La tercera imagen de la memoria sobre el 5 de abril tiene que ver con un mito fundador del verdadero fujimorismo. Para entenderlo, vamos a recurrir a la voz de Martha Chávez.
Yo voté por Vargas Llosa. No me gustó, pero al año yo ya era conversa de Fujimori. […] Hasta que el 5 de abril apoyé y saludé. Aunque como abogada hubiera preferido que no lo hiciera, porque era una decisión fuera de la Constitución, no seguía los parámetros constitucionales. […] El 5 de abril me sorprendió, como a todos los peruanos, la decisión del presidente. El 8 de abril, Santiago [Fujimori] me lleva a conocer al presidente […]. Tiempo después, el cargo que me ofreció fue el de secretaria del Consejo de Ministros […] fue un momento muy significativo, no solamente como mujer, sino que también yo no pertenezco ni a la familia, ni al cogollo político, ni al entorno amical, y me llamaron al corazón mismo del gobierno.
El fujimorismo, a partir del 5 de abril, hace entrar con fuerza a una nueva clase política a las altas esferas de Gobierno: personas técnicas, sin antecedentes políticos, seguidoras del líder. El 5 de abril permitió, desde la reformulación del Legislativo y el reordenamiento del Ejecutivo, crear un nuevo lazo con los propios congresistas, tal como lo han señalado ya Degregori y Meléndez, así como Pedro Planas.
Como yo —dice Martha Chávez—, vinieron una serie de personas que no habían estado en los primeros momentos del presidente Fujimori, que no pertenecían a Cambio 90. Cambio 90 era el grupo de personas amigos del presidente, compañeros de trabajo del presidente de la Universidad Agraria. Entonces, como sucede en todos los partidos, pues el presidente tuvo que poner mano firme. El presidente siempre dijo “yo no tengo amigos, yo pongo en los puestos a las personas que van a desempeñarse bien”, y el fue llamando a personas ajenas […]. Y en agosto se crea, bajo la inspiración del presidente mismo, otro partido para representar y agrupar a las personas que nos habían llamado por nuestro aporte. Y esos eran: Jaime Yoshiyama, yo misma, Carlos Torres, Carlos Blanco, Demetrio Patzias. Entonces fuimos cuatro fundadores, y formamos Nueva Mayoría.
Mil novecientos noventa y dos significa también la creación del segundo partido fujimorista y la renovación de su personal político desde la cúpula: se reemplaza a los 32 diputados de Cambio 90, de los cuales 40% provenían de redes religiosas. Solo sobreviven tres.
Tal como lo ha subrayado Carlos Eduardo Pérez Crespo, es desde 1992 que el fujimorismo se caracterizará como partido que soluciona situaciones de crisis. La memoria fujimorista eleva las situaciones de emergencia a fechas o actos históricos y heroicos que mantendrán viva a la organización durante más de veinte años.
Todo proceso de crisis como el que se vivía en 1992 es revelador de procesos más socavados y estructuras de larga data en la vida política nacional. El carácter informal del presidencialismo y su falta de normatividad somete al Legislativo a la precariedad. En Francia, el presidente tiene la facultad de disolver una cámara del parlamento en nombre de la gobernabilidad. Al no ser este el caso y no disponer de herramientas de control suficientes, en 1992, Fujimori redujo el parlamento a una sola cámara, y acabó con uno de nuestros principales sistemas de control y equilibrio de poderes.
El contínuum Estado-partido
Degregori y Meléndez han llamado al proceso de renovación de personal político de 1992 “el CCD o la fundación del fujimorismo”. Para ellos, se definen desde esa época los rasgos que después definirán al fujimorismo. El perfil mayoritario es: hombre, tecnócrata y limeño. A partir de 1995, el fujimorismo tendrá tanto cara tecnócrata y limeña como provinciana. Por disponer de datos más completos, hoy en día es posible afinar este análisis. No solo se puede decir que se trató de técnicos (16% de abogados, 11,4% de agrónomos, 9% de administradores de empresas y 9% de profesores en 1992; 15,6% de abogados, 10% de profesores y 8,5% de ingenieros agrónomos en 1995; y casi las mismas cifras en 2000) o que después de 1992 la mano de Santiago Fujimori se hace notar, ya que en promedio 14% de los congresistas (el porcentaje más alto) venían de la Universidad Católica, donde él había realizado su maestría. Se puede decir también que se fue remplazando progresivamente a personas con cargos dentro del partido por personas con cargos de elección popular y experiencia en el Estado.
