Carlos Marichal. Nueva historia de las grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008. México: Debate, 2010.

El reciente libro de Carlos Marichal es una de las más importantes síntesis y reflexiones que se han escrito sobre las crisis financieras del capitalismo moderno. Redactado con una prosa clara y directa, la obra de Marichal aborda los principales hitos de lo que llama las “grandes crisis financieras” o “crisis globales”. Por ellas entiende a las crisis que surgen hacia el último tercio del siglo XIX, y que, como consecuencia de la intensificación de las redes de flujos de capitales y créditos a escala mundial, repercute —aunque con diferentes intensidades— en la mayor parte de los países del globo.
De acuerdo con Marichal, desde la década de 1850, la expansión del comercio internacional y de los mercados financieros y bursátiles, el advenimiento de la segunda revolución industrial y la integración de las economías dieron inicio a la “época clásica del capitalismo liberal” (1870-1914). El “sistema nervioso” de este capitalismo liberal fue la emergente red global de flujos de capitales, que facilitó el crecimiento económico en este periodo, también conocido como la belle époque, pues oxigenó con créditos e inversiones a las empresas y los gobiernos de Europa, América Latina, Asia y Medio Oriente. Sin embargo, es precisamente la emergencia de esta red global de flujos de capitales, en tanto densifica las interconexiones de las economías, la que hace posible que ocurran crisis mundiales.
¿Por qué se originan las crisis globales? Al parecer porque el desequilibrio y la inestabilidad son inherentes a los mercados financieros. Los factores que la precipitan son variados: las crisis de la 1873, 1929 y 2008 tuvieron su origen en los colapsos bursátiles y bancarios de Viena en el primer caso y de EE. UU. para los dos últimos. Otros factores que desencadenaron crisis globales fueron la Primera y Segunda Guerras Mundiales, que obstaculizaron el comercio internacional y contrajeron el libre flujo de los capitales. La crisis mundial de 1973 la provocó la subida de precios del petróleo que acordaron los países miembros de la OPEP, la cual, al elevar los costos de producción de las economías industrializadas, puso fin al periodo de gran crecimiento de la posguerra (1945-1973). La crisis de los años ochenta se debió a la suspensión de pagos de la deuda externa por parte de varios países de América Latina. Esto colocó al borde de la quiebra a varios bancos globales, que se vieron de pronto sin liquidez, y tuvieron que ser rescatados para frenar sus bancarrotas.
Lo que parece establecer un patrón en estas crisis es que ellas desencadenan distorsiones en las economías y los mercados financieros internacionales. Esto ocurre básicamente cuando a una crisis le sucede la corrida de los inversores de los mercados de capitales y, en consecuencia, la contracción del crédito internacional. Como las economías y los gobiernos dependen de los flujos de crédito para funcionar adecuadamente, la suspensión de estos flujos afecta a las empresas y la capacidad de intervención del Estado. Si las empresas y los gobiernos quiebran o no pueden cumplir con sus obligaciones, es decir, suspenden el pago de sus deudas, la crisis se expande a un mayor número de instituciones financieras, desencadenando un hiato en los flujos de capitales internacionales. En ese momento estamos ante una crisis global o sistémica. Una vez que estalla una crisis global, las respuestas son diversas, y, de acuerdo a Marichal, suele generar cambios en la arquitectura financiera mundial.
En efecto, después de la crisis de 1873, que afectó los mercados financieros de Europa y EE. UU., las economías más poderosas adoptaron el patrón oro. Se considera que el respaldo del oro a las monedas nacionales dio estabilidad al sistema monetario y facilitó el crecimiento económico que se registró hasta la Primera Guerra Mundial. La crisis de 1907 en EE. UU. originó la fundación del Federal Reserve Bank en 1913, a partir de cuyas normas el consultor en temas monetarios, Edwin Kemmerer, creó bancos centrales en los países andinos. A finales de la Segunda Guerra Mundial se llegó al acuerdo monetario y financiero de Bretton Woods, que estableció el patrón dólar, y se sentaron así las bases para la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial (inicialmente llamado Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo) como las instituciones que regularían los créditos y la estabilidad de la moneda. Es previsible que después de la crisis financiera de 2008 se lleven a cabo reformas en el régimen monetario internacional.
Sobre esta última crisis global es interesante la comparación que Marichal hace con el crac de 1929. Ambas crisis empezaron con una fuerte caída bursátil en EE. UU., seguida por una contracción del crédito a escala internacional, que redujo el comercio internacional y provocó la caída de la producción y del empleo. La diferencia entre ambas crisis está en la forma en que se respondió a ellas. Los economistas Barry Eichengreen y Kevin O’Rourke señalan que el colapso de 2008 fue más intenso que el de 1929, pero que la recuperación fue más rápida, pues la crisis de 1929 se prolongó durante toda la década del treinta (por ello se afirma que la crisis de 2008 provocó una recesión y no una depresión). Un segundo contraste, relacionado con el anterior, es que, cuando ocurrió el crac de 1929, la política de los gobiernos y de los bancos centrales fue de no intervención, lo cual ahondó el desplome de bancos y bolsas. En la crisis de 2008, en cambio, la intervención de los gobiernos ha sido rápida y contundente para evitar que el colapso financiero contamine al conjunto de las economías. Un tercer contraste es que en la crisis de 2008 las economías en desarrollo han mostrado una mejor solidez, pues no se presentaron crisis de deudas en América Latina, Asia y África, como ocurrió en 1929.
Por último, ¿qué cambios se producirán en la arquitectura financiera internacional? La crisis financiera de 2008 demostró que los mercados no se autorregulan, por lo cual una consecuencia natural parece ser la implementación de parte de los bancos centrales de mayores controles y requerimientos de capital a las instituciones financieras globales. Un segundo cambio tiene que ver con el cuestionamiento al patrón dólar, que sigue siendo una moneda de reserva internacional y de los mercados de capitales. El problema señalado por Marichal es que esto alienta a EE. UU. a emitir billetes para financiarse, lo que debilita al dólar frente a otras monedas. La tendencia parece orientarse a establecer canastas de monedas fuertes: dólar, euro, yen y el yuan. Un tercer cambio apunta al aspecto institucional. La crisis de 2008 demostró que el FMI y el BM fracasaron en prever la crisis, pues han estado atentos a vigilar las economías en desarrollo antes que el desempeño de los bancos globales, que son los verdaderos responsables de la crisis. Estas instituciones surgieron con el acuerdo de Bretton Woods luego de la Segunda Guerra Mundial, y correspondería a la poscrisis de 2008 la reforma o la creación de nuevas instituciones de supervisión del régimen monetario internacional.
El libro de Marichal cuenta además con su propia página web (www.historiadelascrisis.com), en la cual se detallan informaciones estadísticas y bibliográficas, entre otras.

* Historiador, investigador del IEP.