Jorge Bruce. 2008. Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo. Lima: Fondo Editorial de la Universidad San Martín de Porres.

La primera parte del título del libro, Nos habíamos choleado tanto –basado en el nombre de la película de Ettore Scola Nos habíamos amado tanto–, es una condensación de los objetivos centrales del texto. Por un lado, busca subrayar el peruanismo cholear por ser “parte integrante de nuestra esencia” (p.12) y, por otro, poner énfasis en “los componentes afectivos del vínculo social peruano que se encuentran subsumidos en el neologismo cholear” (p.13). La segunda parte del título del libro, psicoanálisis y racismo, pone de manifiesto el interés del autor por realizar una “exploración psicoanalítica, tanto de nuestro vínculo social, como las dimensiones de nuestro fuero interno” (p.12-13).

Nos habíamos choleado tanto es un libro para una audiencia no especializada, escrito en una prosa ligera, que utiliza ejemplos atractivos y maneja fuentes diversas que van desde encuestas de opinión, investigaciones y ensayos sociológicos hasta las experiencias del autor en su práctica psicoanalítica y fuera de ella. Este libro pretende ser de divulgación general, razón por la que cuenta con un Glosario de Términos Psicoanalíticos y una Caja de Herramientas. Esta última es una selección de “nociones” principales que permiten abordar el tema del racismo desde una perspectiva psicoanalítica. Por su parte, el Glosario de Términos brinda un conjunto de definiciones simplificadas para que el lector se ubique en el texto; de esta manera el autor busca evitar caer en “el pecado de la soberbia” que caracteriza la literatura psicoanalítica y “no subestimar la cultura de quienes se hayan dignado” (p.121) leer su texto. Sin embargo, pese a las intenciones del autor, su obra no está lejos de la soberbia y la subestimación. Al decir, “espero no estar cayendo en la delusión omnipotente de pretender ser el primero en darse cuenta de todo eso” (p.114), se proyecta como pionero en el tema y presenta su obra como un aporte original. Y, al utilizar términos sin precisión, por más texto de divulgación de que se trate, deja mucho que desear sobre la estimación que de sus lectores tiene.

En términos generales, el título Psicoanálisis y racismo generó en mí expectativas que su lectura no colmó. El contenido del texto, en mi opinión de antropóloga, adolece de imprecisiones teóricas y vacíos preocupantes que me han llevado a organizar este comentario en dos partes. En la primera, mis comentarios se centran en la definición del Perú como país poscolonial y en la omisión de la definición del término. Y, en la segunda, contraargumento la afirmación de la novedad del abordaje de la relación entre racismo y psicoanálisis.

Psicoanalizando el atractivo poscolonial

La Historia del Perú, de acuerdo con Bruce, se halla “recorrida por el racismo en un incesante proceso adaptativo a las diversas matrices de relaciones sociales que se han sucedido, desde la colonia hasta la actualidad poscolonial” (p.16-17). La relación que manifiesta Bruce entre la poscolonialidad y el racismo se expresa tanto en esa referencia como en el epígrafe del primer capítulo, “el Perú está lejos de haber descolonizado su imaginario” (Portocarrero 1995, citado por Bruce p.11). Ellas y otras referencias como las “sociedades poscoloniales como la nuestra” (p.52) y “nos encontramos en una etapa poscolonial” (p.86), evidencian que Bruce caracteriza al Perú como un país poscolonial, omitiendo definir qué es lo que él entiende por tal. Se deduce, por los argumentos que el autor esgrime y por las referencias para respaldarlo, que para él una sociedad poscolonial se caracteriza por las persistencias del pasado en el presente. En tal sentido, el racismo es un producto poscolonial que se origina en la experiencia colonial-republicana y cuyo “fundamento invisible” (Portocarrero 1995, citado por Bruce p. 26) sigue vigente por estar enraizado en estructuras mentales que tienen “profundas raíces inconscientes” (Hernández 2000, citado por Bruce p.39).

Poscolonial es un término académicamente atractivo, pero ambiguo, que es utilizado libremente y sin definir, tal como hace Bruce, o para adjetivizar aspectos muy diversos, por ejemplo, espacio e intelectuales, generando términos tales como espacio poscolonial e intelectuales poscoloniales. El auge del término, por no decir la moda, y su amplia difusión han estado acompañados de candentes debates que critican su utilización sin la respectiva reflexión sobre los diversos sentidos que implica. Anne Macclintock y Ella Shoaht han trabajado críticamente sobre el término. Macclintock afirma que alude a un progreso lineal de etapas evolutivas (lo pre-colonial, lo colonial y lo poscolonial) cuyo énfasis en lo colonial hacen de este el marcador de la historia. Ella reprueba que el término sea utilizado en abstracto, sin tomar en cuenta la pluralidad de las experiencias. Solo tomando en cuenta la diversidad, ejemplifica, será posible reconocer que Brasil no es poscolonial en la forma que lo es Zimbawe. También desestima la utilización celebratoria que se hace del término poscolonial: por ejemplo, solo un análisis crítico podrá responder, dice, si Palestina o Irlanda del Norte pueden ser definidos como poscoloniales (Macclintok 1992: 85-89).

