1. La mirada sobre Perú

Para reflexionar sobre las contribuciones de Carlos Iván Degregori a los estudios de memoria, reviso su bibliografía. Compruebo que a partir del surgimiento de Sendero Luminoso, a comienzos de los años ochenta, su trabajo estuvo focalizado en comprender los fenómenos de la violencia política contemporánea en Perú. Estudió a fondo los orígenes de Sendero Luminoso, investigando las condiciones y acontecimientos que anticiparon su surgimiento. Su respuesta, producto de penetrantes investigaciones, pone el énfasis en la vinculación entre demandas sociales y políticas puntuales (como la lucha por la gratuidad de la enseñanza en ese momento) y las condiciones históricas y estructurales más profundas y de largo alcance. Se trata del análisis de una situación en un momento o periodo, anclado en raíces de larga duración. 1
Estudió después La década de la antipolítica, la de Fujimori y Montesinos. 2 Hay en ese libro una parte III, “En la sala de implantes de memoria. Fin de la historia, envilecimiento del presente y aprendizaje de la limpieza”, donde la coyuntura peruana de 2000 es leída en clave política y en clave simbólica, centrando la atención en la manera en que se “usa” el pasado. La historia, la temporalidad y el pasado son incorporados en una coyuntura en que las luchas políticas construyen e intentan imponer memorias de confrontaciones políticas pasadas: la visión fujimorista del “fin de la historia”, pero también la de los movimientos alternativos tales como el “lavado de la bandera”, la Marcha de los Cuatro Suyos, las acciones del movimiento de derechos humanos y otras manifestaciones de oposición —que eventualmente llevaron a la caída del fujimorismo— que incorporan y vinculan las luchas presentes con interpretaciones y sentidos del pasado de manera ejemplar.

Su sabiduría y su compromiso con enfrentar las consecuencias de discriminaciones estructurales de larga data en el Perú lo hicieron especialmente sensible a la tensión —si no paradoja— entre una lógica de los derechos humanos, […] y la idea de comunidades enteras que fueron destruidas.

