Si bien sigue siendo incierta la magnitud y duración de la crisis internacional, es evidente que esta tendrá impactos severos y diferenciados en los países de América Latina. Al interior de cada país la crisis se sentirá, también, de manera diferenciada. En tal sentido, el presente artículo busca identificar los posibles efectos de la crisis en la población rural y, en particular, en los pobres rurales de once países de América Latina y el Caribe. 1
Los países analizados fueron seleccionados usando dos criterios: países que tuvieran elevados niveles de pobreza rural, es decir, una incidencia de pobreza superior al promedio de la región, –(Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, República Dominicana, Paraguay y Perú) o que fueran países que den cuenta de las mayores cantidades de pobres rurales en la región (Brasil y México).
1. Los efectos de la crisis en los 11 países estudiados
La actual crisis sorprendió a América Latina en un período histórico de bonanza, luego de un quinquenio donde se registró la expansión más acelerada (y probablemente sostenida) de los últimos 30 años, con una tasa promedio de crecimiento del 5% entre el 2005 y el 2007 (World Bank GEP 2008), y con logros importantes en torno a la reducción de la pobreza e indigencia (CEPAL 2009). 2
Como puede verse en el cuadro 1, la pobreza en América Latina pasó de 45.7% en 1994, a 34.1% en el 2007, y la pobreza extrema de 20.8% a 12.6%. Si bien son destacables estos logros, los niveles de pobreza y de indigencia rurales se mantienen en niveles altos y aun muy preocupantes en la región (52.1% y 28.1%, respectivamente).
Cuadro 1.
América Latina: % de población en situación de pobreza e indigencia
Una parte importante del crecimiento de la región en años recientes se sustentó en la demanda por “commodities” de los países desarrollados y en sus altos precios internacionales (Izquierdo et al, 2008; Calvo y Talvi 2007). Ello permitió que la mayoría de países mejoraran su situación macroeconómica a través de políticas fiscales y monetarias que generaran superávit fiscales, aumento sostenido de las reservas internacionales, inflación baja y/o controlada, etc. 3 La relativamente buena situación macroeconómica de la mayoría de países resulta una característica clave para entender los efectos de la actual crisis, dado que estos tendrán un margen holgado para realizar políticas contracíclicas de aumentos del gasto para aliviar la recesión de la crisis actual . 4
Las estimaciones más recientes reflejan un cambio significativo en las expectativas de crecimiento de la región hacia aceptar que esta tendrá efectos más severos y sobre todo, más duraderos sobre nuestras economías luego de un período de excesiva confianza en los fundamentos económicos de la región. Hoy es claro que dado el grado de integración de las economías de América Latina con las economías desarrolladas, esta sería una de las regiones más afectadas dentro de los países en desarrollo, aunque se vería significativamente menos afectada que los países desarrollados (ver cuadro 2).
Cuadro 2.
Evolución de las Expectativas de Crecimiento a nivel mundial
Los efectos de esta crisis se sentirán en los hogares de menores recursos a través de al menos tres mecanismos: a) menores ingresos derivados de las menores oportunidades laborales (resultado de caídas en la demanda interna y externa o en la inversión, sobre todo en infraestructura); b) menores ingresos por reducciones en la remesas de migrantes; y, en el mediano plazo y dependiendo de la duración de la crisis, c) reducciones en el gasto público, en particular, el gasto social, lo cual puede afectar a los más pobres vía reducciones en sus ingresos o en su consumo.
Hoy es claro que dado el grado de integración de las economías de América Latina con las economías desarrolladas, esta sería una de las regiones más afectadas dentro de los países en desarrollo, aunque se vería significativamente menos afectada que los países desarrollados.
Los mayores efectos se verán en las zonas urbanas. El grado de desconexión de las economías rurales con los distintos mercados de bienes y de factores (insumos de producción) permite que la crisis afecte en menor medida al campo que a la ciudad. En otras palabras, aquello que se define como la principal desventaja de las economías rurales en épocas de bonanza, se convierte hoy en su principal ventaja relativa. Recordemos que el medio rural ha demostrado, en épocas de prosperidad, ser relativamente menos sensible al crecimiento económico que el ámbito urbano, por lo que se podría esperar que una desaceleración del crecimiento pudiera tener efectos moderados en la pobreza rural.
