma y rescate financiero, vaya acompañado de una mejor regulación que impida se repitan los enormes fraudes y corrupciones recientes. Puede que esto ocurra y se debiliten, por tanto, las bases neoconservadoras que alimentaron las burbujas especulativas y ambiciones dañosas. Se estaría por tanto cerrando el caño de la influencia “neoliberal” que tanto se imitó y aprovechó en América Latina para abrir la puerta a la corrupción. En el Perú este escenario podría beneficiar una renovada cruzada anticorrupción. Pero, lamentablemente otro peligro más latente aún, la corrupción sin cortapisas derivada de tradicionales y nuevos abusos del poder podría retornar con venganza y alevosía. Habrá que esperar y observar si las condiciones actuales van dando visos más claros del inicio de otro ciclo de corrupción pública y privada, como nos alerta la experiencia histórica y los escándalos de corrupción muy recientes. En todo caso, los ciudadanos peruanos tienen una memoria política muy buena y sabrán actuar y escoger a sus gobernantes con sabiduría cuando sea debido y necesario.

* Profesor de historia, Baruch College/Graduate Center, City University of New York. Autor de Corrupt Circles: A History of Unbound Graft in Peru (2008).