“Pasado y presente, jóvenes y mayores, entrelazan temporalidades y experiencias, que articuladas en narrativas los ubican en el curso de la vida”.
Desde inicios del conflicto armado interno (CAI), la población ha encontrado múltiples maneras de organizarse para defender sus derechos e identidades del embate de la violencia política. En esta lucha, las organizaciones de afectados han ocupado un rol protagónico en el establecimiento de una agenda nacional de reparaciones y de búsqueda de la justicia y la verdad. Sin embargo, hasta la fecha son pocos los estudios dedicados a indagar en sus trayectorias y dinámicas internas. Uno de los principales retos para dichos estudios es el registrar la notable diversidad de objetivos, medios y actividades de las organizaciones. Y, ciertamente, uno de los ejes de esta diversidad es la diferencia generacional que se establece en el interior de las organizaciones entre aquellos que fueron testigos adultos de la violencia y aquellos cuya experiencia del CAI quedó enmarcada en la niñez. En el presente artículo, desarrollaré esta problemática a partir de la negociación entre generaciones protagonizada por los dirigentes de diversas organizaciones de la Coordinadora Regional de Organizaciones de Víctimas de la Violencia Política en Ayacucho (Coravip).
Uno de los ejes de esta diversidad es la diferencia generacional que se establece en el interior de las organizaciones entre aquellos que fueron testigos adultos de la violencia y aquellos cuya experiencia del CAI quedó enmarcada en la niñez.
La Coravip fue fundada en el año 2007 con el objetivo de velar por que los derechos de los afectados en la región sean restituidos y reparados dignamente, según la ley 28592, Ley de Plan Integral de Reparaciones. Con esa finalidad, en los últimos cuatro años, la organización ha llevado a cabo actividades en al menos cuatro rubros importantes: talleres de capacitación para dirigentes provinciales y comunitarios, congresos regionales anuales, marchas en Huamanga y en Lima, y negociaciones con el gobierno regional para la implementación del Registro Único de Víctimas (RUV).
Todas estas actividades comparten una apuesta explícita por el compromiso que debería tener el Estado y la sociedad civil con la memoria del CAI y sus consecuencias vigentes. Es por ello que, de forma transversal, la Coordinadora Regional busca transmitir una narración del pasado que resulte vinculante para una audiencia amplia, compuesta en buena medida por individuos que no experimentaron de forma directa el CAI. Este propósito resulta particularmente complejo para la actual dirigencia de Coravip, ya que está compuesta en su mayoría por jóvenes huérfanos que, debido a su afectación directa durante la niñez, no tienen una recolección de lo sucedido con sus familiares, sino que ellos mismos conforman un segundo eslabón generacional en la transmisión de la memoria del CAI. En lo que sigue postularé que el proceso de transmisión de la memoria que protagonizan estos jóvenes dirigentes influye en la construcción de un proyecto político que expresa tanto las tensiones como las posibilidades de la negociación intergeneracional
Creatividad posmemorial como un ejercicio político
Para lograr capturar el carácter creativo del proceso de transmisión de la memoria encuentro relevante utilizar la noción de postmemoria. Este término fue acuñado por la crítica literaria rumana Marianne Hirsch para referirse a “la estructura de transmisión inter y transgeneracional del conocimiento y experiencia traumáticas” (2008: 106). La posmemoria supone la inversión imaginativa de la segunda generación en la reactivación y reincorporación de las memorias de la primera generación, compuesta por testigos directos de un evento traumático (2008: 111). Dicha inversión imaginativa se nutre de un lenguaje familiar e íntimo —así como de imágenes y narrativas públicas— para componer el recuerdo propio de quienes mantienen afiliaciones familiares, comunitarias u organizacionales con la primera generación, esto es, la segunda generación (2008: 112). El énfasis en el uso imaginativo de diversos lenguajes releva la agencia de la segunda generación en la construcción de su vínculo con el pasado, y esto es central para entender la labor de la dirigencia actual en Coravip. Sin embargo, Hirsch tiende reducir la creatividad posmemorial a la producción de una forma de testimoniar el trauma en la segunda generación. En cambio, considero que, en el caso de Coravip, se constata que la transmisión intergeneracional de la memoria moviliza una negociación de compromisos y sentidos que se expresa fundamentalmente en la construcción del proyecto político de la organización. Es por ello que en el presente análisis pretendo anudar las tensiones afectivas e identitarias de la transmisión a las características distintivas de lo que denomino el proyecto político posmemorial de la segunda generación de dirigentes.
