El 02 de abril de 2009 el Congreso de la República realizó un homenaje a la historiadora María Rostworowski, fundadora e investigadora principal del Instituto de Estudios Peruanos, en el que le otorgó la más alta distinción del Parlamento: la medalla de honor por su trayectoria académica.

A continuación, transcribimos la semblanza pronunciada en esa ocasión por María Isabel Remy, socióloga e investigadora del IEP.

Me toca hablar, y es muy grato hacerlo, de doña María como mujer.
¿Hay algo específico de su feminidad, del hecho de ser mujer, en su trayectoria de brillante académica peruana?
La pregunta tiene una primera respuesta en la forma como María fue construyendo su historia personal en tanto mujer no limitada al ámbito doméstico, sino como mujer que se desarrolla en el espacio público desde el terreno de la academia. Esta historia personal de mujer ilustrada, construida a mano, sin rutas preestablecidas, pionera, tiene puntos  de asiento en una niñez y juventud  vinculada a la lectura, en un entorno familiar culto que apoyaba su acceso a libros. Pero a diferencia de otras muchas mujeres, María no cae en la tentación fácil de la seguridad de una vida doméstica protegida por un marido. El rasgo personal, el que ya no es heredado del ambiente que creó su padre, es el de ser simultáneamente esposa, madre y abuela, e investigadora, trabajadora de la historia.

Sus recuerdos como mujer joven, nos la muestran organizando su tiempo entre la atención a su familia y su asidua asistencia a las clases de Raúl Porras, Julio C Tello y Luis E Valcárcel en San Marcos como alumna libre. “Siempre estaba con prisa, relata María en una entrevista que le hace Rafael Varón, para regresar a casa, a mis oficios de ama de casa y de madre de familia”

Es también su ser mujer lo que la obliga a producir una historia intelectual de autodidacta: Una niña educada en haciendas (en Polonia, en Francia) por institutrices, nunca tuvo la documentación que demostrara su educación básica. De su secundaria en internados de Bélgica y de Inglaterra, tampoco quedó documentación luego de los desastres de las guerras. Destinada naturalmente al matrimonio, seguramente no se hicieron los esfuerzos para conseguir ya en tiempos de paz, una documentación fundamental para acumular estudios superiores. Indocumentada en cuanto a su educación (la indocumentación es un rasgo que comparte con muchas mujeres y que restringe sus posibilidades de crecimiento y participación)  María convierte el problema en oportunidad y, aprovechando el permiso que le consigue Porras para ir libremente a San Marcos, ella se permite seleccionar lo mejor que San Marcos podía darle en ese momento dejando de lado los que no iban a aportarle gran cosa:“Lo que no me interesaba, ni pisar. Y yo creo que después de todo fue bastante beneficioso seguir esa modalidad, porque no me llenaron la cabeza de muchas cosas inútiles, sino me dediqué a una, a los Incas”.

Su calidad, su inteligencia y esta dedicación a la investigación, han llevado a esta mujer, autodidacta por las restricciones de su entorno, sin grado académico formal, a los niveles más altos de la academia: Directora del Museo Nacional de Historia, Miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia (Lima), Miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Historia (España) y de la Academia Nacional Argentina de Historia; Miembro Fundador del IEP, entre otras distinciones. Dos universidades peruanas, por lo menos, le han otorgado el Doctorado Honoris Causa: la Pontificia Universidad Católica del Perú en 1996 y el año pasado, su alma mater, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Junto con esta construcción de historia personal que asume su ser mujer y le da vuelta a las restricciones del entorno, una segunda entrada a reflexionar la vida de María mujer es la de su propia producción académica.  En una aproximación muy personal, María no se apropia de un campo de especialización, sino se mueve, con extraordinaria fluidez, entre espacios diversos. Esta aproximación a la realidad desde varias entradas simultáneamente, construye en ella a una de las mayores exponentes de la etnohistoria del Perú: entre la historia, la antropología y la arqueología, María construye su objeto de estudio con fuentes diversas. Fiel a una realidad irreductible, la investigadora pasa del archivo, a la biblioteca, al gabinete y al campo, con su Peugeot 404, para tomar informaciones de la gente viva y del paisaje, o para encontrar en el campo el sitio exacto de una disputa entre caciques del siglo XVI que le permita a ella comprender lo que estaba en juego. Y transmitírnoslo.

