América Latina en debate
Un reciente Wikileaks divulgado denota la preocupación que generaba en la embajada norteamericana la presencia brasileña en nuestro país a mediados del año 2005. 1 Por un lado, es obvio que, de acuerdo a esta información, resultaba inadmisible para EE. UU. que un socio como el Perú termine acercándose a la propuesta que encarnaba Brasil en la región, más aún después de la fuerte crítica que parecía comenzaba a imperar en el continente, lo cual llevó, entre otras cosas, a dejar de lado en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata del mismo año una de las principales políticas estadounidenses para con esta parte del mundo, que data de inicios de la década de 1990: el proyecto para crear un área de libre comercio regional (ALCA).
EE. UU. estaría mostrando su preocupación por el rol que ejercen algunos países que, de alguna manera, cuestionan la histórica influencia que Washington ha ejercido en América Latina.
Por otro lado, estas revelaciones demostrarían que la región es entendida por las potencias como parte de un juego de poder, donde buscan ejercer su predominio. Desde un punto de vista realista, esto no constituye ninguna novedad. Es así que EE. UU. estaría mostrando su preocupación por el rol que ejercen algunos países que, de alguna manera, cuestionan la histórica influencia que Washington ha ejercido en América Latina desde la Doctrina Monroe (1823).
Sin embargo, el análisis respecto a los poderes que se enfrentan en la región por imponer una forma de comprender la política y las relaciones internacionales es aún más complejo. Paralelamente a los temores norteamericanos con respecto al papel de Brasil, la primera década del siglo XXI también desarrolló un debate intra América Latina, marcado por la presencia de dos izquierdas. 2
Si bien el rechazo en la región al Consenso de Washington, base fundamental de las reformas neoliberales en la post Guerra Fría, generó la aparición de Gobiernos de izquierda en gran parte del continente, estos han demostrado, con los años, importantes diferencias de fondo. Los temores existentes por la elección de Lula da Silva en Brasil el año 2002 rápidamente fueron despejados en virtud de una política que mantuvo el manejo económico, haciendo un énfasis en el papel del Estado y en los aspectos sociales. Mientras tanto, el llamado eje chavista, dominado por el Gobierno venezolano de Hugo Chávez, representaba esa otra izquierda, autoritaria y confrontacional con los EE. UU.
En este contexto, y a pesar del mismo origen ideológico, ambos países se enfrascaron en una competencia por lograr adeptos. Venezuela se acercó peligrosamente a Cuba, logrando cierta influencia en países como Ecuador, Bolivia y Nicaragua; mientras que Brasil, con una política internacional mucho más inteligente (la cual se llevó a cabo a escala mundial), ha sabido combinar una importante cuota de poder duro y poder blando para emerger como líder regional, lo que ha permitido, entre otras cosas, dar nacimiento a un importante mecanismo de integración regional como la Comunidad Sudamericana de Naciones, hoy llamada Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).
El Perú en el ojo de la tormenta
En este contexto, nuestro país no estuvo ajeno a esta discusión. Tanto el gobierno del presidente Alejandro Toledo como el de Alan García marcaron diferencias con el régimen venezolano; de ahí que tuviéramos más de un problema diplomático que afectó la relación bilateral. Es así que el apoyo de Hugo Chávez a la candidatura de Ollanta Humala el año 2006 fue extremadamente preocupante para el statu quo peruano y una de las principales razones de su derrota. En relación con el gigante brasileño, el Perú se mantuvo cercano a este país durante toda la década, sin embargo, mientras que el gobierno peruposibilista logró construir una relación estratégica, sustentada en una alianza política y económica nunca antes vista entre nuestros países, García priorizó un aspecto fundamental en materia económica: las inversiones brasileñas en el país. 3
En la actualidad, la configuración del poder en la región parece haber cambiado. La difícil realidad del Gobierno venezolano a partir de la crisis económica y social que vive dicho país, y la enfermedad de su máximo líder y sustento de la llamada revolución bolivariana, Hugo Chávez, han debilitado la política internacional de Venezuela en América Latina. Hablar de un eje chavista, es decir, que desde Caracas se ejerza algún rol hegemónico en nuestro continente, parece una ilusión.
