Cabe destacar de forma breve las características principales de las campañas realizadas por los tres competidores. El oficialismo dependía mucho de la imagen de Chávez; una foto de él aparecía casi siempre al lado de cualquier foto del candidato para la Asamblea, muchas veces siendo más grande que la del candidato mismo. En las calles y las carreteras de Caracas, afiches del PSUV promovían al “Pueblo para la Asamblea,” pero este lema muchas veces iba acompañado con la imagen de Chávez, dejando cierta incertidumbre sobre quién iba a representar al pueblo: ¿la Asamblea Nacional o solamente Chávez?
Por otro lado, las campañas de la oposición y de PPT reflejaban su clara posición en contra del chavismo, pero no fueron mucho más allá de eso. Es decir, ofrecieron muy poco a cambio de los votos que buscaban, reforzando la crítica que los acusa de no querer nada más que recuperar el poder que perdieron cuando Chávez fue elegido por primera vez. Al mismo tiempo, la naturaleza mixta del sistema electoral —con algunos diputados elegidos de manera nominal y otros a través de listas— fomentaba que, a pesar de promover a los candidatos de la Mesa de una manera más uniforme, cada partido de la MUD también realizara su propia campaña, con consignas y propuestas distintas. Así que, mientras los afiches de AD proclamaban que “Ahora te toca a ti votar blanco” (el color del partido), UNT prometía “Unidad y cambio” dentro de la Asamblea. En Miranda, Copei promovía la imagen de Enrique Mendoza, ex gobernador del estado, como símbolo del partido, mientras María Corina Machado, quien tiene afiliación informal con el partido Primero Justicia (PJ), colgaba afiches con su cara y las de otros ciudadanos sonriendo y asegurando que “Somos mayoría”. Es decir, a pesar de tener una mesa supuestamente “unida”, los partidos de la MUD se diferenciaban claramente, y hasta sus mensajes de oposición no concordaban mucho entre sí.
Aunque el oficialismo logró la mayoría dentro de la Asamblea Nacional y puede reclamar la victoria de la revolución bolivariana en estas recientes elecciones, la bancada oficialista ya no tiene los números necesarios para seguir implementando leyes que fomentan su proyecto bolivariano sin tener que dialogar y debatirlas primero dentro de la Asamblea.
No obstante esta falta de unidad, con los resultados de la elección del 26 de septiembre la MUD logró de cierta forma detener la inercia institucional que se iba acumulando a favor del oficialismo dentro de la Asamblea Nacional durante los últimos cinco años. El oficialismo sí logró una mayoría simple en cuanto a número de votos; recibió 5.399.574 votos, mientras la oposición contó con 5.312.293 y el PPT con 330.260. Dado el sistema electoral, cuyas peculiaridades consideraremos más adelante, la votación de cada grupo fue traducida a 98, 65 y 2 escaños respectivamente. Aunque este resultado da una ventaja al oficialismo en cuanto a número de curules, le niega también ciertas capacidades legislativas con que contaba antes. Específicamente, con 110 escaños, el oficialismo hubiera podido pasar leyes orgánicas y otras leyes afectando a los poderes Electoral, Judicial y Ciudadano, sin enfrentar ningún obstáculo legislativo. No obtuvo esta mayoría calificada, y de hecho, necesitaría del apoyo de los dos diputados del PPT más diez diputados más de la oposición para obtenerla. Con 99 curules, el oficialismo tendría la capacidad de pasar la Ley habilitante, con la cual la Asamblea delega al presidente el poder de legislar por un tiempo determinado. La viabilidad de pasar esta ley es menos improbable, dado que solo se tendría que conseguir un voto no aliado para activarla. Y aunque ningún diputado no oficialista parece dispuesto a otorgarle a Chávez la capacidad de gobernar sin freno legislativo (PPT 2010, Peñaloza 2010), es evidente que la necesidad de un solo voto para obtener los 99 necesarios podría convertir al PPT en una especie de king maker dentro de la Asamblea. No podrá lograr mucho para sí mismo, pero se convertirá en un jugador determinante para inclinar la balanza a favor de uno y otro bando.
Estos resultados implican que, aunque el oficialismo logró la mayoría dentro de la Asamblea Nacional y puede reclamar la victoria de la revolución bolivariana en estas recientes elecciones, la bancada oficialista ya no tiene los números necesarios para seguir implementando leyes que fomentan su proyecto bolivariano sin tener que dialogar y debatirlas primero dentro de la Asamblea. Por otro lado, como se indicaba antes, la campaña de la Unidad no era tan cohesiva; las identidades partidarias seguían siendo fuertemente distinguidas y las personalidades de sus líderes bien destacadas. Por ende, la unidad de la Mesa dentro de la Asamblea no está garantizada, y no hay nada que impida que ciertas pugnas internas dentro de la MUD surjan, dividiéndola y empujando a algunos a aliarse más cercanamente con un oficialismo más moderado. Que habrá diálogo, entonces, dentro de la Asamblea Nacional parece estar casi asegurado; la naturaleza de ese diálogo, y los resultados que se obtienen a través de ello, están todavía por verse.
