Adrianzén, Alberto (ed.) (2012). Apogeo y crisis de la izquierda peruana, hablan sus protagonistas. Lima: Idea Internacional, Universidad Antonio Ruiz de Montoya.

Realizar un balance de un proceso político reciente, complejo y apasionado, como fue el esfuerzo por construir la Izquierda peruana, es una tarea con múltiples aristas y diversas complejidades. Partiendo de la intencionalidad de quien escribe, puede responder a un afán de rigurosidad histórica sobre lo que realmente pasó; puede ser también un intento por saldar cuentas con el pasado “exorcizando” los fantasmas pendientes o finalmente ser un esfuerzo por aportar a nuevos procesos de búsqueda y renovación. El libro de Alberto Adrianzén logra abarcar estas tres  dimensiones reconstruyendo los hechos y convocando la reflexión sobre el presente y futuro de la izquierda en el país. Una aproximación nada sencilla teniendo en cuenta que se trata de una apuesta vital en la que todos los personajes del libro, incluido el autor, “metieron la sangre en las ideas”.

No hay “deberías” que valgan en política ni desamparos que duren mucho tiempo. Las clases populares construyeron y encontraron nuevas representaciones políticas, y el lugar de la izquierda lo ocuparon otras fuerzas, incluido el fujimorismo.

El libro se inicia con la introducción de Osmar Gonzales, quien parte de preguntarse por la ausencia de la izquierda peruana como estructura política. Para encontrar explicaciones, realiza un repaso histórico desde sus orígenes, a inicios del siglo XX, deteniéndose en hitos relevantes que signaron su devenir, tales como la polémica con el Apra, las guerrillas de 1965 y la Asamblea Constituyente, entre otros. Pero el énfasis está puesto en el proceso de auge y caída de la Izquierda Unida (IU), aquel frente electoral que llegó a ser la segunda fuerza política nacional la década de 1980. ¿Por qué IU se dividió y prácticamente desapareció? La violencia política, la ambivalencia frente a la democracia o la imposición de hegemonismos y caudillismos son algunos de los argumentos ensayados. El autor finaliza señalando que las clases populares que “debieron” ser representadas por IU quedaron desamparadas. En este punto Gonzales se equivoca. No hay “deberías” que valgan en política ni desamparos que duren mucho tiempo. Las clases populares construyeron y encontraron nuevas representaciones políticas, y el lugar de la izquierda lo ocuparon otras fuerzas, incluido el fujimorismo.
El ensayo de Alberto Adrianzén, “La izquierda derrotada”, plantea temas de debate para entender la ausencia de la Izquierda como opción de poder, al punto que es el nacionalismo quien acaba por canalizar la disconformidad con el modelo neoliberal. Para el autor, la explicación radicaría en cinco tensiones que la Izquierda Unida no logró salvar. La primera es la tensión entre un discurso radical que exaltaba la lucha armada como vía de acceso al poder y la instalación en el juego democrático. La segunda, la tensión entre este discurso radical y la existencia de grupos armados con los cuales no se habría zanjado a tiempo. La tercera y cuarta tensión refieren a la emergencia de nuevos actores populares y el cambio de una sociedad estamental a una de masas signada por la informalidad. Finalmente, habría existido una incapacidad para entender la crisis del socialismo real y del Estado populista. Seguidamente, los ensayos de Francisco Guerra García y Javier Diez Canseco exponen sus propios análisis y balances del proceso de la Izquierda en los ochenta. Es interesante el esfuerzo de Diez Canseco por aclarar y explicar la experiencia del PUM, uno de los partidos más importantes dentro del frente electoral, y de cuyo polémico accionar de aquellos años también se ha escrito y publicado poco.
Las 24 entrevistas componen el grueso del texto, y todas ellas aportan elementos valiosos donde el análisis político y el recuerdo personal dialogan constantemente respondiendo preguntas y contrastando inquietudes. En este marco, resaltan algunas importantes coincidencias impensables en su momento histórico. Por ejemplo, existe un amplio acuerdo en reconocer que la Izquierda no valoró lo suficiente las reformas emprendidas por el régimen de Velasco y el impacto que estas tuvieron en el país. Hay también una reflexión compartida respecto a la “ambigüedad” con la democracia y las dificultades de la Izquierda para comprometerse con esta como un fin en sí mismo y no solo como un instrumento para acceder al poder. Esto tiene que ver con las reflexiones sobre la posición ante a la lucha armada y los supuestos deslindes tardíos frente a Sendero Luminoso y el MRTA. Este último tema todavía ronda el debate político nacional y genera acusaciones de complicidad de la derecha y el fujimorismo. Por ello, es significativo que varios entrevistados pongan por delante la oposición concreta que jugó la Izquierda frente a Sendero Luminoso y los cientos de militantes y autoridades de sus filas que fueron asesinados tanto por Sendero como por las fuerzas del Estado.
Pero intentando ir más allá del libro, considero que su planteamiento y abordaje pudieron haberse enriquecido tomando en cuenta los siguientes puntos.
  • Se insiste en la historia centrada en el personaje; es la visión de los cuadros directivos. No se oye la voz de las y los militantes de a pie, obreros o campesinos que fueron los operadores del partido, quienes posibilitaron la adhesión, la movilización y la identificación con el proyecto. Sus nombres no son tan conocidos, pero sin ellos la historia habría sido distinta
  •  Se trata de una visión limeña y masculina. Hace falta el testimonio de quienes actuaron en las regiones donde la Izquierda alcanzó a ser la primera fuerza política luego de desplazar al Apra y Acción Popular, como ocurrió en Junín, Puno, Lambayeque o la Amazonía. Son pocas también las mujeres entrevistadas, teniendo en cuenta el rol protagónico que jugaron, aunque no necesariamente ocuparan los principales cargo en los aparatos partidarios.
  • Es poco lo que se reflexiona sobre las experiencias de gestión local y regional, considerando que cientos de alcaldes y regidores provenían de las filas de IU. Asimismo, la Izquierda tuvo una participación destacada en los gobiernos regionales en el marco del proceso de descentralización del primer gobierno aprista. Sigue estando pendiente una lectura de los actores al respecto.
  • No se menciona nada sobre el agenciamiento de recursos de los partidos y del frente electoral. Hubiera sido interesante encontrar reflexiones que abordaran cómo se financio la estructura y se movilizaron los múltiples recursos que echaron a andar las acciones y decisiones tomadas.
De otro lado, vale tomar en cuenta lo anotado por Todorov 1 respecto a los usos y abusos de los que pueden ser objeto las memorias. Existen “memorias inmovilizadoras”, las cuales, por el peso de los acontecimientos que recuerdan, la trascendencia de sus triunfos o los traumas asociados a ellas, en lugar de convocar a la acción inmovilizan. Es positivo reivindicar la experiencia de IU y reflexionar sobre sus logros y fracasos, pero eso no puede llevar a consagrarla como el único y reiterativo referente. Varios de los entrevistados añoran aquel momento y todavía parecen considerar posible su réplica en el corto plazo. La Izquierda Unida caducó como estructura partidaria, pero también como estrategia de articulación. Insistir en la misma fórmula alrededor de la cual los mismos líderes de las mismas o similares agrupaciones partidarias se reúnen a ponerse de acuerdo es infructuoso. Es inviable no solo por las lógicas centralistas, sino también por la falta de articulación a procesos de movilización social, a experiencias de organización concretas de esos sectores populares que se quiere representar.

