“Pensar más allá del Estado” sería la manera más adecuada de traducir el título del reciente libro publicado por el antropólogo francés Marc Abélès: Penser au-delà de l’Etat. Retomando y discutiendo las propuestas de autores como Rancière, Negri, Foucault, Deleuze, Clastres y otros, Abélès reflexiona en torno a la necesidad de imaginar nuevas formas de organización y resistencia política. Para Abélès, el Estado nos ha situado en el interior de sus fronteras, y requerimos salir de estas si buscamos comprender la complejidad de los fenómenos sociales actuales. En esta reseña, me gustaría presentar algunos argumentos centrales del libro, que expliquen la razón y la apuesta por pensar más allá del Estado.

Penser au dela de l'etatEl primero de estos argumentos tiene que ver con las consecuencias de la globalización en el Estado. Abélès considera que el actual contexto de intensificación de las relaciones económicas entre los países, el surgimiento de nuevos movimientos sociales, las nuevas formas de resistencia de alcance global y una mayor vinculación de los sujetos más allá de las fronteras exigen una revisión del rol del Estado moderno y de la manera de concebirlo, sobre todo ahora que este compite con agentes transnacionales capaces de imponer la agenda política y económica de un país. Un ejemplo sería la forma en la cual agentes como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional recomiendan qué políticas económicas debe implementar un país. Así, la capacidad de control sobre la población que podía tener el Estado en el interior de sus fronteras ya no es la misma.

Además, asistimos al surgimiento de nuevos movimientos sociales con un alcance global que ejercen presión para que el Estado legisle en favor de demandas globales. El movimiento por la unión civil y la despenalización del aborto son ejemplos de luchas sociales que exigen reformas normativas concretas en un país, pero se trata de movimientos globalizados. El apoyo que estos reciben de otras instituciones y el éxito que algunos movimientos alcanzan en distintos países ejercen una presión sobre el Estado que anteriormente no existía. Otro ejemplo es la lucha social que vienen llevando a cabo organizaciones de poblaciones indígenas y originarias en torno al respeto de sus tradiciones y a los derechos sobre su territorio, que reciben apoyo de instituciones globales. Sin embargo, así como existen instituciones que apoyan a estos nuevos movimientos sociales, también hay otras que se encargan de desviar sus demandas y suprimir el conflicto; Abélès se refiere, por ejemplo, a algunas ONG que pueden terminar por conducir el debate político hacia lo técnico, y que buscan solucionar las demandas de los movimientos sociales, pero sin cuestionar el modelo económico neoliberal. Esto último se puede apreciar sobre todo en los conflictos sociales relacionados con la minería. Mientras que, en el caso de los movimientos por la unión civil o la despenalización del aborto, tenemos a la Iglesia como institución separada del Estado, pero capaz de interferir en sus demandas. Es por esta razón que para Abélès estas luchas revelan la existencia de instituciones globales que buscan frenar los movimientos sociales que un Estado ya no puede contener y restaurar la microfísica del poder. 1

A pesar de todos los cambios que ha generado la globalización, no se discute ni el sentido actual del Estado ni la posibilidad de pensar otras formas de organización del poder.

Sin embargo, a pesar de todos los cambios que ha generado la globalización, no se discute ni el sentido actual del Estado ni la posibilidad de pensar otras formas de organización del poder. Abélès considera que el Estado moderno como única forma política posible se ha internalizado en el sentido común de las personas, y esto impide revelar su naturaleza contingente. Por eso, el segundo argumento del libro está relacionado con romper con la naturalización del “el Estado”, ya que este no ha existido siempre, y la antropología ha estudiado largamente otras formas de organización política no estatales, con mayor o menor nivel de centralización del poder. Abélès discute la noción clásica del Estado-nación a partir de un conjunto de casos de sociedades no estatales. De otro lado, Abélès recoge la perspectiva foucaultiana del poder no como una propiedad que un agente puede concentrar, sino como presente en todas las relaciones sociales, y no como coerción necesariamente, sino como sujeción, seducción y producción de subjetividades; y, desde esta reflexión, propone ver más allá de las instancias estatales que “detentan” el poder y comprender cómo opera y se irradia en los distintos ámbitos de la sociedad.

