El principal interés de este artículo es aproximarse al primer año de gobierno de Ollanta Humala a partir de lo que muestran los niveles mensuales de aprobación pública a su gestión como presidente entre agosto de 2011 y junio de 2012. Para contar con más elementos de análisis, se compara la información que se tiene para el caso de Ollanta Humala con los niveles de aprobación obtenidos por Alejandro Toledo y Alan García durante sus primeros años de gobierno (agosto de 2001 a julio de 2002 y agosto de 2006 a julio de 2007 respectivamente). Dado que desde hace varios años Ipsos Apoyo mide y publica mes a mes la aprobación a la gestión presidencial, estos serán los datos que se presentan y analizan a continuación. Antes de continuar, es necesario hacer algunas precisiones sobre estos últimos y sus significados.

En primer lugar, a diferencia de lo que algunos medios de comunicación y analistas suelen comentar sobre estos datos, se trata de inferencias que son el resultado de muestras urbanas (nacionales urbanas) y no de muestras que incluyan tanto el ámbito urbano como el rural. Ni siquiera son muestras urbanas que cubran al mismo tiempo ciudades grandes, medianas y pequeñas. Específicamente, en el caso de Ipsos Apoyo, la muestra que suele usarse cubre las 17 principales ciudades del país, incluyendo, por supuesto, a Lima Metropolitana. 1 Por lo tanto, lo que suele aparece como la aprobación que se registra para el “interior” del país corresponde en realidad a un ámbito netamente urbano, el de las principales ciudades del país menos Lima Metropolitana. Esta precisión es relevante porque mucha de la evidencia que se ha recogido en los últimos años apunta a la existencia de diferencias importantes entre la dinámica política de las zonas que participan del mayor crecimiento económico de las últimas décadas (Lima y otras de las principales ciudades del país) y la que se observa en las zonas que se benefician menos o mucho menos de este periodo de auge económico (ciudades pequeñas y áreas rurales). 2 Dada esta situación, es altamente probable que la aprobación y desaprobación que registran sistemáticamente la gran mayoría de encuestas de opinión pública en nuestro país estén subestimando o sobreestimando de manera significativa lo que sucede a un nivel auténticamente nacional.
En segundo lugar, es importante decir algo sobre qué es lo que se estaría midiendo cuando se le pregunta a un conjunto de personas si aprueban o desaprueban la gestión del presidente de turno. Para comenzar, a diferencia de lo que puede ocurrir en otros casos cuando se llevan a cabos estudios de opinión pública, el uso de preguntas cortas, sencillas y altamente estandarizadas posee varias ventajas. En este sentido, es muy probable que muchas personas no tengan una opinión formada sobre “quién considera que es el principal responsable de la violencia en los enfrentamientos de Espinar” 3 (Ipsos Apoyo 2012a). Sin embargo, es mucho más razonable esperar que estas mismas personas tengan alguna idea o evaluación sobre la manera como el presidente de turno viene conduciendo su gobierno. Por último, a pesar de la alta variabilidad de este tipo de evaluaciones mensuales en nuestro país y del estado actual del conocimiento sobre las razones por las cuales las personas llegan a tener una imagen positiva o negativa de la gestión de su presidente, nos parece que es razonable sostener que la aprobación mensual a la gestión del presidente representa una evidencia importante de la relación que existe en un momento determinado entre quien gobierna y quienes son gobernados. De igual modo, el hecho de contar con series de tiempo y no con mediciones aisladas ofrece una oportunidad importante para dar cuenta de algunos cambios importantes en el clima político del país. Antes de pasar a presentar y analizar los niveles de aprobación de los tres últimos presidentes elegidos durante su primer año en el cargo, la siguiente sección ofrece una breve presentación de la discusión académica sobre los factores determinantes de estas evaluaciones para el caso peruano.
¿Qué conocemos sobre los determinantes de la aprobación presidencial en el Perú?
Hasta hace relativamente muy poco, la mayoría de la literatura existente sobre lo que determina la aprobación (o desaprobación) a la gestión de los presidentes en el Perú ponía en tela de juicio la visión tradicional acerca del efecto que las condiciones económicas tienen sobre los niveles de aprobación del presidente en ejercicio. Según esta perspectiva tradicional y ampliamente difundida, cuando las condiciones económicas se deterioran en un país, lo mismo ocurre con el apoyo a la gestión del presidente de turno. Siguiendo con esta apreciación, la mejora de las condiciones económicas debería traducirse en una mejora en las evaluaciones ciudadanas en relación con la gestión del presidente de turno.