En el año 2001, se incorporó a la Comisión de Verdad y Reconciliación, y en esa actividad, la historia del pasado reciente (esa “verdad perfectible” 3 que abre espacios para entender cada vez más y mejor, no para cristalizar en un dogma) y las memorias de quienes fueron partícipes y víctimas de los conflictos y de la violencia se convirtieron en el norte de su actividad, de sus intervenciones en el mundo social y político, de sus investigaciones académicas y de las diversas formas de su docencia. Su sabiduría y su compromiso con enfrentar las consecuencias de discriminaciones estructurales de larga data en el Perú lo hicieron especialmente sensible a la tensión —si no paradoja— entre una lógica de los derechos humanos, según la cual se identifican daños, víctimas y responsables individualizados, y la idea de comunidades enteras que fueron destruidas o desarticuladas por años de violencia. ¿Llevar un registro de cada una de las violaciones a las que cada persona fue sometida? ¿Poner el acento sobre las dimensiones comunitarias y colectivas? ¿Cómo pensar una “reconciliación” que no esté basada, como en otros casos en el mundo, en la reproducción de las estructuras de dominación? La salida fue reconocer la tensión e incluir ambos niveles, lo cual convirtió al informe de la CVR —producto de una labor colectiva elaborada con esfuerzo, sabiduría y dolor personalizado de cada comisionado/a— en una propuesta clave para iniciar una construcción democrática en Perú. Desde entonces, las ilusiones fueron alternándose con las frustraciones por los avatares políticos en Perú.
 La experiencia de la CVR reforzó el enfoque que proponía mirar las “heridas abiertas” en perspectiva histórica, ligando tiempos largos con tiempos más cortos, estructuras de dominación y racismo históricas con discriminaciones y exclusiones persistentes, instituciones judiciales que miran el caso individual con las dimensiones comunitarias colectivas. Aunque elInforme es de autoría colectiva, no cuesta mucho detectar la voz de Carlos Iván Degregori en muchas partes del mismo. Cito del Prefacio:
La Comisión no ha encontrado bases para afirmar, como alguna vez se ha hecho, que éste fue un conflicto étnico. Pero sí tiene fundamento para aseverar que estas dos décadas de destrucción y muerte no habrían sido posibles sin el profundo desprecio a la población más desposeída del país, evidenciado por miembros del PCP-Sendero Luminoso y por agentes del Estado por igual, ese desprecio que se encuentra entretejido en cada momento de la vida cotidiana de los peruanos.
Diecisiete mil testimonios aportados voluntariamente a la comisión nos han permitido reconstruir, siquiera en esbozo, la historia de estas víctimas. Agobia encontrar en esos testimonios, una y otra vez, el insulto racial, el agravio verbal a personas humildes, como un abominable estribillo que precede a la golpiza, la violación sexual, el secuestro del hijo o la hija, el disparo a quemarropa de parte de algún agente de las fuerzas armadas o la policía. Indigna, igualmente, oír de los dirigentes de las organizaciones subversivas explicaciones estratégicas sobre por qué era oportuno, en cierto recodo de la guerra, aniquilar a ésta o aquélla comunidad campesina.
Las raíces históricas de las desigualdades y exclusiones, así como el racismo estructural, se volvieron cuestiones reiteradas en sus análisis, señalando continuidades de larga data. En sus reflexiones sobre la CVR, el tema reaparece:
Más que falta de marcos interpretativos culturalmente disponibles dentro de una comunidad nacional víctima de sucesos traumáticos, nos encontramos con la existencia de marcos interpretativos antiguos dentro de una comunidad que excluye o discrimina, especialmente, a aquellos pobres que son, además, culturalmente diversos, en este caso quechuas y asháninkas. 4
El libro con los dibujos y testimonios de Edilberto Jiménez, Chungui. Violencia y trazos de memoria, especialmente la segunda edición (2009), fue seguramente el más querido proyecto que Carlos Iván Degregori tuvo entre manos en los últimos años.   5 Porque la combinación de la palabra y la imagen, la búsqueda de formas de expresión diversas —que superen la linealidad del discurso académico racional y lo llenen de metáforas, de imágenes, de apelaciones al arte y a las diversas formas del “decir”— fueron permanentes. Pero volvamos al tema. En el “Prefacio”, Carlos Iván Degregori plantea con toda la crudeza el límite de la condición humana que se va a vivir:
Abrir las páginas de este libro es descender por los círculos de nuestro propio infierno […]. En Chungui se vivió un proceso de deshumanización en el sentido literal de la palabra. Muchas de las barreras que supuestamente separan a la civilización de la barbarie, a la cultura de la naturaleza, al homo sapiens del resto del mundo animal, resultaron derrumbadas o resquebrajadas. 6
En otro Prefacio, esta vez a la nueva edición de su libro sobre el surgimiento de Sendero Luminoso (2010), nos deja planteada la agenda de lo que queda por hacer, juntando voluntad política y preguntas de investigación:
[…] sigue siendo indispensable adentrarnos en la historia y la cultura de nuestro país para estar alertas ante nuestras debilidades históricas y actuales: nuestras desigualdades persistentes; las diferentes exclusiones, desprecios y rencores; la política entendida como confrontación y ahora, con frecuencia, como negocio; el abandono de la educación pública; las viejas y nuevas formas de violencia que nos siguen agobiando. 7

La discriminación y el racismo estructurales en la sociedad peruana fueron su obsesión. A partir de fines de los años noventa, este foco […] se hizo más complejo, al incorporar una nueva lupa en su mirada: las experiencias más personales de la gente, sus posibilidades de acción y de impotencia.

Traigo estas afirmaciones porque creo que fueron los ejes centrales de las preocupaciones intelectuales y políticas de Carlos Iván Degregori. La discriminación y el racismo estructurales en la sociedad peruana fueron su obsesión. A partir de fines de los años noventa, este foco, que transitaba entre las estructuras profundas y sus correlatos y disonancias con el plano ideológico-político, se hizo más complejo, al incorporar una nueva lupa en su mirada: las experiencias más personales de la gente, sus posibilidades de acción y de impotencia frente a la brutalidad de la violencia ejercida sobre ellos/as. Atrocidades conocidas, pero ahora también interpretadas. Es en este punto donde entra, de manera más explícita y clara, la preocupación por las memorias. Largas y cortas, salvadoras y victimizadoras, subterráneas y negadas. También la intención política de olvidos. Memorias nunca sueltas, siempre enraizadas en condiciones históricas y estructurales y en escenarios políticos.
 Su trabajo presta atención especial para el reconocimiento, y, en la mejor perspectiva etnográfica, trata de no imponer esquemas interpretativos, sino de comprender los marcos de grupos sociales concretos, no como entelequias esencializadas, sino en su ubicación en las estructuras y dinámicas del poder en todas sus formas.
2. Más allá de Perú
 Carlos Iván escribió sobre Perú, pero sus contribuciones fueron mucho más amplias, y llegaron a otros lugares, al Sur y al Norte. Sus escritos puestos los ojos en Perú tienen claras implicancias para otras situaciones. Enseñan enfoques y dimensiones, enseñan la necesidad de la profundidad histórica y de la contextualización. Apoyan y llevan implícita, además, una dimensión comparativa con otras realidades.
La palabra escrita dice mucho, en sus diversas formas. Pero sus contribuciones no estuvieron solamente en la palabra escrita. Hay otras formas de decir y de transmitir, en imágenes, en diálogos, en comentarios a trabajos de otros y otras, en encuadres para el diálogo y para la construcción colectiva con alumnos y alumnas, con colegas jóvenes, viejos y no tan viejas de otras latitudes.

