Dosman, Edgar J. (2010). La vida y la época de Raúl Prebisch 1901-1986. Madrid, Barcelona, Buenos Aires: Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Alcalá.
El libro de Edgar J. Dosman La vida y la época de Raúl Prebisch 1901-1986 reconstruye exhaustivamente la trayectoria intelectual y profesional de Raúl Prebisch, una figura im-prescindible para entender las ideas económicas y las políticas de desarrollo en la América Latina del siglo XX. Dosman no arriesga un balance crítico de la generación de Prebisch ni de sus aportes teóricos. Tampoco se lo propone. El valor del libro está en la presentación de un cuadro complejo de instituciones, actores e ideales con los que Prebisch tuvo que lidiar. La biografía de Prebisch puede ser dividida en tres periodos. La “etapa argentina”, que co-rresponde a su formación en la Universidad de Buenos Aires y su paso por el Banco Nacio-nal, el Viceministerio de Finanzas y la dirección del Banco Central; la “etapa latinoameri-cana”, que es la más conocida y corresponde a los años en que dirigió la Cepal; y la “etapa global”, que comprende su periodo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comer-cio y Desarrollo (Unctad).
De acuerdo con Dosman, el estudio encargado por la Sociedad Rural Argentina “Anotacio-nes sobre la crisis ganadera” (1922) fue el primer trabajo intelectual de Prebisch que llamó la atención de los economistas y políticos argentinos. El giro en su vida profesional, sin embargo, ocurrió en 1928, cuando asumió la Oficina de Investigaciones Económicas del Banco Nacional y ascendió casi de inmediato a asesor principal del presidente Hipólito Irigoyen. Por esa época Prebisch empieza a desencantarse de las teorías neoclásicas: a fines de 1929, cuando aparecen las señales de la crisis y es consultado sobre la conveniencia de abandonar el patrón oro para detener la fuga de ese metal, Prebisch desestima la idea, pues considera que se trata de un descenso cíclico de la economía internacional y que pronto vendría una recuperación. La crisis persistió, la Argentina suspendió la convertibilidad de su moneda y el general José Félix Uriburu derrocó a Irigoyen. Este error, señala Dosman, significó el inicio de un giro en el pensamiento de Prebisch, quien fue adoptando una posi-ción pragmática: las medidas económicas valían por su eficiencia antes que por su perte-nencia a algún modelo económico.
En 1935, Prebisch diseñó, organizó y dirigió el Banco Central (1935). […] Aquí es cuando comenzó a reflexionar, a partir de los tratados de Keynes, sobre el carácter cíclico de la economía y cómo afectaba desigualmente a los países industrializados y a los países con economías exportadoras de materias primas.
Con el nuevo gobierno, Prebisch pasó a ocupar la Subsecretaría del Ministerio de Finanzas. El viraje en su pensamiento económico se acentuó ante el abandono del patrón oro por parte de países de economía liberal (como Gran Bretaña) y la adopción de políticas proteccio-nistas para evitar el colapso de sus industrias. De otro lado, Prebisch percibió que debido a la caída de la capacidad de exportaciones de las potencias económicas fue apareciendo en América Latina una suerte de “mercado protegido de facto” que incentivaba la formación de empresas industriales para la sustitución de importaciones. Este viraje se expresó en el Plan de Recuperación Económica (1933), que contempló dos líneas principales: por un lado, una política arancelaria y de control de tipo de cambios que desincentivaba las importa-ciones y alentaba la exportación tradicional, así como la formación de industrias sustitutivas de importaciones; y, por otro, programas de inversión pública, principalmente infraestructura vial, que crearon miles de puestos de trabajo para los migrantes que se trasladaban a Buenos Aires y Córdova. El plan tuvo relativo éxito. Poco después, en 1935, Prebisch diseñó, organizó y dirigió el Banco Central (1935), al que dotó con amplios poderes para intervenir no solo en la política monetaria, sino también en la política comercial, con lo cual Prebisch podía orientar la economía.
Desde el Banco Central afrontó la inestabilidad propiciada por la Segunda Guerra Mundial. Aquí es cuando comenzó a reflexionar, a partir de los tratados de Keynes, sobre el carácter cíclico de la economía y cómo afectaba desigualmente a los países industrializados y a los países con economías exportadoras de materias primas. En sus apuntes destaca el hecho de que en estas últimas la caída de los precios tendía a ser más profunda en la fase de descenso de los ciclos económicos debido a la existencia de una “fisura estructural” entre los países industriales y agrícolas. En octubre de 1943, Prebisch fue renunciado de la gerencia general del Banco Central y, fuera de la escena pública, se dedicó a desarrollar y formular su noción de centro-periferia.
El inicio de la “etapa latinoamericana” puede señalarse en marzo de 1949, cuando Prebisch se incorporó como asesor de la Comisión Económica para América Latina (Cepal). Llegó en un momento crucial, pues la Cepal nació a modo de prueba por tres años (existía desde 1945 el Consejo Económico y Social de la Unión Panamericana) con el propósito de elaborar documentos de investigación acerca de los problemas económicos de América Latina que fundamentaran la formulación de políticas regionales. El primer informe de la Cepal se presentó el 29 de mayo de 1949 en La Habana, y allí Prebisch sustentó El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas, conocido luego como el Manifiesto de La Habana. Este documento lo catapultó como uno de los pensadores más influyentes de la región.