Más allá de la Asamblea: las elecciones desde una perspectiva “global”
Se podría argumentar que estas elecciones, que sin duda fueron importantes desde el punto de vista legislativo, también son destacables por otras razones. Primero, después de cinco años en los cuales no había una presencia opositora en la Asamblea Nacional, las elecciones del 26 de septiembre representaron una especie de plebiscito sobre el proyecto bolivariano y sobre los funcionarios elegidos para llevarlo a cabo. Segundo, las elecciones sirven como para echar una rápida mirada a la composición sociopolítica en el país, cuán polarizado se encuentra actualmente y por dónde se concentra esa polarización. Finalmente, las elecciones demostraron de manera contundente las desigualdades perpetuadas por el sistema electoral, que profundiza la ventaja electoral —y por ende legislativa— que tiene la fuerza política principal del país.
Hace varios años, el gobierno venezolano publicó su plan de desarrollo económico y social, llamado el Proyecto Nacional Simón Bolívar (2007-2013), el cual fue elaborado para promover el socialismo del siglo XXI en el país (PNSB 2007). Con una Asamblea que, durante cinco años, no contó con ningún contrapeso a la bancada oficialista, el presidente tuvo el apoyo necesario para promulgar varias leyes orientadas a realizar este proyecto, pero que en realidad sirvieron más que nada para centralizar el poder político y del Estado dentro del Poder Ejecutivo. Como un ejemplo, la Asamblea promulgó la Ley orgánica del Consejo Federal de Gobierno en febrero de 2010, la cual hace que la transferencia de competencias hacia los entes territoriales sea dependiente de un Consejo Federal de Gobierno, que es presidido por el/la vicepresidente(a) de la república. En el fondo, esta ley le da al Poder Ejecutivo la capacidad de quitarle ciertos poderes a los estados y los municipios dependiendo de su comportamiento.
La dispersión geográfica del voto revela que los que más apoyan a la oposición viven en ciertos estados costeños, mientras el apoyo oficialista sigue siendo fuerte en todas partes, pero sobre todo en el interior del país.
Agregando a cambios como este el control actual que tiene el Poder Ejecutivo sobre la Corte Suprema, es evidente que el único espacio que queda dentro del sistema político para quienes quieran oponerse al proyecto bolivariano está dentro de la Asamblea Nacional. Consecuentemente, el hecho de que los resultados de las elecciones del 26 de septiembre obstaculizaran la mayoría calificada del oficialismo dentro de dicho órgano llega a tener un significado importante para el disenso y, por lo tanto, para la democracia dentro del país. Es decir, a pesar de que todos los cambios mencionados fueron presentados por el gobierno como logros importantes para el socialismo del siglo XXI, al parecer, la ciudadanía venezolana (o por lo menos la mitad de ella) no queda muy convencida de que tal modelo deba ser implementado sin ningún freno institucional o debate político.
¿Quiénes, entonces, son los que buscaron aumentar el debate dentro de la Asamblea Nacional? ¿Quiénes siguen apoyando el proyecto del gobierno? La dispersión geográfica del voto revela que los que más apoyan a la oposición viven en ciertos estados costeños, mientras el apoyo oficialista sigue siendo fuerte en todas partes, pero sobre todo en el interior del país.
De la Mesa se puede resaltar que su fuerza fue mayor en los estados de Miranda, Zulia, Aragua, Táchira y Carabobo. Es importante notar que la distribución de las fuerzas políticas dentro de la Mesa correspondió con estados particulares, es decir, que cada partido tenía su bastión regional. Los votos de UNT se concentraron en Zulia; los de PJ, en Miranda y Aragua; los de Copei, en Táchira; y los de Proyecto Venezuela, en Carabobo. Solo AD, que no tuvo ninguna concentración regional específica, llegó a tener una presencia significativa en los estados del interior, siendo la única fuerza de oposición que alcanzó una extensión nacional. Los partidos restantes son bastante regionalizados, recibiendo la mayoría de sus votos de un estado en particular (ver Tabla 1).
Tabla 1
Votación de los partidos principales de la MUD y el PPT (en número de votos)
Elecciones parlamentarias, 26 de septiembre de 2010
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