La literatura existente sobre lo que determina la aprobación (o desaprobación) a la gestión de los presidentes en el Perú ponía en tela de juicio la visión tradicional acerca del efecto que las condiciones económicas tienen sobre los niveles de aprobación del presidente en ejercicio.

En esta línea, por ejemplo, Stokes (1996, 2001) sostenía que durante periodos de aguda crisis económica, como los que caracterizaron la situación del Perú durante los años ochenta y parte de los noventa, los presidentes podían ser exonerados de su responsabilidad siempre y cuando fueran percibidos como líderes políticos que tomaban las medidas necesarias —aun cuando estas fueran particularmente duras y radicales— para enfrentar y salir de la crisis. Se llegó incluso a una situación en la cual el empeoramiento de ciertas condiciones económicas clave, como la inflación y el desempleo, aparecía positivamente correlacionado con la aprobación del presidente que estaba llevando a cabo el programa y las reformas orientadas a resolver la crisis económica.
De manera algo similar, teniendo también como referente la situación económica y política del Perú durante los dos gobiernos de Alberto Fujimori, Weyland (2000) argumentaba que cuando finalmente se logra poner fin a un proceso hiperinflacionario o se consigue derrotar a los grupos subversivos, la valoración positiva que los ciudadanos puedan tener en relación con la gestión presidencial que se asocia con estos cambios positivos dura relativamente poco. Esto se explica porque si bien la popularidad de un presidente es el resultado de las evaluaciones que los ciudadanos hacen de sus logros, estas están fuertemente influenciadas por el carácter sobresaliente o notable de algunos temas puntuales. Dicho de otro modo, es sobre todo la naturaleza de sobresaliente o notable de algunos temas o problemas la que determina las evaluaciones y las preferencias políticas de los ciudadanos. Aún más, un tema o problema suele perder su carácter de sobresaliente o notable cuando es finalmente resuelto. Todavía más, este mecanismo —considerado por el autor como una paradoja del éxito— operaría incluso con mucha más fuerza en el contexto de países en vías de desarrollo, y en momentos en los que algunos problemas parecen empujar al país hacia una situación catastrófica.
Algunos autores, tratando de entender esta supuesta excepcionalidad del caso peruano en relación con los elementos determinantes de la aprobación presidencial, han llamado la atención sobre el efecto que pueden tener situaciones nacionales particularmente críticas sobre los postulados asociados con el modelo económico tradicional o dominante. En esta dirección, Arce y Carrión (2010) han planteado que esta visión alternativa al impacto de las variables económicas sobre la evaluación del desempeño presidencial es en gran medida el resultado de una literatura que tuvo como principal objetivo estudiar la situación política del Perú durante los dos gobiernos de Alberto Fujimori (1990-2000), la cual, por lo tanto, se dedicó a analizar una coyuntura sumamente crítica y excepcional en la historia peruana contemporánea. Es más, para avanzar en su argumentación, estos autores ofrecen un análisis de la aprobación presidencial en el Perú durante 24 años (1985-2008). Este análisis, que cubre la gestión de cuatro presidentes, revela que en el largo plazo los peruanos sí se comportan según las expectativas del modelo económico tradicional o dominante. Es decir, fuera de una coyuntura particularmente crítica o excepcional, el aumento de la inflación impacta negativamente sobre la aprobación presidencial, y el aumento de los salarios, por el contrario, lo hace de manera positiva. Por último, es necesario tener en cuenta que, según los datos y el análisis presentados por Arce y Carrión (2010), la importancia de los factores económicos como determinantes de la aprobación a la gestión presidencial en el Perú corre en paralelo al impacto también significativo que sobre ella tienen factores no económicos. Para el periodo analizado, algunos de estos factores no económicos o “políticos” fueron el número de ataques terroristas en un determinado mes, la captura de Abimael Guzmán, el autogolpe de 1992 y el periodo de luna de miel del que gozan los gobiernos durante sus primeros meses.
Las contribuciones tanto de esta discusión como de sus principales hallazgos son múltiples. Para comenzar, a pesar de la considerable variabilidad que muestran los niveles de aprobación a la gestión presidencial en el Perú, es perfectamente posible identificar algunos factores que operan como sus principales determinantes. Dentro de este conjunto de factores, es claro que las condiciones económicas —personales, familiares o nacionales— no son lo único ni lo que más les interesa a los ciudadanos al momento de evaluar la labor de los presidentes de turno. Asimismo, es fundamental entender la dinámica que las principales preocupaciones o demandas de los ciudadanos tienen en relación con su grado de relevancia o su naturaleza sobresaliente. Del mismo modo, es particularmente interesante cómo la coyuntura política puede influenciar sobre las evaluaciones que los ciudadanos hacen de las acciones y decisiones de los presidentes. En esta dirección, resultados o condiciones muy parecidas pueden ser vistas de manera muy diferente dependiendo de lo que los ciudadanos tengan en mente sobre el rango de opciones con las que cuenta un presidente o acerca de la inevitabilidad de seguir un determinado curso de acción.
Sin duda, existen todavía muchos vacíos en torno a la manera como la aprobación a la labor de los presidentes en el Perú opera en condiciones más normales o menos excepcionales (por ejemplo, en el periodo que va del año 2001 en adelante). Queda pendiente también una mayor discusión del impacto que estas evaluaciones pueden tener sobre el comportamiento del Gobierno y de otros actores claves. Por ahora, sin embargo, a partir de lo que hemos llegado a conocer, las evaluaciones públicas de la gestión de los presidentes aparecen no solo como menos enigmáticas, sino también como particularmente sofisticadas.
El primer año de gobierno de Ollanta Humala (en perspectiva comparada): balance y perspectivas
Cuáles son las principales semejanzas y diferencias en los niveles de aprobación a su gestión que muestran Alejandro Toledo, Alan García (durante su segundo mandato) y Ollanta Humala durante su primer año de gobierno. Para comenzar, y pese a haber obtenido un 27,8% de todos los votos y un 31,7% de todos los votos emitidos, Ollanta Humala es quien registra el menor nivel de aprobación en Lima Metropolitana al comienzo de su mandato (menos de 50% en comparación con el casi 60% y 70%, respectivamente, de Alejandro Toledo y Alan García). Sin embargo, a diferencia de lo que le sucedió a Alejandro Toledo —quien desde el segundo mes de gobierno muestra una caída constante de su aprobación en Lima Metropolitana—, Ollanta Humala termina mostrando una tendencia en sus niveles de aprobación que se asemeja mucho a la que se observa en el caso de Alan García; es decir, un claro patrón de altas y bajas, con tendencia a la baja al final del primer año de gobierno. En este sentido, si se toman en cuenta la aprobación en Lima Metropolitana durante el mes número 11 del primer año de gobierno, se tiene que Ollanta Humala termina muy por encima de Alejandro Toledo (47% versus 21%) y algo por debajo de la aprobación obtenida por Alan García (55%). A la fecha, a puertas de cumplirse su primer año en el Gobierno, Ollanta Humala aparece todavía como un presidente que posee un importante respaldo a su gestión.
Gráfico 1. Aprobación de la gestión presidencial durante el primer año de gobierno, Lima Metropolitana
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Fuente: Ipsos Apoyo