El Manifiesto señalaba que el principal problema económico de la región era la secular ten-dencia descendente de los precios de las materias primas que exportaba América Latina con relación a los precios de los bienes manufacturados de los países industrializados. Así, la desigual distribución de los ingresos entre los países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo era resultado de las dinámicas del comercio internacional. Esta situación se agra-vaba en tiempos de recesión, pues la sindicalización en Europa y Norteamérica tenía el efecto de impedir el derrumbe de los salarios, algo que no ocurría en las economías latinoamericanas. Prebisch planteó una alternativa: la dinámica del intercambio comercial podía revertirse mediante la industrialización estimulada por el Estado, manteniendo las ex-portaciones tradicionales para el ingreso de divisas y estableciendo un eficiente control de la inflación y una política arancelaria selectiva para evitar la generación de industrias artifi-ciales. El modelo que tenía en mente era el proceso de industrialización inducida que expe-rimentó Canadá y Australia. La propuesta calzó con la expectativa de los gobiernos de la región, pues sugería que las políticas de fomento a las industrias no eran incompatibles con la intensificación del comercio internacional ni con el desarrollo eficiente de la producción de materias primas. La propuesta de Prebisch no exigía cambios radicales, y fue bien reci-bida por los delegados de los gobiernos presentes en La Habana.
De otro lado, en el Manifiesto se sugiere que si bien la economía internacional era un único sistema global interdependiente, “la responsabilidad de corregir el desequilibrio correspon-día por igual a los vulnerables (agrícolas) y a los privilegiados (industriales)”. En términos prácticos, esto suponía la cooperación económica de los países desarrollados con América Latina. Este planteamiento fue desarrollado en el documento Cooperación internacional en una política de desarrollo latinoamericano, presentado en 1954 en Quintandinha (Brasil). La propuesta de que el desarrollo de América Latina no podía realizarse sin la cooperación de los países desarrollados tuvo una doble consecuencia: la demanda de los países latinoa-mericanos de una mayor ayuda económica de los EE. UU. y el aumento de la injerencia norteamericana en la política económica de aquellos. Como sea, los planteamientos de Pre-bisch y su equipo colocaron a la Cepal como sede de reflexión sobre las teorías del desarrollo económico.
Si bien el libro nos muestra a un hombre visionario y a una personalidad gigante, Prebisch no habría podido imponerse a su época; las estructuras habrían doblegado al actor.
La “etapa global” de Prebisch se inició en 1963, cuando asumió la secretaría general de la Unctad. A diferencia de la Cepal, que combinaba la investigación y propuestas de políticas de desarrollo, la Unctad se pensó como espacio de toma de decisiones sobre el comercio mundial entre los países desarrollados y los del Tercer Mundo. En la Unctad debían verse las cuestiones de preferencias arancelarias, créditos suplementarios y cooperación econó-mica. Es decir, era la oportunidad de Prebisch para lograr un esquema que revirtiera el “desequilibrio comercial”. El inicio de la Unctad fue auspicioso, pues casi simultáneamente se formó el G-77, que agrupó, con una agenda y una propuesta común, a las naciones “en vías de desarrollo” de Asia, África y América Latina en las deliberaciones de la ONU. El G-77 permitía actuar en bloque en las negociaciones y aparecía como un contrapeso al Grupo B, que incluía a los países industrializados reunidos en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y que, mediante el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), regulaba los precios de los “productos básicos” y reducía las barreras arancelarias de los bienes manufacturados.
Aquí Prebisch aparece como un Quijote moderno que batalla para que los países desarro-llados cooperen con el desarrollo del Tercer Mundo bajo el concepto de que en el largo plazo esto beneficiaría al conjunto del sistema económico. El referente de Prebisch era la “organización de mercados” de Francia, por la cual se establecieron precios más elevados para los productos de las excolonias africanas. El G-77 asumió los postulados de Prebisch y empezó a pronunciarse a favor de un “nuevo orden en la economía internacional” que acor-tara las brechas y desequilibrios entre los países industrializados y los productores de mate-rias primas. La prueba de fuego fue la reunión de Nueva Delhi, en la que debía acordarse medidas comerciales sobre los “productos básicos”. Estos acuerdos, sin embargo, fueron bloqueados por el Grupo B, y la Unctad se vio relegada a un espacio declarativo y de reco-mendaciones generales. Cuando poco después, en 1968, Robert McNamara creó la Confe-rencia sobre Desarrollo Internacional, la Unctad entró en un declive sin solución. Prebisch renunció en marzo de 1969. Aunque luego desempeñó diversos cargos de importancia en organismos internacionales y en la Argentina, su derrota en la Unctad lo retiró de las gran-des ligas.
Si bien el libro nos muestra a un hombre visionario y a una personalidad gigante, Prebisch no habría podido imponerse a su época; las estructuras habrían doblegado al actor. Y, sin embargo, para el observador del siglo XX latinoamericano, este resulta ininteligible sin sus ideas y las instituciones que ayudó a construir.
* Historiador e investigador del Instituto de Estudios Peruanos.
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