GOOTENBERG, Paul. La invención de la cocaína: La historia de Alfredo Bignon y la ciencia nacional peruana (1884-1890). Lima: IEP, 2010, 120 pp.

Hace muchos años, Paul Gootenberg me mostró orgulloso una tarjeta de presentación que decía: “Paul Gootenberg, historiador: experto en guano, cocaína y otros temas”. Nunca antes una tarjeta había resumido tan bien la producción historiográfica de un autor.
En sus inicios, las investigaciones de Paul Gootemberg se focalizaron en las discusiones y movilizaciones sociales acerca de las políticas comerciales a mediados del siglo XIX. Luego fueron derivando en clásicos estudios de historia económica sobre el producto de exportación estrella del siglo XIX peruano: el guano. Pero pronto sus trabajos se orientan a analizar el trasfondo político de la exportación del producto, lo que se convierte en un excelente estudio de la economía política del Perú decimonónico: Caudillos y comerciantes. No obstante, detrás de la historia del guano habían esperanzas y proyectos frustrados que valía la pena rescatar, por lo que Gootenberg escribe la mejor historia social de las ideas económicas del siglo XIX peruano: Imaginar el desarrollo. Ahora Gootenberg centra su atención en el producto de exportación estrella del siglo XX peruano: la cocaína. Sin embargo, lo hace desde una perspectiva distinta que combina la historia cultural de la drogas y el consumo con la historia de la cadenas de mercancías (a lo Sidney Mintz).  1  Esta doble estrategia le permite vincular las historias locales con las globales con una notable fluidez que hace olvidar que las reflexiones teóricas y metodológicas del autor están basadas en un trabajo archivístico digno de un historiador positivista decimonónico.
En la Invención de la cocaína Alfredo Bignon es el personaje que sirve de puente narrativo para unir el estudio de las drogas al de las cadenas de mercancías, mientras que la idea de nacionalismo científico cumple una función similar desde un punto de vista metodológico y teórico.
Paul Gootenberg estudia en este texto la historia temprana de la cocaína como un símbolo de la medicina moderna. El autor argumenta que los estudios sobre las propiedades medicinales de la cocaína se dan de forma simultánea en el Perú y Europa, pero que la conexión de los científicos europeos con las nacientes farmacéuticas alemanas (Merk) y estadounidenses (Parker-Davis) les dará a estos últimos las ventajas académicas en el registro de las patentes de los métodos de extracción de la cocaína y su posterior comercialización.
Sin ser un seguidor de Foucault, Gootenberg hace una excelente genealogía de la coca y la cocaína, rescatando precisamente las historias olvidadas y suprimidas por la historia oficial de la droga. En un principio fue la hoja de coca y las propiedades que se le atribuían las que llamaron la atención tanto de médicos europeos como nacionales. Pero a partir del aislamiento de la cocaína por Niemann en 1860, la coca y la cocaína serían concebidas como mercancías distintas, pertenecientes, inclusive, a cadenas comerciales diferenciadas. La primera fue comercializada como bebida tonificante en el circuito mercantil francés, lo que luego dará origen a la Coca-Cola. Mientras que la cocaína fue desarrollada enteramente en laboratorios científicos y considerada a ambos lados del Atlántico como la primera droga moderna.
Es así como la “invención” de la cocaína fue de la mano con la profesionalización de la medicina en el Perú. La coca, la antigua planta de los incas, fue transformada en el discurso y práctica médica en la cocaína, la droga moderna. Por su parte, el uso tradicional de la hoja de coca fue estigmatizado por los propios médicos como degradante y como línea divisoria entre el profesional blanco y los indígenas. Gootenberg sostiene entonces que paradójicamente (y a diferencia del caso boliviano), la coca nunca fue la base de discursos nacionalistas en el Perú, ni siquiera entre los indigenistas de principios del siglo XX.
Para el investigador, la historia de Bignon representa el punto más alto en la creación de un nacionalismo científico que convertía a los médicos en los nuevos intelectuales de la República, desplazando a los abogados y banqueros de la época del guano. El descubrimiento de un método local de procesamiento de la cocaína haría realidad el viejo proyecto de un exportar materias primas con un valor agregado. Desafortunadamente, como lo señala Gootenberg, la medicina peruana estaba ligada a los circuitos intelectuales y comerciales franceses, que estaban más interesados en la coca que en la cocaína. En cambio, las farmacéuticas alemanas enviaron a sus agentes no solo a desarrollar un método para la producción de cocaína, sino también para asegurarse la producción de hoja de coca, para lo que se contactan con los inmigrantes germanos del Pozuzo. Es así como la hoja de coca para la producción de cocaína llegó a la Amazonía, y los proyectos de los médicos peruanos para convertirse en agentes de un proceso de industrialización se desvanecieron.
Al ligar la genealogía de la cocaína y la formación de la profesión médica con las cadenas de mercancías, el libro de Gootenberg nos invita a analizar la fluidez de las relaciones entre el centro y la periferia, pero también a mirar a las mercancías como puntos de encuentro y desencuentros político-culturales, y no solo como fuentes de “enfermedades holandesas”. Asimismo, la historia de la invención de la cocaína muestra todo lo que la economía política puede ganar a partir de la inclusión de análisis culturales sin caer en el relativismo analítico de los estudios culturales.

* Profesor investigador del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se doctoró en Historia Latinoamericana en la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook.

  1. Mintz, Sidney. Dulzura y poder: el lugar del azúcar en la historia moderna. México: Siglo XXI Editores, 1996.