Cuadro 1. Aprobación de la gestión presidencial durante el primer año de gobierno, Lima Metropolitana (%)
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Con relación a datos que vayan más allá de Lima Metropolitana, se cuenta con información parcial para el caso de Alan García y completa para el de Ollanta Humala. A base de estos datos,  4se puede afirmar que los niveles de aprobación de Alan García en Lima Metropolitana fueron sistemáticamente, y en algunos casos considerablemente, mayores a los registrados como totales nacionales urbanos. Por el contrario, en el caso de Ollanta Humala, llama mucho la atención el hecho de que su aprobación a escala nacional, en Lima Metropolitana y en el resto urbano sean bastante parejos, sobre todo a partir de su tercer mes en el Gobierno. De nuevo, a la fecha, y por lo menos en las ciudades más grandes de la costa, sierra y Amazonía, el desencanto de sus poblaciones con la labor del presidente no se ha hecho evidente.
Gráfico 2. Aprobación de la gestión de presidente Alan García durante su primer año de gobierno (agosto 2006 a julio del 2007), nacional urbano.
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Cuadro 2. Aprobación de la gestión del presidente Alan García durante su primer año de gobierno (agosto de 2006 a julio de 2007), nacional urbano (%)
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Gráfico 3. Aprobación de la gestión de presidente Ollanta Humala durante su primer año de gobierno (agosto 2011 a junio de 2012), nacional urbano
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Fuente: Ipsos-Apoyo.

Cuadro 3. Aprobación de la gestión del presidente Ollanta Humala durante su primer año de gobierno (agosto de 2011 a junio de 2012), nacional urbano (%)
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Fuente: Ipsos-Apoyo.