En 1992, 15 de los 44 congresistas (o sea 34%) habían ocupado un cargo partidario dentro del fujimorismo y 13% había tenido un cargo público en el aparato estatal. En 1995, 11 de los 71 congresistas, o sea 15,5%, habían tenido un puesto en el partido y 22% habían ocupado un cargo público de elección popular o habían sido funcionarios de gobiernos locales. En 2000, 19% (7 de los 36 congresistas) había ocupado un cargo en el fujimorismo y 47% había tenido un puesto en un cargo de elección popular o como funcionario público.
Lo que estas cifras demuestran es el cambio en la selección de personal político. Si bien en un primer momento se rigió por redes personales (de Santiago Fujimori y Jaime Yoshiyama) que privilegiaban un perfil tecnócrata, en un segundo tiempo sobresalieron personas con cargos locales de elección popular conocedores y poseedores del capital social y del conocimiento del aparato estatal para permitir una implantación de tipo territorial y de escala local del partido (se nota más la ambición de Absalón Vásquez).
Por tanto, el fujimorismo es, tal vez, el mayor ejemplo de construcción partidaria desde el ámbito estatal, y el 5 de abril es la fecha de formalización de esa construcción política.
Por tanto, el fujimorismo es, tal vez, el mayor ejemplo de construcción partidaria desde el ámbito estatal, y el 5 de abril es la fecha de formalización de esa construcción política. Recorramos brevemente tres trayectorias claves, las de Luz Salgado, Jaime Yoshiyama y Absalon Vásquez (que fueron respectivamente congresista electa, candidato a segundo vicepresidente en la última campaña y profesor retirado de la vida política).
Luz Salgado es candidata a diputada por Lima en 1990. Al no ser elegida, es nombrada jefe del Programa de Asistencia Directa (PAD, predecesor del Pronaa) en agosto de 1990, luego presidenta de Foncodes en noviembre de 1991, viceministra de la presidencia en agosto de 1992 y cuatro días después viceministra de Desarrollo Social Regional del Ministerio de la presidencia. Tras esta carrera corta, pero en puestos claves, Luz Salgado es elegida congresista de la República con una de las más numerosas votaciones.
En la campaña pasada (2011), un simpatizante fujimorista que hacia predicciones sobre el éxito electoral decía: “Luz Salgado sale de todas maneras, ella es la que tiene más afinidad con las bases”. Para Luz Salgado, secretaria de Fujimori en la Universidad Agraria, sus puestos en proyectos de desarrollo territorial a nivel nacional le permitieron darse a conocer y crear un sector de apoyo que luego le valieron ser elegida diputada y seguir desde su cargo en el Legislativo, consolidando los vínculos con los sectores populares que se identifican aún con ella. Ese vínculo es el que aprovechó para crear pequeñísimas redes locales de contacto y mantener viva la imagen del fujimorismo los años que no estuvo en el poder, lo que permitió que el movimiento resurja diez años después.
Jaime Yoshiyama fue en 1990 presidente de directorio de Electrolima, ministro de Transportes y Comunicaciones, ministro de Energía y Minas (noviembre1991-septiembre 1992) y presidente de la Comisión de Privatización de las Empresas Públicas (Copri). Además, fue electo congresista en 1992.
En 1995, no fue reelecto porque se pensaba una estrategia de implantación territorial mediante la creación de un segundo partido, Vamos Vecino, que llevaría a Yoshiyama a ser el candidato para alcalde de Lima. Las élites de gobierno se transformaban, como se ve, muy frecuentemente en cuadros partidarios. Dieciséis años después (2011), Yoshiyama también contribuirá a que el partido se siga manteniendo vivo y con fuerza, y fue el candidato a vicepresidente que dirigió la estrategia de campaña que llevó a Keiko Fujimori a quedar en segundo lugar en las últimas elecciones.
Absalón Vásquez, quien luego dirigiría el grupo Vamos Vecino dentro del fujimorismo, había sido viceministro de Agricultura de 1992 a 1996 y luego ministro de Agricultura en 1996.
Si estos tres ejemplos pueden parecer casos aislados, tal vez no lo sean estas cifras: 30 de los 112 congresistas de la bancada fujimorista entre 1992 y 2000 fueron ministros, o sea 27%. Lo cual demuestra una movilización importante de personas, así como un flujo de personal político entre los diferentes poderes del Estado. Son pocos ejemplos, pero esclarecedores del comportamiento fujimorista, que demuestra una continuidad entre actividad de proselitismo partidario y labor estatal.