Shoaht retoma este punto y lo complementa al señalar que el riesgo del término poscolonial es que pueda presentar al colonialismo como un tema que concierne únicamente al pasado, perdiendo de vista otras expresiones de la colonización como la política, la economía y la cultura (Shoaht 1992:105). Es justamente este último el aspecto crítico del texto de Bruce. Su focalización en las persistencias del pasado en el presente oscurece la importancia del impacto que tiene la hegemonía global en la reconfiguración del racismo hoy. El análisis de Bruce está tan centrado en cómo el racismo “ha atravesado las etapas de la Historia del Perú colonial y republicano, adaptándose con absoluta plasticidad a las mentalidades hegemónicas de cada uno de esos periodos hasta llegar a nuestro tiempo” (p.27), que solo en el capítulo tercero, “La racialización de la cuestión estética”, pasa del tema de las relaciones en el pasado al análisis del poder del mercado y la sociedad de consumo.

La vinculación que hace Bruce de la relación entre pasado y presente a través de las persistencias del primero, puede parecer propia de la formación del psicoanalista. No obstante, la psicoanalista Nancy Chodorow, en un interesante texto donde analiza el papel del pasado en el pensamiento psicoanalítico, propone repensar esta entrada. De acuerdo con ella, la angustia que produce la incertidumbre del trabajo analítico impulsa la “búsqueda defensiva” de certezas. Es así que, tradicionalmente, el trabajo analítico se ha basado en el pasado infantil como el punto de partida objetivo, y los efectos que el pasado infantil produjo en la psique como algo determinante. Sin embargo, la práctica analítica misma ha puesto en tela de juicio estas certezas y ello ha conducido a los psicoanalistas a distanciarse “de las teorías causales de las fases y la estructura que nos legaran Freud y otros” y manejar un “enfoque procesal de la infancia que documente la contingencia y la individualidad que participan en la creación de la significación personal” (Chodorow 2003: 50). Esta no solo es una aproximación contemporánea a la interpretación analítica sino que, además, pone más énfasis en la agencia del sujeto pues, como dice la citada autora, “en el psicoanálisis, como en cualquier otra esfera, el pensamiento estructural está en decadencia” (2003: 49).

Racismo y psicoanálisis ¿ya era hora?

“Racismo y psicoanálisis (Ya era hora)” es el título del capítulo dos del libro de Bruce. Su contundente afirmación hace suponer al lector que, antes de su intervención, no se había abordado el tema del racismo en el psicoanálisis. El autor afirma la omisión del fundador del psicoanálisis sobre el tema del racismo (p.49) y asevera que “en la literatura analítica a nivel mundial, el racismo es un asunto que está lejos de haber sido trabajado de manera exhaustiva” (p.50), pero que, en los últimos años, ha ido cobrando relevancia. Afirma que, en el caso peruano, los psicoanalistas, salvo algunas excepciones, “poco o nada han dicho sobre un problema que, a todas luces, es esencial tanto desde una perspectiva histórica como desde una perspectiva cotidiana y actual” (p.87). Estas son afirmaciones discutibles.

La literatura analítica, a nivel mundial, específicamente en la tradición francesa en la que está formado Bruce, destaca el trabajo de Franz Fanon, médico psiquiatra nacido en la colonia francesa de Martinica, quien utilizó el psicoanálisis y el marxismo en forma combinada para comprender los efectos producidos por la experiencia colonial en la psique de los sujetos y en sus condiciones materiales. Estos dos grandes enfoques fueron desarrollados en sus textosBlack skins white masks y Los condenados de la tierra, respectivamente. La aproximación psico-política de Fanon es un paso muy grande respecto de las tesis de otros psicoanalistas franceses como Octave Mannoni, autor de Prospero and Caliban: the psychology of colonization, interesado en el análisis del racismo colonial y quien sostenía que la colonización fue posible debido al complejo de inferioridad de los colonizados. Por el contrario, Fanon, al establecer la conexión entre la psique y la sociedad, entendía que el complejo de inferioridad era el resultado de un doble proceso, primero de la situación económica del colonizado y posteriormente de la internalización o epidermizacion de su inferioridad en la psique.