Sus contribuciones no estuvieron solamente en la palabra escrita. Hay otras formas de decir y de transmitir, en imágenes, en diálogos, en comentarios a trabajos de otros y otras, en encuadres para el diálogo y para la construcción colectiva.

Pedí a colegas de Argentina, Chile y Uruguay, participantes del programa “Memorias de la represión” cuya codirección compartimos Carlos Iván y yo durante años, que hicieran llegar su voz:
El siempre encontraba qué decir ante cada situación, y encontraba el cómo, no solo con agudeza intelectual sino en la forma; no solo en la expresividad que le daba a las palabras, sino también en cómo manejaba los tonos de su habla, hasta las pausas (Alvaro Degiorgi, Uruguay).
Hay muchos académicos interesantes, inteligentes, trabajadores y hasta comprometidos. Carlos Iván transmitió todo eso, pero pocas veces me ha tocado conocer hombres cálidos, cariñosos, que saben escuchar, agradecer, estimular, compartir. Su humildad, su sonrisa, y la calidez de sus abrazos, en un académico inteligente y comprometido como él, es lo que yo quisiera encontrarme más seguido en esa generación de intelectuales latinoamericanos que nos han marcado (Angélica Cruz, Chile).
La muerte me despierta muchas reflexiones que nos trascienden como individuos, y particularmente en relación con los que trabajamos con el intelecto. ¿Qué dejamos? No creo que sean solo los libros. Hay una herencia inmaterial, sin copyrights claros, que permanece en las comunidades académicas. Conductas invisibles, una forma de leer, una manera de discutir, de argumentar, de citar un libro, de vivir la relación entre política y academia […] (Aldo Marchesi, Uruguay).
“Se sienten pasos”. Así llamó Carlos Iván a su blog. Ese título lo pinta. Una mente sagaz, un espíritu inquieto, expectante. Tres dimensiones que en él parecían inseparables: la política, la académica, la personal. Jugadas con audacia, con humor, con compromiso y con desajustes, como sucede habitualmente con las personas que, como él, hacen lo que hacen para conjurar eso que de otra forma les quedaría “apelmazado entre los colmillos”. Es esa actitud de estar atento al pulso de los tiempos y dispuesto, y abierto, pero también implacablemente crítico, lo que a mi juicio nos deja como herencia (Laura Mombello, Argentina).
Quedé atrapada por sus retratos de gentes y paisajes sociales que describía con tanta sensibilidad y al mismo tiempo con tanto realismo. Su trabajo en la Comisión, el contacto con la gente, con los testimonios y sus textos sobre la violencia en Perú fueron el producto de su fuerza para contar, reclamar y transmitir (Susana Kaufman, Argentina).
Me impresionó su solvencia académica y su cancha en la vida cotidiana, su amabilidad en el trato y la capacidad de reflexionar y de dialogar formal e informalmente al mismo tiempo. Su humor pícaro, reflexivo, apareció con claridad. También sus preocupaciones por el futuro político y académico de su país (Diego Sempol, Uruguay).
La sonrisa irónica y algo triste con la que evocaba su paso por la Universidad de Ayacucho y la forma en la que había conocido a Abimael Guzmán, para luego, con toda humildad, ofrecerme un artículo de su autoría que lo pinta de cuerpo entero como intelectual: “Qué difícil es ser Dios”. Ya en el título aparecía lo que creo es su toque distintivo: siempre combinando la erudición con el conocimiento libresco y la literatura, todo sazonado con la humildad de los grandes (Federico Lorenz, Argentina).
Lo recuerdo claro en sus intervenciones, con la solvencia intelectual y la humildad de los grandes, con un gran don de gentes y una ecuanimidad académica que traducía su saber estar en la vida (Silvina Jensen, Argentina).
Lo que más me sorprendía de Carlos Iván era el contraste entre las terribles tareas en las que se veía comprometido y su carácter modesto, alegre y festivo. El animador empático de los dolorosos debates y el líder resuelto de los bailes. Sus intervenciones siempre justas, catalizadoras, su categoría humana; la imagen del profesor ideal, con libros, calle, y ética no impostada; pero sobre todo el resonar de la música, el cuerpo palpitando, la sonrisa extasiada y sudorosa comandando un meneaito (Diego Escolar, Argentina).
Lo que más impresionó siempre de él fue su gran capacidad para sintetizar las ideas que circulaban entre nosotros, así como los ánimos y aquellos pensamientos que en fragmentos no alcanzábamos a articular en discursos estructurados. También me conmovió desde el primer momento su voz y su hablar poético. La poesía de su voz y sus palabras —comprendí con el tiempo— venían de la valentía que implica estudiar temas dolorosos y difíciles como los que trabajó para el Perú, junto con la firme convicción de que trabajaba con seres humanos. La combinación de rigor intelectual junto a la profunda pasión y cuidado que implican trabajar con seres de carne y hueso no puede sino producir poesía (Claudio Barrientos, Chile).
Un raro ser que se mueve entre las materias sensibles del arte y el conocimiento sin quedar manchado ni por la ingenuidad ni por la soberbia. Hablaba poéticamente, y tal vez por eso sus citas se articulaban con sus exposiciones académicas de una manera honda y natural. Sus charlas emanaban belleza. Daba ganas de seguir escuchándolo por horas. Además de su legado, de los proyectos que concretó, de las ideas que puso en acción, yo me quedo con su sutileza, su capacidad para expresar lo sutil de la acción humana, del pensamiento y el sentir, los claroscuros, los matices, todo aquello que nos transmitía, como dice el poeta, “el anhelo de no ser lo mismo y buscar lo que asombra” (Claudia Feld, Argentina).
 En estas múltiples voces, la mía y la de mis colegas, están las enseñanzas, las contribuciones y sus legados.

