El número anterior de Argumentos fue dedicado a los resultados de las elecciones regionales y municipales. Este artículo presenta, con la información final de resultados, algunos datos sobre cómo quedaron, en las regiones y las provincias, los partidos políticos que hoy compiten en las elecciones nacionales.

El conjunto de partidos políticos presentó en total 138 listas repartidas entre los diferentes departamentos del país. Sin embargo, solo ganaron la presidencia en cinco gobiernos regionales: en Ayacucho y en Lambayeque ganaron candidatos de Alianza para el Progreso, en Tacna lo hizo Acción Popular, en Huánuco ganó Somos Perú y en La Libertad el Partido Aprista. En las otras veinte regiones, los presidentes que ahora tienen a su cargo los gobiernos regionales pertenecen a movimientos regionales.
Gráfico 1. Número de listas presentadas por partidos políticos a las elecciones regionales 
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Este magro resultado significa una ligera disminución del número de gobiernos regionales (7) que estuvieron en manos de los partidos políticos desde las elecciones 2006, y, salvo en el caso del Gobierno Regional de La Libertad, ninguno se mantuvo en las elecciones pasadas. La explicación de la crisis de los partidos políticos solo da cuenta parcialmente de esta situación: es cierto que prácticamente ningún partido tiene un aparato nacional de militantes y locales partidarios; pero tampoco los movimientos regionales se distinguen por una vida orgánica sólida entre una elección y otra (de hecho, muchos desaparecen y son sustituidos por nuevos cuando se acercan elecciones). También es cierto que las identidades políticas se volatilizan y las personas mayoritariamente escogen del abanico de opciones que tienen (bastante grande, por lo general) sin tomar en cuenta la filiación nacional del candidato.
Pero líderes regionales podrían acogerse al paraguas partidario para candidatear, y, efectivamente, ese ha sido el caso de la enorme mayoría de los 134 candidatos que entraron a las lides electorales bajo el patrocinio de un partido político. Lo que parece suceder es que las “franquicias” partidarias no logran captar a liderazgos reconocidos en las regiones, y acaso líderes regionales prefieren formar sus propios movimientos en vez de cargar con “nombres” que podrían desacreditarlos, o, en los mejores casos, forman alianzas desde su encuentro en espacios de debate regional y producen identidades o bases programáticas a partir no de idearios generales, sino de cómo enfrentar problemas de la región.
Ese es probablemente el déficit principal de los partidos políticos: no participan de debates públicos (radiales, presenciales, en prensa) sobre problemas regionales y se apartan cada vez más de ellos. No se reconocen en procesos de elaboración de planes concertados de desarrollo o de agendas concertadas en las regiones. El problema es que, incluso, los desconocen.
La labor de los congresistas elegidos en las regiones podría ser crear un lugar de legitimación de liderazgos regionales, pero no parece serlo. No hay casos de congresistas elegidos por una región que, luego, compitan en ella por la presidencia regional. La población suele verlos distantes, y lo central de su actividad no solo se desarrolla en la capital, sino que no abren en las regiones debates sobre lo que se discute en el Congreso para recoger la opinión de sus votantes. Desaparecen al punto que algunos, por ejemplo, buscan reelegirse, pero como candidatos por Lima.
La consecuencia de ello es no solo que la votación no favorece las opciones de partidos políticos, sino que los temas de descentralización, como en la campaña electoral actual, donde los partidos son los protagonistas, están totalmente fuera del debate.
La cantidad de votos que, sumados en las diferentes regiones, obtuvieron los partidos políticos alcanzó solo el 34,5% de los votos válidos. El gráfico siguiente muestra esta situación:
Gráfico 2. Suma nacional de votos en elecciones regionales 2010 por organizaciones políticas
(en % de votos válidos)
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El resultado es consistente con una tendencia a la decreciente importancia de estas organizaciones en las sucesivas competencias regionales.
En las últimas elecciones regionales, el partido político que más votos sumó fue el Partido Aprista Peruano; la cobertura nacional de candidatos (22 listas de un total de 25 regiones en competencia) le permite cosechar esta preeminencia, aunque con pocos éxitos y siguiendo una tendencia francamente decreciente.
Gráfico 3. Porcentaje de votos de partidos políticos en elecciones regionales.  