En ese sentido, es posible comprender la transmisión intergeneracional de la memoria en Coravip como una inversión imaginativa respecto a las trayectorias organizacionales de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados Detenidos y Desaparecidos del Perú (Anfasep), la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Ayacucho (Afavita) y el Comité Nacional de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Refugiados (Cofader), entre otras organizaciones, que iniciaron sus actividades en las décadas de 1980 y 1990 dentro del complejo contexto de la violencia política. A partir de esta inversión, se construye un proyecto que expresa las diferencias entre ambas generaciones dentro del contexto político actual. Al respecto, debe tenerse en cuenta que la primera generación de afectados organizados en Ayacucho está compuesta fundamentalmente por mujeres viudas o huérfanas quechuahablantes con implicación diversa y compleja en el CAI. Estas características instauraron una situación de marginación y represión violenta contra la que estas mujeres lucharon, fundamentalmente por la restitución de sus familiares desaparecidos, por la condena de los responsables de los abusos y matanzas, y por la subsistencia de sus hijos (Youngers 2003: 115-117). En cambio, la segunda generación de afectados organizados en la misma región está compuesta en su mayoría por los jóvenes huérfanos que, en tanto beneficiarios del comedor Adolfo Pérez Esquivel y participantes de la construcción del Museo de la Memoria, recibieron su educación política dentro de Anfasep, los que además fueron elegibles desde la década de 1990 para las becas gestionadas por el Programa de Apoyo para el Repoblamiento (PAR). Esta generación comienza a organizarse fundamentalmente en el contexto de transición democrática con el objetivo de hacer seguimiento a la labor de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), y luego a la implementación de sus recomendaciones. De manera que la transmisión de la memoria entre ambas generaciones de afectados organizados se da dentro de un proceso de ampliación de las oportunidades educativas, económicas y de participación política para la segunda generación. Así pues, el proyecto político de la segunda generación de dirigentes de Coravip surge en un contexto comparativamente más favorable para la incidencia de los afectados en la agenda política regional. Por lo mismo, resulta necesario indagar en las particularidades de la inversión imaginativa que, dentro de esta nueva situación histórica, caracterizan al proyecto posmemorial de la organización.
Tensiones generacionales y la construcción del proyecto político posmemorial en Coravip
Son cuatro las principales características del proyecto político posmemorial de Coravip. La primera característica del proyecto político de la segunda generación es la priorización de las demandas en torno a las reparaciones y el desarrollo social. Esta se encuentra en tensión con los objetivos y expectativas de la primera generación, construidos en torno a la búsqueda de la justicia y la verdad en el contexto de un Estado represivo. Esta tensión se expresa en el testimonio de Percy Huauya, uno de los principales promotores del proyecto posmemorial de Coravip: “Todo lo que estamos haciendo, estamos trayendo desarrollo a la región, más allá de nuestra búsqueda de justicia. Por mí, yo no estoy buscando el tema de reparación. Yo estoy buscando su cuerpo de mi papá”. En esta breve cita se hace patente la superposición conflictiva —aunque provechosa— de las actividades orientadas a la promoción de desarrollo y aquellas asociadas a la búsqueda de justicia.
La primera característica del proyecto político de la segunda generación es la priorización de las demandas en torno a las reparaciones y el desarrollo social. Esta se encuentra en tensión con los objetivos y expectativas de la primera generación.
La segunda característica es la intención de la segunda generación de integrar diferentes grupos de afectados. Esta expresa la tensión alrededor de la brecha que divide a las víctimas de los grupos subversivos de las víctimas de las fuerzas del orden en la primera generación. Daniel Roca, expresidente de Coravip, me contó una anécdota que ilustra esta fragmentación: “Yo no entendía por qué cuando yo llegué a Ayacucho se hizo una marcha por aniversario de la CVR y había latas de leche que volaban de un afectado a otro afectado”. En contraste con aquella situación, “[La Coravip] surge por una necesidad de unidad de las diferentes organizaciones de afectados por la violencia política en nuestra región” (Roca 2004: 4). Adicionalmente, esta distinción generacional supuso que los dirigentes en Coravip se refirieran a su propia afectación de manera ambigua, sin definir explícitamente al perpetrador.