Es positivo reivindicar la experiencia de IU y reflexionar sobre sus logros y fracasos, pero eso no puede llevar a consagrarla como el único y reiterativo referente. Varios de los entrevistados añoran aquel momento y todavía parecen considerar posible su réplica en el corto plazo.

Pero, sobre todo si es que el lector se considera parte o cercano a aquello denominado “izquierda”,  no se puede concluir la lectura sin preguntarse por su futuro y cómo se logra superar la derrota subjetiva y objetiva en la que todavía se debate. Considero que aquí radica uno de los aportes más valiosos de este libro: su capacidad de convocar a recordar, valorar, criticar y repensar la experiencia previa, pero también los desafíos de nuestra escena contemporánea. Resulta estéril y pretencioso juzgar el libro ―como lo han hecho ya algunos columnistas― por su utilidad o no para un proyecto de renovación de la Izquierda. Difícilmente un texto intelectual o hasta político será la pieza fundamental de un proceso de reconstrucción de una tendencia política o un proyecto partidario. El libro cumple su objetivo y atiende a una sensibilidad presente en un sector de la sociedad que sí busca explicaciones y análisis respecto a lo que pasó con la Izquierda; de ahí la atención mediática que ha concitado, las múltiples descargas de Internet y hasta su edición pirata. Sin duda deja vacíos y nuevas preguntas, pero es saludable que dé pie a nuevas y más profundas investigaciones.
Para acabar, solo quiero anotar que renovar, reconstruir y finalmente crear un horizonte trasformador acorde con el Perú actual requiere planteamientos mucho más de fondo para temas centrales como la cuestión del poder, la construcción orgánica o la relación con los movimientos sociales. ¿Cómo articular voluntad de poder, qué modelo proponer al avance extractivo, cómo recoger la multiplicidad de discursos críticos al sistema en una opción también partidaria y electoral? Las preguntas son múltiples y las respuestas serán válidas solo en la medida que tengan un sustento real en las prácticas de los actores sociales, las clases populares, los excluidos del crecimiento. Sin desconocer la importancia de la tradición, debe quedar claro que la tarea de construir una nueva Izquierda está básicamente en manos de las nuevas generaciones, las cuales pocos triunfos políticos todavía tienen ―tenemos― por exhibir. Pero la historia está abierta, y como lo entienden finalmente los protagonistas del libro, no hay ideología ni designios históricos que nos aseguren la victoria. Se trata entonces de volver a partir, de persistir en los intentos.

* Socióloga, investigadora del IEP.


  1.  Todorov, Tzvetan (1995). Los abusos de la memoria. Buenos Aires: Paidós Asterisco.