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¿Es importante analizar el voto que logran unos partidos políticos que están en crisis, no mantienen locales partidarios con dinámica local, no suscitan identidades y no captan liderazgos reconocidos en las regiones? Analizar la situación de los partidos políticos en el escenario electoral nacional tiene por lo menos un interés: son ellos los que compiten por la Presidencia de la República y la representación en el Congreso, y su decreciente presencia en la política regional corre el riesgo de profundizar las distancias entre lo que es relevante en las regiones, que gestionan una parte del presupuesto nacional y han recibido (incompleta) la transferencia de competencias que les permiten gestionar los servicios públicos, y las agendas que se abren a nivel “nacional”. En este contexto, no hay vínculos significativos entre las unidades de gobierno descentralizado y el Congreso de la República. ¿Qué cambios en la normatividad nacional requieren fortalecer los gobiernos regionales? Ningún partido tiene una precisa idea, en la medida en que la experiencia de gobierno en las regiones, o en las municipalidades, no se procesó institucionalmente.
¿Y en las provincias?En las elecciones municipales provinciales, el escenario es parecido, aunque el factor “provincia de Lima”, con un gran número de electores y una competencia electoral que terminó definiéndose como una competencia polarizada entre dos candidatas, ambas de partidos políticos, produce una cierta distorsión.
En términos generales (sin excluir el “factor Lima Metropolitana”), la tendencia del voto por partidos políticos es también decreciente, pero pareciera ser mejor que la que se aprecia en el voto regional: el voto del conjunto de partidos políticos supera el 50% de votos, el PPC-UN disminuye, pero se posiciona como el partido con más votos provinciales, y el Partido Aprista decae notablemente en su votación.
Gráfico 4. Porcentaje de votos de partidos políticos en elecciones municipales 
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El panorama cambia si eliminamos la provincia de Lima. El gráfico siguiente muestra el desempeño de las organizaciones políticas tanto en la suma nacional de votos válidos como en la que equivale al conjunto de provincias fuera de Lima Metropolitana.
Gráfico 5. Suma nacional de votos en elecciones municipales provinciales 2010 por organizaciones políticas (en % de votos válidos)
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Eliminando la provincia de Lima, el voto de los partidos políticos se acerca al porcentaje que obtuvieron en las elecciones regionales: 36,8% para el conjunto de provincias sin Lima. Tanto el PPC-UN como Fuerza Social, las dos organizaciones que convocaron el voto de Lima, prácticamente desaparecen una vez que eliminamos la capital (casi podrían considerarse “movimientos regionales” si no fuera por su eventual presencia en el Congreso). Sin el peso de la capital, el porcentaje de votos del Partido Aprista es algo mejor, pero incluso es menor que su votación regional (quizás porque nuevamente no le favoreció el voto de Trujillo); sigue liderando el voto de partidos políticos, pero seguido muy de cerca por Alianza para el Progreso.
Lo que sí es interesante es que se consolida una tendencia que habíamos identificado antes: se inclinan a tener menos presencia en las provincias los movimientos locales y se consolidan los candidatos provinciales de los movimientos regionales, reafirmando la propensión (y los problemas de agenda nacional) que comentamos antes.
El contexto que se dibuja es, pues, el de una creciente distancia entre quienes tienen en sus manos los gobiernos descentralizados, regionales y provinciales, y con ello las condiciones de vida de la mayoría de la población, y quienes toman la responsabilidad de la representación nacional. En este contexto, instituciones como la Asamblea de Gobiernos Regionales podría tener un peso importante en una agenda nacional de descentralización y fortalecimiento de servicios públicos en las regiones. Pero habrá todavía que ver qué desempeño logra. Tampoco los presidentes regionales, más preocupados por sus propias regiones, han abierto aún (incluso en toda la gestión anterior) una agenda parlamentaria de reformas legales importantes. A escala municipal, existen también asociaciones (la AMPE, Remurpe) con más capacidad propositiva, pero poca incidencia en el debate parlamentario. Es quizás ese escenario el que ha permitido que el actual Gobierno desmonte el principal mecanismo de participación ciudadana, enormemente vigente en los gobiernos locales distritales, el presupuesto participativo, o que se legisle de manera ciega sobre tres niveles de gobierno: regional, provincial y distrital, cada uno diferente del otro, pero como si se tratara de “muñecas rusas” (todas igualitas, solo que unas más chiquitas que las otras).
Los partidos nacionales no elaboran la experiencia de los gobiernos descentralizados, y estos tienen muy poca incidencia en el Congreso. Dos espacios políticos que se mueven a ritmos diferentes, con preocupaciones distintas y con tipos de organización política totalmente diferentes.

* Socióloga, investigadora del IEP.