 * Investigadora superior, Conicet-IDES, Buenos Aires. Intento en este texto reprimir parcialmente mis propios sentimientos, recuerdos y las múltiples conversaciones compartidas sobre las heridas y sufrimientos —históricos y más recientes— experimentados por nuestras sociedades, al mismo tiempo que preservo la preocupación y pasión humana por intentar ayudar a superar las heridas más dolorosas.
Referencias Bibliográficas
Degregori, Carlos Iván (1990). El surgimiento de Sendero Luminoso. Lima: IEP.
Degregori, Carlos Iván (2001). La década de la antipolítica. Auge y huida de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos (2.ª  ed.). Lima: IEP.
Degregori, Carlos Iván (2004). “Heridas abiertas, derechos esquivos: reflexiones sobre la Comisión de la Verdad y Reconciliación”. En Raynald Belay, Jorge Bracamonte, Carlos Iván Degregori y Jean Joinville Vacher (eds.), Memorias en conflicto. Aspectos de la violencia política contemporánea. Lima: IEP, Embajada de Francia, IFEA, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.
Degregori, Carlos Iván (2010). El surgimiento de Sendero Luminoso (3.ª ed.). Lima: IEP.
Jiménez, Edilberto (2009). Chungui. Violencia y trazos de memoria (2.ª ed.). Lima: IEP, Comisedh, DED.

  1. Degregori 1990. 
  2.  Degregori 2001.
  3.  El Informe Final de la CVR “entiende por ‘verdad’ el relato fidedigno, éticamente articulado, científicamente respaldado, contrastado intersubjetivamente, hilvanado en términos narrativos, afectivamente concernido y perfectible …” (Tomo I, “Introducción”, p. 49).
  4.  Degregori 2004: 85.
  5.   Jiménez 2009.
  6. Degregori, Carlos Iván, “Prefacio”, en Jiménez 2009: 22.  
  7. Degregori 2010: 14.