Sin embargo, es posible que aumente la incidencia de la pobreza rural. La crisis puede empujar a los hogares rurales “vulnerables” –los que están por encima de la línea de la pobreza– hacia una situación de pobreza, debido principalmente, a su estrecha relación con los mercados urbanos y a su mayor dependencia de los ingresos laborales dependientes. Estos hogares que podrían estar cayendo en la pobreza y con ello elevando la incidencia de la misma en el medio rural, pueden también generar reducciones en la desigualdad rural (porque los relativamente más ricos perderán más que los pobres) y en la brecha de pobreza (porque los vulnerables caerán en pobreza, pero se mantendrán relativamente cerca de la línea de pobreza).
El mayor impacto negativo vendría de la disminución de la demanda externa por productos agropecuarios, mineros y del sector industrial (textiles/ maquilas principalmente) que se traducirá en menos empleo. La mayoría de los países reportan efectos negativos de la crisis sobre el empleo urbano, por sus efectos sobre el sector industrial y parte del minero; y sobre el empleo rural, que afecta al sector agro exportador y minero. Esta reducción del empleo traería impactos negativos en el ingreso de los hogares rurales, ya que estos dependen de manera importante de los mercados laborales (ver gráfico 1). Los cambios en el mercado de trabajo obligarán a los pobladores rurales a refugiarse en la agricultura durante la crisis.
Gráfico 1
En prácticamente todos los países se registra ya una caída en los flujos de remesas. Esta disminución es más importante en los países centroamericanos (El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua) y República Dominicana, donde el porcentaje de hogares que recibe remesas representa más del 20% de los hogares a nivel nacional y rural, y donde las remesas constituyen más del 25% de los ingresos de los hogares.En los países sudamericanos el efecto es más moderado. 5
Los mayores efectos se verán en las zonas urbanas. El grado de desconexión de las economías rurales con los distintos mercados de bienes y de factores (insumos de producción) permite que la crisis afecte en menor medida al campo que a la ciudad […] aquello que se define como la principal desventaja de las economías rurales en épocas de bonanza, se convierte hoy en su principal ventaja relativa.
Si bien los países en general tienen cuentas fiscales favorables, su capacidad de mantener o incrementar el gasto público para contrarrestar los efectos de la crisis, dependerá de la magnitud de la crisis y de su duración. La mayoría de países incluye en sus planes anticrisis políticas contracíclicas, el mantenimiento o incremento del gasto social. Sin embargo, la capacidad fiscal y financiera de mantener estas políticas es aún un tema de discusión. Además, es posible que estas políticas se centren en programas para atender a nuevos grupos de pobres, probablemente, urbanos antes que rurales.
La crisis, entonces, afectará a los pobladores rurales, si bien proporcionalmente menos que a los urbanos, los afectará de todos modos. Pero, como los niveles de pobreza rural son muy superiores a la pobreza urbana, un pequeño efecto negativo, en una población altamente vulnerable puede traducirse en efectos permanentes. Los grupos rurales probablemente más afectados por la crisis serán los que tienen una mayor vinculación con los mercados de productos y de trabajo, que generalmente se encuentran sobre la línea de la pobreza o en sus inmediaciones. El mayor riesgo que enfrenta esta población es el de caer en una trampa de pobreza, que los haga transitar hacia una situación de miseria tal que les impida, aun en un contexto de recuperación económica, volver a su situación previa a la crisis. 6
2. Medidas implementadas y sus vacíos
Como consecuencia de la crisis, los países de la región reaccionaron anunciando e implementando planes anticrisis que incluyen medidas de diversa índole, centradas principalmente en políticas fiscales expansivas contracíclicas. 7 Sin embargo, estas políticas son, en su mayoría, políticas de corto plazo.
La atención se centra en atender la emergencia que trae la crisis y en mantener las cuentas macroeconómicas lo mejor que se pueda. Es decir, se concentran en sus efectos de corto plazo. En todos los casos analizados, los programas anticrisis han puesto poca atención en lo rural y en sus peculiaridades y solo cuentan con componentes rurales relevantes donde ya había una política agraria y de desarrollo rural en marcha.
La mayoría de países analizados optó por aumentar el gasto o la inversión pública, en lugar de reducir impuestos o aumentar subsidios directos. Este mayor nivel de gasto se ha centrado en el sector infraestructura (vivienda y obras públicas, especialmente viales), por el impulso que genera la construcción en la economía y su impacto en la generación de empleo, en particular, el de corto plazo, no calificado y descentralizado.
Asimismo, la mayoría de los países ha reforzado sus programas sociales, en los que se destaca la ampliación (o mantenimiento) de los niveles de atención de los programas de transferencias condicionadas para minimizar los efectos de la crisis en las zonas más pobres. 8Estos programas de transferencias monetarias condicionadas son de rápido efecto, existen actualmente en casi todos los países de la región y son relativamente fáciles de expandir a nuevos beneficiarios.