La literatura analítica a nivel peruano que aborda específicamente el tema del racismo no es abundante, es cierto (p.53, cita 26), y Bruce esgrime nuevamente el argumento poscolonial para explicar la poca producción teórica: “No sé si sería exagerado decir que la situación poscolonial se reproduce en esos marcos teóricos, pero lo cierto es que mientras que en el centro los trabajos son auto referidos, en la periferia seguimos mirando hacia allá —me refiero en particular al asunto del racismo” (53). Ciertamente, existe una geopolítica del conocimiento, pero Bruce no debe obviar las formas en las que las periferias se han relacionado con las difusiones de los centros, contradiciéndolos, complementándolos y diferenciándose de ellos (Pratt 2002: 32). Tal es el caso específico del psicoanálisis, el cual emergió como una disciplina colonial que sirvió para promover la subjetividad occidental y como una disciplina masculina que reforzó la estructura patriarcal. Por ejemplo, para Freud, la feminidad era “el continente oscuro”. El psicoanálisis se basó en teorías evolutivas que enfatizaban la inferioridad de los no occidentales. Por ejemplo, Tótem y tabú fue influenciado por James Frazer, el autor de “La rama dorada” y por La evolución de las especies, de Darwin. Así, el psicoanálisis contribuyó a establecer la predominancia y superioridad del colonizador masculino sobre el feminizado e inferior colonizado.

También durante la colonización francesa, el psicoanálisis y la psiquiatría fueron utilizados para tratar y oprimir a los colonizados, como da cuenta Fanon de su experiencia en la clínica psiquiátrica para prisioneros de Blida-Joinville. No obstante ello, como sostiene Ranjana Khana, una lectura a contrapelo muestra que el psicoanálisis ha sido provincializado(Chacrabarty) y parroquializado (Chaterjee) (Khana 2003: 12); es decir, fue apropiado por las periferias y utilizado por los teóricos de la descolonización como Frantz Fanon, para analizar, explicar y criticar la situación colonial. Entonces, frente al planteamiento de Bruce de que uno de los desafíos del psicoanálisis es “salir de la órbita periférica poscolonial, dirigir la mirada hacia los asuntos que nos entrampan y nos definen, y sobre todo atreverse a producir teoría desde una perspectiva propia” (p.54), puedo decir que es algo que ya se está dando. Sin embargo, para seguir adelante es necesario, como ya mencioné inicialmente, no solo enfocarse en el pasado sino analizar cómo las relaciones políticas y económicas del presente configuran nuevas formas de racismo.

El rol del psicoanalista como intelectual público y la neutralidad son otros temas en los que Bruce expresa su preocupación. A Bruce le inquieta saber si es correcto pronunciarse sobre asuntos públicos, entre ellos el racismo, y se pregunta si acaso al hacerlo esta vulnerando la “sacrosanta neutralidad analítica” (p.50). Su inquietud se reconforta con el aval que obtiene de uno de los representantes del psicoanálisis aplicado, Andre Green (p.51). No obstante, la preocupación de Bruce no deja de sorprender pues la intervención de los psicoanalistas en los asuntos públicos no se inicia con él, existen psicoanalistas en medios de comunicación como Fernando Maestre y también otros que con sus publicaciones se pronuncian sobre temas de actualidad como César Rodríguez Rabanal, Max Hernández y Saúl Peña, por señalar a los más conocidos. No obstante, Bruce manifiesta, en el epílogo del trabajo titulado “Una inquietante neutralidad” que le preocupa que en el trabajo analítico la neutralidad sirva como justificación para el silencio del analista sobre temas tan importantes como el racismo. En teoría, la neutralidad es una recomendación técnica que “no implica ni garantiza” la objetividad del analista (Laplanche y Pontalis 1971: 267), y en la práctica ya Saúl Peña, años atrás, encontró en su experiencia como psicoanalista que “el único intento de neutralidad posible es la conciencia de la no-neutralidad; en consecuencia, aspiro, a través de mi sentimiento, de mi pasión y de mi reflexión, a aproximarme a cierto grado de objetividad subjetiva” (Peña 2003: 23). Entonces, quizá lo que a Bruce le debiera interesar es no presentarse como el iniciador o pionero del tema; antes bien, debería preocuparse por cómo hacer para que se continúe con la línea de trabajo público de los psicoanalistas, mas allá del diván.


* Bachiller y Licenciada en Antropología por la PUCP, Master en Antropología Cultural por la Universidad de Duke.

Bibliografía
Chodorow, Nancy. El poder de los sentimientos: la significación personal en el psicoanálisis, el género y la cultura. Buenos Aires: Paidós, 2003.
Fanon, Frantz. Black Skin, White Masks. NewYork: Grove Press, 1967.
Fanon, Frantz. Los condenados de la tierra. México: FCE, 2001.
Khanna, Ranjana. Dark Continents. Psychoanalysis and colonialism. Durham: Duke University Press, 2003.
Laplanche, Jean y Jean-Bertrand Pontalis. Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Editorial Labor, 1971.
Mannoni, Octave. Prospero and Caliban: the psychology of colonization. New York: Praeguer Publishers, 1965.
McClintock, Ann. “The Angel of Progress: Pitfalls of the Term ‘Post-Colonialism’”. Social Text 31/32: 84-98.1992.
Peña, Saul. Psicoanálisis de la Corrupción. Política y ética en el Perú contemporáneo. Lima: Peisa, 2003.
Pratt, Mary Louise. “Modernity and Periphery”. En: Beyond Dichotomies. Albany: Suny Press, 2002.
Shohat, Ella. “Notes on the Postcolonial”. Social Text (31/32):99-113. 1992.