Lamentablemente, solo para el caso de Ollanta Humala se cuenta con toda la serie de datos sobre la aprobación a su gestión desagregados por niveles socioeconómicos, cuyo análisis muestra una situación bastante peculiar, sobre todo si se compara el inicio y el fin de este primer año de gobierno. Durante su primer mes de gobierno, los indicadores más altos de aprobación a su gestión como presidente de la República se observan en los niveles socioeconómicos C y D (58% y 63% respectivamente). Esta situación cambia por completo cuando se considera el mes número 11. Así, no solo los niveles más altos de aprobación se dan en los estratos socioeconómicos A y B (59% y 52% respectivamente), sino que además es en los estratos D y E donde esta aprobación es menor (41% y 42,5% respectivamente). Puesto de otra manera, se observa que, durante su primer año de gobierno, Ollanta Humala ha perdido aprobación sobre todo en los niveles socioeconómicos más desfavorecidos y la ha ganado en los más altos.
Gráfico 4. Aprobación de la gestión de presidente Ollanta Humala durante su primer año de gobierno  según nivel socioeconómico (agosto 2011 a junio de 2012), nacional urbano
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Fuente: Ipsos-Apoyo.

Cuadro 4. Aprobación de la gestión del presidente Ollanta Humala durante su primer año de gobierno según nivel socioeconómico (agosto de 2011 a junio de 2012), nacional urbano (%)
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Fuente: Ipsos-Apoyo.

A partir de todos estos resultados, nos parece razonable proponer algunas ideas sobre lo que viene siendo el primer año de gobierno de Ollanta Humala. En primer lugar, y tal como ya ha sido previamente mencionado, las claras similitudes en los niveles y tendencias de aprobación entre algunos de nuestros presidentes más recientes nos permiten afirmar que en nuestro país existen dinámicas políticas que trascienden a los gobiernos individuales (Barrenechea 2012). Con la desventaja de no contar todavía con la aprobación a la gestión del presidente de turno en julio de 2012, las similitudes entre el actual Humala y García permiten afirmar también que en general en el Perú hay una importante tendencia a la baja desde el primer año de gobierno, de la que no estaría exento nuestro actual presidente. En este sentido, todo parece indicar que a Humala le podría suceder lo mismo que a sus antecesores: conforme pasen los meses, van a ser más las personas que tengan una evaluación desaprobatoria que aprobatoria de su labor como presidente. Dónde quedará ubicado su punto de estabilización es algo que solo se hará evidente mucho más adelante durante su mandato.
Ahora bien, tal vez la pregunta más interesante sea cuáles están siendo las causas de este aumento en la desaprobación de quien se encuentra actualmente a la cabeza de nuestro gobierno. En este sentido, resulta sumamente tentador echar mano a las explicaciones que en su momento se elaboraron para explicar la suerte que tuvo la aprobación de García durante su segundo mandato, 5 más aún cuando se ha vuelto frecuente afirmar que tanto García como Humala ganaron con discursos que ponían el énfasis en la necesidad de un conjunto de cambios y transformaciones; pero, no obstante ello, terminaron girando a la derecha una vez en el Gobierno. A favor de esta interpretación jugaría el hecho de que, durante los últimos meses, ha sido en los sectores A y B donde se registra un claro aumento en la aprobación a su gestión. Y ha sido en los sectores menos favorecidos (C, D y E) donde esta experimenta un significativo descenso.

Ollanta Humala carece de un partido político y de una bancada mínimamente sólida en el Congreso; incluso parece carecer de un núcleo duro y estable de asesores y aliados políticos, en cuyo caso la aprobación a su gestión presidencial podría terminar siendo la mayor parte del capital político que sin duda va a requerir para los años por venir.

Sin embargo, cabe notar también que a la fecha la información de la que se dispone sobre las principales razones detrás de sus niveles de aprobación y desaprobación cuenta una historia que es algo diferente. 6En este sentido, quienes vienen aprobando la gestión de Ollanta Humala mencionan sobre todo el hecho de estar trabajando en los programas sociales para los más pobres. Por el contrario, quienes vienen desaprobando su gestión hacen alusión sobre todo a los problemas de delincuencia o de inseguridad ciudadana y a la corrupción en el actual gobierno.
Toda esta combinación de resultados hace pensar que, en relación con la todavía no tan significativa disminución en la aprobación a la gestión de Ollanta Humala durante su primer año de gobierno, están operando al mismo tiempo los problemas que actualmente son percibidos como particularmente sensibles, críticos o sobresalientes (delincuencia e inseguridad y corrupción), y cierta frustración, sobre todo entre los más pobres, con respecto a la orientación política que el Gobierno ha hecho suya en los últimos meses. Pensando en las posibilidades con las que este cuenta para hacer frente a tal situación, debe tenerse en cuenta el papel que puede jugar lo que se haga en el ámbito de los programas sociales. En este sentido, podría ser a través de ellos que el gobierno actual construya y mantenga una relación cercana con las poblaciones más pobres y necesitadas de nuestro país.
Dada la naturaleza presidencialista de nuestro régimen político y el hecho de que la aprobación presidencial —para bien y para mal— funciona como una especie de locomotora en relación con la aprobación ciudadana a otros cargos y a otras instituciones, es necesario preguntarse qué podría pasar en los próximos años si el Gobierno no tiene mayor capacidad para detener la tendencia natural a una disminución de los niveles de aprobación presidencial. A diferencia del segundo gobierno de Alan García, Ollanta Humala carece de un partido político y de una bancada mínimamente sólida en el Congreso; incluso parece carecer de un núcleo duro y estable de asesores y aliados políticos, en cuyo caso la aprobación a su gestión presidencial podría terminar siendo la mayor parte del capital político que sin duda va a requerir para los años por venir.