¿Y si los partidos fueran parásitos?
El análisis político actual repite constantemente la idea de la falta o fragilidad de los partidos. Quisiera aquí proponer una hipótesis que, con riesgo de equivocarme, me gustaría que fuera debatida. En el Perú, los partidos políticos existen, el problema es su falta de institucionalización. Ello se puede deber a que mantienen relaciones muy cercanas con el aparato estatal.
Dos tipos de caso existen bajo esta figura. O se institucionalizan a través del aparato estatal, como es el caso del fujimorismo, o existían desde antes de su paso por el Estado, pero no sobreviven desde que lo dirigen. El aprismo hubiera podido ser un contraejemplo, que ya no es válido al día de hoy. Después de su primer periodo de gobierno logró incursionar progresivamente en el Legislativo y mantener una organización relativamente sólida. Hoy, tendrá tres congresistas, pero no posee más una organización de base.
En ese sentido, tal vez más que analizar las fallas internas de los partidos y su ausencia, deberíamos reflexionar acerca de cuáles son sus características de adopción del aparato estatal para hacer vivir la institución partidaria. A continuación algunas ideas.
En ese sentido, la fragilidad partidaria, desprovista de toda ideología y plan a largo plazo, coopta puestos públicos para satisfacer necesidades personales y coyunturales. Esto impide la construcción de un cuerpo público, y fragiliza a la larga al aparato estatal.
Por un lado, lo que se hace desde el Estado con el fin de fortalecer al partido: instrumentalización de los programas sociales (del odriismo al fujimorismo) y desarrollo exacerbado de la infraestructura como deseada traducción simbólica de la eficiencia estatal y de la cercanía del Estado al pueblo (del fujimorismo al segundo aprismo). La base social de Odría se hizo porque su mujer empezó con los programas de alimentación; el Pronaa y Foncodes se crearon para asegurar la base popular con la que el partido no gozaba cuando llegó al poder. Y las madres de los comedores constituyen hoy un bastión fuerte del fujimorismo.
Por otro, lo que el partido le hace al Estado: cooptación de puestos públicos, precariedad de los estatutos laborales basados en el único criterio de la confianza y la representación social fuera de todo marco institucionalizado e instrumentalizada de manera temporal para conseguir ciertos fines. En ese sentido, la fragilidad partidaria, desprovista de toda ideología y plan a largo plazo, coopta puestos públicos para satisfacer necesidades personales y coyunturales. Esto impide la construcción de un cuerpo público, y fragiliza a la larga al aparato estatal.
En biología, la parasitología se aboca al estudio de organismos parásitos y la relación de ellos con sus hospedadores y el medio ambiente. Los partidólogos (al menos los fujimorólogos) deberíamos inspirarnos de los parasitólogos para entender la vida de los partidos desde su principal organismo hospedador, el Estado, y entender a partir de allí la fragilidad de este. He optado por no utilizar el término “sistema de partidos” o cualquier otro de esta índole porque creo que la enunciación de estos hechos invita a una reflexión para entender de otra manera la vida partidista y, por lo tanto, reconceptualizarla. Esto es solo el inicio de una reflexión que me parecía urgente compartir.
* Magíster en política comparada por el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po Paris). Actualmente trabaja en el gabinete de asesores del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) y es profesora de Sociología Política en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Para cuestiones puramente estéticas, se ha retomado la expresión de Carlos Raffo según la cual la actitud de desaprobación pública de los oponentes del fujimorismo había construido un monstruo. En este caso la vida partidaria por un lado y la vida desde el Estado hacen del “monstruo” un ser bicéfalo.
Referencias bibliográficas
Degregori, Carlos Iván y Carlos Meléndez (2007). El nacimiento de los otorongos, El Congreso de la Republica durante los gobiernos del Alberto Fujimori (1990-2000). Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Pérez Crespo, Carlos Eduardo (2008). El reto autoritario. Los límites de la democracia liberal y la legitimidad política del fujimorismo. Tesis para obtener el grado de licenciado en la PUCP.
Planas Silva, Pedro (2000). La democracia volátil: movimientos, partidos, lideres políticos y conductas electorales en el Perú contemporáneo. Lima: Friedrich Ebert Stiftung.
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