La tercera característica es la iniciativa para hacer las actividades de la organización económicamente autónomas. Esta característica confronta la relación de dependencia económica que ha caracterizado a la primera generación en relación a las ONG’s (Torres 2004: 14). Al respecto, Judith Paredes, la presidenta de Coravip, me explicó que el actual proyecto de su organización es crear una pequeña cooperativa de los afectados. Con ella, la organización lograría una mayor autonomía en la determinación de sus proyectos respecto al discurso de los derechos humanos promovido por las ONG, y a la vez sería capaz de retener a los jóvenes profesionales de la segunda generación y activar sus capacidades para proyectos sociales y productivos que beneficien a todos los afectados:
Dentro de los afectados tenemos jóvenes economistas, contadores, trabajadores sociales, o sea, tenemos de todo. A veces nos poníamos a pensar y decíamos “¿Qué hacemos en la organización para seguir manteniéndolos juntos y no dejar de que se vayan?” […] “¿Cómo hacemos? ¿Cómo trabajamos? Manejemos esto, tratemos de crear fondos”.
Pero para comprender el potencial creativo de la transmisión de la memoria es necesario entender que las generaciones no son entidades rígidas, sino móviles, permeables e interdependientes.
La cuarta característica se refiere a la promoción de la participación de los afectados en la gestión pública, distintiva de la segunda generación. Esta se enfrenta a la desconfianza común en la primera generación respecto de la participación en el aparato estatal. Una experiencia resaltante en esta línea es el trabajo de bases realizado por la Coordinadora Regional durante la postulación de Daniel Roca al Parlamento Andino. Este apoyo le permitió obtener más de 30,000 votos, y aunque no ingresó al Parlamento, obtuvo la influencia suficiente para ser nombrado gobernador de Ayacucho. Además, se suman a esta experiencia a nivel regional otras a nivel provincial y local. Un miembro de Juventud Anfasep me explicaba la importancia de esta línea de la siguiente manera: “Siento que estas autoridades, ellos no van a ver las necesidades, porque no lo están viendo como lo ven los afectados. Personalmente, ¿hasta cuándo pasa esto? Hasta que una persona afectada esté en el poder y vea y sienta cómo realmente es”. Sin embargo, Yuber Alarcón, asesor legal de Anfasep, me explicó que, dentro del estatuto de esta organización, la participación o apoyo a algún partido está prohibida; además, agregó que, entre las socias, esto es visto con cierta desconfianza.
Estas cuatro características señalan las tensiones que atraviesan la negociación entre ambas generaciones en el proyecto posmemorial de Coravip, pero a la vez expresan cómo, en la transmisión de la experiencia traumática del CAI, la inversión imaginativa de la segunda generación ha transformado la forma de experimentar la identidad de víctima y de trabajar los vínculos establecidos con el Estado y las ONG. En buena medida, estas características han mostrado los proyectos y compromisos con el pasado de cada generación como episodios discretos y en conflicto, pero para comprender el potencial creativo de la transmisión de la memoria es necesario entender que las generaciones no son entidades rígidas, sino móviles, permeables e interdependientes. Ello se demuestra en la adopción del lenguaje y demandas de reparación por la primera generación, en la cooperación de ambas generaciones en las actividades de incidencia frente al Estado y en el proceso de educación política de la segunda generación en organizaciones de la primera. Es así que la negociación de sentidos entre ambas generaciones, orientada a la construcción de un proyecto común, permite su mutua transformación. Por último, el énfasis de este trabajo ha estado en la práctica política de la segunda generación en tanto protagonistas del contexto político de los afectados actualmente. Sin embargo, a través de la discusión de la noción de posmemoria y la dinámica de las organizaciones de afectados, espero motivar futuras indagaciones sobre la transmisión de la memoria, la transformación de las representaciones del pasado en ambas generaciones y su correlato en el quehacer político.
* Bachiller en Sociología de la PUCP, miembro del Seminario de Estudios sobre Memoria, Instituto de Estudios Peruanos.
Referencias bibliográficas
Hirsch, Marianne (2008) “The Generation of Postmemory”. En Poetics Today, n.° 29: 103-126.
Milton, Cynthia y María Eugenia Ulfe (2011) “Promoting Perú. Tourism and Post-Conflict Memory”. En Ksenija Bilbija et al. (eds.), Accounting for Violence: Marketing Memory in Latin America. Durham: Duke University Press, pp. 208-233.
Roca, Daniel (2004) “Coravip, ejemplo de unidad y perseverancia”. En Willaykusayki, n.° 4: 4, año 2, agosto.
Torres, Javier (2004) “Organizaciones de afectados, ONGs y Estado”. Lima: Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Informe inédito.
Youngers, Coletta (2003) Violencia política y sociedad civil en el Perú: historia de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Lima: IEP.
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