Sin embargo, una relación de poder existe en tanto existe también una respuesta o resistencia que crea fisuras en los discursos hegemónicos. Esto abriría un espacio de posibilidad para la transformación social, en tanto un proyecto de resistencia proponga una forma de subjetividad distinta. Abélès retoma a Hardt y Negri, quienes señalan que esta característica puede dar paso al “acontecimiento biopolítico” que permita una forma de liberación distinta al proyecto de la modernidad y, por ende, del Estado. Un ejemplo de ello es el reto ontológico que plantean las nociones que se revelan en las luchas de los pueblos indígenas u originarios por el reconocimiento de sus formas vida, de vincularse y de comprender la naturaleza.

Abélès considera que pensar más allá del Estado requiere, también, partir de la diferencia radical que nos muestran otras sociedades: de estas otras formas de ser y estar en el mundo.

En este sentido, Abélès nos quiere mostrar cómo los hallazgos antropológicos y las entradas teóricas que se plantean a partir de estos tienen repercusiones en la manera de comprender las categorías asociadas al Estado como, por ejemplo, la de ciudadanía. La antropología termina por influenciar el desarrollo del saber filosófico a partir de las ontologías de las sociedades indígenas cuya forma de ser y estar en el mundo es radicalmente diferente a la que comprende la filosofía moderna. Así, Abélès considera que pensar más allá del Estado requiere, también, partir de la diferencia radical que nos muestran otras sociedades: de estas otras formas de ser y estar en el mundo, de la reapropiación de las estructuras de poder por parte de la política local y de formas de resistencia subalternas.

Abélès apuesta por pensar más allá del Estado desde dos formas distintas. Primero, al retomar la definición de política de Jacques Ranciére, orienta el análisis de la antropología política más allá de las instituciones estatales. El análisis de la micropolítica sería, pues, aproximarnos hacia aquello que desafía los distintos órdenes o estructuras que regulan lo social. Segundo, replantea la organización de la política actual con el fin de poder afrontar los problemas que impone la globalización, ante los cuales el Estado se ha visto desbordado.

Finalmente, quisiera señalar que la necesidad de pensar más allá del Estado no puede estar desvinculada del contexto en el cual nos encontramos situados. El neoliberalismo busca reducir la participación del Estado en la sociedad haciéndolo retroceder en aras de que el mercado pueda regularse por sí mismo. Para Abélès, pensar más allá del Estado implica también pensar en una sociedad distinta, una cuya forma política sea distinta a la de esta institución de poder centralizada que favorece a los intereses de mercado. En el caso peruano, por ejemplo, en el contexto actual, el Estado implementa políticas económicas y legisla con el fin de generar las condiciones para favorecer la inversión privada, pasando muchas veces por encima de los derechos de diversos grupos de ciudadanos. Abélès nos incita a pensar en el reto que tienen las distintas disciplinas para plantear un horizonte político alternativo. Desde un punto de vista personal, considero que esto tiene que ver, entre otras cosas, con que las universidades asuman su función de producir conocimiento crítico. Asimismo, es urgente generar espacios de producción de conocimiento cuyas investigaciones no estén vinculadas a las agendas políticas de los organismos internacionales que pretenden afianzar la hegemonía del neoliberalismo. Se trata, entonces, de pensar más allá del Estado no solo en el sentido teórico, sino también de romper con la división entre el conocimiento y la política, y de fortalecer la esfera pública como espacio de debate crítico.


  1. Para el filósofo francés Michel Foucault, el poder está relacionado con la forma en la cual este solo existe en tanto se ejerce, pues se trataría de una red de relaciones que atravesaría toda la sociedad. La microfísica del poder tiene que ver con cómo este se ejerce en acciones concretas de los sujetos y cómo este moldea no solo sus mentes, sino también su cuerpo. Esto solo es posible mediante el disciplinamiento de los sujetos a partir de distintas instituciones. En este caso, el Estado —para Foucault— no concentra el poder, pero es una institución encargada de controlar a la población. En el contexto actual, se ve desbordado no solo por aquellos a quienes tiene que gobernar, sino por instituciones globales.