Como se hace evidente al revisar estos planes, la atención se centra en atender la emergencia que trae la crisis y en mantener las cuentas macroeconómicas lo mejor que se pueda. Es decir, se concentran en sus efectos de corto plazo. En todos los casos analizados, los programas anticrisis han puesto poca atención en lo rural y en sus peculiaridades y solo cuentan con componentes rurales relevantes donde ya había una política agraria y de desarrollo rural en marcha, como es el caso de Brasil.
3. Tomar acción para revitalizar el medio rural
Lo rural, y en particular lo agropecuario (de subsistencia, agricultura familiar, pequeña producción) representan una oportunidad interesante para el desarrollo y mejores condiciones de vida, en el marco de la crisis. Por un lado, lo rural y las actividades agropecuarias constituyen un refugio relevante para los sectores vulnerables en el marco de esta crisis. La agricultura de subsistencia es un proveedor clave de seguridad alimentaria, de ocupación para pobladores rurales y ofrece posibilidades de expansión. Por ello constituye un sector clave en el cual invertir para aprovechar la desfavorable coyuntura y convertirla en una oportunidad para generar un cambio mayor, de más largo aliento, a favor de una actividad clave y relevante para los pobladores rurales, pero también, para el conjunto de los países (seguridad alimentaria, menor vulnerabilidad, etc.).
De los estudios de los once países surgen cuatro temas claves sobre los cuales organizar una agenda de políticas a favor de lo rural y de la mitigación de los efectos de la crisis. En el corto plazo: políticas de compensación ante reducciones de flujos de remesas, esquemas de empleo temporal y políticas sociales. Todas medidas de rápida implementación para enfrentar las consecuencias de la crisis y evitar incrementos en los niveles de pobreza, así como reducciones en la dotación de activos de los hogares, a fin de impedir que estos caigan en trampas de pobreza.
Consideramos que no se debe perder la oportunidad de complementar estas medidas de mitigación de corto plazo, con acciones de mediano plazo que tengan el objetivo de revitalizar el medio rural. Se necesitan políticas orientadas al desarrollo de nuevas opciones de generación de ingreso, agropecuario y no agropecuario, que logren mejorar la pequeña agricultura y con ello, generen mejores opciones de alimentación, mayores ingresos fruto de la venta de productos y menos dependencia de políticas sociales. Todo esto se podría lograr con programas de capacitación, asistencia técnica y asesoría comercial, que implican esquemas de implementación complejos de instalar, de poner en práctica y que requieren de plazos de ejecución de mediano o largo plazo.
Por lo tanto, el desafío es enfrentar la crisis con medidas de corto plazo para atender la emergencia, pero a la vez, anidar estas acciones anticrisis en políticas de mediano plazo, orientadas a un cambio más estructural que favorezca el desarrollo rural y el impulso de la agricultura familiar o de subsistencia. Se trata entonces, de aprovechar las medidas anticrisis en marcha, obras de infraestructura, empleo temporal, programas para compensar la pérdida de remesas, programas sociales –en particular programas de transferencias condicionadas– para articular una propuesta mayor, más ambiciosa, que incluya además acciones de mediano plazo, como programas de desarrollo de nuevas iniciativas económicas en el medio rural, mayor eficiencia en la pequeña producción agropecuaria y sobre todo, que fortalezcan los mecanismos de protección y manejo de vulnerabilidad con que cuentan los hogares rurales. El cuadro 3 muestra un ejemplo de esta propuesta.
Cuadro 3
Acciones recomendadas para enfrentar la crisis
Lograr una respuesta ante la crisis que vaya más allá del corto plazo resulta complejo. Desgraciadamente, la precariedad de la institucionalidad pública relacionada con el medio rural y con el sector agropecuario, hace difícil imaginar la implementación de políticas complejas que combinen estrategias de mitigación de corto plazo con acciones de mediano plazo. Para ello se requiere de un sector público ligado a lo rural y a lo agropecuario que sea fuerte, con capacidad de formular una propuesta y lograr una coalición de actores que la respalde y que permita al sector obtener recursos financieros, humanos e institucionales, para implementar este tipo de políticas. Pero además, se requiere de una institucionalidad rural capaz de llevar adelante estas iniciativas: ministerios de agricultura o desarrollo rural capaces de diseñar, coordinar e implementar las propuestas e instituciones territoriales con capacidad de ejecutar acciones y de adecuarlas a la realidad local.