* Politólogo, investigador del IEP.
Referencias bibliográficas
Arce, Moisés y Julio Carrión (2010). “Presidential Support in a Context of Crisis and Recovery in Peru, 1985-2008”. En Journal of Politics in Latin America, vol. 2, n.º 1: 31-51.
Barrenechea, Rodrigo (2008). “Interpretando el descenso de la aprobación presidencial ”. En Revista Argumentos, vol. 2, n.º 1. Disponible en: <http://web.revistaargumentos.iep.org.pe/index.php?fp_cont=1066 ISSN 2076-7722>.
Barrenechea, Rodrigo (2012). “Tocar el cajón sin manos”. En Revista Ideele, n.º 214. Disponible en: <http://www.revistaideele.com/content/tocar-el-caj%C3%B3n-sin-manos>.
Ipsos Apoyo (2012a). Informe de Opinión Data. Perú, junio de 2012. Lima: Ipsos Apoyo Opinión y Mercado.
Ipsos Apoyo (2012b). Opinión Data. Resumen de encuestas a la opinión pública. Varios meses. Lima: Ipsos Apoyo Opinión y Mercado.
Stokes, Susan (1996). “Economic Reform and Public Opinion in Peru”. En Comparative Political Studiesvol. 29, n.º 5: 544-565.
Stokes, Susan (2001). “Introduction: Public Opinion of Market Reforms: A Framework”. En Susan Stokes (ed.), Public Support for Market Reforms in New Democracies. Cambridge: Cambridge University Press.
Weyland, Kurt (2000). “A Paradox of Success? Determinants of Political Support for President Fujimori”. En International Studies Quarterly, vol. 44, n.º 3: 481-502.

  1.  Por ejemplo, en el mes de junio de 2012, los datos que se reportan como parte de una encuesta nacional urbana de Ipsos Apoyo se obtienen a partir de una muestra de algo más de 1200 casos en las ciudades de Lima, Trujillo, Chiclayo, Piura, Chimbote, Cajamarca, Huaraz, Huaral, Huánuco, Huancayo, Arequipa, Ica, Ayacucho, Cusco, Juliaca, Iquitos y Pucallpa (Ipsos Apoyo 2012a). Es importante mencionar, sin embargo, que este tipo de muestras llega a ser representativa de no menos del 75% de la población electoral urbana del Perú.
  2.  Sobre esta discusión, se puede ver el trabajo próximo a ser publicado por el IEP de Roxana Barrantes, Ricardo Cuenca y Jorge Morel.
  3. Esta pregunta fue incluida en la encuesta de opinión pública de Ipsos Apoyo en el mes de junio de 2012 (Ipsos Apoyo 2012a).
  4. A partir de una muestra en las principales ciudades del país, los datos de Ipsos Apoyo nos permiten distinguir entre una aprobación nacional urbana, la aprobación en Lima Metropolitana y una aprobación que denominados resto urbano.
  5. Tratando de explicar la decreciente aprobación a García durante su segundo gobierno, Barrenechea (2008) propone como hipótesis que esto tiene que ver con la radicalización de un discurso legitimador del modelo económico, asumido y mantenido desde los años noventa; discurso que, entre otras cosas, enfatizaría que solo en la medida que la economía siga creciendo será posible acumular la suficiente riqueza para finalmente acabar con la pobreza y la desigualdad. Específicamente, Barrenechea plantea que este discurso terminó siendo altamente excluyente y polarizador, y representó un grave error de estrategia en relación con la posibilidad de que este gobierno pudiera conectarse con la población más pobre del país.
  6.  Nos referimos a las preguntas asistidas —es decir, haciendo uso de una tarjeta con respuestas preestablecidas—que usa Ipsos Apoyo (Ipsos Apoyo 2012b) para conseguir información sobre las principales razones por las cuales se aprueba o desaprueba la gestión del presidente.