Desde José Mujica, en Uruguay, hasta Mauricio Funes en El Salvador y Fernando Lugo en Paraguay, parece que se comienza a consolidar una tendencia en la región: presidentes antes izquierdistas radicales hoy moderados y abiertos al mundo.
Por el contrario, hoy sería más racional referirse solamente a la existencia de un debate marcado por el enfrentamiento entre Brasil y EE. UU. por América Latina. Importante es señalar que, si bien el avance de la izquierda permitió que la influencia de EE. UU., por lo menos en Sudamérica, solo pueda encontrarse con claridad en pocos países, siendo el Perú uno de ellos, sería erróneo desconocer el papel de EE. UU. en nuestra región durante la década pasada. Sin embargo, justamente el modelo brasileño, también llamado por Michael Shifter, presidente del Instituto Diálogo Interamericano, “Consenso de Brasilia” (en oposición al Consenso de Washington), parece estar predominando en los Gobiernos electos en la región los últimos años. Desde José Mujica, en Uruguay, hasta Mauricio Funes en El Salvador y Fernando Lugo en Paraguay, parece que se comienza a consolidar una tendencia en la región: presidentes antes izquierdistas radicales (en algunos casos hasta ex guerrilleros) hoy moderados y abiertos al mundo.
El caso peruano se presenta particularmente importante en este juego político. Hasta hace pocas semanas, el Perú todavía podía jactarse de estar más cerca de los EE. UU. que de Brasil. A pesar de lo señalado con respecto a nuestra relación con el gigante sudamericano, era innegable el rol preponderante que ejercía la potencia mundial, Si bien en el gobierno de Alejandro Toledo fueron evidentes los problemas para manejar ambas relaciones, por momento contradictorias: por un lado, negociando un TLC con los EE. UU. y, por otro, consolidando la asociación con Brasil, el régimen aprista pareció definir como prioridad a los EE. UU., asumiendo un discurso (resumido en “el perro del hortelano”) 4 que lo alejó bastante de la retórica de Lula da Silva.
Sin embargo, el ascenso de Ollanta Humala al poder parece servir de punto de quiebre. Las dudas existentes en la campaña presidencial se han ido disipando frente a un eventual acercamiento al “Consenso de Brasilia”, dejando de lado posiciones radicales y tratando de seguir el camino de una izquierda que tiende hacia el centro político. En este sentido, el reconocido intelectual estadounidense Immanuel Wallerstein identificó al Perú como un país clave en la lucha geopolítica regional entre EE. UU. y Brasil, siendo los resultados de las recientes elecciones una gran derrota para el país del norte, 5 aunque, irónicamente, no cabe duda de que, partiendo de la premisa de que Dilma Rousseff significa la continuidad en materia de política exterior brasileña, EE. UU. debe estar mucho más a gusto con un Ollanta Humala “lulista” que “chavista”.
* Internacionalista. Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y de la Universidad del Pacífico.
Referencias Bibliográficas
Castañeda, Jorge (2006). “Latin America’s Left Turn”. En Foreign Affairs, n.o 3: 28-43.
“Influencia de Brasil sobre Perú preocupaba a EE. UU.”. La República. Lima, 14 de agosto, p. 8.
Vidarte, Óscar (2010). “Las relaciones peruano brasileñas en el siglo XXI”. En Quehacer, n.o 178: 66-73.
García, Alan (2007). “El síndrome del perro del hortelano”. El Comercio. Lima, 28 de octubre, p. a4.
Wallerstein, Immanuel (2011). “El triunfo de Humala en Perú, una derrota de Estados Unidos”. La Jornada, 10 de julio. Consulta: 31 de agosto de 2011 <http://www.jornada.unam.mx/2011/07/10/mundo/026a1mun>
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