A pesar de las dificultades, es necesario intentar implementar este tipo de políticas que combinen el corto plazo con el mediano plazo. Si estas no logran desarrollarse en un contexto en el que los estados están buscando gastar (en el marco de sus políticas contra cíclicas) difícilmente se darán en otros contextos. El desafío es, entonces, generar una correlación de fuerzas para movilizar recursos hacia políticas de promoción y apoyo de la pequeña agricultura y agricultura familiar, y hacia el desarrollo de nuevos emprendimientos rurales no agrícolas, a la vez que se fortalezca la institucionalidad pública relevante para el medio rural, de modo tal que podamos contar con actores capaces de diseñar e implementar las medidas requeridas y (usar eficazmente) los recursos obtenidos para generar un proceso de revitalización del medio rural.
* Economistas. Investigadores del IEP.
Referencias bibliográficas
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Buainain, Antonio, Henrique Neder, Enrique Dantas. «Crisis y pobreza en América Latina: el caso de Brasil». Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural. Doc Nº38. 2009. www.rimisp.org/dtr/documentos
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Carter, Michael and Christopher Barrett. The Economics of Poverty Traps and Persistent Poverty: «An Asset-based Approach». Journal of Development Studies 42(2): pp.178-199, 2006. Reprinted in C. Barrett, M.R. Carter and P.D. Little (eds.), Understanding and Reducing Persistent Poverty in Africa. Routledge, 2008.
CEPAL. La reacción de los gobiernos de América Latina y el Caribe frente a la crisis internacional: una presentación sintética de las medidas de política anunciadas hasta el 20 de febrero de 2009. Santiago de Chile: CEPAL, 2009. Disponible en: http://www.cepal.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/9/35349/P35349.xml&xsl=/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xsl
Delgado, Manuel y Melisa Salgado. «Crisis y pobreza en América Latina: el caso de El Salvador». Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural. Doc Nº44. 2009. www.rimisp.org/dtr/documentos
Del Rosario, Pedro; Morrobel, Julio y César Martínez). «Crisis y pobreza en América Latina: el caso de República Dominicana». Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural. Doc Nº42. 2009. www.rimisp.org/dtr/documentos
Izquierdo, Alejandro, Randall Romero, and Ernesto Talvi (2008). “Booms and Busts in Latin America: the Role of External Factors.” Inter-American Development Bank Research Department Working Paper No. 631. Disponible en: http://www.imf.org/external/np/seminars/eng/2007/whd/
- Este documento es un resultado del Programa Dinámicas Territoriales Rurales (www.rimisp.org/dtr), coordinado por Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, con auspicio de IDRC (International Development Research Center, Canadá). El estudio contó además con el apoyo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). El documento de síntesis y los 11 estudios a nivel país estarán disponibles en la web de RIMISP en breve. Este artículo resume lo hallado en estos estudios: Baudoin, 2009; Buainain, Neder y Dantas, 2009; Perfetti, 2009; Delgado y Salgado, 2009; Rosada y Bruni, 2009; Villa y Lovo, 2009; Chiapa, 2009; Baumeister y Rocha, 2009; Ramírez y González, 2009; Yancari, 2009; Del Rosario, Morrobel y Martínez, 2009. ↩
- Sobre todo en la pobreza urbana y sus niveles de indigencia. ↩
- Si bien durante el 2007 y el 2008 la inflación fue una preocupación relevante en la región, sobre todo aquella referida a los alimentos, la crisis redujo la presión inflacionaria y desplazó las preocupaciones hacia nuevos temas. ↩
- Sobre todo los países sudamericanos; los países centroamericanos tendrán un menor margen de acción dada la magnitud de sus economías y de sus reservas internacionales. ↩
- En el caso de Brasil, Paraguay y Perú el efecto no es estadísticamente significativo. ↩
- Ver los trabajos de Carter y Barrett (2006), Adato, Carter y May (2006) y Barrett, Carter y Little (2006) sobre el tema. ↩
- Como se mencionó anteriormente, esto es posible gracias a la relativamente buena posición macroeconómica, que permite disponer de cierto nivel de recursos financieros para enfrentar la crisis. ↩
- Progresa/Oportunidades en México, Bolsa Familia en Brasil, Juntos en Perú, Familias en Acción en Colombia, Red Solidaria en El Salvador, Red de Protección Social en Nicaragua, PRAF en Honduras, Solidaridad en República Dominicana. ↩
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