Creo que esta renuncia a un campo especializado, recortado, del conocimiento puede asociarse a una experiencia más bien femenina, de tradición de mujeres responsables de tareas múltiples, como también esa habilidad de María de moverse entre lo particular y lo general. Sus obras principales proporcionan una imagen general, una interpretación amplia, estructural, pero construida de múltiples observaciones parciales, finamente documentadas: obra erudita al mismo tiempo que de interpretación general, que lleva de la mano al lector en este tránsito fluido entre el dato y la reflexión.

Como elaborando su vivencia de mujer en su oficio de historiadora, se puede también resaltar su curiosidad. ¿Por qué se metió a trabajar la historia prehispánica? Por curiosa, nos dice; ya que había sido formada en la historia europea, al volver por voluntad propia al Perú siente curiosidad por la historia de este mundo materno, y se dedica a la historia menos mezclada de otras influencias, a la historia andina. Esta curiosidad, femenina, abrió muchos nuevos campos a la historia del Perú: la revisión completa de la historia Inca en su notable Historia del Tawantinsuyo; la apertura de estudios de etnohistoria de la costa, rompiendo con la “dominante cusqueña” de la historia prehispánica y logrando un valioso diálogo desde la historia con la arqueología; sus trabajos pioneros sobre la mujer en la época prohispánica y el hermoso, fino, trabajo sobre la primera mestiza, doña Francisca, que no descansó cuando encontró su espacio editorial y aún dos nuevas ediciones enriquecieron la información y el análisis de esta hija del Conquistador y la princesa Inca, y su entorno. Permítanme una brevísima cita de “doña Francisca”, ilustrativa de la mirada de mujer historiadora: “Esta élite femenina estaba acostumbrada a una situación de privilegio, de abundancia de lujo… En el norte, las capullanas o cacicas perdieron a consecuencia de la invasión europea, su posición sociopolítica a favor de los varones. A raíz de la conquista, muchas mujeres nobles se vieron convertidas en mancebas, concubinas o prostitutas”. Este momento de cambio del mundo para los hombres y mujeres del Tawantinsuyo cuando se produce la invasión europea, se puede apreciar a través del cambio en la situación privada de estas mujeres, como la madre de doña Francisca y es, creo lo que María quiso enfatizar introduciendo en la tercera edición, de 2003, la que trae sus notas más tardías, las informaciones sobre Inés Huaylas Yupanqui, la madre, la mujer de la transición.

Aún una palabra sobre los rasgos femeninos que resaltan en la obra de María: su estilo. María narra una historia, cuenta un cuento fascinante y terrible, en el que las referencias eruditas y documentales, no estorban el interés, el encanto del texto. Es una narradora; de hecho publicó también unos cuentos infantiles, pero lo impresionante es esta fluidez narrativa de su obra historiográfica, que nace no solo de una curiosidad, sino de una enorme voluntad comunicativa. La obra de María es monumental; el IEP la ha reunido en 7 tomos, además de la Historia del Tawantinsuyo y de doña Francisca. Pero es esta calidad narrativa, al lado del rigor de investigadora, lo que hace que los libros no solo se publiquen, sino se lean, se agoten, se traduzcan, se reediten. María es autora de los libros que en el IEP están todos los meses en el tope de ventas, lo que quiere decir, que mes a mes María conquista nuevos lectores que se interesan por la historia del Perú.

Permítanme terminar con una tercera aproximación, esta vez, a la mujer trabajadora, a la mujer con la que en el IEP hemos tenido el privilegio de convivir. Sobre este campo se puede hablar interminablemente sobre su simpatía, su calidez y su dedicación. No lo haré. Solo quisiera mencionar el apoyo de María a las mujeres investigadoras. El IEP no es una institución a la que se le deba recordar alguna discriminación positiva: mujeres investigadoras, con cargos directivos, dos directoras, comparten las responsabilidades con los colegas y en este ambiente de horizontalidad, de inclusión, la notable presencia de María Rostworowski ha sido siempre un estímulo.

Termino felicitando, como ciudadana, al Congreso por la iniciativa de hacer este homenaje a una de las más destacadas intelectuales peruanas, agradeciendo a la comisión organizadora por permitirme dirigirles estas palabras y, finalmente, agradeciendo  a María por darnos motivos para la construcción de una identidad orgullosa de mujeres peruanas.